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Cómo Occidente contribuyó a crear el terrorismo somalí

Fuentes: Green Left Weekly

Traducción por S. Seguí.

La lógica del terrorismo es el teatro político violento, su objetivo no es tanto causar daño como la difusión del daño infligido.

Desde este punto de vista, la ocupación del lujoso Westgate Shopping Mall de Nairobi (Kenia) por la milicia somalí Al-Shabaab, y la matanza de al menos 61 rehenes, fue un acto exitoso de terrorismo.

Pero mientras Al-Shabaab dominaba con éxito los titulares del mundo con su brutal ataque, los medios ignoraban casi por completo el contexto: la ocupación, respaldada por Occidente, de Somalia por Kenia, Uganda y Burundi.

La BBC informó que el 27 de septiembre los miembros de Al-Shabaab habían podido alquilar un punto de venta en el centro comercial con identificaciones falsas, que utilizaron para almacenar armas y municiones.

Los supervivientes hablaron de 10 a 15 atacantes, vestidos de negro y con pasamontañas de tipo comando, que irrumpieron en el centro comercial el 21 de septiembre y mantuvieron a raya a las fuerzas de seguridad de Kenia (con la asistencia de «asesores» israelíes) hasta el 24 de septiembre. Estaban armados con fusiles de asalto, ametralladoras de gran calibre y granadas.

Los rehenes fueron asesinados indiscriminadamente, aunque algunos relatos de sobrevivientes sugieren que se hicieron algunos intentos de separar y liberar a los musulmanes.

La emisora ​​keniana Capital FM informó el 27 de septiembre de que el ministro Joseph ole Lenku había dado una cifra de muertos de 61 civiles, seis miembros de las fuerzas de seguridad y cinco terroristas. Lenku negó las informaciones de la Cruz Roja según las cuales otros 61 civiles se hallarían desaparecidos.

Se ha especulado, incluso por parte del presidente de Kenia, Uhuru Kenyatta, de que pueda haber otros civiles y terroristas enterrados en una sección del centro comercial donde se produjo un derrumbamiento de tres plantas durante la lucha.

El 27 de septiembre el Irish Times informó de que el Ministerio del Interior de Kenia había anunciado que ocho personas habían sido detenidas por los ataques. Hubo informes contradictorios y sin confirmar de sobrevivientes en el sentido de que algunos de los atacantes se habían mezclado con la multitud de sobrevivientes que huían cuando las fuerzas de seguridad volvieron a tomar el centro comercial. El Westgate Shopping Mall es un centro comercial de nivel internacional, lleno de franquicias de las mismas cadenas que se encuentran en centros comerciales similares de todo el mundo, localizado en una ciudad llena de barrios marginales.

Sus clientes eran en gran parte expatriados o kenianos acomodados. La lista de las víctimas de los ataques de Al-Shabaab incluyen varios kenianos y extranjeros conocidos.

Las víctimas incluyen un sobrino de Kenyatta y su prometida, el poeta y ex preso político y diplomático de Ghana Kofi Awoonor, y un diplomático canadiense. Al menos 20 extranjeros fueron asesinados, en su mayoría pertenecientes a países ricos.

La elección de este objetivo ha proporcionado sin duda a Al-Shabaab un alto grado de visibilidad. El ataque ha dominado los titulares de los medios de comunicación, en parte debido a la naturaleza de las víctimas. En Australia, el público ha sido debidamente informado de todos los logros de la única víctima australiana, un arquitecto de Tasmania.

En cambio, en Iraq, donde los ataques terroristas se han convertido en una rutina desde que comenzó la invasión de 2003, liderada por Estados Unidos, los asesinatos terroristas que tuvieron lugar al mismo tiempo que el drama de Nairobi apenas tuvieron cobertura.

Asimismo, el 22 de septiembre, segundo día del asedio de Nairobi, 80 personas murieron cuando en una iglesia bombardeada en Peshawar, en la provincia paquistaní de Khyber-Pakhtunkhwa.

La violencia islamista contra los cristianos es de utilidad evidente para los propagandistas de la «guerra contra el terror», por lo que el atentado de Peshawar ha recibido algún tipo de cobertura de los medios occidentales. Sin embargo, los cristianos de Pakistán pertenecen en su mayoría a capas sociales económica y socialmente marginales.

Las escenas de Nairobi -una matanza al estilo de Hollywood de consumidores ricos en un centro comercial de aspecto familiar- son mucho más eficaces para transmitir el mensaje central de la «guerra contra el terror» en la propaganda occidental: los terroristas «vienen a por nosotros».

