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Discurso de Fidel Castro en el 51 Aniversario del asalto al cuartel Moncada. Universidad Central de las Villas.

«Dedicaré mis palabras a un personaje siniestro que nos amenaza, nos insulta y nos calumnia»

Fuentes: Rebelión

Discurso pronunciado por el Comandante en Jefe Fidel Castro Ruz, Primer Secretario del Comité Central del Partido Comunista de Cuba y Presidente de los Consejos de Estado y de Ministros, en el acto por el 51 aniversario del asalto a los cuarteles Moncada y «Carlos Manuel de Céspedes», efectuado en la Universidad Central de Las […]

Discurso pronunciado por el Comandante en Jefe Fidel Castro Ruz, Primer Secretario del Comité Central del Partido Comunista de Cuba y Presidente de los Consejos de Estado y de Ministros, en el acto por el 51 aniversario del asalto a los cuarteles Moncada y «Carlos Manuel de Céspedes», efectuado en la Universidad Central de Las Villas, el 26 de julio de 2004, «Año del 45 Aniversario del Triunfo de la Revolución».

Queridos compatriotas;

Distinguidos invitados:

En este 51 aniversario del asalto a la fortaleza del Moncada el 26 de julio de 1953, dedicaré mis palabras a un personaje siniestro que nos amenaza, nos insulta y nos calumnia. No es un capricho o una opción agradable; es una necesidad y un deber.

El día 21 de junio en la Tribuna Antiimperialista leí la epístola número dos al Presidente de Estados Unidos, respondiendo a un infame informe del Departamento de Estado sobre el tráfico de seres humanos de los que suele hacer, cual supuesto juez supremo moral del mundo, el gobierno de ese país, en el que se acusa a Cuba de estar entre los países que promueven el turismo sexual y la pornografía infantil.

Pasaron apenas dos semanas y, en lugar de guardar decoroso silencio ante verdades irrefutables contenidas en la epístola, los cables trajeron noticias de un discurso electoral de Bush en Tampa, Florida, con nuevas y más alevosas acusaciones e insultos, que tenían el claro propósito de calumniar a Cuba y justificar las amenazas de agresión y las brutales medidas que acaba de tomar contra nuestro pueblo.

La agencia francesa de prensa AFP comunicaba el 16 de julio desde Tampa lo siguiente:

«El presidente George W. Bush lanzó un duro ataque contra Cuba al definirla como ‘principal destino del turismo sexual’ y afirmó que Estados Unidos tiene el deber de liderar la lucha mundial contra el tráfico de personas para trabajos forzados o fines sexuales.»

«Cuba es uno de los diez países citados por el Departamento de Estado en un informe divulgado en junio, en el que se señala a los gobiernos que toleran el tráfico humano o fallan en luchar contra este delito.»

«‘El régimen de Fidel Castro convirtió a Cuba en el principal destino del turismo sexual’ reemplazando al sudeste de Asia como destino favorito de los pedófilos de Estados Unidos y Canadá, afirmó Bush.

«Durante una conferencia en Tampa, Florida, el mandatario señaló a Cuba como uno de los peores violadores en la materia.

«‘El turismo sexual es una fuente vital de divisas para mantener su gobierno corrupto a flote’, acusó.

«Bush indicó que terminar con el tráfico de seres humanos será parte esencial de su política exterior.

«‘El tráfico de seres humanos trae sufrimiento y vergüenza a nuestro país y lideraremos la lucha contra ello’, prometió.

«‘Estamos en una lucha contra el mal, los estadounidenses están agradecidos por su dedicación y servicio’, les dijo a los presentes en la conferencia. ‘La vida humana es un regalo de nuestro Creador y nunca debe ser vendida.'»

Un cable de la agencia española EFE señalaba:

«‘Tenemos un problema a apenas 150 kilómetros de nuestras costas’, dijo Bush en el estado de Florida.»

«Citó un estudio según el cual Cuba ‘ha reemplazado al sudeste asiático como sitio para los viajes de pederastas y turistas que buscan sexo’.

