La fallida expedición a Libia en plena guerra civil del periodista y escritor brasileño Mário Augusto Jakobskind se convirtió en un lúcido análisis sobre la situación de ese país del norte de África y de las fuerzas que tomaron el mando tras la caída del régimen de Muammar Gadafi. Jakobskind, de 68 años, corresponsal del […]
La fallida expedición a Libia en plena guerra civil del periodista y escritor brasileño Mário Augusto Jakobskind se convirtió en un lúcido análisis sobre la situación de ese país del norte de África y de las fuerzas que tomaron el mando tras la caída del régimen de Muammar Gadafi.
Jakobskind, de 68 años, corresponsal del semanario Brecha de Uruguay, fue invitado en agosto por la organización no gubernamental Fact Finding Committee, junto a personalidades de varios países, a visitar Libia, sumida entonces en pleno conflicto armado interno y expuesta a los constantes ataques aéreos de las fuerzas de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN).
Pero cuando estaba a punto de cruzar la frontera entre Túnez y Liba, la comitiva brasileña que integraba debió regresar por razones de seguridad ante la intensificación de los bombardeos y de la propia guerra civil.
En su libro «Líbia: barrados na fronteira – O que não saiu na mídia sobre a invasão da Líbia» (Libia: detenidos en la frontera – Lo que no salió en los medios de comunicación acerca de la invasión a Libia), Jakobskind analiza el contexto de las fuerzas rebeldes que derrocaron a Gadafi apoyados por la OTAN y su relación con la red extremista Al Qaeda.
IPS: ¿Qué pasó para que la comitiva brasileña no pudiera llegar a Libia?
MÁRIO AUGUSTO JAKOBSKIND: Fact Finding Committee invitó a delegaciones de varios países para verificar in situ lo que pasaba entonces en el territorio libio y elaborar un informe neutral sobre los impactos de los bombardeos de la OTAN para entregárselo a Kofi Annan, exsecretario general de la Organización de las Naciones Unidas.
La comitiva brasileña de nueve integrantes, dos de ellos delegados oficiales del parlamento, iba a ser la última en llegar, pues ya se habían adelantado otros grupos de países como Estados Unidos, Venezuela, Francia e Italia.
El plan de viaje era de 10 días de duración. Salimos de São Paulo y llegamos a Túnez tras una escala en París, para luego seguir por tierra hacia Trípoli porque el espacio aéreo libio estaba bloqueado.
Salimos el 14 de agosto y justo ese día los bombardeos de la OTAN se intensificaron. Los propios dirigentes de la organización no gubernamental en Trípoli nos dijeron que nos volviéramos en Túnez. Cambió la pauta, como decimos los periodistas. Si hubiéramos llegado 24 horas antes hubiéramos podido entrar en Libia.
IPS: ¿Qué fue lo que lo motivó a ir a Libia pese a los riesgos?
MAJ: Un periodista nunca rechaza una invitación de este tipo, yo estaba psicológicamente preparado y tenía conciencia del riesgo, de que todo podría ocurrir en una situación de guerra. La idea era producir un informe, pero yo también quería hacer un trabajo especial sobre el país, la sociedad y los efectos de los bombardeos.
Además, la organización no gubernamental que nos invitó garantizaba las condiciones de seguridad.
IPS: ¿Qué es lo que no publicaron los medios de comunicación sobre la invasión de la OTAN a Libia?
MAJ: Sobre el papel de Al Qaeda, por ejemplo. Es muy raro para una organización como esa haber participado junto con la OTAN en la lucha contra Gadafi. Tuve estas informaciones por medio de investigaciones y de corresponsales que siguieron la situación de Libia desde el comienzo. Eso no ha sido publicado.
Hay dirigentes de la OTAN vinculados a la extrema derecha, como el actual secretario general de la entidad, Anders Fogh Rasmussen, quien fue el primer ministro de Dinamarca entre 2001 y 2009.
Fogh Rasmussen lideró una coalición con el ala derecha del partido conservador popular y trabajó intensamente con el partido popular dinamarqués, la agrupación política hermana del Partido Progresista de Noruega, donde militaba Anders Breivik Behring, el neonazi autor de los ataques este año en ese país que asesinó decenas de personas.
IPS: ¿Cómo ve usted el rumbo de la llamada Primavera Árabe?
MAJ: Cubro los temas de Medio Oriente desde hace 20 años. Hay que separar lo que ocurrió en Egipto y en Túnez de Libia. Son distintos, cada uno con sus idiosincrasias y consecuencias.
Libia, por ejemplo, es el país con más alto Índice de Desarrollo Humano de la región del norte de África. La mayoría de sus 6,5 millones de habitantes viven en Trípoli y (en la nororiental ciudad de) Bengasi. Siempre hubo rivalidades entre el este y el oeste representados por estas dos principales ciudades del país.
El régimen de Gadafi logró algo que es muy raro en aquella región de petróleo, que fue enfocar los recursos del petróleo hacia el área social. Para los ojos del Occidente, sí era una dictadura.
En Libia existen 140 tribus o familias y 30 de ellas dominan políticamente. Gadafi tomó el poder sin derramar sangre y logró unificar el país.
A partir de 2003, Gadafi cambió el rumbo para mostrar a Occidente que era confiable y, por ejemplo, recibió a la entonces secretaria de Estado estadounidense, Condoleezza Rice, e hizo amistad con el gobierno británico.
También afirmó en público que Libia financió la campaña electoral del hoy presidente de Francia, Nicolás Sarkozy, y no hay que olvidar que el asesinado líder libio era dueño del 10 por ciento de las acciones de la empresa italiana FIAT.
IPS: ¿Cómo aprecia el futuro de Libia y su reconstrucción?
MAJ: Es un juego de marketing político de democracia. Quienes van a dominar Libia desde bambalinas serán las potencias europeas, como Francia e Italia, y también Estados Unidos.
Los libios no conocen el concepto de democracia como el que defiende Occidente. Lo que hubo en ese país fue un proceso de recolonización de una dependencia que se remonta al siglo XIX.
Los rebeldes no serían nada si no hubieran contado con el respaldo de la OTAN, para la cual las violaciones a los derechos humanos les sirvieron de pretexto para intervenir. Hubo crímenes de los dos lados del conflicto en Libia.
Además, quienes van a lucrar con la reconstrucción son aquellos que destruyeron Libia.