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Ruanda

Daños colaterales

Fuentes: Mail & Guardian

En cinco semanas, Ruanda acudirá a las urnas para elegir al presidente. El actual, Paul Kagame, jefe del Frente Patriótico Ruandés, FPR, en el gobierno, sigue ejerciendo un control total sobre el proceso electoral del país. Kagame, que llegó al poder como líder de un ejército rebelde, el FPR, que terminó con el genocidio de […]

En cinco semanas, Ruanda acudirá a las urnas para elegir al presidente. El actual, Paul Kagame, jefe del Frente Patriótico Ruandés, FPR, en el gobierno, sigue ejerciendo un control total sobre el proceso electoral del país.

Kagame, que llegó al poder como líder de un ejército rebelde, el FPR, que terminó con el genocidio de 1994, legitimizó su gobierno en 2003, cuando ganó las elecciones presidenciales con el 95 % de los votos. En cualquier otra parte de África, y ciertamente del mundo, semejante resultado indicaría que Kagame fue elegido ni mucho menos en unas elecciones libres y justas. A pesar del hecho de que Amnistía Internacional, la Unión Europea, Human Right Watch y las Naciones Unidas encontraron graves irregularidades y represión generalizada durante las elecciones, Kagame se ganó los elogios de los principales donantes como Estados Unidos o el Reino Unido, por su reflexivo y benevolente liderazgo en el renacimiento de Ruanda, como un modelo receptor de la ayuda internacional.

Antes de las próximas elecciones presidenciales, muchos de entre la comunidad internacional han seguido apoyando la llamada «transición democrática» de Ruanda. Estos parecen ignorar los arrestos generalizados de periodistas y políticos de la oposición, el cierre de periódicos independientes ruandeses, la expulsión de un investigador de Human Right Watch, el intento de asesinato del general exiliado Kayumba Nyamasa, que había discutido con Kagame, y el asesinato del periodistas Jean Leonard Rugambage, que intentó informar sobre este intento de asesinato en la versión on-line de un periódico ruandés, cuya edición impresa había sido cancelada por el gobierno. [Hay que sumar el asesinato del vicepresidente de un partido de la oposición no registrado, el Partido Democrático Verde, Andre Kagwa Rwisereka. Probablemente ocurrió después de que la autora redactase este artículo].

«Ningún gobierno es perfecto»

Mientras que los diplomáticos y políticos de algunos países como Suecia y Holanda, han retirado su ayuda, otros como Estados Unidos y Reino Unido siguen apoyando públicamente a Kagame. Como dijo un diplomático americano destinado en Kigali en la actualidad, «Por supuesto que este gobierno no es perfecto. Pero ningún gobierno lo es. La postura de muchos en el cuerpo diplomático es empujar suavemente al FPR hacia la democracia». En otras palabras, los principales donantes como EEUU y UK ven este continuado acoso e intimidación a los oponentes políticos y un importante periodista como parte del curso de la transición de la guerra civil y el genocidio a la democracia.

Mientras que los diplomáticos reconocen en voz baja esta represión de las élites, no hay un reconocimiento público del impacto de las elecciones en los ruandeses de la calle.

En Ruanda, la política está reservada a los actores de las élites, que representan alrededor de un 10 % de la población. Los ruandeses medios como los agricultores rurales, los profesores, los enfermeros, los funcionarios civiles de menor nivel, los comerciantes o los soldados que conforman el otro 90 % de la población no tienen ninguna voz en política. En noviembre de 2009, un grupo de agricultores rurales, residente en el sur de Ruanda, intentaron registrar un nuevo partido político para presentar a su propio candidato presidencial. Varios de ellos fueron arrestados sin cargos y los presuntos organizadores todavía hoy siguen en la cárcel; el resto huyó al vecino Burundi. En realidad, los ruandeses de a pié son los primeros en sufrir cuando las élites utilizan todas las tácticas a su alcance para ganar poder político. Como dice un proverbio suajili, «cuando los elefantes luchan, es la hierba la que sufre».

Silenciando las voces críticas

Un clima de miedo e inseguridad predomina en la vida diaria de los ruandeses de a pié. Cualquiera que cuestione las políticas del FPR o el tratamiento que da a su oposición y críticos, puede ser golpeado, hostigado o intimidado hasta la sumisión. Los que son sospechosos de ser simpatizantes de la oposición política pueden ser arrestados, «desaparecer», o, como Rugambage, ser asesinados. Se desconoce el número de prisioneros políticos, así como de los desaparecidos. Human Right Watch informa de la represión de las libertades políticas como una estrategia del FPR para «silenciar las voces críticas y los informes independientes previos a las elecciones».

La estrategia de la represión significa que ninguno de los tres principales partidos de la oposición -El Partido Verde Democrático de Ruanda, Las FDU-Inkingi y el PS-Imberakuri- puede tomar parte en las elecciones. Familiares a todas las distancias, políticos de la oposición y periodistas críticos se encuentran bajo constante vigilancia. Como resultado, la vasta mayoría de la población espera en silencio y con ansiedad las elecciones, esperando ser percibidos como ciudadanos modelo, para evitar atraer una atención no deseada de los leales al gobierno.

Los ruandeses son más que escépticos con respecto al compromiso del gobierno con la democracia. Reconocen las próximas elecciones presidenciales como una forma de control social para asegurarse el voto al partido correcto (léase, el FPR de Kagame). Como dijo un ayudante del ministro de Gobierno Local, «En 2010, el pueblo también votará como le hayamos instruido. Esto significa que los que voten contra nosotros comprenden que pueden ser abandonados en el camino. Abrazar la democracia es abrazar las ideas de desarrollo del presidente Kagame».

Los ruandeses de la calle interpretan la democracia como una forma de represión. Un joven estudiante de universidad me dijo: «Oh, nosotros comprendemos que votar no es algo que se haga libremente. Desde mediados de 2009, a los estudiantes se nos pide hacer un juramento de lealtad al FPR. Esto significa que tenemos que entrar en el FPR, si no lo hacemos, no tendremos ninguna oportunidad de encontrar trabajo o casarnos o tener ninguna clase de vida en realidad. En Ruanda, democracia significa comprender que el poder del FPR es absoluto». Una mujer de una zona rural que perdió a su marido en el genocidio de 1994 me contó una historia similar, «Democracia es algo que el gobierno dice que necesitamos cuando ellos temen perder su poder. Escuchábamos esto antes del genocidio y lo escuchamos ahora. La democracia estaría bien si la gente normal como yo pudiera participar de verdad, en lugar de que se nos diga a quién votar y cuándo».

Para los ruandeses de a pié, la democracia es el dominio de la élite, que intimida y acosa a la población rural para que repita como un loro los llamados ideales democráticos del FPR. Esta democracia es una realidad cotidiana alienante y opresiva, algo que podría materializarse en violencia, a principios de agosto de 2010, cuando los ruandeses vuelvan a acudir a las urnas. Las palabras de un colega de Ruanda son emblemáticas: «cualquiera que tiene medios para hacerlo, está abandonando el país. Los que no podemos marcharnos, sólo esperamos que las elecciones transcurran sin violencia. Cuando el gobierno puede encarcelar o matar a cualquiera que les plazca, todos nosotros estamos nerviosos, porque eso significa que ninguno estamos seguro…».

Susan Thomson es, entre otras cosas, investigadora de las relaciones estado – sociedad en Ruanda desde 1996 y es autora de numerosas publicaciones en EEUU.

Artículo publicado en el Mail & Guardian, Suráfrica, el 20 de julio de 2010.

Traducido por Rosa Moro.