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Una sigilosa investigación del Pentágono desmiente las actividades humanitarias del Mando de África de EEUU (AFRICOM)

De cómo no ganarse los corazones y las mentes en África

Fuentes: TomDispatch.com

Traducido del inglés para Rebelión por Sinfo Fernández


 

Noche de cine en Mouloud, Yibuti. Lecciones de Skype en Etiopía. Asistencia en formación veterinaria en Garissa, Kenia. Y en este país de la costa oriental de África [Tanzania], construcción de colegios de enseñanza primaria y secundaria y una cisterna para el agua potable. Todas estas son buenas obras estadounidenses, pero ¿quién está llevándolas a cabo y por qué? Mientras estoy sentado en una habitación llena de decenas de oficiales militares de alto rango resplandecientes en sus uniformes de gala -los kenianos con sus pantalones de color kaki, los burundeses y ugandeses ataviados en verde olivo, los tanzanos vestidos deportivamente de color verde jungla intenso con boinas y hombreras de color rojo con rifles que se cruzan sobre los hombros-, lo más probable es que el ejército estadounidense esté llevando a cabo alguna misión en algún lugar de este vasto continente. Podría tratarse de una incursión de secuestro o de un ejercicio de entrenamiento. Podría ser un ataque aéreo o la construcción de una base para aviones no tripulados (drones). O, mientras espero que el siguiente orador se acerque al atril en la conferencia sobre «Fuerzas Terrestres de África Oriental», en Dar Es Salaam, podría también tratarse de una operación humanitaria dentro del negocio de la ayuda, que no realizarán civiles sino tropas militares con ulteriores motivaciones, como parte de una campaña tan amplia como el continente, haciendo uso de los principios fundamentales de la estrategia de contrainsurgencia.

EEUU está intentando ganar la guerra de los corazones y las mentes en África. Pero una investigación del Pentágono sugiere que esos misteriosos proyectos en algún lugar de Yibuti o Etiopía o Kenia o aquí, en Tanzania, suelen quedarse huérfanos, mal planificados y acusan en su ejecución fallos no documentados. Según la agencia de control del Departamento de Defensa, los oficiales del ejército estadounidense en África «no planificaron adecuadamente o no llevaron a cabo» las misiones diseñadas para ganarse a los africanos considerados vulnerables ante el extremismo violento.

Esa prueba del fracaso en las primeras etapas de la campaña corazones y mentes del ejército de EEUU, debería tener una resonancia inquietante para quien haya seguido sus esfuerzos anteriores utilizando la ayuda humanitaria y los proyectos de infraestructuras para influir en las poblaciones locales en Vietnam, Iraq o Afganistán. En cada uno de los casos, las operaciones fracasaron de forma espectacular, pero sólo llegó a reconocerse tras años de futilidad y miles de millones desperdiciados. En África, una zona de guerra de la que la mayoría de los estadounidenses no saben nada, la suerte está ya echada. O al menos debería estarlo. Aunque los investigadores del Pentágono identificaron toda una plétora de problemas, su informe se ha mantenido de hecho bajo secreto durante casi un año, mientras el mando responsable de esos fracasos ha decidido ignorar todas las preguntas planteadas por TomDispatch.

Haciendo un mal trabajo en las buenas obras

En la actualidad y cada vez con mayor presencia, el ejército estadounidense está enfrentándose a África como si fuera un «campo de batalla» o una «guerra«, en palabras de los hombres que dirigen sus operaciones. A tal fin, ha establecido una sofisticada red logística al servicio de un creciente número de pequeños puestos de avanzada, campamentos y campos de aviación, llevando a cabo como media más de una misión al día en algún lugar del continente. Un número significativo de esas operaciones adoptan la forma de manual de la campaña por los corazones y mentes que se remonta a los fracasados esfuerzos estadounidenses en el Sureste Asiático durante las décadas de 1960 y 1970, y más recientemente, en el Gran Oriente Medio.

En Vietnam, la supuesta parte civil de la guerra -construcción de escuelas, entrega de jabón y ofrecimiento de atención médica rudimentaria- quedó arrasada por el armamento pesado de EEUU que destruyó hogares, aldeas enteras y todo lo que podría haberse conseguido con buena voluntad. Como consecuencia, la doctrina de la contrainsurgencia de EEUU acabó en el basurero de la historia del ejército, hasta que el entonces general y posteriormente director de la CIA, David Petraeus, la resucitó décadas después, cuando la guerra de Iraq hacía estragos.

