I. Libia es África y Níger y Nigeria y Túnez… Hasta hace pocos meses, los sucesos en el norte de África no eran más que eso: sucesos. Que cayó un dictador en Túnez. ¿En dónde? (¿Cuántos podían poner un dedo en el mapa y decir con seguridad «es aquí»?). Ni antes ni después del que […]
I. Libia es África y Níger y Nigeria y Túnez…
Hasta hace pocos meses, los sucesos en el norte de África no eran más que eso: sucesos.
Que cayó un dictador en Túnez.
¿En dónde? (¿Cuántos podían poner un dedo en el mapa y decir con seguridad «es aquí»?).
Ni antes ni después del que Ben Alí fuera defenestrado, Túnez llamó la atención de los grandes medios de comunicación. ¿Túnez? Sí Túnez: «Uno de tantos países africanos, en el que existe una de tantas revueltas para derrocar a uno de tantos tiranos».
Caso cerrado, vuelta a la página.
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¡Pero si el mundo siguió lo procesos en Túnez! ¿No fue así?
No, no fue así. El país cuya población derribó la primera ficha de dominó de las tiranías en el África del Norte importa ahora sólo del mismo modo en que importan las notas al pie de página: como referencia, como antecedente.
La revuelta no importó a nadie.
Un par de cejas se levantaron cuando con la salida del dictador pero fue hasta que se comenzó a tambalear Hosni Mubarak en Egipto que los ojos del mundo se abrieron. De no ser por Egipto, Túnez no le habría importado a nadie como no le importó a nadie Níger.
¿Níger? ¿Y qué tiene que ver Níger aquí?
Níger, no Nigeria: Níger.
La distinción parece ociosa como lo parece también el sacar a Níger a colación.
No lo es.
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¿Níger? ¿Por qué es importante Níger?
Níger es importante porque ahí tuvo lugar un golpe de Estado en Febrero del 2010 que no le importó a nadie entonces, del mismo modo en que no le importa a nadie ahora que el país esté gobernado por una junta militar. Si el régimen de El Cairo hubiese temblado inmediatamente después del golpe contra Tandja Mamadou, entonces Níger habría sido a principios del 2010 lo que Túnez es ahora a principios del 2011: el punto «en el que todo comenzó».
Pero la historia decidió algo diferente, por eso, nadie se enteró.
¿Y Nigeria? ¿Por qué sale a colación Nigeria? Es más ¿qué tiene que ver con Libia?
Básicamente, todo.
Nigeria «nos importa» porque tiene petróleo. Es decir, lo relevante no eran ni los derechos humanos de los nigerianos ni las dudosas credenciales políticas, sociales y humanitarias del régimen de Olasegun Abasanjo que terminó el año pasado: era, es ¿y será? siempre el petróleo.
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Túnez no nos importó tanto -del mismo modo en que no nos importó nada Níger.
Egipto nos importó mucho como ahora nos importa Libia.
Y Nigeria podría importar si las cosas no siguieran en un estatus de business as usual.
II. Libia viene de América Latina y el Sureste Asiático también…
Pero esta es la globalización y en la globalización las diferencias de tiempo y espacio se hacen intrascendentes. En un segmento entran el pasado, el presente y el futuro en África, Asia y América Latina.
En Asia, en la antigua Indochina (Vietnam, Laos y Camboya) le llamaron la Teoría del Dominó: Si cae Vietnam caerá Laos; si cae Laos, caerá Camboya…
En América Latina, la respuesta para evitar que «la manzana podrida comunista» que fue Cuba desde 1959 se expandiera a toda la región fueron los llamados «Estados de Seguridad Nacional»: Stroessner en Paraguay, Banzer en Bolivia, Pinochet en Chile…
Y ahora en África: Túnez y Níger no importan, ¿Omán, Qatar, Yemen? Son basura. ¿Nigeria? Ah! Eso es diferente. ¿Libia? Libia es estratégica porque Libia es Nigeria, sí, pero Libia es importante porque Libia es también Arabia Saudita.