«‘Cuando se aflojaron las restricciones para los viajes a Cuba en los años 90, el estudio encontró que el flujo de estadounidenses y canadienses había contribuido a un agudo incremento de la prostitución infantil en Cuba.'»

«‘Mi gobierno trabaja para una solución completa de este problema: la transición rápida y pacífica a la democracia en Cuba.'»

«‘Hemos puesto en marcha una estrategia para acercar el día en que ningún niño o niña cubana sea explotado para financiar una revolución fracasada y todos los cubanos vivan en libertad.'»

«Bush dijo que ‘la vida humana es el don de nuestro Creador y jamás debería estar a la venta’.

«‘Se requiere una clase especial de depravación para explotar y herir a los miembros más vulnerables de la sociedad.'»

«‘Los traficantes de personas roban a los niños su inocencia, los exponen a lo peor de la vida antes de que hayan visto mucho de la vida. Los traficantes separan a las familias, y tratan a sus víctimas como bienes para la venta al mejor postor.'»

Para colmo de noticias extrañas, ese mismo cable añadió frases de John Ashcroft, en el discurso de presentación de Bush ante la Conferencia Nacional de Instrucción sobre Tráfico Humano:

«‘En el siglo XIX el presidente Abraham Lincoln definió una visión de libertad para todos, y con justicia se le llama el gran emancipador.'»

«‘En el siglo XXI tenemos un gran líder que nos ha convocado a una comprensión de la libertad no como un regalo de Estados Unidos al mundo sino como un don del todopoderoso a la humanidad.'»

Otro cable de la agencia inglesa REUTERS comunicaba:

«El Presidente de Estados Unidos acusó el viernes al Presidente cubano de haber convertido su isla caribeña en un destino de turismo sexual y de contribuir al problema mundial del tráfico de personas.»

La agencia italiana ANSA informaba:

«‘El régimen de La Habana está agregando más crímenes: da la bienvenida al turismo sexual’, dijo Bush, quien incluso repitió una presunta cita de Castro: ‘Cuba tiene las prostitutas más limpias y educadas del mundo.'»

Cables posteriores han dado cuenta de que la cita de una supuesta frase mía sobre este tema, que hace el Presidente de Estados Unidos en su mencionado discurso de Tampa para sustentar sus graves acusaciones, se basa en un documento sobre Cuba escrito por Charles Trumbull, alumno de Derecho de la Universidad norteamericana de Vanderbilt, quien declaró enfáticamente que el discurso de Bush tergiversa el verdadero significado de una frase incluida en su trabajo, añadiendo entre otras las siguientes aclaraciones:

«La prostitución tuvo un alza repentina en la nación caribeña posterior al derrumbe de la Unión Soviética.»

«Castro, que declaró ilegal la prostitución al asumir el poder en 1959, inicialmente contó con pocos recursos para combatirla. Pero alrededor de principios de 1996 las autoridades cubanas comenzaron a tomar medidas severas sobre la práctica.»

«Aunque aún existe, es mucho menos visible y sería inexacto decir que el gobierno la promueve.»

El lunes 19 de julio funcionarios de la administración Bush reconocieron que no tenían otra fuente para referirse al tema, que no fuera el trabajo del mencionado estudiante.

A pesar de que quedaba demostrado que el Presidente de Estados Unidos había formulado una gravísima acusación a partir de una frase contenida en el trabajo de un estudiante norteamericano, cuya intencionada tergiversación fue desmentida por el propio autor, la respuesta del vocero de la Casa Blanca, enfrentado a este desmentido, no pudo ser más inusitada. Simplemente, según el propio cable, «…defendió la inclusión [de la frase] argumentando que expresaba una verdad esencial sobre Cuba», o sea, que para la Casa Blanca «verdad esencial sobre Cuba» es cualquier cosa que el Presidente imagine en su mente con independencia de que se corresponda o no con la realidad.

