NUEVA YORK // A principios de marzo de 2013, más de 1.000 pacientes de Kentucky e Indiana, en Estados Unidos, recibieron una carta relativa a la deuda que tenían con sus hospitales por sus visitas a urgencias. Todos se habían retrasado en el pago de unos 900 dólares al menos dos meses, por los que […]
NUEVA YORK // A principios de marzo de 2013, más de 1.000 pacientes de Kentucky e Indiana, en Estados Unidos, recibieron una carta relativa a la deuda que tenían con sus hospitales por sus visitas a urgencias. Todos se habían retrasado en el pago de unos 900 dólares al menos dos meses, por los que los centros sanitarios optaron por vender su deuda. Pero aquel era su día de suerte: el nuevo acreedor no pretendía cobrar. La deuda, que sumaba casi un millón de dólares, había sido perdonada.
Era la segunda compra masiva de deuda médica que hacía Strike Debt, un movimiento que emergió de Occupy Wall Street para despertar conciencias sobre el problema del endeudamiento en Estados Unidos. Su campaña más notoria, Rolling Jubilee (Jubileo Permanente), se inspira en un concepto bíblico que hace referencia a una fecha en la que se cancelaban las deudas y se liberaba a todos los esclavos en cautiverio.
Rolling Jubilee recauda fondos por Internet y los lleva al mercado secundario de deuda, donde habitualmente intermediarios autorizados compran viejas deudas impagadas con descuento para luego recurrir a gestores de cobros y perseguir a los deudores para que paguen. Cuanto más vieja es la deuda, más barata sale. Y, como Strike Debt quería demostrar, puede llegar a salir muy barata -unos pocos centavos por cada dólar adeudado-, lo que deja espacio para grandes beneficios a aquellos que consigan forzar el pago, pero también permite cancelar deudas con gran facilidad. En dos años, Strike Debt ha recaudado 600.000 dólares de donantes anónimos en su web para condonar deudas por valor de 15 millones. El movimiento no revela la identidad de los deudores a los que indulta.
«Es un proyecto de educación pública», explica Andrew Ross, sociólogo de la Universidad de Nueva York y uno de los líderes del movimiento. «La próxima vez que alguien reciba la llamada de un gestor de deudas, sabrá lo barata que le salió su deuda a dicho cobrador. Eso cambia la psicología del deudor».
Desde el otro lado, Mark Schiffman, vicepresidente de asuntos públicos de ACA International, organización que representa a cobradores de deudas sostiene que «lo que están diciendo es no tiene usted que pagar lo que debe». Shiffman alega que este tipo de acción podría disuadir a quienes a quienes dan créditos: «¿Por qué iba alguien a prestar dinero? ¿Cómo conseguiría la gente préstamos para comprar coches? No se podrían comprar pisos. La gente tendría que comprar todo lo que quisiera o necesitase en efectivo, al contado, porque no habría empresas dispuestas a conceder crédito».
Esa argumentación, señala David Weiman, historiador financiero del Barnard College, es algo interesada. «Después de todo, el Gobierno estadounidense y la Reserva Federal han hecho precisamente eso al rescatar a los bancos, comprando gran parte de sus activos y pagándolos caros, y prestándoles dinero básicamente gratis», explica. «Pero al parecer eso no importa, porque así se preservó la solvencia de los bancos».
Weiman afirma que el motivo por el que los bancos fueron rescatados y los deudores no, se puede explicar en clave de lucha de poder. «Es un problema de intereses organizados contra intereses desorganizados», apunta. Y luego sostiene que si, por ejemplo, los estudiantes endeudados se coordinasen para realizar un impago masivo y simultáneo, esa acción colectiva supondría una amenaza sistémica similar a la quiebra del banco de inversión Lehman Brothers, lo que les daría gran poder de negociación.
La estrategia que describe este historiador se ensayó en 2012. Sus organizadores trataron de recoger el mayor número posible de firmas de estudiantes que se comprometieron a no pagar sus créditos. El plan era que, una vez alcanzado el millón de firmantes, todos ellos se declararan en quiebra, creando un gran boquete en la línea de flotación del negocio de la deuda estudiantil. Si el gobierno consideraba a dichos estudiantes un colectivo too big to fail (demasiado grande para quebrar), ¿los rescataría como a los bancos?
