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De la triple ignorancia del señor Florentino a ZP

Fuentes: Rebelión

No hay espacio en unas pocas líneas para resumir la Crítica de la Razón Práctica del filósofo ilustrado Inmanuel Kant (1724-1804) pero lo que sí creemos que podemos hacer es presentar sucintamente la idea elemental de esa obra para después tratar, también de forma muy breve, de la «polémica» abierta entre Florentino Pérez, presidente del […]

No hay espacio en unas pocas líneas para resumir la Crítica de la Razón Práctica del filósofo ilustrado Inmanuel Kant (1724-1804) pero lo que sí creemos que podemos hacer es presentar sucintamente la idea elemental de esa obra para después tratar, también de forma muy breve, de la «polémica» abierta entre Florentino Pérez, presidente del Real Madrid, y José Luis Rodríguez Zapatero alias ZP, presidente del gobierno de España. La polémica, como ha trascendido y ya es conocida por todos los españoles, tiene su base en la siguiente afirmación de Florentino: «No me molesta que se tilde de inmoral el fichaje de Cristiano, es fruto de la ignorancia». No obstante, advertimos al lector de que si es avispado podrá percatarse rápidamente de que lo que nos interesa realmente no es ni Florentino ni ZP, ni tan siquiera los cruces de declaraciones surgidos entre ellos en sí mismos, sino hacer explícitas ciertas problemáticas que permanecen implícitas en la polémica entre ambos.

La idea central de la aludida obra de Kant tiene que ver, precisamente, con la noción de moral. De forma sintética: Para el filósofo de Königsberg, moral es el acto que se adecua por deber a una Ley, esto es, a una máxima generalizable a todos y que a su vez se derive del estricto orden de la razón. Es generalmente conocido que dicha Ley para Kant es el famoso Imperativo Categórico. De aquí se sigue, además, que los actos morales serán autónomos pues se deriva de la razón misma. A un mismo tiempo de la noción de moral se sigue su reverso, a saber, la noción de inmoral que, resumidamente, es todo acto que o bien no se ciñe a la Ley por deber sino de manera oportunista o bien responde a intereses particulares y contingentes. Por supuesto, los actos inmorales son heterónomos, no dependen del orden estricto de la razón sino, precisamente, de uno u otro objeto externo de orden empírico (saciar un determinado apetito, obtener cierto placer, etc.). Consideramos que con esto tenemos más que suficiente para abordar ahora la famosa polémica Florentino-ZP.

El presidente del Real Madrid, con su expresión que hemos citado más arriba, nos da a entender que sólo desde la ignorancia se puede tildar de inmoral el fichaje de Cristiano por la módica cantidad de… ¡96 millones de euros! Sobre la base de sus últimas declaraciones -realizadas en varios programas deportivos tras ser elegido por segunda vez presidente del club madridista y también por la entrevista que se le hace en Público el 17 de Junio de 2009- suponemos, de forma fundada, que se refiere a la ignorancia de aquellos que no entienden o, sencillamente, obvian que el pago de dicha cantidad es una inversión económica de futuro, a saber, es una compra de cierto valor que pasado el tiempo rendirá un valor superior. Dicha posición es muy propia de un empresario como el señor Florentino en la medida que pone de manifiesto la incapacidad para entender por «moral» otra cosa que rebase o se ubique en un espacio ajeno al circunscrito por el marco estrecho de la racionalidad económica, la rentabilidad económica entendida en términos capitalistas si se quiere, o dicho de una manera más clásica, la revalorización del valor. En definitiva, ¿a qué se reduce la noción de moral para el señor Florentino? ¡A hacer negocio!

Ahora bien, independientemente de esta miopía propia del capitalista, nosotros tenemos la obligación de preguntarnos kantianamente: ¿El acto en sí del presidente del Real Madrid es moral o es inmoral? La respuesta nos la ofrecen esos mismos argumentos que el señor Florentino no se cansa de esgrimir para defenderse en los medios de comunicación. Si, de acuerdo a la noción de moral kantiana que hemos descrito someramente, moral jamás puede ser el acto que responde a uno u otro interés particular, ni acto alguno que sea determinado por un objeto de deseo exterior a la razón misma, entonces el señor Florentino, en la medida, que actúa con vistas a revalorizar valor, esto es, movido por las ganas de hacer de su empresa negocio, su acto es estrictamente inmoral. El señor Florentino actúa de forma heterónoma, sus acciones no se adecuan a Ley racional alguna, no son racionalmente autónomos, sino que, por el contrario, dependen de un factor ajeno a la razón, que es exterior a ella, a saber, colmar su apetito de valor o, mejor dicho y para ser más exactos, saciar la sed de valor de su empresa. La única racionalidad que gobierna los actos del señor Florentino es, por tanto, la racionalidad objetivada del capital. Con estos razonamientos puede deducirse que, efectivamente, el señor florentino como todos los empresarios en tanto que empresarios carecen de moral, y ello, esto es importante, no porque Florentino sea Florentino, o porque el empresario futano sea futano, sino porque Florentino en tanto que capitalista y futano, mengano o perengano en tanto que capitalistas jamás podrán actuar, si no quieren dejar de ser lo que son, a saber, capitalistas, de acuerdo a otra máxima que no sea la de hacer negocio. El capitalista es un esclavo del valor, vive por y para el valor, para su revalorización, de aquí que su voluntad sea determinada de forma heterónoma, esto es, por un objeto externo a la razón.