Este es exactamente el tipo de enfoque fundamentalista a que el presidente Bush recurre constantemente, donde los datos, los argumentos, las verdades, los razonamientos, las realidades sobran, y lo único determinante es la idea que él tenga, o le convenga, sobre un tema en particular: algo se convierte en una verdad absoluta e irrebatible simplemente cuando el señor Bush lo imagina.

Hay muchos en el mundo que conocen muy poco de la Revolución Cubana y pueden ser víctimas de las mentiras y engaños que el gobierno de Estados Unidos difunde a través de los enormes medios de divulgación de que dispone.

Pero hay también muchos, especialmente en los países pobres, que conocen lo que es la Revolución Cubana, el esmero con que se consagró desde el primer instante a la educación y a la salud de los niños y de toda la población, su espíritu de solidaridad que la ha llevado a cooperar desinteresadamente con decenas de países del Tercer Mundo, su apego a los más altos valores morales, sus principios éticos, su insuperable concepto de la dignidad y el honor de su patria y de su pueblo, por los cuales los revolucionarios cubanos han estado siempre dispuestos a ofrendar sus vidas. Sin duda esos muchos amigos, en cualquier rincón del mundo, se preguntarán cómo es posible que se lancen contra Cuba tan incalificables y groseras calumnias.

Esto me obliga a explicar con toda seriedad y franqueza las causas que, desde mi punto de vista, dan lugar a tales inconcebibles e irresponsables afirmaciones por parte del Presidente de la potencia más poderosa del planeta, quien además nos amenaza con hacer desaparecer a la Revolución Cubana de la faz de la Tierra.

Lo haré con el máximo de objetividad posible, sin afirmaciones arbitrarias ni adulteraciones vergonzosas de palabras, frases y conceptos de otros, o guiado por mezquinos sentimientos de venganza u odio personal.

Un tema ampliamente documentado en varios libros de eminentes autores científicos y otras personalidades norteamericanas es la adicción del actual Presidente de Estados Unidos al alcohol durante dos décadas, entre los 20 y los 40 años. Este punto ha sido rigurosamente abordado de forma impresionante con criterio científico y desde el punto de vista psiquiátrico por el doctor Justin A. Frank en un libro ya famoso titulado Bush en el diván.

El doctor Frank comienza aclarando que resulta valioso definir científicamente si Bush era un alcohólico o si sigue siéndolo, expresando textualmente a continuación:

«…. la interrogante más apremiante es si la influencia de esos años de bebedor empedernido y su abstinencia posterior aún inciden en él y en los que lo rodean.»

Prosigue explicando, y lo cito de forma textual:

«El alcoholismo es una enfermedad potencialmente fatal, un mal de toda la vida que resulta sumamente difícil de detener de forma permanente.» (p.40)

A continuación, refiriéndose ya al Presidente de Estados Unidos en particular, expone:

«Bush ha dicho públicamente que dejó de consumir alcohol sin la ayuda de Alcohólicos Anónimos (una organización dedicada al tratamiento de adictos al consumo de alcohol), ni de ningún programa contra el uso indebido de sustancias prohibidas, y ha afirmado que dejó el hábito para siempre con la ayuda de instrumentos espirituales, tales como el estudio de la Biblia y conversaciones con el evangelista Billy Graham.»

El libro en la página 40 cuenta que, según el ex escritor de discursos David Frum, al llegar a la Oficina Oval Bush convocó a un grupo de líderes religiosos, les pidió sus oraciones y les dijo:

«Solo hay una razón por la que estoy en la Oficina Oval y no en un bar.» «Encontré la fe, encontré a Dios. Estoy aquí por el poder de la oración.»

Al respecto el Dr. Frank analiza que esta aseveración puede ser verdad, y apunta con sus propias palabras lo siguiente:

«Seguramente todos los estadounidenses quisieran creer que el Presidente ya no bebe, aun cuando no tengamos la forma de saber si es cierto. De ser así, se ajusta al perfil del antiguo bebedor cuyo alcoholismo ha sido detenido pero no tratado.»

