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Declaración de la posición de la Lista Nacionalista Árabe sobre el asesinato de Mu’amar al-Gadafi, de sus camaradas, de Libia, y de la conciencia árabe

Fuentes: Free Arab Voice

Traducido del ingles para Rebelión por Loles Oliván

Hay dos cuestiones que han resultado ciertas: primero, que Gadafi y sus camaradas fueron asesinados cuando hacían frente a la OTAN, a los mercenarios y a las fuerzas colaboracionistas que controlan mar, tierra y aire. Agradecemos a Dios que haya concedido al hermano mártir y líder, Mu’amar al-Gadafi, a su hijo, a sus camaradas, soldados y ciudadanos compañeros de lucha, el honor del martirio en un combate heroico: a todos llega la muerte tarde o temprano, pero afortunado es aquel que alcanza una muerte honorable.

Y en segundo lugar, que las ratas de la OTAN han matado al hermano Gadafi, a su hijo Mu’tasim y a sus camaradas, de una manera característicamente brutal, estando heridos y encarcelados. Si esas ratas traidoras hubieran contado con un ápice de honor o moral no habrían matado a un prisionero herido. Sin embargo, su moral, así como las instrucciones de la secretaria de Estado estadounidense Hillary Clinton -dictadas públicamente dos días antes- les ha permitido llevar a cabo esos brutales y vergonzosos asesinatos.

Esa brutal matanza de heridos y capturados no habría sido posible si no fuera por el seguimiento y las indicaciones provistas por la inteligencia y la capacidad aérea de la OTAN. Este crimen recae sobre todos los que han participado en él, desde el mando militar de la OTAN a la dirección política de los Estados que han contribuido a la agresión contra Libia: de la UE, de Estados Unidos, de Turquía, de los países «árabes» del Consejo de Cooperación del Golfo, y de otros regímenes compradores. De haberse visto tanta brutalidad y maltrato ejercidos contra judíos u occidentales, no hubiéramos dejado de oír la letanía de los «Derechos Humanos», «el Estado de Derecho» y la «Pena justa», que se hubieran usado como pretexto para bombardear y masacrar naciones enteras.

Lo que ha ocurrido en Libia este año es una agresión imperialista no provocada contra la Nación Árabe, contra África y contra el mundo islámico y el tercer mundo. Antes que una agresión contra su liderazgo político, ésta es una agresión contra Libia en tanto que país, pueblo, símbolo y potencial. Lo que ha ocurrido con el mártir Gadafi es lo mismo que ocurrió con el mártir árabe Sadam Husein y con sus compañeros, y por razones similares. Traemos a la memoria que Gadafi fue uno de los pocos dirigentes que condenó públicamente el asesinato del presidente Sadam Husein. En ambos casos, la soberanía y la dignidad de Estados independientes, así como de toda la Nación Árabe, fueron violadas de la manera más flagrante, a plena luz del día, asesinando a sus dirigentes políticos. El enfrentamiento entre tribus o entre regiones que hoy en día amenaza a Libia-inducido por las potencias imperialistas- no será menos mortal ni menos desastroso que la violencia sectaria provocada en Iraq.

Apuntar contra Libia por su riqueza, su ubicación, su exitoso modelo de justicia social, de desarrollo e independencia, así como por su generoso apoyo a otros países y movimientos de liberación, no es más que una versión «coloreada» de lo que se aplicó en Iraq. Lo que ha ocurrido en Libia no ha sido una revolución popular sino un golpe de Estado patrocinado por la OTAN, mediante una devastadora intervención armada y una contrarrevolución que nada tiene que ver con el gran pueblo libio. La nueva «democracia» libia, si es que se permite que enraíce, será una copia de la «democracia» iraquí post Sadam Husein, con «elecciones» controladas, al igual que todo lo demás, por el imperialismo mediante su presencia militar y de otros tipos en nuestra patria.

Lo mismo ocurre con la intervención directa e indirecta en Siria y en otros lugares, ya sea a través de sanciones, de bloqueos, de subversión armada, o de hostiles campañas llenas de mentiras en los medios de comunicación, pues tal intervención es sólo el primer paso para erradicar lo que queda del proyecto de liberación nacional que estableció un baluarte para nuestra Patria Árabe en los años cincuenta y sesenta del siglo pasado. La nefasta alianza entre los Hermanos Musulmanes y otros llamados islamistas, liberales árabes, las reaccionarias monarquías árabes del Golfo, la OTAN, y los sionistas, está empeñada en volver a fragmentar y remodelar nuestra región, y su objetivo es que nuestros países vuelvan a la era de la pre-independencia, esta vez envuelta en un ropaje constitucional y democrático, quebrando las identidades nacionales, e incluso sub-nacionales, bajo el pretexto de los derechos de los «ciudadanos», de las «minorías» u otros.

Es en este contexto en el que debemos entender el vergonzoso asesinato de Gadafi y de sus camaradas. Está claro que el dirigente de la revolución Al-Fatah, de 6 de septiembre de 1969, el líder que proporcionó a un Estado de África el más alto nivel de vida del continente después de haber sido el más pobre y una base para el colonialismo europeo y estadounidense, ha sido asesinado a manos de la OTAN y de sus ratas mientras luchaba por su país y por la humanidad hasta el final.

Y como si ese crimen no fuera lo suficientemente indigno, lo que resulta aún más repugnante es el modo en que hemos visto y escuchado justificar e incluso celebrar este delito dentro del Mundo Árabe.