En 2005-2006, Petraeus supervisó la revisión que se hizo del FM 3-24, el manual de campo de la contrainsurgencia del ejército (COIN, por sus siglas en inglés), produciéndose una revolución en los temas militares. Poco después, los oficiales del ejército estadounidense en Iraq y Afganistán estaban haciendo fluir grandes sumas de dinero hacia problemas complejos con el objetivo de ganar, una vez más, los corazones y las mentes. Compraron a insurgentes sunníes y vertieron miles de millones de dólares en los esfuerzos de construcción de la nación, desde una planta moderna de procesamiento de pollos a un parque acuático de diversión, tratando de volver a poner en funcionamiento los escombros de un estado que habían arrasado.

Al igual que la carrera de Petraeus, que implosionó en medio del escándalo, los esfuerzos que impulsó se perdieron en la nada. En Iraq, la planta de procesamiento de pollos demostró ser una operación tipo Potemkin y el tan cacareado parque acuático de Bagdad fue una ruina total. Lo mismo pasó con el país. Menos de tres años después de la retirada de EEUU, Iraq se tambalea al borde de la catástrofe mientras la mayoría de los mercenarios sunníes de Petraeus se echan a un lado y el brutal Estado Islámico forja una porción de su califato en el país, y otros, agraviados por el gobierno de Bagdad apoyado por EEUU, toman posiciones a su lado. En Afganistán, los resultados han sido igual de desalentadores mientras el dinero de EEUU para los corazones y mentes construía carreteras a ninguna parte (que se convirtieron en trampas mortales), edificios que se derrumbaban, escuelas atestadas, infrafinanciadas y sin profesores, y miles de millones vertidos por el desagüe en un despilfarro tras otro.

En África, las sumas y la escala son más pequeñas, pero los esfuerzos siguen el mismo manual de contrainsurgencia. En realidad, para el ejército estadounidense, la ayuda humanitaria -desde la atención sanitaria a los proyectos de infraestructuras- es una forma de «cooperación para la seguridad». Según la última edición del manual de contrainsurgencia 3-24, publicado principios de año:

«Cuando estas actividades se utilizan para derrotar a una insurgencia, forman parte de una operación de contrainsurgencia. Aunque no todas las actividades de cooperación en el campo de la seguridad van en apoyo de la contrainsurgencia, la cooperación en seguridad puede ser una herramienta eficaz de contrainsurgencia. Estas actividades ayudan a EEUU y a la nación anfitriona a ganar credibilidad y ayudar a la nación anfitriona a construir legitimidad. Estos esfuerzos pueden ayudar a prevenir las insurgencias…»

El Mando de África de EEUU (AFRICOM, por sus siglas en inglés) y su comando subordinado, la Fuerza de Acción Conjunta Combinada del Cuerno de África (CJTF-HOA), que tiene su base en Camp Lemonnier, en Yibuti, se han pasado años involucrados en esos proyectos humanitarios estilo COIN, publicitados a bombo y platillo en los comunicados de prensa de sus páginas web en lugar de ofrecer una información franca sobre la escala y alcance reales de las operaciones del AFRICOM, el crecimiento exponencial de sus actividades, sus operaciones de espionaje y los esfuerzos de construcción de bases camufladas. Echen una mirada rápida a sus comunicados de prensa oficiales y los encontrarán abarrotados de buenísmo, como el esfuerzo del personal de la CJTF-HOA para dar clases de inglés a los aspirantes a trabajar en un hotel en Yibuti, o un esfuerzo conjunto del Departamento de Estado, AFRICOM y el Cuerpo de Ingenieros del Ejército para construir seis nuevos colegios en Togo. Esos actos nunca aparecen enmarcados en el contexto de la contrainsurgencia ni hay ningún vínculo explícito con los esfuerzos de EEUU para ganarse los corazones y las mentes. Y nunca figura mención alguna a los fracasos o fiascos.

Sin embargo, una investigación llevada a cabo por el Inspector General del Departamento de Defensa, que se completó el pasado octubre pero nunca se dio a conocer, encontró fallos de planificación, ejecución, seguimiento y documentación de este tipo de proyectos. El informe restringido, conseguido por TomDispatch, describe un sistema defectuoso plagado de toda una variedad de problemas profundamente enraizados.

