Durante los últimos días, en particular a partir del 17 de octubre, la situación político-militar de Mozambique ha acusado un clarísimo deterioro, debido a los ataques que tienen lugar en la región central del país, en la provincia de Sofala. Esta situación ha merecido el análisis de intelectuales, analistas políticos y periodistas, poniendo de manifiesto […]
Durante los últimos días, en particular a partir del 17 de octubre, la situación político-militar de Mozambique ha acusado un clarísimo deterioro, debido a los ataques que tienen lugar en la región central del país, en la provincia de Sofala. Esta situación ha merecido el análisis de intelectuales, analistas políticos y periodistas, poniendo de manifiesto -como era de esperar- dos posiciones: la de quienes buscan señalar a toda costa algún culpable y la de quienes tratan de analizar los factores que han contribuido a que el país haya llegado a este punto, además de proponer posibles soluciones al respecto.
No resulta tarea fácil analizar los elementos que han provocado el resurgir de este conflicto, a pesar de que podamos especular con algunas hipótesis haciendo memoria del Acuerdo General de Paz el 4 de octubre de 1992.
Creo modestamente que el conflicto que hoy se da en Mozambique es la culminación de una serie de eventos políticos, económicos y sociales que han tenido lugar a lo largo de los últimos veinte años de una paz todavía bastante precaria. Comenzando por la grave violación de los términos previstos en el protocolo IV de aquel Acuerdo, que dice en su título 4º: «la desmovilización de las unidades, a partir de las fuerzas existentes en cada lado, será responsabilidad del Gobierno y de la RENAMO (Resistencia Nacional de Mozambique), y se hará a medida que las nuevas unidades de las FADM (Fuerzas Armadas de Defensa de Mozambique) vayan siendo formadas; siendo así que se desmovilizarán todas las unidades existentes cuando los efectivos de las FADM estén completos».
Si tenemos en cuenta que a partir de la firma del acuerdo de paz la RENAMO dejaba de ser un movimiento armado (pasando a constituirse en partido político), era de esperar que mientras llegaba el fin del proceso de formación de las FADM y la toma del poder por parte del Gobierno salido de las elecciones de 1992, todas las fuerzas residuales que la RENAMO y el Gobierno anterior aún detentaban debían haber sido desmovilizadas o integradas en las nuevas fuerzas armadas. Pero la RENAMO ha mantenido hombres armados alegando ser fuerzas para proteger a su líder.
El hecho de que la RENAMO, como partido político, haya tenido una fuerza armada ha constituido una flagrante violación constitucional que el Gobierno ha ignorado, a pesar de las llamadas hechas por la sociedad. A ello se añade el hecho de que estos hombres armados han sido utilizados por la RENAMO como fuerza de presión y coacción en citas electorales. Nos indigna saber hoy que a lo largo de estos 21 años de paz la RENAMO ha ido reforzando cada vez más su poder militar, sin que el Gobierno haya tomado nunca las medidas que la Constitución le imponía.
Ese Gobierno tampoco ha cumplido íntegramente lo que se recogía en los acuerdos de Roma, entre otras cosas, la integración al 50% de los efectivos militares de cada bando en los tres ejércitos de las FADM. De acuerdo con la RENAMO, esta cláusula de los acuerdos ha sido violada por el Gobierno del FRELIMO (Frente de Liberación de Mozambique).
La RENAMO siempre ha reivindicado la falta de transparencia en los procesos electorales llevados a cabo en Mozambique, por lo que no es de extrañar que la causa del problema que ahora está sobre la mesa tenga que ver con la composición del Consejo Nacional de Elecciones (CNE). Para la RENAMO, el hecho de que el FRELIMO esté representado en ese órgano con un porcentaje superior al de otras formaciones políticas le da ventaja en los pleitos electorales, motivo por el que pide mayor paridad en la composición de esa comisión. Este punto puede considerarse la chispa definitiva que ha contribuido a hacer estallar la crisis político-militar actual. El debate parlamentario sobre este asunto no ha conseguido superar las diferencias ideológicas, y el FRELIMO ha hecho valer su mayoría parlamentaria contra la propuesta de la RENAMO de paridad en el CNE. Ante este impasse, la RENAMO ha abierto otro frente político, proponiendo una negociación con el Gobierno. Pero una vez más la RENAMO ha encontrado inmensas dificultades para articular su propuesta de paridad. Desde noviembre de 2012, han transcurrido cerca de veinte rondas negociadoras y nada que pueda conducir a la paz efectiva se ha conseguido.
