Las capas desfavorecidas de este pueblo luchan diariamente en las empresas, los barrios de las ciudades y pueblos para intentar recuperar la parte de sus conquistas sociales derivadas de la contrarrevolución liberal de los treinta últimos años. Periodista y escritor, Hocine Belalloufi trabaja desde hace cerca de veinte años en la prensa argelina y colabora […]
Las capas desfavorecidas de este pueblo luchan diariamente en las empresas, los barrios de las ciudades y pueblos para intentar recuperar la parte de sus conquistas sociales derivadas de la contrarrevolución liberal de los treinta últimos años.
Periodista y escritor, Hocine Belalloufi trabaja desde hace cerca de veinte años en la prensa argelina y colabora actualmente en el semanario en línea La Nation. Es el autor de dos ensayos. El primero, publicado en Argel en 2008 en las ediciones Lazhari Labter, se titula Le Grand Moyen-Orient, guerres ou paix?
El último ensayo, coeditado por las ediciones APIC y Lazhari Labter se titula La democratie en Algerie, réforme ou révolution?
Una entrevista en el periódico El Watan permite conocer algunas de sus opinones:
El Watan: Estima usted que las reformas socialistas de Huari Bumedián permitieron reforzar a la burguesía privada industrial…
Hocine Belalloufi: Yo no califico las reformas de Huari Bumedián como socialistas. Explico que, al contrario, fue el arquitecto del desarrollo del capitalismo de estado en Argelia. El golpe de estado del 19 de junio de 1965 se produjo justamente para frenar el movimiento que, desde el exterior del régimen (movimiento autogestionario, UGTA, UNEA histórica…) y también desde el interior (corriente de izquierdas del FLN reforzada por su fusión con el Partido Comunista argelino), planteaba una orientación realmente socialista. La burguesía privada también se reforzó mediante el enriquecimiento de miembros de la burguesía de estado (directores y cuadros de sociedades nacionales, altos cargos del estado y miembros de la burocracia política y administrativa) y su paso ulterior, social o, al menos político, a las filas de la burguesía privada.
Escribe usted que fue el ENP (Ejército Nacional Popular) quien contribuyó a la formación de la élite burguesa y la pequeña burguesía en Argelia ¿Cómo lo explica?
La alta jerarquía militar ha proporcionado capitalistas privados. De 1968 a 1971, oficiales superiores del ENP así como altos funcionarios del FLN y del estado fueron jubilados con sustanciales subvenciones. Muchos de ellos constituyeron medianas y grandes unidades industriales en los sectores del textil, los plásticos y cosméticos, del BTP… Pero esto no implicaba más que a una minoría. No olvidemos que el proyecto de Bumedián era crear una verdadera burguesía nacional y no una burguesía compradora, simple agente de intereses extranjeros.
En su opinión, la razón de la crisis actual sería una fractura entre las clases dominantes.
La crisis argelina es de hegemonía, pues la crisis del capitalismo de estado ha provocado una contestación del papel dominante de la burguesía de estado por parte de sus aliados privados y grandes propietarios de la tierra. Esta crisis de hegemonía va a traducirse en una crisis del régimen político.
¿Este conflicto de clases impide la democratización del régimen?
La crisis de hegemonía tiene un triple carácter. El primero, que le da su particularidad, conlleva una lucha política intensa entre las propias clases dominantes. Durante los treinta primeros años de la independencia, esta lucha opuso esencialmente, en el seno del régimen, el ala burocrática, que defiendía los intereses de la burguesía de estado, al ala liberal que representaba los intereses de la burguesía privada y que se ha reforzado cada vez más a lo largo de los años. El segundo aspecto es una ofensiva contra las clases explotadas y dominadas: puesta en cuestión del proyecto de desarrollo nacional y de las conquistas sociales desde el comienzo de los años 1980, control de la UGTA… El tercero se traduce en una autonomización política de la pequeña burguesía que se ha convertido en un actor político que persigue sus propios objetivos. En Argelia, este actor.es el islamismo
La victoria del ala liberal y el desmantelamiento sistemático del sector estatal están minando las bases mismas de la existencia de una burguesía de estado. Pero la debilidad social y política de la burguesía privada van a impedirle logarar de forma duradera su hegemonía sobre el bloque social dominante. La política liberal va a romper el consenso social relativo que existía desde los tiempos del proyecto de desarrollo nacional. Sin embargo, y contrariamente a lo que afirman de forma puramente teórica y perentoria los ideólogos neoliberales, es imposible democratizar cuando se rompe el consenso social. Democracia no rima con liberalismo. Basta con observar cómo la democracia es atacada por los poderes neoliberales en Europa y en Québec.