La cobertura de saturación de los medios ya ha establecido que el sitio del Westgate Shopping Mall es un acontecimiento fundamental en la actual guerra entre Occidente (o «la comunidad internacional», como los poderosos países occidentales se autocalifican colectivamente) y el terrorismo islamista global.

Los vínculos de Al-Shabaab con Al-Qaida han sido resaltados, hasta el punto de presentar al grupo somalí como el brazo local de un proyecto internacional. Las declaraciones por parte de funcionarios kenianos de que algunos de los atacantes eran ciudadanos británicos y estadounidenses ha alimentado la información del ataque en los medios como un acto «terrorista internacional».

Sin embargo, la guerra civil, la agresión extranjera y el colapso social que ha afectado a Somalia desde 1991 ha generado una diáspora somalí de millones de personas. Se sabe que Al-Shabaab ha reclutado a un pequeño número de sus miembros entre las comunidades somalíes en el extranjero y los exiliados retornados.

En los medios de comunicación sensacionalistas occidentales, sobre todo en Gran Bretaña, la especulación sobre las redes terroristas globales que están detrás de los atentados de Nairobi se ha centrado obsesivamente en la fugitiva británica Samantha Lewthwaite, viuda de uno de los terroristas suicidas responsables de los atentados de julio de 2005 en Londres.

A pesar de que inicialmente condenó la acción de su marido, la prensa la señaló con el apodo de «Viuda Blanca» y pasó a la clandestinidad después de sufrir un atentado con bomba incendiaria en su casa.

En 2011, las autoridades de Kenia afirmaron que Lewthwaite era buscada por utilizar un pasaporte falso y aseguraron que estaba asociada con presuntos terroristas islamistas locales y extranjeros. Se cree que huyó a Sudáfrica.

Sin embargo, después de algunos informes que circularon de sobrevivientes de la masacre del Westgate Shopping Mall, de que habían visto a una mujer blanca con los atacantes, los medios de comunicación comenzaron a centrarse en Lewthwaite.

El 28 de septiembre, la agencia Xinhua informó que la sobreviviente Heena Arani tuvo que aparecer en la televisión keniana para negar que ella fuera la «Viuda Blanca», después de que una imagen suya ayudando a un compañero sobreviviente adquirió dimensiones de virus en las redes sociales.

El 26 de septiembre, las autoridades de Kenia pidieron a Interpol que emitiera una orden de arresto para Lewthwaite bajo la acusación de posesión de explosivos en 2011. La denuncia no la relaciona con el ataque del Westgate.

La forma en que informó sobre este asunto el diario sensacionalista británico Daily Star, el 27 de septiembre, empezaba así: «Se ha emitido una orden de detención internacional contra la «Viuda Blanca» británica, después de se supiera que le encanta llevar lencería picante bajo su burka negro.»

Los medios de comunicación más serios han estado menos obsesionados con la llamada «Viuda Blanca», pero han sido igualmente unánimes en considerar el ataque como una acción de grupos terroristas internacionales.

Incluso los «expertos en terrorismo» dispuestos a reconocer que Al-Shabaab surgió como resultado de las condiciones específicas de Somalia han citado el atentado de Nairobi como prueba de que Al-Shabaab está pasando de una atención a los asuntos somalíes a la búsqueda de agendas globales.

En Somalia, sin embargo, Al-Shabaab está luchando contra las fuerzas de ocupación de los países africanos que están intentando imponer al país un gobierno en nombre de los Estados Unidos. Desde octubre de 2011, Kenia ha tenido tropas destacadas en Somalia.

Al-Shabaab ha hecho públicas sus motivaciones de manera muy clara en la lluvia de tuits enviados desde el inicio del asalto. Uno decía: «Durante mucho tiempo hemos hecho la guerra contra los kenianos en nuestra tierra, ahora es el momento de cambiar el campo de batalla y llevar la guerra a su país.»

Otro decía: «El ataque al #WestgateMall es sólo una pequeña fracción de lo que los musulmanes somalíes deben sufrir a manos de los invasores de Kenia.» Al-Shabaab es un grupo extremadamente violento. En las zonas de Somalia que domina prohíbe los entretenimientos populares como el cine, comete actos de violencia contra las mujeres y las niñas justificados como aplicación de la ley, suprimen prácticas islámicas locales que entran en conflicto con la estrecha interpretación salafista que del Islam hace Al-Shabaab, y eliminan con crueldad cualquier oposición.

Sin embargo, a este grupo, que surgió hace menos de una década, no se le puede hacer responsable de las décadas de violencia que han destruido Somalia.