En algunos casos, los oficiales del ejército fracasaron a la hora de identificar sus proyectos en el continente, aunque contaran con el apoyo del AFRICOM; en otros, se había extraviado la documentación financiera; en otros, el personal de la CJTF-HOA no consiguió dotar a las poblaciones locales para que contaran con equipo suficiente para poder mantener funcionando de forma eficaz los proyectos a pequeña escala una vez que los estadounidenses se largaban. El riesgo, sugiere el informe, es que esas señales de la buena voluntad y la buena intención de Washington se vendrán abajo rápidamente y se convertirán en lo que un oficial estadounidense llamó «monumentos al fracaso de EEUU» en África.

El AFRICOM reaccionó a la defensiva. En un memorándum interno, el coronel Bruce Nickle, su jefe de estado interino, criticó la metodología del Inspector General, cuestionó su pericia y sugirió que algunas de las conclusiones eran «engañosas». Casi un año después de la publicación del informe, ni el AFRICOM ni la CJTF-HOA han anunciado cambios de política basados en sus recomendaciones. Repetidas solicitudes por parte de TomDispatch, a lo largo de varios meses, al jefe para los medios del AFRICOM, Benjamin Benson, y a la oficina de Asuntos Públicos de la CJTF-HOA solicitando un comentario o información o clarificación sobre el informe, así como una solicitud de entrevista con Nickle, se quedaron sin respuesta.

El COIN y las fuentes

Por toda África, el ejército estadounidense está implicado en una variedad de proyectos de ayuda con objeto de ganar la guerra de las ideas en las mentes de los africanos y así repeler la tentación de las ideologías extremistas, desde la de Boko Haram en Nigeria a Al Shabab en Somalia. Las supuestas operaciones militares-civiles, o OMC, incluyen proyectos de «asistencia humanitaria» como la construcción o reparación de escuelas, pozos de agua y sistemas de tratamiento de aguas residuales, así como esfuerzos de «asistencia cívica y humanitaria» (ACH), por ejemplo, ofrecer cuidados dentales y veterinarios.

La bondad tiene su propia recompensa pero, en el caso del ejército de EEUU, la benevolencia de las OMC se diseña para influir en los gobiernos y en las poblaciones civiles extranjeras a fin de que «faciliten las operaciones militares diseñadas para conseguir los objetivos estadounidenses». Según el Pentágono, los esfuerzos de asistencia humanitaria se planifican para mejorar «la visibilidad, el acceso y la influencia de EEUU respecto a sus homólogos civiles y militares extranjeros», mientras que los proyectos ACH se diseñan para «promover la seguridad y los intereses de política exterior de EEUU». En el burocrático mundo del ejército estadounidense, esos esfuerzos a pequeña escala se dividen además en «actividades de relaciones comunitarias», como la distribución de equipamiento deportivo, y «actividades de bajo coste», como, por ejemplo, seminarios sobre el mantenimiento de paneles solares o grupos de discusión en inglés. Teóricamente al menos, juntando todos estos proyectos se podría dar un paso adelante para evitar que los africanos caigan bajo la influencia de los extremistas. ¿Pero están funcionando realmente estos proyectos? ¿Alguien se ha molestado en verificarlos?

En un informe titulado «El grupo de trabajo conjunto combinado en el Cuerno de África necesita de mejor dirección y de sistemas que manejen adecuadamente las operaciones civico-militares», el Inspector General del Departamento de Defensa se encontró con una contabilidad catastrófica, porque sus oficiales «no tenían un sistema eficaz para gestionar o informar de las relaciones comunitarias y actividades de bajo coste». Una hoja de cálculo, que supuestamente recogía las actividades comunitarias de bajo coste durante 2012 y 2013, estaba tan incompleta que el 43% de los esfuerzos realizados no se habían recogido.

No obstante, el Inspector General consiguió revisar 49 de los 137 proyectos identificados de ayuda humanitaria y asistencia cívica (que a los contribuyentes estadounidenses les cuestan alrededor de 9 millones de dólares) y encontró que los oficiales del ejército que supervisaron las OMC «no las planificaron ni ejecutaron de forma adecuada» en seguimiento de los «objetivos» del AFRICOM. Cerca del 20% de las veces, la CJTF-HOA falló incluso a la hora de explicar con exactitud la posible relación entre los proyectos específicos con los objetivos que contrarrestaran la acción de las organizaciones extremistas o ampliaran la «red de socios en el continente» del AFRICOM. Al examinar 66 relaciones comunitarias y actividades de bajo coste, los investigadores encontraron que la CJTF-HOA no había podido identificar con precisión, en el 62% de los casos, ninguno de sus objetivos estratégicos y tampoco utilizaban la documentación necesaria.