Y añade:

«Los antiguos bebedores que se abstienen sin el beneficio del programa de Alcohólicos Anónimos son conocidos como ‘borrachos secos’, etiqueta esta que ha circulado por Internet y por otras partes refiriéndose a Bush. ‘Borracho seco’ no es un término médico, y no es un término que yo utilice en un medio clínico. Pero aun sin catalogar a Bush como tal, resulta difícil pasar por alto los muchos elementos problemáticos de su carácter entre los rasgos que la literatura sobre recuperación asocia con el alcoholismo, incluidos la grandiosidad, la naturaleza sentenciosa, la intolerancia, el desapego, la negación de la responsabilidad, una tendencia a reaccionar excesivamente y una aversión por la introspección.» (p.41)

El Dr. Frank insiste en que él personalmente ha atendido a alcohólicos que detuvieron su adicción sin el tratamiento adecuado, quienes por lo general tienen muy poco éxito en aprender a controlar la ansiedad que una vez trataron de suprimir con el consumo de alcohol, y explica que:

«Sus rígidos esfuerzos para controlar la ansiedad dificultan cualquier análisis psicológico. Incluso algunos ni siquiera pueden enfrentar la ansiedad de tener que admitir su alcoholismo.»

Continúa el Dr. Frank:

«He observado que, sin esta admisión, incluso, los antiguos bebedores no pueden cambiar realmente ni aprender de su propia experiencia.»

Y ya refiriéndose concretamente a Bush, hace el siguiente razonamiento:

«El patrón de culpa y negación, que tan arduamente intentan romper los alcohólicos en recuperación, parece estar arraigado en la personalidad alcohólica; raramente se limita a su alcoholismo. El hábito de culpar a otros y negar la responsabilidad es tan dominante en la historia personal de George W. Bush, que evidentemente se dispara ante la más ligera amenaza.

«La rigidez en la conducta de Bush es quizás más evidente en su bien documentada confianza en sus rutinas diarias ―las reuniones famosamente breves, el programa sacrosanto de ejercicios, las lecturas diarias de la Biblia y las limitadas horas de oficina. Una persona saludable es capaz de alterar su rutina; una persona rígida no puede hacerlo.» (p.43)

«Por supuesto» ―continúa afirmando textualmente el eminente especialista norteamericano―, «todos necesitamos descanso y relajación, tiempo para reagruparnos, pero al parecer Bush lo necesita más que la mayoría. Y esto no constituye una sorpresa, entre otras razones, porque la ansiedad de ser Presidente pudiera representar un riesgo real de retornar a la bebida». (p.43)

«Conjuntamente con las rutinas rígidas vienen los procesos de pensamiento rígido ―otra característica de la presidencia de Bush», sigue afirmando, con precisión casi matemática, el Dr. Frank: «Lo apreciamos en la forma testaruda, casi obsesiva, en que se aferra a las ideas y los planes después que han sido desacreditados, desde su imagen propia como persona que ‘unifica, no divide’, hasta su convicción de que Iraq tenía armas de destrucción masiva (o, en ausencia de dichas armas, que de alguna manera ‘los Estados Unidos hicieron lo que era correcto en Iraq’ de todas formas). Tal rigidez de pensamiento no está motivada por una simple testarudez; el alcohólico sin tratamiento, consumido por la tarea de tener que controlar las ansiedades que pudieran llevarlo a buscar la bebida, simplemente no puede tolerar ninguna amenaza contra su statu quo.»

Y agrega el Dr. Frank que tal intolerancia generalmente trae como consecuencia respuestas desproporcionadas en relación con la magnitud de la amenaza real que percibe.

«Esto pudiera ayudar a explicar el dramático contraste entre la respuesta de George W. a Saddam Hussein y la de su padre, quien cuidadosamente creó una coalición, tomó medidas solo después que Kuwait había sido invadida y, después, procedió con prudencia y cautela cuando se estaba desarrollando la lucha -la conducta de un líder experimentado que sabía que era responsable de un sinnúmero de vidas, no un alcohólico acostumbrado a tomar medidas dramáticas para autoprotegerse.»

