En Sudán -y más concretamente en la región de Darfur- se está viviendo hoy la mayor crisis humanitaria del mundo, con un trágico balance de 300.000 muertos, 2.400.000 personas desplazadas y 200.000 personas refugiadas en Chad. La tragedia se origina en la política británica de desarrollo separado, que favoreció en Sudán a los árabes en […]
Según puntualiza Mukesh Kapila, el entonces coordinador de Naciones Unidas en Sudán, en este momento, la única diferencia entre Ruanda y Darfur es el número de víctimas involucradas en el conflicto.
Este conflicto se origina en la política británica de desarrollo separado, que favoreció en Sudán -un país en la intersección entre el cuerno de África, el África Central y el África del Norte- a los árabes en detrimento de los negro-africanos, junto a la política de arabización e islamización de los sucesivos gobiernos de Khartum.
Es, pues, un problema de desarrollo desigual y de acceso al poder, que se remonta a la época de la colonización británica.
Las principales víctimas de este conflicto son las etnias negras de agricultores de la provincia oriental de Sudán (fur, massalit, Medob, zaghawa y una decena más de grupos menores). Se trata de una verdadera limpieza étnica a manos de las fuerzas gubernamentales y de las milicias nómadas yanyawids (procedentes de las tribus árabes nómadas o de origen árabe) apoyadas por aquéllas.
El balance es de 300.000 muertos, 2.400.000 personas desplazadas y 200.000 personas refugiadas en Chad.
Los acuerdos firmados entre el norte árabo-musulmán y el sur negro, cristiano y animista (Machakos, julio de 2002, Naivasha, julio de 2004 y Nairobi, agosto de 2004) replantearon las bases de la estructura política de Sudán al cuestionar la hasta entonces indiscutible dominación de los árabes del Norte sobre el resto del país.
El acuerdo final de paz firmado el 8 de enero de 2005 en Nairobi, entre John Garang, fallecido a finales de julio de 2005 y reemplazado por Salva Kiir, y el vicepresidente sudanés, Ali Osman Mohamed Taha, es el resultado de las presiones norteamericanas a ambos bandos. El gobierno de Khartum, que formaba parte hasta hace poco de la lista estadounidense de los Estados fallidos -por su apoyo al terrorismo internacional mediante la colaboración con Al Qaeda- no quiso exponerse a la invasión de Estados Unidos como sucedió con Irak. Mientras tanto, la rebelión del Movimiento Popular para la Liberación de Sudán (SPLM), de John Garang, debilitado por las disensiones internas y por el abandono del aliado ugandés, ha dado prioridad a la explotación del petróleo, ubicado en el sur del país.
Acuerdos para la paz global
Estos acuerdos replanteaban aspectos políticos (nueva esquema de representación política), económicos (nuevos criterios de distribución de riquezas), militares (reorganización del Ejército) y religiosos o sociales (delimitación de los espacios de vigencia de la sharía o ley islámica y de las políticas de arabización).
En ese momento, surgieron dos grupos armados de población negra y mayoritariamente musulmana: el SLA (Ejército de Liberación de Sudán) y el JEM (Movimiento de Justicia e Igualdad), cuyo objetivo era trasladar a Darfur los acuerdos conseguidos con la guerrilla del sur de John Garang (reequilibrio de la representación política, reparto equitativo de las riquezas y limitación de las políticas de arabización), partiendo de la realidad según la cual no puede haber paz global en Sudán sin paz en Darfur.
El gobierno de Khartum -que dispuso entonces de importantes medios militares tras el fin de la guerra con el Sur- concentró lo esencial de sus fuerzas de destrucción y represión en el Darfur, para aplastar la rebelión separatista iniciada en esta zona. El objetivo es evitar el efecto dominó de las reivindicaciones de autonomía en otras regiones del país marginadas por el gobierno central, y mantener la dominación de los árabes sobre los negros (cristianos o musulmanes).
El problema de Darfur se plantea en términos de enfrentamiento entre los grupos étnicos y el Estado. Aquellos han optado por la solución armada por la falta de perspectivas de desarrollo en el Darfur, condenado a un deterioro económico.
Tanto el gobierno como los movimientos rebeldes hablan respectivamente de guerra interétnica entre ganaderos nómadas y agricultores sedentarios, para el acceso al agua y al pasto, y de guerra racial entre las tribus árabes y las poblaciones negro-africanas. La verdad es que se trata de un problema socioeconómico y de lucha contra el colonialismo interno por las poblaciones negro-africanas.
Agresores y víctimas
A diferencia del sur de Sudán, integrado exclusivamente por poblaciones animistas y cristianas, en el conflicto de Darfur, tanto los agresores como las víctimas pertenecen al Islam. Por lo tanto, no se trata de un conflicto confesional.
El acuerdo de Abuya (Nigeria), firmado el 5 de mayo de 2006 entre el gobierno de Khartum y el principal movimiento de rebelión de Darfur, el SLA, y presidido por la Unión Africana (UA), preveíael desarme de los yanyawids por el gobierno, antes de octubre de 2006, como base de la instauración de la paz y de la reconciliación. Sin embargo, este acuerdo fue rechazado por el JEM y el SLM, el otro movimiento minoritario disidente del SLA.
El rechazo de los movimientos rebeldes, con cada uno su agenda, deja intactas las tensiones en la región, además de la negación por el gobierno de cualquier presencia de las tropas extranjeras o de la ONU en la crisis de Darfur, en sustitución de la Misión de la Unión Africana en Sudán (MUAS), una fuerza desprovista de medios militares y financieros.
Peor: los yanyawids siguen con sus ataques a los campos de refugiados, utilizando la violación sexual como arma de guerra.
La solución
El acuerdo de Abuya es frágil, pues obliga al gobierno, que es parte del conflicto, a desarmar a todas las milicias armadas, los yanyawids incluidos. Y puntualiza que los movimientos rebeldes no tienen la obligación de desarmarse mientras que no hayan sido desarmadas con anterioridad las milicias progubernamentales y no hayan regresado a sus cuarteles las tropas gubernamentales. Es decir, ni uno, ni otro bando han sido desarmados.
Se impone en Sudán un nuevo proyecto más equilibrado política, económica y culturalmente. Por lo tanto, la solución a la crisis de Darfur pasa por un mejor reparto de las riquezas y del poder en el país, e incluso por la firma de acuerdos similares a los concluidos con el sur (SPLA).
Pues no se debe perder de vista que la crisis nace de la exclusión de las etnias de esta zona en el nuevo reparto del poder y de riquezas entre el gobierno central y el sur.
Es decir, es preciso proceder al reconocimiento del derecho al autogobierno de Darfur, que es un mal menor ante la amenaza de implosión del país.
A nivel internacional, no se puede excluir el embargo sobre el petróleo procedente de Sudán, que financia el esfuerzo de guerra de agresión del gobierno.