Strike Debt sólo logró entonces unos pocos miles de firmas, aunque desde ese momento más de un millón de estudiantes estadounidenses ha quebrado por sus deudas. El grupo se plantea ahora futuras huelgas de deudores y está organizando un sindicato de quienes están ahogados por el dinero que tomaron prestado y que no pueden devolver.
Sectores excluidos de la población
El contexto intelectual de estas acciones es una corriente en auge en la izquierda: la que pone el foco en el papel de la deuda como vertebradora de las relaciones sociales, por encima incluso del trabajo y la propiedad de los medios de producción. Pensadores como David Graeber, Franco Bifo Berardi, David Harvey o Maurizio Lazzarato están a la vanguardia en esta línea de pensamiento.
El movimiento no responde a peticiones particulares de deudores desesperados -aunque recibe muchas- pidiendo el perdón de su deuda. Los activistas pujan por paquetes específicos asociados con regiones en las que viven importantes sectores excluidos de la población. Así escogieron a los pacientes de los hospitales de Kentucky e Indiana.
«La deuda es la colonización de la mente», explica Baseera Khan, una artista visual que se graduó con un máster en Bellas Artes de la prestigiosa Universidad de Cornell, a la que ha llegado a deber más de 44.500 dólares en concepto de matrículas, una losa que ha provocado que se haya vuelto -asegura- «estúpida, irresponsable, desesperanzada, cínica y demasiado aterrorizada como para progresar». Khan ha visto cómo la deuda ponía en peligro su ambición de dedicarse por entero al arte multimedia y la escultura, disciplinas por las que ha ganado premios y obtenido excelentes críticas. Para tratar de devolver esos 44.500 dólares y los intereses que han generado, ha tenido que buscarse un segundo empleo como vendedora ambulante de comida.
Khan se unió a Strike Debt para estar en contacto con otras personas en su misma situación y tener una suerte de «punto de encuentro fenomenológico». De alguna manera, las reuniones del movimiento, que tienen lugar a menudo en la Iglesia Judson Church Memorial, del sur de Manhattan, cumplen esa función. En la agenda de Strike Debt se encuentra la voluntad de convertir a los deudores en un grupo de presión activo y rebelde que negocie con el Gobierno una quita masiva de deuda.
El movimiento considera que el hecho de que las personas se vean forzadas a contraer deudas con instituciones privadas para acceder a servicios sociales como la educación y salud es «ilegítimo». Para ellos, la economía financiera busca convencer a la población de que está obligada a devolver cualquier préstamo, por inmoral que éste pueda ser, e imponer una carga de culpa en caso de impago.
Un movimiento más amplio
«¿Por qué hay tanta deuda personal?», se pregunta el escritor Dong Henwood. «Porque los salarios están congelados o bajan, el desempleo es elevado y, sin embargo, el coste de la vida continúa subiendo. ¿Por qué hay tanta deuda hipotecaria? Porque hasta 2007, la inflación inmobiliaria era prácticamente la religión nacional estadounidense. ¿Por qué tanta deuda estudiantil? Porque la educación universitaria es demasiado cara. Pero Occupy ha heredado buena parte de la obsesión del populismo americano por las finanzas como el origen de todos los males, sin conectarlas con el resto del sistema».
Strike Debt se ve, sin embargo, como parte de un movimiento más amplio que aboga por servicios públicos gratuitos, sostiene la estudiante Aleks Perisic. «Para que todas las universidades fuesen gratuitas, Washington tendría que pagar entre 15 y 30 millones», explica, haciéndose eco de los cálculos del economista Jeffrey Sachs en su último libro. «Eso es un error de redondeo en el presupuesto del Estado». Sucede lo mismo con la sanidad, añade: «Estados Unidos se gasta más que ningún otro país occidental en salud y ahorraría mucho con un sistema de pago social».
La falta de reivindicaciones concretas ha pasado factura a Occupy, cuya presencia se difuminó en cuanto la policía desmontó sus campamentos. Por el contrario, Strike Debt está adquiriendo pujanza gracias a la concreción de sus acciones. El movimiento necesita poco más que algunos donativos para comprar deuda y celebrar victorias con su base. Luego capitaliza dichas victorias y el furor mediático que las rodea, para avanzar hacia su meta última: lograr un debate extendido sobre el endeudamiento y el papel de las finanzas en la sociedad. La batalla, creen ellos, acaba de comenzar.
Fuente: http://www.lamarea.com/2014/02/07/comprar-deuda-y-perdonarla/