Continuando con su análisis, el doctor Frank puntualiza:

«Hay dos preguntas que, al parecer, la prensa está decidida especialmente a pasar por alto, y que penden silenciosamente en el aire desde antes que Bush asumiera la Presidencia: ¿Está aún consumiendo alcohol? Y de no ser así, ¿está incapacitado por todos esos años que pasó consumiendo alcohol? Ambas interrogantes tienen que ser abordadas en cualquier evaluación seria de su estado psicológico.» (p.48)

En cuanto a la primera pregunta, señala la posibilidad de que Bush esté calmando su ansiedad con medicamentos para mantenerse alejado del alcohol, y se refiere en particular a su extraño comportamiento en las conferencias de prensa. Al respecto expone:

«Al escribir sobre la apariencia vacilante de Bush en una conferencia de prensa ofrecida precisamente antes de comenzar la guerra contra Iraq, el crítico del Washington Post, Tom Shales, especuló que ‘probablemente el Presidente haya estado ligeramente medicado’.»

«Sin embargo, más preocupantes son las comparecencias que motivan sospechas no por la forma en que habla sino por lo que dice. En repetidas ocasiones se ha enfrascado en una confabulación, llenando los vacíos en su memoria con lo que él cree son hechos ―el más significativo fue el 14 de julio de 2003 cuando se paró al lado de Kofi Annan e inventó la idea de que los Estados Unidos le habían dado a Saddam ‘una oportunidad para permitir la entrada de los inspectores y él no los dejó entrar’. (Como observara el Washington Post, ‘Hussein, realmente, había admitido a los inspectores y Bush se había opuesto a prorrogar su trabajo porque no creía que fueran eficaces’. La confabulación es un fenómeno común entre los consumidores de alcohol, como lo es la perseverancia, que se evidencia en la tendencia de Bush a repetir palabras y frases clave, como si la repetición lo ayudara a permanecer calmado y mantener la atención.» (p.49)

Y concluye el doctor Frank su análisis sobre estas dos preguntas con las siguientes palabras:

«Incluso si, además, asumimos que los días de alcoholismo de George W. Bush quedaron atrás, aún queda la interrogante del daño permanente que pudo haber causado antes de que dejara de consumirlo ―más allá del considerable impacto en su personalidad que podemos rastrear hasta su abstinencia sin tratamiento. Todo estudio psicológico o psicoanalítico integral del presidente Bush tendrá que explorar cuánto ha cambiado el cerebro y sus funciones en más de veinte años de alcoholismo. En un estudio reciente realizado por el Centro Médico de la Universidad de California/San Francisco, los investigadores comprobaron que los bebedores empedernidos que no se consideran a sí mismos como alcohólicos revelan que ‘su nivel de consumo de alcohol constituye un problema que necesita tratamiento’. El estudio observó que los bebedores empedernidos de su muestra estaban ‘significativamente incapacitados en las mediciones de memoria de trabajo, velocidad de procesamiento, atención, función ejecutiva y equilibrio’. Aún está en curso una seria investigación sobre la recuperación a largo plazo del consumo indebido de alcohol. La ciencia ha establecido que el alcohol mismo es tóxico para el cerebro, tanto para su anatomía (ya que el cerebro se reduce y se amplían las fisuras entre los hemisferios y alrededor de estos) como para su neurofisiología. Pero la recuperación se produce con la sobriedad continuada, durante un período mayor de cinco años para muchos alcohólicos. Bush afirma que ha permanecido sobrio durante más de quince años y muy bien pudiera haber mejorado hasta los niveles anteriores al consumo de alcohol. Sin embargo, incluso los alcohólicos crónicos que recuperan sus funciones mentales comprometidas generalmente sufren de un daño persistente en su capacidad para procesar la nueva información. Importantes funciones neuropsicológicas se afectan: La nueva información esencialmente se coloca en un fichero que se pierde en el cerebro.»