El grupo de trabajo tampoco informó, o no pudo proporcionar la información, acerca de los gastos de cuatro de los seis proyectos seleccionados para ser sometidos a revisión especial, a pesar de los requerimientos presentados y del uso de un sistema computerizado diseñado para realizar el seguimiento de esa información. Esos proyectos -dos escuelas y una clínica en Yibuti, así como otra escuela en Etiopía- le cuestan a los contribuyentes estadounidenses casi 1,3 millones de dólares, sin embargo los funcionarios estadounidenses fueron incapaces de verificar que los casi 229.000 dólares de los contribuyentes gastados en esos proyectos estaban debidamente contabilizados.

Los investigadores sólo inspeccionaron cuatro centros de trabajo de asistencia humanitaria -dos en Yibuti y dos aquí, en Tanzania-, pero incluso en esta pequeña muestra no encontraron un sitio donde el ejército estadounidense hubiera conseguido asegurar que la nación anfitriona mantuviera el proyecto. En las fuentes de agua comunitaria de Ali Sabieh, en Yibuti, reconstruidas en 2010 por EEUU para reducir las enfermedades que se transmiten por el agua, los investigadores se toparon con un escenario de total abandono. Las puertas, tuberías y grifos «habían desaparecido», mientras que en otro de los grifos «desaparecido la parte de arriba», dejando el agua «expuesta a los contaminantes». Las fotografías tomadas dos años después de finalizado el proyecto mostraban que se había dilapidado todo, que el proyecto estaba deteriorado, desmoronado y que, al parecer, las estructuras eran una chapuza total.

Un oficial estadounidense informó a los investigadores de la Inspección General de la necesidad de que la nación anfitriona «comprara» tales proyectos para que fueran un éxito, mientras que otro sugirió que era fundamental que a esos proyectos se destinara «mano de obra» local para que no se convirtieran en «monumentos al fracaso de EEUU». Sin embargo, en Yibuti, a los habitantes locales no se les dio información alguna sobre el mantenimiento del proyecto Ali Sabieh. Por ello, los habitantes de Yibuti arrojaron piedras a un pozo construido por los estadounidenses, un método que funciona en el caso de los pozos construidos por ellos para hacer que el agua suba. Sin embargo, en este caso, el pozo quedó tan dañado que dejó de funcionar.

Al examinar una muestra del proyecto, los investigadores del Pentágono encontraron que el 73% de las veces, el personal del CJTF-HOA, treinta días después de completar los proyectos, aún no había recogido datos suficientes para valorar si se habían conseguido los objetivos fijados. Por ejemplo, cinco horas al norte de aquí, en una clínica médica en Manza Bay, EEUU construyó cisternas y un sistema para extraer el agua. Al parecer, se consideró que el proyecto había sido un éxito, pero el ejército ofreció muy pocos datos que apoyaran esa afirmación. En Garissa, en la vecina Kenia, un proyecto de acción cívica en el campo de la veterinaria fue declarado éxito total, sin nada que lo pudiera demostrar más allá de unas vagas y optimistas afirmaciones para impresionar a los residentes locales.

¿Ganando corazones y mentes o perdiendo dinero e influencia?

Tras revisar un borrador del informe del año pasado del Inspector General (IG), el jefe del estado mayor del AFRICOM, Nickle, ofreció una respuesta que claramente trataba de socavar las pretensiones de control del Pentágono. En su memorándum de septiembre de 2013, Nickle se mostró particularmente en desacuerdo con la metodología de la investigación del Inspector General, criticando que no hubiera hecho uso del muestreo estadístico. Como el informe era restringido, la oficina del IG se negó a discutir los detalles de su análisis con TomDispatch, pero Brenda Rolin, de su oficina de Comunicaciones y Enlace con el Congreso defendió la metodología. No se puede utilizar ninguna muestra estadística, explicó, «para obtener pruebas suficientes de auditoría. Este método es válido pero los resultados no pueden proyectarse a toda la población». Nickle se quejó también de que el equipo de IG no incluía un experto que estuviera familiarizado con todos los tipos de esfuerzos humanitarios que AFRICOM había realizado y que los investigadores no destacaron sus éxitos.