Petróleo, siempre petróleo.
Y para explicar Libia y el por qué de Arabia Saudita hay que recurrir a Egipto.
III. Los hombres fuertes de África: Libia y Egipto
Desde hace años y hasta antes de la caída de Hosni Mubarak, Egipto era el segundo receptor de asistencia militar estadounidense -superado sólo por Israel- de acuerdo con el centro más autorizado en materia de estadística militar, el Stockholm International Peace Research Institute (SIPRI). La tiranía de Mubarak, pues, no sólo era apoyada por Estados Unidos política y militarmente, sino también diplomáticamente por Israel (Egipto y Jordania son los únicos países árabes con relaciones diplomáticas con Tel Aviv como producto de los Acuerdos de Camp David de 1978) y con la complicidad europea -ahora resulta que de pronto el gobierno suizo «encontró» y congeló las cuentas bancarias que Hosni Mubarak tenía en la Confederación Helvética (Agencia AP, Feb, 19, 2011). Pregunta ¿por qué no lo hicieron antes de su caída?
Egipto pues, era (¿es?) estratégico por el Canal de Suez, sí, pero también para la estabilidad regional del Medio Oriente -por su relación con Israel- y del Norte de África -al tener el ejército mejor equipado de la región.
Y cayó.
Por obra y gracia de la no violencia, cayó.
(¿Será que por eso no ha caído Gadafi?)
Fue entonces que se encendieron las alarmas (y que de paso la gente se interesó una semana por Túnez que después volvió al anonimato). Ayer fue Egipto, hoy es Libia y tal vez, en un futuro no muy lejano, podremos estar mirando hacia Arabia Saudita.
IV. ¿Arabia Saudita como Libia?
Perder Túnez, como Níger, es irrelevante. Irrelevante también serían las caídas de los Emiratos Árabes -Oman, Yemén, Qatar, etc. Pero perder Nigeria sería importante, y más importante sería el perder Egipto (que no se perdió; después de todo el poder ahora no lo tiene Mubarak pero sí los generales que lo mantuvieron en el poder por más de 30 años. ¿Viene un Mubarakismo sin Mubarak?). Pero «la caída de Libia» (léase: la caída del Coronel Gadafi) sería una muy mala noticia para Washington: se estaría mandando el mensaje equivocado. ¿Y cuál es este mensaje? Que la movilización popular puede recuperar el poder. ¿Cómo en Cuba en 1959? ¿Y si ocurre esto en Arabia Saudita? Sería el infierno.
La familia real saudita se ha mantenido en el poder, literalmente, a sangre y fuego gracias al apoyo que Estados Unidos les brinda desde la primera mitad del siglo XX. El acuerdo era (y es) sencillo: Estados Unidos define la política petrolera saudita como si fuera propia y a cambio, la monarquía de la familia real -tan extremista como lo fuera el régimen talibán en Afganistán- recibe toda la protección posible contra la furia de su propia población.
Alguien podría haber dicho en algún lugar en algún momento
«Se nos fueron en Túnez, casi se salen con la suya en Egipto y si nos descuidamos nos pueden ganar la mano en Arabia Saudita. Mejor los paramos de una vez en Libia».
En 1991 -inmediatamente después de la Operación Tormenta del Desierto– tuvo lugar al sur de Irak un levantamiento chiíta que pudo haber sacado del poder a Saddam Hussein. Las fuerzas de la «coalición» en lugar de apoyar al levantamiento (después de todo tenían -oficialmente- al mismo enemigo) los dejaron a su suerte. No es difícil imaginar lo que hizo Hussein con ellos.
Es claro que, además del petróleo, en esto Libia también puede tener un tufo a Irak. Hoy la prensa publica «Kadafi seguirá en el poder: Inteligencia de EU» (La Jornada. Mar. 11, 2011).