Muchos otros aspectos políticos han contribuido también a la eclosión de las armas en Mozambique, sobre todo la intolerancia política que ha venido practicando de manera manifiesta el FRELIMO en varios puntos del país: comenzando por lo que podríamos definir «afiliación» del Estado a través de la formación de células del partido en las instituciones de la Administración, o las contribuciones obligatorias de los funcionarios públicos para eventos del FRELIMO; siguiendo por el acoso vandálico de las sedes de los partidos de la oposición y la prisión arbitraria de sus miembros, y concluyendo por la no aceptación del pensamiento plural y la estigmatización de la disidencia, el uso abusivo de los medios del Estado para fines partidarios y las agresiones físicas o verbales a miembros de la oposición, entre otras muestras de violencia.
La tensión social que está fermentando en la sociedad mozambiqueña debido al contraste entre el opulento estilo de vida de los ricos y la lenta mejoría en las condiciones de vida de una mayoría de población pobre, unida al creciente resentimiento en relación a la corrupción, está minando de forma progresiva la confianza del pueblo respecto a las instituciones, haciendo aflorar de nuevo el sentimiento de exclusión e incertidumbre de la mayoría de los mozambiqueños. Las manifestaciones de setiembre de 2010 fueron el ejemplo del descontento generalizado y constituyeron un aviso a navegantes de que algo iba mal en el proceso de gobernación del país. A esta manifestación se juntaron las de los desmovilizados de guerra, los médicos, los trabajadores de la extinta RDA y más grupos.
El descubrimiento de recursos minerales y la falta de un plan de desarrollo inclusivo han contribuido a convertir ese descubrimiento en una maldición. Y es este uno de los puntos que la RENAMO siempre ha llevado al Parlamento para denunciar que no existe transparencia en los contratos de concesión de las licencias mineras a las multinacionales, y que se dan conflictos entre estas empresas y las poblaciones afectadas donde son implantados esos megaproyectos.
Mozambique vive hoy una escalada de violencia, con ataques de militantes señalados como de la RENAMO (desmentido públicamente por dicho partido), a quienes también se imputan secuestros en Maputo y Matola. De otro lado están las amenazas de muerte que algunos ciudadanos han recibido por expresar libremente sus ideas y opiniones.
La sociedad civil y los ciudadanos en general han venido apelando al diálogo entre los líderes de los dos mayores partidos políticos de Mozambique para poner fin a la escalada de violencia. A pesar de que ambos líderes han comparecido públicamente afirmando que siguen comprometidos con la paz y que el diálogo es el mejor camino para resolver las diferencias que los separan, no se ha hecho nada en concreto para trabajar tan deseado diálogo. Existe desconfianza por parte de Afonso Dhlakama (líder de la RENAMO) a la hora de viajar a Maputo sin garantías de seguridad personal, y en lo que respecta al presidente Armando Guebuza, la inflexibilidad es total, limitándose a proferir discursos sobre la necesidad del diálogo cuando hay comicios, sin mostrar cuáles pueden ser los caminos para llegar a ese entendimiento.
Las negociaciones que tienen lugar entre la RENAMO y el Gobierno los lunes, en el centro de conferencias Joaquim Chissano, han demostrado no servir para nada. Pasan ya más de 10 meses de negociaciones sin que se haya pasado del primer punto de la agenda, el relativo a la discusión del bloque electoral y la cuestión de la paridad en la composición del CNE. Partiendo de la experiencia del Acuerdo General de Paz de 1992, parece evidente que la resolución de esas diferencias pasarían por la inclusión de otras fuerzas vivas de la sociedad civil, como ONG nacionales, personas influyentes de la sociedad mozambiqueña y líderes religiosos. Pero el Ejecutivo las rechaza con el argumento de que no es necesaria ninguna intermediación.
Así, mientras se dilata el tiempo de negociación, la vida de los ciudadanos se va deteriorando cada vez más, y la incertidumbre planea sobre los mozambiqueños y sobre su futuro. Hoy, por ejemplo, para viajar de la capital al centro o norte del país es necesario ir escoltado por militares, y hay restricciones de movimiento en esa vía considerada la ruta principal para el desarrollo del país. Si la situación continúa así, acarreará una disminución de la inversión extranjera y un retraso en la recuperación nacional.
Fuente: http://gara.naiz.info/paperezkoa/20131102/430621/es/Conflicto-politico-militar-Mozambique
Hortencio Lopes es Presidente del CEMO (Centro de Estudios Moçambicanos)