Empobrecido por un siglo de explotación colonial de Gran Bretaña e Italia, Somalia estuvo gobernada durante la Guerra Fría por el dictador militar Siad Barre. Bajo el gobierno de Barre, el Estado era poco más que un ejército mercenario al servicio de las superpotencias; sirvió primero a la Unión Soviética y más tarde a EE.UU.

Cuando el régimen de Barre se derrumbó en 1991, estalló la guerra civil. Entre 1992 y 1995, una fuerza internacional dirigida por Estados Unidos (incluyendo soldados australianos) ocupó Somalia so pretexto de una «intervención humanitaria». Miles de somalíes murieron por causa de esta «intervención humanitaria».

En sólo la tarde del 3 de octubre de 1993, más de 1.000 somalíes fueron asesinados mediante ataques de helicópteros estadounidenses. Pero las milicias somalíes resistentes obligaron a los ocupantes a retirarse antes de que pudieran instalar un gobierno títere.

La intervención terminó por alimentar el mismo proceso al que se suponía que tenía que poner fin. El país se dividió entre las milicias de clanes rivales, los señores de la guerra y las pandillas.

En el Norte, se establecieron estados independientes de facto, en Somaliland y Puntland. Estos gobiernos no tienen aún un reconocimiento internacional, a pesar de que proporcionan más servicios administrativos operativos de los que existen en el resto del país.

En los pueblos costeros, los buques extranjeros aprovecharon la caída del Estado de Somalia para esquilmar mediante sobrepesca las aguas somalíes y verter en ellas residuos tóxicos. Los pobladores de las aldeas de pescadores pasaron a la piratería como respuesta.

Ninguno de los intentos de Occidente de imponer gobiernos de coalición de transición en Somalia ha tenido éxito. En tales condiciones, las divisiones por clanes se hicieron más arraigadas en la medida en que las milicias de aquéllos podían garantizar la seguridad de los miembros del clan.

En 2005, surgió un movimiento liderado por clérigos islámicos de diferentes clanes que desempeñó un papel judicial en sus diversos clanes. Este movimiento, la Unión de Tribunales Islámicos (UIC, por sus siglas en inglés), consiguió unir a la mayor parte de los clanes y crear las base de una estructura administrativa legitimada a escala del país.

Occidente se alarmó ante la posibilidad de nuevo estado que estaba en evolución orgánica en Somalia y que no estaba bajo su control. En diciembre de 2006, EE.UU. apoyó una invasión etíope. Durante la ocupación etíope de dos años, extremadamente impopular, Al-Shabaab surgió como la milicia islamista más fuerte entre las que habían reconocido previamente la autoridad de la UIC.

Sin embargo, a diferencia de la UIC, Al-Shabaab, cuyos jóvenes combatientes crecieron en comunidades afectadas por la guerra o en asentamientos de refugiados, sigue la severa y puritana doctrina salafista (seguida por sólo el 4% de los musulmanes de todo el mundo).

La creencia salafista de que las prácticas religiosas de otros musulmanes son idólatras ha creado tensiones cada vez que Al-Shabaab han tratado de imponer por la fuerza su versión de la ley islámica.

Después de la retirada de Etiopía, un sector de la dirección de la UIC en el exilio se unió al último gobierno de coalición creado por los occidentales. Pero a pesar del apoyo de las tropas de Burundi y Uganda -y los ataques con aviones no tripulados de Estados Unidos- no ha sido capaz de establecer un control sobre el país.

En cambio, éste sigue dividido entre señores de la guerra, milicias de clanes, piratas, Al-Shabaab y otros grupos islamistas. En julio de 2010, Al-Shabaab mató a 74 personas en un atentado en la capital ugandesa, Kampala, con una bomba contra un bar que mostraba por televisión la final de la Copa del Mundo.

La invasión de Kenia de octubre de 2011 desalojó a Al-Shabaab de muchas de las zonas que controlaba en Somalia meridional, incluyendo el importante puerto de Kismayu. Esta milicia ha respondido con varios pequeños ataques en territorio keniano, antes del ataque del 21 de septiembre.

Al igual que los talibanes en Afganistán, la impopularidad de Al-Shabaab por su violencia contra la población está parcialmente compensada por su papel en la resistencia contra los ocupantes extranjeros.

Las escenas de horror en el Westgate Shopping Mall de Nairobi son uno de los resultados de la desestabilización y ocupación de Somalia realizadas por Occidente en beneficio de sus propios intereses.

 

 Tony Iltis es colaborador del semanario alternativo australiano Green Left Weekly ( https://www.greenleft.org.au/ ) dedicado al análisis de asuntos políticos y sociales australianos, asiáticos e internacionales en general.

 

Fuente original: https://www.greenleft.org.au/node/55056