V. ¿Y quién es el Coronel Gadafi?
Todos hablan hoy de la posible «intervención» (léase invasión) de la «comunidad internacional» (léase la OTAN) como si fuera la única alternativa. Hablan del tema como si no hubiera más opciones.
¿Qué no las hay?
¿Qué no Hugo Chávez ofreció mediar para resolver la crisis de forma pacífica? Cierto, la mediación fue rechazada tanto por Gadafi como por los franceses, pero la propuesta estaba ahí. Y alguna credencial tiene Chávez en esta materia, después de todo, su mediación para la liberación de rehenes en Colombia en 2008 estaba siendo exitosa hasta que Álvaro Uribe la canceló porque la estrategia no violenta lo hacía quedar mal.
¿Qué Gadafi es un fanático sin disposición al diálogo?
Gadafi es Gadafi. El mismo hampón que ahora es calificado como un carnicero es el que en el pasado ofreció todo el apoyo posible a Nelson Mandela. ¿Mandela? Sí, Mandela, cuyo partido -el Congreso Nacional Africano- en Sudáfrica estaba en la lista de organizaciones terroristas del gobierno de los Estados Unidos cuando el régimen del apartheid regía la vida y la muerte de millones.
Es el mismo Gadafi que en Junio de 2008, antes de que se realizaran las elecciones presidenciales de Noviembre en los Estados Unidos, se refería a Obama como «Our African Kenyan brother who is an American national» en el marco de un discurso por demás pleno de ideas, conceptos y críticas interesantes.
Sí: «Nuestro hermano keniata africano que es un nacional americano». Las palabras del Coronel -sí, el mismo que hoy bombardea a la oposición- no tienen desperdicio: critica los huecos de los sistemas electorales formales y las promesas de campaña que no se cumplen, critica el poder nuclear de Israel y su central nuclear de Dimona, critica el doble rasero con el que se juzga a Irán en materia nuclear. Critica la falta de apoyo y el abandono al pueblo palestino y al pueblo kurdo. Y extiende -sí, extiende- la mano al gobierno de los Estados Unidos. Sus palabras no tienen desperdicio, y las que dedica a Barack Obama son una joya que hoy nadie quiere tomar en cuenta: Al Jazeera:
«Le decimos: Hermano, los blancos y los negros en América son iguales. Todos son inmigrantes. América no le pertenece ni a los blancos ni a los negros, América pertenece a sus habitantes originales, los indígenas. Tanto los blancos como los negros inmigraron a América, así que los dos son iguales»
Y sigue el Coronel:
«Todavía tenemos la esperanza de que este hombre negro asuma con orgullo su identidad africana e islámica, y en su fe, y en que sabrá que tiene derechos en América, y de que cambiará América del sendero del mal al sendero del bien, y que América establecerá relaciones que servirán bien a todos los pueblos, especialmente a los pueblos árabes».
(Ver http://www.youtube.com/watch?
En lo dicho. Una joya.
¿Y quién es Muamar Gadafi? Pues el hombre que se ha mantenido en el poder en Libia desde 1969 y que hoy por hoy, nos guste o no, tiene a Libia ubicado como el país con la esperanza de vida más alta de África (74 años, ¿y México? 75); como el país que, de acuerdo con el Índice de Desarrollo Humano 2010 del PNUD es el mejor posicionado en todo el continente (posición 53, incluso por encima de México que en la tabla global ocupa la posición 56) y como el país con el PIB per cápita más alto de África.
Si hablamos de Libia no estamos hablando del blanco contra el negro ni de los buenos contra los malos, sino de una multitud de tonos grises.
Este también es Gadafi.
* * *
El patrón no es nuevo y la lógica que tiene hoy el proyecto de la OTAN para el África del Norte suena mucho al que tuvieron los Estados Unidos en la Indochina de ayer…
Plus ça change, plus c’est la même chose dicen los franceses.
