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Dáesh se expande en el norte de Somalia

Fuentes: Rebelión

Desde hace más de diez años, en áreas cercanas a Puntlandia, la región semiautónoma del norte de Somalia, se conoce la presencia de una khatiba del Dáesh, escindida en 2015 de la franquicia de al-Qaeda en Somalia, conocida como al-Shabbab, una de las milicias más activas y violentas a nivel global de la organización fundada por Osama bin Laden.

Hasta 2022, el brazo del Dáesh en el Cuerno de África, dado el escaso poder de fuego y el acotado número de combatientes, poco había logrado diferenciarse de cualquier banda de delincuentes comunes, reduciendo sus acciones a secuestros extorsivos y asaltos en caminos.

Esa cabecera de playa consiguió resistir a la represión de las fuerzas de seguridad de Puntlandia, gracias a lo escarpado del terreno de las montañas de al-Miskad, donde las abundantes cuevas naturales y túneles que se fueron construyendo en sus interiores sirvieron como refugio y vías de escape de los insurgentes.

Esta situación entre el 2020 y el 2022 tuvo un cambio drástico: los milicianos que se habían mantenido hasta entonces en una actitud defensiva, pasaron a una ofensiva cada vez más activa, comenzando a utilizar drones suicidas, francotiradores de altísima efectividad y, con mucha más frecuencia y potencia, las minas conocidas como artefactos explosivos improvisados (AEI), que convirtieron en una ruleta rusa el tránsito por las rutas de la región. También han realizado asesinatos selectivos contra funcionarios gubernamentales, miembros de las fuerzas de seguridad y civiles de alto perfil.

Además, como ya lo ha practicado la milicia conocida como al-Shabbab, la más vigorosa khatiba de al-Qaeda a nivel mundial, detonan camiones cisterna y utilizan los cuerpos de muertos y heridos para esconder explosivos, que son detonados a distancia cuando los rescatistas intentan asistirlos.

Esta reversión en las formas de combate se vincula directamente con la llegada de cientos de nuevos combatientes provenientes de los frentes desactivados por el Dáesh tras sus derrotas en Siria e Irak.

No todos los muyahidines trasladados a África han quedado en el norte de Somalia; cientos de ellos, tras un largo periplo que los obligó a cruzar hasta ocho y diez fronteras, llegaron a Mozambique para fortalecer al grupo Ansar al-Sunna (Partidarios de la tradición), con epicentro en la norteña provincia de Cabo Delgado, y también a las Fuerzas Democráticas Aliadas (FDA), uno de los grupos más activos en el convulsionado este de la República Democrática del Congo (RDC).

Mientras en el norte somalí las actividades del Dáesh dirigidas personalmente por Abdul Qadir Mumin, el misterioso emir global de la organización, quien coquetamente luce una barba naranja teñida con henna, quien todavía no fue designado como el califa de la organización fundada en 2014 por Abu Bakr al-Bagdadí -localizado y ejecutado en 2019, durante la primera presidencia de Trump-, posiblemente la Umma (consejo) otorgue al emir Mumin el título de califa si concreta de manera exitosa la campaña de Puntlandia.

Las extorsiones a los ricos comerciantes han permitido al Dáesh somalí no solo hacer pie en la región a conquistar, sino incluso convertirse en un nuevo polo de atracción no solo de muchos de los muyahidines que han quedado huérfanos tras las expulsiones de Medio Oriente, sino de nuevos reclutas que, por necesidades económicas y la consecuente búsqueda de fama y gloria, han comenzado a integrarse a la cada vez más poderosa khatiba del Dáesh en el cuerno de África.

Hasta hace menos de un año, el número de combatientes se estimaba en apenas un centenar, pero a lo largo del 2024 se ha registrado un progresivo aumento de los muyahidines, por lo que hoy se ha convertido en una preocupación creciente tanto para las autoridades de Puntlandia como para las de Mogadiscio, lo que ha hecho que el Departamento de Estado norteamericano los haya puesto bajo sus focos.

Al punto de que el presidente Donald Trump haya ordenado el pasado primero de febrero bombardeos contra sus posiciones. Convirtiéndose en la primera acción belicista del bocón de Maralago en su nueva presidencia. Quién por su cuenta de X les había advertido: “Los ubicaremos y los mataremos”. Aunque Trump, fiel a su estilo, también se refirió a su predecesor Joe Biden, declarando: «Biden y sus compinches no actuaron con la suficiente rapidez para hacer el trabajo». «¡Yo sí lo hice!».

