La etapa de los años 65-75 pasó a la historia como un período de madurez y radicalización del Congreso Nacional Africano, pese a la persecución del régimen segregacionista y las difíciles condiciones del exilio. Desde los años 60 la estrategia se orientó hacia la construcción del llamado Grand Apartheid, que hacía énfasis en la separación […]
La etapa de los años 65-75 pasó a la historia como un período de madurez y radicalización del Congreso Nacional Africano, pese a la persecución del régimen segregacionista y las difíciles condiciones del exilio.
Desde los años 60 la estrategia se orientó hacia la construcción del llamado Grand Apartheid, que hacía énfasis en la separación racial y, territorial y la represión policial, como principales instrumentos en política interna, mientras que en lo externo reforzaba sus lazos con las metrópolis coloniales europeas y Estados Unidos.
La Ley de Autoridades Bantúes de 1951 había colocado las bases para el gobierno étnico en reservas territoriales, – homelands- que eran un tipo de Estados independientes adonde enviaban a los africanos según su ficha de origen, la que muchas veces era incorrecta, comentaron historiadores.
Con la voluntad de fracturar al país y a su mayoritaria y descontenta población, se establecieron cinco de esos pseudoestados: Transkei, Ciskei, Venda, Zululand y Bophuthatswana.
«Todas las personas negras fueron obligadas a llevar el pass book, documento de identidad que agregaba clasificación racial, impresión digital e información sobre la autorización para acceder a determinadas áreas blancas, generalmente por causas laborales», recuerdan historiadores.
A la vez que la represión política tomaba fuerza la población se abocaba a un momento en que debía escoger por la supeditación total y la reclusión en los bantustanes o intensificar su lucha en la antesala de lo que sería una profunda crisis que fracturaría gravemente al sistema racista.
El 21 de marzo 1960 ocurrió en Sharpeville, suroeste de Johannesburgo, la primera gran demostración pública contra el sistema, con la cual la población negra rechazaba usar el pass books (libro de pases).
La administración del NP esgrimiendo leyes de seguridad nacional, declaró el estado de emergencia por 156 días, lo que causó 69 muertos y dos centenares de heridos. Todo comenzó cuando la policía disparó contra la manifestación que protestaba.
Esa demostración formaba parte de una campaña de desobediencia civil que pretendía obligar al gobierno a cambiar la legislación.
Un año después, Nelson Mandela propuso la lucha armada como forma de destruir el apartheid, ya que las denuncias no violenta no habían conseguido nada y se desató una campaña huelgas, manifestaciones, y boicot político, que a partir de 1975 obligaron al gobierno a aprobar reformas en el sistema.
Esas reformulaciones posibilitaron «la organización de sindicatos negros y cierto grado de actividad política por parte de la oposición». No obstante, aunque el proceso de radicalización y unidad marchaba, aún la izquierda no tenía totalmente la iniciativa.
A la vez que la coyuntura interna cambiaba, también lo hacía el contexto subregional, que había ganado en complejidad y radicalización con la presencia de nuevos componentes revolucionarios enfrentados al régimen racista.
Así, centenares de estudiantes secundarios marcharon en 1976 en South West Town (Soweto) -ciudadela satélite de Johannesburgo- en rechazo por la imposición del idioma afrikáans en el plan de estudios. Esa acción cívica fue duramente reprimida por las fuerzas del régimen, que convirtieron a la jornada en un infierno de dolor y muerte.
Muchos perecieron en los disturbios, entre ellos el niño Héctor Petersen, cuya caída devino símbolo de lucha por los derechos de la mayoritaria población negra en Suráfrica y en continente. Este hecho repercutió en todos el mundo progresista y reforzó la conciencia acerca de Suráfrica.
Los opuestos al sistema del apartheid eran considerados comunistas e ilegales y contra los que el gobierno instrumentó crueles medidas, con lo cual convirtió al país en un estado policiaco, cuya estrategia ideológica proccidental le identificó con la reacción en Africa meridional.
Una Constitución votada en 1984 abrió parcialmente la participación en el legislativo a mestizos y asiáticos, pero mantenía la exclusión negra, cuya población constituía más del 75 por ciento de los surafricanos, una expresión de pobreza política y de crisis en cuanto a los valores reales de institucionalidad
Esa nueva Carta Magna era considerada un insulto a las demandas realistas de democracia y así lo hicieron saber los guerrilleros de la Lanza de la Nación con sus operaciones en diversas zonas del oriente, como Natal, en el Zululand.
A mediados de 1985, la radio surafricana difundía, pese a la censura impuesta sobre el ANC – estaba prohibido divulgar fotografías de los dirigentes presos, así como repetir sus pronunciamientos- la ejecución de acciones «terroristas» en la ciudad balneario de Durban. La guerrilla del Congreso, con una innegable influencia progresista y del movimiento sindical, resultó un importante factor de contención político y militar frente a los excesos del régimen, además, el carácter regional de la conspiración contra el apartheid cohesionaba a las fuerzas anticolonialistas del Cono Sur en función de un cambio. Pero la crisis del sistema aún no había tocado fondo, aunque los enfrentamientos y la violencia continuaron en el país mientras aumentaba la presión internacional contra el gobierno en declive del presidente Pieter Wilheim Botha, en lo que sería la penúltima administración de la minoría boers.
El mundo de los años 80 esperaba cambios importantes en la correlación de fuerzas en cuanto a la confrontación Este-Oeste, en la cual Suráfrica desempeñaba un papel de muro de contención de los ideales anticolonialistas.
Convertida en símbolo del anticomunismo en la región meridional del continente Suráfrica operaba en estrecho vínculo con la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) y a partir de sus directrices actuaba contra los integrantes de la Línea del Frente principalmente Angola, Mozambique, Lesotho, Swazilandia, Zambia y Zimbabwe.
A mediados de esa década, la insurgencia del ANC se coaligó contextualmente con la lucha de Angola por la desocupación del sur del país, la batalla por la independencia de namibia, el enfrentamiento mozambiqueño a la guerrilla respaldada por Pretoria y el proceso de consolidación de la emancipación de Zimbabwe.
Fuente: http://www.guinguinbali.com/index.php?lang=es&mod=news&task=view_news&cat=3&id=2440