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La izquierda. ¿ Una guerra más ligera y apacible?

¿De qué va realmente la guerra «contra el terrorismo»?

Fuentes: Rebelión

Traducido para Rebelión por Felisa Sastre

Con el apoyo a la guerra de Irak cayendo en picado ante el referéndum constitucional impuesto este mes en Irak, George W. Bush ha recurrido a su viejo truco de intentar vincular la ocupación estadounidense con los atentados del 11 de septiembre y la «guerra contra el terrorismo».

«Los terroristas consideran Irak el frente fundamental de su guerra contra la humanidad», decía Bush el 6 de octubre en una reunión de la National Endowment for Democracy (NED), «y debemos reconocer que Irak constituye nuestro frente principal en la guerra anti-terrorista».

Una fundación subvencionada por el gobierno, la NED, ha trasvasado dinero a los movimientos políticos partidarios de Estados Unidos en todo el mundo desde los años 80, y últimamente a aquellos implicados en «revoluciones» preparadas con antelación, que han derribado a los gobiernos de Ucrania, Georgia y Kirguizistán . Bush describió el papel de Estados Unidos en Irak como otro ejemplo de «promoción de la democracia» y, asimismo, aludió al 11 de septiembre y a la «buena» campaña en Afganistán para contener las críticas crecientes sobre la política exterior de Washington y las intervenciones militares estadounidenses.

Aludir a la «guerra contra el terrorismo» vinculada con Irak, no siempre ha ayudado a Bush a cambiar las tendencias de las encuestas de opinión. Sin embargo, la Casa Blanca ha conseguido preservar entre republicanos y demócratas el consenso en política exterior sobre el uso ofensivo- y cuando sea necesario- preventivo de la fuerza militar.

Así, halcones demócratas y aspirantes a la presidencia como los senadores Joe Binden y Hillary Clinton siguen los pasos de Kerry y tratan de superar a Bush como campeones de «la seguridad nacional». Incluso algunos sectores del movimiento pacifista son reacios a considerar la ocupación estadounidense de Irak como un eslabón de una maniobra imperial mucho más amplia para controlar el estratégico corredor que va desde el Mediterráneo a Asia Central.

Esta actitud ayuda a crear el espacio político para que Bush, y también los demócratas que apoyan la guerra, hagan uso de la islamofobia para contrarrestrar sus críticas. «Nuestro nuevo enemigo, al igual que ocurría con la ideología comunista, tiene objetivos totalitarios», afirmó Bush en su discurso a la NED, «sus líderes pretenden que se les considere la parte perjudicada; que representan a los pobres contra los enemigos imperiales. La verdad es que tienen ambiciones infinitas de dominación imperial, y desean convertir el mundo entero en pobres, con la excepción de ellos mismos.

Lamentablemente, algunas gentes de la izquierda todavía utilizan una retórica semejante, «Al-Qaeda es clásicamente imperialista, y trata de subvertir el orden social establecido, y reemplazar las infraestructuras culturales e institucionales de sus enemigos con una autocracia jerárquica (de inspiración divina) para escribir el próximo capítulo de la historia humana a su imagen y semejanza», escribe el periodista Sasha Abramsky.

Su trabajo, titulado «Nuestro problema es Al-Qaeda», es el artículo de fondo del número de octubre de The Progressive, una revista que durante décadas se ha significado por su política fundamentalmente pacifista. La portada sólo puede definirse como racista: Bin Laden como un gigante negro con turbante y blandiendo una enorme cimitarra mientras golpea a un escuálido hombre blanco con dos espadas mucho más pequeñas.

Así que, a pesar de los desmanes de los soldados estadounidenses las ciudades iraquíes de Faluya, Tal Afar y Ramadi; de la farsa del referéndum constitucional; de la amplia difusión de los documentos sobre las torturas e incluso de la muerte de presos en

las cárceles militares estadounidenses; de las historias divulgadas en todo el mundo sobre el Gulag secreto de Estados Unidos ; de sus amenazas contra Siria e Irán, y de la caída vertiginosa del apoyo a la guerra en Irak, The Progressive ha elegido este momento para ofrecernos a Abramsky actuando como un sargento de reclutamiento para ir a «una guerra justa contra el terrorismo».