La cuestión que planteamos aquí es mucho más profunda de lo que puede parecer a primera vista. Ya Marx, hace casi siglo y medio, descubría en su obra El Capital esa estructura que hace de la sociedad moderna eso que es, a saber, la sociedad capitalista. Dicha estructura, esto es, la estructura capitalista, por un lado, divide el espacio en los lugares del «capitalista», el «obrero», el «banquero», etc. y, por otro, define las prácticas correspondientes a esos mismos lugares: el que ocupe el lugar del capitalista si quiere seguir siendo capitalista tendrá que gestionar el capital con vistas a incrementarlo, el obrero sino quiere pasar a ser obrero parado tendrá que trabajar hasta cubrir el valor correspondiente a su manutención y un buen rato más que produzca un plus de valor que, justamente, venga a revalorizar el valor. Son esos lugares de la estructura los que, en la medida que nos toman, hacen de unos u otros individuos eso que son, a saber, «capitalista», «obrero», «banquero», etc. Y el drama aquí reside justamente en que, en general cualquier capitalista por el mero hecho de ser capitalista, o en particular Florentino por el mero hecho de ser capitalista, siempre que no quieran dejar de ser eso que son, a saber, capitalistas, deberán llevar a término toda una seria de prácticas que, precisamente, hacen de ellos seres completamente inmorales, seres heterónomos, esclavos de ese objeto-causa del deseo tan particular que Marx denominaba con el término plusvalía. La clave, por tanto, está en que es el propio capitalismo, concretamente la estructura que lo define, la que hace de ciertos individuos seres del todo inmorales.

Con estos razonamientos estamos llegando a la conclusión de que no es ya que el señor Florentino sea ignorante sino que lo es por partida triple, su ignorancia es triple: Primero, no sólo no sabe qué es moral y que no es moral sino que, además, y esto sonroja a cualquiera, se atreve implícitamente a reducir los actos morales a aquellas prácticas encaminadas a hacer negocio; segundo, desconoce la estructura que hace de él eso que precisamente es, a saber, capitalista, y, en consecuencia, con toda seguridad, tampoco se atrevió jamás a preguntarse por qué, cada mañana, cuando se levanta y se dirige a su empresa, actúa como actúa; y tercero, porque ni tan siquiera vislumbra que él, desgraciadamente, no puede ser otra cosa que un ser inmoral en virtud del lugar que ocupa en la estructura, a saber, el lugar del «capitalista».

Pero lo más escandaloso no es ya la triple ignorancia de Florentino sino la posición que ha adoptado del presidente del gobierno Jose Luis Rodríguez Zapatero respecto al fichaje de Cristiano en particular y sobre la propuesta concreta del coordinador general de Izquierda Unida (IU), Cayo Lara, de poner un tope a los sueldos de los altos ejecutivos de las empresas, así como a las astronómicas cantidades que se pagan en los fichajes de los futbolistas. No nos parece sorprendente a estas alturas que Florentino actúe como actúa, a saber, como capitalista; lo que es realmente bochornoso, aunque tampoco nos asombra demasiado todo sea dicho, es que nuestro presidente no actúe como debería actuar de acuerdo con el lugar que ocupa, a saber, el de presidente del gobierno. Florentino es capitalista y su práctica va dirigida a revalorizar el valor de su empresa, normal; ZP es el presidente del gobierno pero no gobierna, ¡asombroso! Nuestro presidente, en una clara alusión a Caja Madrid, entidad financiera que ha facilitado el préstamo al Real Madrid para el famoso fichaje de Cristiano, que debe ser el sector privado el que decida si es rentable o no ceder ciertos créditos, que nos mentalicemos, ¿alusión a Cayo?, que lo que hay es lo que hay, a saber, que tenemos una sociedad de libre mercado. La pregunta clave aquí es: ¿Rentable para quién? ¿Caja Madrid decidirá en función del bienestar de los españoles en general o de acuerdo al interés del sector privado? Zapatero, al menos en teoría, por el lugar que ocupa, debería gobernar pero su posición política pone de manifiesto de forma escandalosa hasta qué punto está completamente incapacitado para gobernar y ello porque gobernar es precisamente, como ya nos enseñara Platón en su obra la República, salvaguardar muy bien el lugar de la ley y del gobierno de la intromisión del interés particular para que así puedan estar siempre al servicio de la República, esto es, de la ciudad-Estado. El gobierno si es gobierno actúa y legisla bajo criterios universales y necesarios sometiendo, ¡incluso eliminando!, si fuere necesario y conveniente, los intereses particulares. Nuestro presidente, por tanto, desde el preciso momento en que sacraliza como intocables los sueldos de altos directivos, el mercado, los intereses del sector privado, etc., no sólo abdica de la política sino que apuesta por seguir agarrado al hilo neoliberal que nos abandonas a la lógica del capital, una lógica que por sí sola ya sabemos a dónde conduce: al atolladero de la crisis económica. La posición de ZP, en definitiva, expresa algo que lamentablemente ya sabíamos muchos trabajadores de este país, a saber, que el gobierno del Estado no es más que el «gobierno» que decide lo que de antemano ya ha decidido el desgobierno del capital, que es el «gobierno» que abandona lo que de acuerdo a derecho es su lugar para dejar que vengan a ocuparlo los intereses particulares y contingentes de las empresas y los bancos nacionales e internacionales.

Notas:

«Muchos presidentes me mandaban mensajes de ‘Florentino, vuelve, te necesitamos'»

http://www.publico.es/deportes/232845/presidentes/mandaban/mensajes/deflorentino/vuelve/necesitamos

Caja Madrid justifica el crédito al Real Madrid porque «da espectáculo»

http://www.publico.es/deportes/232927/caja/madrid/justifica/credito/florentino/dado/bara

Zapatero dice que el precio del fichaje de Ronaldo le parece «excesivo»

http://www.lavozdegalicia.com/deportes/2009/06/17/00031245245302783291851.htm