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Siniestros personajes muy próximos al poder han liderado la estrategia francesa para mantener su control sobre África

De Foccart a Mitterrand, las alcantarillas del Elíseo (II)

Fuentes: Guinguibali

Las ramificaciones de la Françafrique, esa especie de nebulosa de oscuros intereses públicos y privados franceses en el continente cuyo timón se ha manejado siempre desde el Elíseo, se han extendido a lo largo de estos cincuenta años. Para beneficiar a estos intereses, Francia no ha dudado en apoyar a dictadores, participar en asesinatos y […]

Las ramificaciones de la Françafrique, esa especie de nebulosa de oscuros intereses públicos y privados franceses en el continente cuyo timón se ha manejado siempre desde el Elíseo, se han extendido a lo largo de estos cincuenta años. Para beneficiar a estos intereses, Francia no ha dudado en apoyar a dictadores, participar en asesinatos y alentar genocidios, como el de Ruanda. Ejemplos de ellos hay muchos y variados. Pero siempre que se habla de estos temas hay que poner el foco sobre un siniestro personaje, de nombre Jacques Foccart.

Considerado el brazo ejecutor de la Françafrique entre 1958 y 1974, Foccart, apodado señor África, era uno de los hombres de confianza del general Charles de Gaulle. Fue fundador, junto a Charles Pasqua y otros, del Servicio de Acción Cívica (SAC), una especie de agencia parapolicial al servicio de De Gaulle que tenía como misión la protección personal del general y de los altos cargos del partido, Sin embargo, en la práctica, sus técnicas incluían desde infiltrarse en la sociedad civil para la denuncia y desarticulación de los movimientos de izquierda hasta el espionaje puro y duro, pasando por el asesinato, la extorsión o los fraudes. Y Foccart siempre mantuvo el control.

Su estreno internacional fue la guerra de Argelia. El SAC se unió sin ambages a la lucha contra los independentistas argelinos del FLN, pero tras el fin de la guerra y el nacimiento de Argelia, el SAC tenía mucho trabajo por hacer en las recién independizadas ex colonias francesas, especialmente tras el fracaso de la Comunidad Francesa, un intento de Commonwealth gala que no duró mucho tiempo. Entonces, se buscó otro método. Mediante comisiones, sobornos y asignación de fondos públicos, el gobierno gaullista logró mantener en el poder a regímenes profranceses en todos los nuevos países. Y allí donde no lo lograba, financiaba a grupos rebeldes para que llevaran a cabo golpes de estado. La idea, en definitiva, era seguir manteniendo el control.

Entre los logros atribuidos a Foccart se cuentan la eliminación del presidente de Togo, Sylvanus Olympio; el apoyo al dictador de Zaire (hoy República Democrática del Congo) Mobutu Sese Seko; su respaldo a la secesión de Biafra, en Nigeria, por intereses económicos franceses, lo que dio lugar a una guerra con un millón de muertos; la muerte de o la injerencia activa en Camerún, tanto con el asesinato por parte de los servicios secretos franceses del líder marxista Félix-Roland Moumie como con su participación militar en el conflicto contra la UPC y en apoyo del presidente Ahidjo… Y éstos son sólo algunos ejemplos.

SURVIE

Para tener una rápida visión de algunas de las injerencias galas en África durante estos años es muy recomendable la recopilación de conferencias de François-Xavier Verschave, auténtico creador del término Françafrique en su acepción actual. Verschave, líder de la asociación Survie, lo definía, muy acertadamente, como «un iceberg. Está la cara de arriba, la parte emergida del iceberg: la Francia mejor amiga de África, la patria de los Derechos Humanos, etc. Y luego, está ese 90% de la relación que está sumergido; la unión entre los mecanismos de mantenimiento de la dominación francesa en África con los aliados africanos».

Foccart sobrevivió políticamente a De Gaulle y se mantuvo en el cargo de consejero para asuntos africanos durante la Presidencia de Georges Pompidou, pero en 1974 el presidente Giscard d’Estaing le releva por fin y nombra a René Journiac, quien sigue los pasos de su maestro Foccart en países como Benín, con una tentativa fallida de invasión con participación de mercenarios franceses para derrocar al régimen socialista de Mathieu Kérékou, y el protagonismo francés en la operación militar Barracuda, que repone en 1979 en el cargo de presidente de la República Centroafricana a David Dacko, una auténtica marioneta en manos galas. El 6 de febrero de 1980, Journiac murió en un misterioso accidente de aviación en el norte de Camerún.

El 21 de mayo de 1981, el socialista François Mitterrand se convierte en nuevo presidente de Francia y nombra a Guy Penne su consejero para África. Sin embargo, en esos años emerge la figura de Jean-Christophe Mitterrand, hijo primogénito del presidente, quien entre 1973 y 1982 ejerció como periodista para France Press en África occidental. Penne le llama al Elíseo y se convierte en su ayudante hasta 1986, año en que le releva como consejero plenipotenciario para asuntos africanos. A Mitterrand junior se le conoció en esa época como Papamadi (alteración de la frase Papa m’a dit, es decir, papá me ha dicho, lo que deja bien a las claras su manera de conducirse en el continente).

MUERTE DE THOMAS SANKARA

Coincidiendo con el debut de Jean-Christophe como consejero para África, y con la rehabilitación temporal de Foccart en el Elíseo de la mano de Jacques Chirac, se produce el asesinato de Thomas Sankara en Burkina Faso, que contó con el apoyo y la complicidad de Francia, encarnada en la figura del nuevo presidente burkinés, Blaise Compaoré, y asesino de su antecesor, gran amigo de la causa gala.

Jean-Cristophe mantenía unas excelentes relaciones con el senador Charles Pasqua, uno de los fundadores de la SAC junto a Foccart, y ambos siguieron ejerciendo el control francés sobre los países africanos a su particular manera. El Angolagate es el mejor ejemplo de ello. A finales de los noventa se destapó este caso por la venta ilegal de armas por parte de Francia a Angola por valor de 790 millones de dólares, en el que además de Mitterrand junior y Pasqua estaban implicados, entre otros, el consejero de François Mitterrand, Jacques Attali, y los empresarios Pierre Falcone y Arcadi Gaydamak, estos últimos como principales acusados. El hijo del presidente galo fue acusado y condenado por tráfico de influencias y por cobrar comisiones millonarias derivada de esta venta de armamento soviético.

Y es que todo este tinglado, montado con participación de la CIA e incluyendo la entrada en combate de mercenarios franceses, estaba dirigido al enriquecimiento de unos pocos y al beneficio de grandes empresas francesas, como la petrolera Elf, con enormes intereses en la extracción petrolífera en África, dispuestas a apoyar a los sucesivos presidentes franceses, como De Gaulle, Chirac, Pompidou o Mitterrand. Ello incluía, como se demostró precisamente en el caso Elf-Total-Fina, el tráfico de armas y otras actividades ilícitas relacionadas con el juego, la corrupción y el tráfico de influencias.

También en los años noventa, militares franceses participaron de forma directa en el genocidio de Ruanda, cuando el ejército ruandés (hutu) masacró a cerca de un millón de tutsis y hutus moderados. No sólo sabían perfectamente que se estaba preparando un genocidio, sino que formaron a los soldados ruandeses en las técnicas necesarias para asesinar a los tutsis, participaron en las maniobras y luego, mediante la Operación Turquesa, ayudaron a los asesinos a escapar del país.

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Fuente: http://www.guinguinbali.com/index.php?lang=es&mod=specials&task=view_special_new&cat=3&id=749