Tras el ataque aéreo, se informó que resultó muerto uno de los principales emires de la organización, el omaní Ahmed Maeleninine, quien habría sido el blanco buscado de la operación aérea. Que además logró destruir la cueva principal donde se refugiaban un gran número de terroristas, habiendo eliminado además de muchos insurgentes y destruido una importante cantidad de insumos y pertrechos.

Ya el Comando Norteamericano para África (AFRICOM) había informado que este grupo se ha convertido en un centro clave operativo y financiero del Dáesh, lo que se estima que en poco tiempo será la gran atracción para más combatientes, no solo llegados de otros lugares de Somalia, sino también de África y Medio Oriente.

La lucha palmo a palmo

La ofensiva terrorista lanzada el 2 de enero último está intentando ser contenida por las fuerzas de seguridad de Puntlandia con la operación Hilac, que habría conseguido importantes avances en un terreno extremadamente complejo como son las montañas al-Miskad, donde existen una gran cantidad de cuevas conectadas entre sí por túneles que sirven de refugio y vías de escape a los terroristas.

Según voceros de Puntlandia, su contraofensiva les ha permitido recuperar unos cincuenta puestos de avanzada, consiguiendo eliminar a unos ciento cincuenta insurgentes de diversas nacionalidades, como argelinos, etíopes, marroquíes, tunecinos, tanzanos, palestinos, sauditas y algunos pocos somalíes. Además, retomar de tres centros urbanos que habían caído en poder de los terroristas.

Los combates en las alturas de al-Miskad también dejaron una cantidad significativa de bajas a las fuerzas de seguridad y un importante gasto de sus escasos recursos militares. Por lo que existe el temor acerca de por cuánto tiempo más los efectivos de Puntlandia podrán hacer frente a los insurgentes.

Algunos de los muyahidines tomados prisioneros aparecen como desertores de distintas fuerzas y han declarado haber sido obligados, bajo distintos castigos, a sumarse al grupo. Según se desprende de los interrogatorios en los que participaron agentes somalíes y también norteamericanos, concluyen que el Dáesh global está intentando reagruparse en esa región para reeditar el autoproclamado califato que impusieron en Siria e Irak, de donde fueron expulsados hace ya más de ocho años.

En vista de esta nueva crisis que no solo concierne a Somalia, podría afectar todavía más la seguridad en el golfo de Adén y el mar Rojo, áreas de un alto tránsito de embarcaciones comerciales, en especial buques petroleros provenientes del golfo Pérsico. Que se encuentran bajo las represalias de los huthis yemeníes con sus heroicos ataques misilísticos, que se ha convertido en la única acción concreta con la que se ha intentado castigar a todos aquellos que colaboran con el régimen sionista que perpetra el genocidio en Palestina. (Ver: Mar Rojo, navegación con mal tiempo)

Ahora el norte de Somalia vive lo que sucede desde 2011 en el centro y sur del país, cuando al-Shabab fue expulsada de Mogadiscio para trasladar su poder a aquellas regiones, donde se ha hecho fuerte y casi inexpugnable, generando desde entonces cientos de ataques y miles de muertos, habiendo tomado cantidades de aldeas e incluso grandes ciudades en varias oportunidades, con una fuerza estimada alrededor de los 12.000 hombres, convirtiéndose en la mayor preocupación de todos los gobiernos que se han sucedido en Somalia.

Ya en su primer mandato, Trump, si bien había reducido de manera rotunda las tropas norteamericanas que combatían en el terreno a al-Shabbab había dejado varios batallones de la CIA e incrementado de manera sustancial las operaciones aéreas, habiendo bombardeado numerosos blancos, aunque como siempre en este tipo de acciones es muy difícil cuantificar los daños y el hecho en definitiva es que, más allá de los cuatro años de Trump y los de Biden, la presencia de la Misión de Asistencia de Naciones Unidas en Somalia (UNSOM) y la Misión de la Unión Africana en Somalia (AMISOM), al-Shabbab no ha disminuido nunca su perfil de combate.

Hoy, el actual presidente somalí Hassan Sheikh Mohamud, quien se impuso en las elecciones del 2022 con la promesa de exterminar el terrorismo de al-Shabbab, no solo está muy lejos de lograrlo, sino que ahora también en el disputado norte, donde se enfrenta a los territorios semiautónomos de Puntlandia y Somalilandia, debe luchar contra el Dáesh, que se expande por el norte de Somalia.

Guadi Calvo es escritor y periodista argentino. Analista Internacional especializado en África, Medio Oriente y Asía Central. En Facebook: https://www.facebook.com/lineainternacionalGC