Ha pasado casi un año desde que el Inspector General redactó su informe. Durante ese tiempo, ni AFRICOM ni CJTF-HOA lo han abordado en público ni han anunciado cambio alguno en base a sus recomendaciones. Mientras tanto, los corazones y las mentes de los dirigentes militares africanos aliados no parecen muy impresionados por los esfuerzos de AFRICOM. A lo largo de dos días de conferencia, he escuchado a generales y analistas de defensa de toda la región hablar de materias de seguridad que afectan a Burundi, Kenia, Somalia, Uganda y Tanzania. Abordaron las importantes cuestiones -extremismo, terrorismo y piratería- que la campaña estadounidense por los corazones y las mentes pretende contrarrestar, pero apenas se mencionó a EEUU. Por ejemplo, los oficiales de Tanzania con los que hablé estaban encantados de recibir fondos estadounidenses, pero menos encantados con algún tipo de intervención directa de EEUU en el continente. Ninguno con los que hablé parecía conocer el trabajo por los corazones y mentes desarrollado por AFRICOM relativo a proyectos de agua potable o construcción de escuelas en las zonas rurales subdesarrolladas, no muy lejos de donde se encontraban sentados.

Incluso Egan O’Reilly, un oficial del ejército, agregado de defensa en la embajada de EEUU aquí, cuya tarea es facilitar las actividades de «cooperación con la seguridad» tenía escasa idea acerca de los esfuerzos humanitarios de AFRICOM. Con una doble tarea -satisfacer al embajador de EEUU en Tanzania y al AFRICOM-, es nuevo en la misión pero está muy ducho en los esfuerzos de EEUU en la región. «Hemos hecho de todo, desde ayudar a traer entrenadores para cursos de inteligencia militar a construir su propia escuela para el trabajo de inteligencia», me dice.

¿Qué hay entonces de la construcción de escuelas de primaria y secundaria y de los proyectos de ayuda humanitaria? «No he visto por mí mismo muchos trabajos del AFRICOM», contesta el graduado de West Point y veterano de las guerras de Iraq y Afganistán. Como O’Reilly me dijo, había oído hablar del trabajo del Programa de Acción Civil Médica (MEDCAP, por sus siglas en inglés) -que proporciona cuidados médicos o aumenta las capacidades médicas locales en áreas desatendidas-, pero poco más. Y aunque esos programas son «buenos y hacen sonreír a la gente», añade, son de limitada utilidad. Lo «importante» es la formación logística y la instrucción en ingeniera para los militares africanos.

TomDispatch solicitó también entrevistas con los agregados de defensa de EEUU en Etiopía, Yibuti y Kenia para que evaluaran los proyectos humanitarios en sus respectivos países. Las últimas dos embajadas no contestaron a las solicitudes, pero un portavoz de la misión estadounidense en Etiopía me dio las gracias por mi interés pero me dijo que el agregado de defensa «no está disponible en estos momentos para una entrevista». Nadie, parece, está dispuesto a hablar acerca de la campaña del manual de contrainsurgencia que está llevando a cabo el ejército estadounidense en África, y menos aún de los fallos recogidos en el informe del Inspector General que se ha venido ocultando al conocimiento público durante casi un año.

En la última década nos hemos visto inundados de revelaciones de los miles de millones de dólares de los impuestos estadounidenses despilfarrados en los fracasos de la contrainsurgencia en Iraq y Afganistán, historias de carreteras destrozadas y edificios que se vienen abajo, de colegios chapuceramente construidos y de parques acuáticos inutilizados. En África, más desapercibidos, se han puesto en marcha esfuerzos similares -aunque a escala menor-. Se construyen escuelas y proyectos hídricos que se caen a pedazos, el Inspector General del Departamento de Defensa ha identificado ya gran cantidad de problemas en ellos. Todo se mantiene oculto. Pero si la historia nos sirve de algo, los esfuerzos humanitarios del AFRICOM y la Fuerza de Trabajo Conjunto Combinado en el Cuerno de África seguirán aumentando, cada vez más caros, hasta incorporarse a la larga lista de proyectos que se han convertido en «monumentos al fracaso de Estados Unidos» por todo el mundo.

[Este ensayo ha contado con la financiación del Fondo de Investigación del Nation Institute y también con la generosidad de Abdelaide Gomer]

Nick Turse es editor-jefe de Tomdispatch.com e investigador de The Nation Institute. Ha sido reportero en Oriente Medio, el Sureste Asiático y África; sus artículos se publican en The New York Times, Los Angeles Times, The Nation, etc. Es autor de The Complex: How the Military Invades Our Everyday Lives y de una historia sobre los crímenes de guerra de EEUU en Vietnam: «Kill Anything That Moves: The Real American War in Vietnam«, que ha recibido el American Book Award (ambos libros en Metropolitan). También se le ha concedido el Izzy Award 2014.

Fuente:http://www.tomdispatch.com/post/175891/tomgram%3A_nick_turse%2C_american_monuments_to_failure_in_africa/#more