«Los ex bebedores empedernidos generalmente tienen problemas para diferenciar entre la información importante y la intrascendente. También pudieran perder parte de su capacidad para mantener la concentración. Todo lo que tenemos que hacer para observar la falta de atención de Bush es mirarlo cuando escucha un discurso pronunciado por otra persona, observar su comportamiento en ocasiones en plena campaña electoral o considerar el esfuerzo evidentemente desesperado que hace para mantener la concentración en todos los discursos que pronuncia.» (p.50)

Por último el doctor Frank señala que Bush aliviaría el temor de muchos estadounidenses sometiéndose a pruebas psicológicas que pudieran medir científicamente los efectos de su adicción al alcohol en el funcionamiento de su cerebro, y advierte:

«De lo contrario, no podemos más que sospechar ―con razón― que nuestro Presidente pudiera estar incapacitado en su habilidad para comprender las ideas e informaciones complejas.» (p.51)

Y termina sentenciando:

«Probablemente todos nosotros estaríamos un tanto temerosos de averiguarlo; después de todo, ya ha permanecido en la presidencia durante tres años y ha conducido a nuestra nación a la guerra. Pero si no lo hacemos, las consecuencias podrían condenarnos a todos y cada uno de nosotros«. (p.51)

Otro aspecto tratado con profundidad y detalles en el mencionado libro Bush en el diván, del doctor Justin A. Frank, es el referido al fundamentalismo religioso del presidente Bush.

El doctor Frank explica cómo tratando de encontrar alivio al caos interior que la bebida en algunos momentos calmó pero en última instancia intensificó, Bush debe haber encontrado en la religión una fuente de calma no totalmente diferente que el alcohol, y un grupo de reglas que lo ayudan a manejar ambos, el mundo externo y su mundo espiritual interno.

Expone que un análisis del papel del fundamentalismo en la vida de Bush mostrará que la sustitución de sustancias prohibidas es solo una de las varias formas en que Bush depende de la religión como mecanismo de defensa, y afirma que Bush utiliza la religión para simplificar e incluso sustituir el pensamiento, de modo tal que, en cierta forma, no tenga siquiera que pensar. Agrega que Bush, al colocarse del lado del bien ―al lado de Dios― se coloca por encima de la discusión y del debate mundano. La religión le sirve de escudo para protegerlo de los desafíos, incluidos aquellos que de otra forma él mismo se crearía.

Se pregunta cómo Bush llegó a este punto, y a continuación expone que la tradición de la familia Bush ha descansado por muchos años en la fe, en la creencia de un dios estrechamente vinculado con la rectitud moral, pero hace la siguiente distinción:

«Sin embargo, la orientación religiosa del presidente Bush representa un cambio significativo respecto de la tradición familiar. Aun cuando ciertos aspectos de la tradición familiar se han mantenido, particularmente la formalidad de la participación religiosa, su conversión en la madurez hacia un enfoque más fundamentalista contrasta dramáticamente con la vida espiritual de su padre.»

«Un análisis de los acontecimientos que llevaron a Bush a abrazar de forma consciente el fundamentalismo demuestra que efectivamente ocurrió en un momento en que buscaba soluciones desesperadamente, en un momento de imperiosa necesidad.»

Continúa el doctor Frank exponiendo que las religiones fundamentalistas estrechan el universo de posibilidades y dividen el mundo entre buenos y malos, en términos absolutos que no dejan espacio para cuestionamientos, y al respecto explica:

«Igualmente se simplifica el concepto del yo. De la misma forma que las enseñanzas fundamentalistas de la creación niegan la historia, la noción fundamentalista de la conversión o del renacimiento estimula al creyente a verse a sí mismo desligado de la historia. La defensa evasiva e interesada que Bush hace de su vida antes de su renacimiento muestra precisamente esta tendencia. ‘No es bueno hacer un inventario de los errores que cometí cuando era joven’, insiste Bush. ‘Creo que la forma… de contestar las preguntas sobre comportamientos específicos es recordándole a la gente que, cuando yo era joven e irresponsable, era joven e irresponsable. Cambié…’ Para el creyente, el poder de la absolución espiritual no solo borra los pecados del pasado, sino que establece un divorcio entre el yo actual y el pecador original.»