En castilla: que todo cambie para que todo siga igual.
¿Cómo parece ser el caso de Egipto? (Véase quiénes se quedaron en el gobierno tras Mubarak)
¿Cómo en Irak «un saddamismo sin Saddam»? (Léase Abu Ghraib)
¿Cómo en Afganistán? (Véase la fotografía premiada de Aisha en Time en Jul. 2010)
¿Un gadaffismo -en el peor sentido del término- sin Gadafi?
VI. Tucídides en Libia
Entonces algunas prioridades han cambiado: para Washington Mandela era un terrorista, no así los regímenes racistas que inauguró Daniel Francois Malan en Sudáfrica. No, para Washington los afrikáners del Partido Nacional que impusieron el apartheid eran civilizados. Y entonces si al terrorista de Mandela lo apoyaba el Coronel Gadafi, dime con quién andas…
Mandela dejó de ser un «terrorista» a los ojos de los Estados Unidos pero no Gadafi: ese sigue siendo lo que siempre fue, un hampón. ¿Un hampón? ¿Estamos hablando del mismo Gadafi? ¿ese que en 2004 restableció relaciones diplomáticas con Inglaterra y cuyo ejército además entrenó la Gran Bretaña por mediación del entonces primer ministro Tony Blair ? Sí, estamos hablando del mismo Gadafi que hoy critican y del mismo ejército que hoy condenan.
La definición perfecta de insensatez: Leer Libia y escandalizarnos sin pensar el por qué nos importó Egipto y el por qué no nos importó Níger y Túnez, o para el caso, Ruanda y Burundi (un millón de muertos a machetazos en 3 meses en 1994); leer Libia sin revisar la historia reciente en Nigeria, Afganistán, Irak y Venezuela manteniendo en mente qué cosa tienen en común; leer Libia cerrando los ojos a las mecánicas y dinámicas de la Teoría del Dominó en el sureste asiático en los setentas y los Estados de Seguridad Nacional latinoamericanos que llegaron a su fin en los ochenta; leer Libia y descalificar al Coronel Gadafi sacudiéndonos la incomodidad de reconocer que su mano fue estrechada por Tony Blair del mismo modo en que la de Saddam Hussein fue estrechada por Donald Rumsfeld y la de Augusto Pinochet por Henry Kissinger; leer Libia y las acciones de sus fuerzas armadas obviando el hecho de que ese ejército, como los de Hussein y Pinochet, fue entrenado ayer por los mismos que hoy se dan golpes de pecho «para combatir al comunismo» (1973), «para combatir al radicalismo iraní» (Irak 1980-88) o para «luchar contra el extremismo islámico» (Blair-Gadafi, 2010); leer Libia con la costumbre estúpida e infantil de buscar «buenos» y «malos» y descartando convenientemente hechos como que el primer, principal y más férreo defensor de la unidad africana como condición para salir de la letrina que el colonialismo europeo destinó a todo un continente es, ese monstruo que hoy el mundo conoce como el Coronel Gadafi.
* * *
¿Quién en su sano juicio puede cree que todo esto puede resolverse con una simple pero sangrienta intervención de la OTAN?
El conflicto en Libia en particular y en el Norte de África en general es complejo, pero no es difícil de entender: se trata de hacer malabares con al menos doce pelotas al mismo tiempo, cada una, con una etiqueta que dice «Libia», «OTAN», «Israel», «
Después de todo, ya lo dice Noam Chomsky en un libro de título elocuente –Lo que decimos se hace: Sobre el poder de los Estados Unidos en un mundo en cambio (Ed. Península. P. 49): «En general, se puede prescindir de la mayor parte de la teoría de las relaciones internacionales, salvo de la máxima de Tucídides:
«Las naciones grandes hacen lo que quieren,
mientras que las naciones pequeñas aceptan lo que deben»
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