J. es un inmigrante procedente de Liberia, demandante de asilo. Las nulas posibilidades de sobrevivir en la ciudad, hay que pagar un alquiler y los alimentos son más caros, sin contar que la solidaridad es mucho menor, le obligan a vivir en el bosque. Sobrevive, junto a un pequeño grupo de inmigrantes, en el bosque […]
J. es un inmigrante procedente de Liberia, demandante de asilo. Las nulas posibilidades de sobrevivir en la ciudad, hay que pagar un alquiler y los alimentos son más caros, sin contar que la solidaridad es mucho menor, le obligan a vivir en el bosque.
Sobrevive, junto a un pequeño grupo de inmigrantes, en el bosque de Ben Younes, próximo a la frontera con Ceuta. Aquí J. no paga alquiler, el grupo comparte todo y cuando no hay comida siempre pueden intentar cazar las inmensasa ratas que pasean por estos parajes.
J. tiene una mujer y un bebé, también ella es demandante de asilo. J. decidió que ella viviese en la ciudad de Rabat con el poco dinero que les envía la familia. Dice que en el bosque es muy difícil soportar las redadas y que su mujer ya ha sido violada en reiteradas ocasiones durante estas operaciones militares.
J. es un hombre tranquilo, simpático y afable al que conocemos desde hace bastante tiempo.
J. apareció el veintinueve en un hospital marroquí. No dábamos crédito a lo que estábamos viendo. Yacía con la cabeza vendada en una cama, había perdido el habla y su cara estaba totalmente deformada. Llegó por la noche al hospital, inconsciente y al borde de la muerte. Aún así, J. estaba esposado a la cama, sucio, en un colchón negro, mugriento y sin sábanas.
Ese día los médicos estaban de huelga y nadie le había atendido. En la puerta de la habitación la gendarmería marroquí le vigilaba.
¿Cuál era el delito cometido por J. que gravemente herido se encontraba esposado a la cama?
Simplemente que J. es, según las fuerzas de seguridad marroquíes, un inmigrante clandestino.
Además de ser una situación inhumana y que viola todos los derechos humanos fundamentales, J. no es un inmigrante clandestino, su situación legal es de espera hasta que ACNUR Marruecos decida si es o no un refugiado.
¿Qué pasó con J.?
Un marroquí le encontró medio muerto en el bosque de Ben Younes, próximo a la ciudad de Ceuta, y lo llevó hasta el puesto de la gendarmería, que lo trasladó al hospital.
Alguien le pegó hasta casi matarlo porque se encontraba en una zona fronteriza sensible.
Dos semanas antes había pasado lo mismo con un inmigrante de origen senegalés. Este senegalés intentó ir hacia la alambrada para pasar a Ceuta, cayó y se partió un pie, después fue apaleado por algunos militares marroquíes que le trasladaron hacia la caseta que tienen próxima a la frontera. Este inmigrante pasó allí dos días sin ninguna asistencia médica. Después de que dejara estas dependencias militares nada se sabe de la suerte que ha corrido.
Normalmente, aún heridos, los inmigrantes son trasladados y deportados a la frontera con Argelia.
Esperamos que ésto no pase con J., es decir que la gendarmería marroquí le desate de la cama, le trate como a cualquier otro enfermo, se investigue quién le casusó estas lesiones y que además no sea deportado, puesto que es un demandante de asilo.
Mientras todo ésto sucede del lado marroquí, el CETI de Ceuta está vacío de inmigrantes africanos, pero cada día entran inmigrantes procedentes de otros continentes. Claro está, los africanos no disponen de sumas que rondan los 3000 euros.