¿Cómo es posible que esto haya ocurrido realmente? Incluso aunque se tratara de un dirigente árabe que nunca hubiera contribuido a la lucha anti-imperialista, que nunca hubiera expulsado a los estadounidenses de la imponente Base Aérea de Wheelus, y que nunca hubiera llevado a cabo reformas populares, ¿sería apropiado aceptar y mucho menos celebrar su derrocamiento y asesinato mediante la invasión imperialista? Aunque no siempre estuvimos de acuerdo ni aprobamos las posiciones ni las ideas del Coronel Gadafi, las cuales, de hecho, muchas veces criticamos, nunca lo utilizaríamos como argumento para ser arrastrados tras una agresión contra Libia, o para aceptar estar en la misma trinchera que el enemigo.

Muy al contrario, justificar o simplemente «comprender» el asesinato de Mu’amar al-Gadafi en este contexto de agresión imperialista contra Libia y contra la Nación Árabe sirve para justificar ante el mundo entero cualquier futura agresión extranjera en contra de cualquier Estado árabe -cuandoquiera que los imperialistas invoquen ciertas consignas sobre «derechos humanos» o «protección de la población».

Y si hoy estamos de luto por la muerte de un dirigente árabe martirizado en la batalla, un líder que prometió permanecer y luchar por su tierra, combatir hasta la victoria o el martirio, un líder que ha cumplido su promesa asegurándose un lugar glorioso en la historia de los árabes, no sentimos tristeza sino el orgullo de su heroísmo. Sin embargo, sí que nos entristece la pérdida de la conciencia que ha permitido que muchos saluden y «celebren» una agresión imperial contra nuestras tierras y los asesinatos sangrientos que tienen como objetivos a nuestros intelectuales, a nuestras figuras públicas, y a sus familias.

Que quede claro que la historia no tendrá piedad con los débiles de mente, y que esta es una época en la que se pone al descubierto de qué están hechos los pueblos y cuál es su posición; nadie escapará a ser enjuiciado. El núcleo de la verdadera conciencia árabe sobrevivirá a la arremetida de la ofuscación mediática y de los petrodólares, y una nueva generación de mujeres y hombres árabes llenos de ira y venganza no perdonará ni olvidará a quienes utilizan las consignas de la religión y de los «derechos humanos» en contra de la Nación.

Hoy en día queda nuevamente claro, a la sombra de la alianza de islamistas y liberales con la OTAN y con los compradores árabes, que sólo la corriente nacionalista radical, la corriente de los dirigentes nacionalistas, de los mártires, y de la calle nacionalista, constituye la verdadera esperanza de la Nación Árabe y la verdadera amenaza para sus enemigos. Porque es la única corriente con un proyecto para el futuro, profundamente enraizada en nuestro legado, y la única con un compás verdadero que ni se desvía, ni vacila, ni hace tratos con los enemigos de la Nación. Por ello, esta corriente nacionalista es la única contra la que se apunta a fin de erradicarla totalmente.

Hoy no podemos permitimos el lujo de renunciar o de ponderar excesivamente. Es el momento de despertar, de erigirse, de resistir y de prepararnos para el inevitable y permanente asalto imperialista. Es evidente que este asalto seguirá en aumento después de haber logrado invadir y destruir Iraq y Libia, y de haber conseguido incluso cosechar y construir apoyos a estas agresiones.

Y a los que han coreado este crimen, les decimos: ¡Adelante, vitoread la muerte de un combatiente que no temió a vuestros amos, como hacéis vosotros, y que no se rindió! Si se hubiera rendido, lo hubierais aclamado como a un héroe. Os despertareis cuando ya sea demasiado tarde y con mucho pesar. Nuestros hermanos y hermanas de África, de Latinoamérica y del Sudeste asiático han mostrado mucha más conciencia y lealtad que vosotros al comprender correctamente lo que estaba sucediendo y permanecer al lado de Libia. A ellos, a los Amasigh, y a los verdaderos anti-imperialistas de todo el mundo, nosotros, nacionalistas árabes, les tendemos nuestras manos.

Que Dios dé la gracia a nuestro mártir Gadafi, y a la OTAN y a sus colaboracionistas y agentes, la condena eterna.

Larga vida a Libia

Larga vida a la Nación Árabe

Muerte a los traidores

Lista Nacionalista Árabe  es un foro de discusión de nacionalistas árabes anti-imperialistas y anti-sionistas. No es una organización ni un partido político, sino una corriente que incluye a activistas y escritores árabes de diferentes procedencias ideológicas -naserista, baasista, de izquierda o islamista- siempre y cuando abracen el objetivo de la unidad árabe, la liberación, y el renacimiento. La mayoría de los miembros de la LNA son independientes. Algunos están afiliados a partidos nacionalistas árabes. En muchas ocasiones, los miembros de la LNA se han unido para la movilización sobre el terreno en forma de protestas, como ha sido frecuentemente el caso de Jordania. La LNA ha emitido numerosas declaraciones con anterioridad y en relación a muy diversos asuntos. La forma en que se elaboran sus declaraciones funciona mediante la presentación de propuestas que se presentan a la lista; si una propuesta es aprobada, el borrador se remite de nuevo al grupo y queda sujeto a modificaciones, supresiones y adiciones. Por lo tanto, esta declaración sobre Libia, por ejemplo, no ha sido redactada por una sola persona o en una sola sesión, sino a lo largo de varios días, y refleja fielmente la posición y el sentir de centenares de los miembros de la LNA.