Usted denuncia el giro ultraliberal impuesto por el presidente Buteflika ¿Cuáles son los riesgos de tal política?
La política ultraliberal de Abdelaziz Buteflika se inscribe en la continuidad de la política del infitah (liberalización o paso a la economía de mercado) emprendida desde 1980. Constituye su prolongación y una aceleración. Las consecuencias palpables, y no simplemente los riesgos, de una política así son la desindustrialización y la promoción de una economía de bazar. La parte de la industria en el producción interior bruta ha pasado de más del 25% a comienzos de los años 1980 al 5% de hoy…
Joyas de la Argelia independiente, como El Hadjar y sus minas, Asmidal, Sidal… han sido malvendidas a las multinacionales que roban las riquezas del país y le obligan a importar lo que anteriormente producía. Los hidrocarburos han estado a punto de ser malvendidos. Empresas importantes como Simas han sido liquidadas…
Afirma usted que «las condiciones, en particular las subjetivas, no están aún reunidas para un cambio de régimen» ¿A qué condiciones subjetivas alude?
Hago referencia al movimiento popular y a la oposición política. El movimiento popular es aún débil en Argelia. Las masas luchan (huelgas en las empresas privadas y públicas, revueltas en los pueblos y barrios de las ciudades), pero esas luchas siguen siendo locales, atomizadas, a menudo espontáneas.
Se trata más de reacciones que de acciones y están generalmente desorganizadas o mal organizadas…
La oposición, por su parte, incluyendo a todas las tendencias, no presenta alternativas creíbles a ojos del pueblo. Carece de estrategia. Sabe a dónde quiere ir: democracia, república islámica, socialismo… Pero no ha llegado hasta ahora a definir una estrategia, es decir, a explicar qué camino emprender para alcanzar su objetivo.
Una gran parte de esta oposición se encuentra por otra parte desfasada respecto a la evolución de la sociedad argelina, cuyos contornos de clase son ahora más pronunciados tras el paso a la economía de mercado. De ahí la aparición, al lado de esta oposición formal, de una oposición orgánica no estructurada. Una liberal compradora alrededor de ciertos pequeños partidos, de periódicos privados, de asociaciones patronales, de empresas de comunicación…La otra popular y nacional alrededor de los sindicatos autónomos, de ciertos partidos, de periódicos, de asociaciones que expresan los intereses de las capas populares. Está en marcha una recomposición política en profundidad.
Evocando el cambio en la región árabe, invoca usted la «prudencia» del pueblo argelino ¿Cómo lo explica?
Las capas desfavorecidas de este pueblo luchan diariamente en las empresas, los barrios de las ciudades y pueblos para intentar recuperar la parte de sus conquistas sociales derivadas de la contrarrevolución liberal de los treinta últimos años: 2000 empresas disueltas, más de 500.000 despedidos, paro masivo, pérdida del poder de compra… Estas categorías populares no apoyan al poder, como han demostrado la abstención en las últimas elecciones y el débil resultado de los partidos del poder (FLN, RND y MSP). Pero tampoco están dispuestas a salir a la calle para desafiar al poder, edificar barricadas y asumir el riesgo de morir cuando no existe proyecto político alternativo creíble en el que puedan, con o sin razón, reconocerse. Libertad política, sí, pero con soberanía nacional y justicia social, no con sumisión y miseria. Hay que rechazar a la vez el statu quo y el aventurerismo.
Traducción: Faustino Eguberri para VIENTO SUR