Sobre este asunto, Abramsky argumenta que «los progresistas tienen que establecer los términos del debate en lugar de seguir siempre el juego de los conservadores». Apoya la «detención preventiva» para los sospechosos de terrorismo, mientras mantiene una parafernalia democrática como la de los «juicios rápidos»- como si uno pudiera ser llevado ante un tribunal por un delito que todavía no ha cometido.

Abramsky pasa por alto la verdadera historia del Islam político, creado desde los años 50 hasta los 70 por el gobierno de Arabia Saudí y respaldado por Estados Unidos, como baluarte contra el nacionalismo laico y la izquierda en Oriente Próximo. Abramsky, sin duda, conoce que la CIA facilitó dinero, armas y misiles a la resistencia afgana- incluido Osama Bin Laden- en su guerra contra la ocupación rusa del país en los años 80.

Si la corriente islámica de Bin Laden tiene algún atractivo es porque los jóvenes musulmanes crecen bajo regímenes represivos apoyados por Estados Unidos y se enfrentan a las terribles perspectivas económicas que ocasionan las órdenes del Fondo Monetario Internacional y del Banco Mundial.

A todo ello hay que añadir una década de sanciones asesinas a Irak; las muertes de 100.000 iraquíes y de casi 2.000 soldados estadounidenses desde el inicio de la invasión; una guerra civil de baja intensidad, alimentada por las autoridades ocupantes; la desaparición de 8.000 millones de dólares con el gobierno iraquí nombrado por Estados Unidos; y la prevista venta de la industria petrolífera del país a corporaciones estadounidenses y occidentales. Además del apoyo de Washington al Muro del Apartheid de Israel en Cisjordania, y la presencia de las tropas estadounidenses en Arabia Saudí.

Abramsky prescinde de todo esto como si no tuviera nada que ver con los atentados del 11 de septiembre ni con las bomba del metro de Londres , y acepta en la práctica las retóricas explicaciones de Bush: «¿por qué nos odian?

«En efecto», escribe, «lo que, al parecer, Al-Qaeda odia más de «Occidente» son sus mejores virtudes: el pluralismos, el racionalismo, la libertad individual, la emancipación de las mujeres, la franqueza y el dinamismo social que suponen el legado más importante de la Ilustración. Estos valores son el contrapunto al tiránico código social idealizado por Al-Qaeda y por los grupos cercanos a ella como los Talibán afganos.

A la vista de las políticas estadounidenses actuales, la hipocresía de todo esto asombrosa: ¿ se puede describir como racional a la sociedad estadounidense, en la que la teoría de la evolución está sometida a continuos ataques por parte de los poderosos fundamentalistas cristianos?

En cuanto a la «libertad individual», en Estados Unidos siempre ha existido una enorme brecha entre lo que se dice en la Constitución y la realidad política de la discriminación racista, en particular en la época de la Patriot Act, de las detenciones y deportaciones de árabes y musulmanes y de otras medidas en pos de «la seguridad nacional».

Respecto a la «emancipación de las mujeres» nunca se ha conseguido en la realidad, algo que resulta evidente tras el ataque al derecho de las mujeres a abortar. ¿Dinamismo social? Abramsky, de algún modo, no tiene en cuenta la polarización económica y de clase que existe en Estados Unidos, y que ha ocasionado la reducción de los salarios reales, el aumento de los índices de pobreza y la mayor concentración de la riqueza en las clases altas desde los años 20.

Abramsky puede que haya ido más allá de lo que lo hacen la mayoría, pero otros liberales y progresistas aceptan al menos parte de su planteamiento. Están equivocados.

La guerra contra el terrorismo de Estados Unidos no es nada más que una justificación ideológica de la proyección agresiva del poder imperial estadounidense en el exterior- y una represión para cualquier desafío serio al sistema que pudiera producirse en casa. Las diatribas islamófobas son una forma de encubrir esta realidad.

Lo que tiene que hacer el movimiento pacifista no consiste en reconducir la guerra contra el terrorismo para que sea más efectiva, sino en oponerse a ella.

Lee Sustar, es colaborador habitual de Counterpunch y de Socialist Worker. Su dirección es : [email protected]

http://www.counterpunch.org/sustar10222005.html