El doctor Frank aclara que no hay nada inherentemente sobrenatural en el hecho de que Bush busque la protección en su fe y que, aun cuando ésta lo hace más fuerte, la rigidez de sus patrones de pensamiento y discurso, y de su agenda, señalan hacia una fragilidad considerable. Explica que los temores de Bush a todo ―desde la desavenencia hasta los ataques terroristas― a veces resultan dolorosamente evidentes, incluso (o especialmente) en sus abstinencias, y que es un hombre que busca desesperadamente la protección. Y se pregunta: «¿Pero contra qué busca George W. Bush protegerse tan desesperadamente?», dando respuesta a esta pregunta con el siguiente análisis:

«El sistema de creencias que tan firmemente sostiene, lo protege contra los desafíos a sus ideas, de los que lo critican, de sus oponentes y, más importante aún, de sí mismo. Al profundizar en el tema, resulta difícil no creer que sufra del miedo innato a desmoronarse, un miedo demasiado aterrador para que lo pueda enfrentar.»

«Para una persona que trata desesperadamente de no perder el camino, aferrarse a una fe (o incluso a unas pocas frases claves), y ceñirse a ellas, es otra forma de protegerse para no desmoronarse. Las conferencias de prensa del presidente Bush dan muestras alarmantes de esta continua ansiedad -una evidencia tan inequívoca que para nada sorprende que la Casa Blanca dude tanto en programarlas. Tras una particularmente desastrosa conferencia de prensa ofrecida en julio de 2003, el columnista político del Slate, Timothy Noah, observó que ‘Bush parecía discordante’. En un crítico editorial publicado al día siguiente, el New York Times señalaba que las respuestas del Presidente eran ‘vagas y algunas veces casi incoherentes’, sugiriendo perspicazmente que Bush estaba ‘deslumbrado con el mito inventado por su propio gobierno’.»

Pone algunos ejemplos de frases repetitivas de Bush durante esa conferencia de prensa:

«Y por tanto, estamos progresando. Es lento, pero de seguro estamos progresando en hacer que ―aquellos que aterrorizan a sus compatriotas paguen, y estamos progresando en convencer al pueblo iraquí de que la libertad es real. Y mientras más se convenzan de que la libertad es real, asumirán las responsabilidades que una sociedad libre exige…»

«Y la amenaza es una amenaza real. Y es una amenaza sobre la que evidentemente no tenemos datos específicos, no sabemos cuándo, dónde, qué. Pero sí sabemos un par de cosas… evidentemente estamos hablando con gobiernos extranjeros y con aerolíneas extranjeras para indicarles cuán real es la amenaza…»

«No sé cuán cercanos estamos de capturar a Saddam Hussein. Como saben, estamos más cerca de capturarlo que ayer. Supongo. Solo sé que estamos a la caza. Es como si ustedes me hubiesen preguntado, antes de haber capturado a sus hijos, cuán cercanos estábamos de capturar a sus hijos. Yo diría, no sé, pero estamos a la caza

«Bueno, ante todo, la guerra contra el terrorismo continúa, como yo le recuerdo a la gente constantemente… La amenaza sobre la que preguntas, Steve, nos recuerda que necesitamos estar a la caza, porque la guerra contra el terrorismo continúa…»

«Les acabo de decir que existe una amenaza a los Estados Unidos…»

«No tengo duda alguna, Campbell, de que Saddam Hussein representaba una amenaza a la seguridad de los Estados Unidos y una amenaza a la paz en la región…»

«Saddam Hussein era una amenaza. Las Naciones Unidas lo consideraban una amenaza. Esa es la razón por la que aprobaron 12 resoluciones. Mis predecesores lo consideraban una amenaza. Hemos recopilado mucha información. Esa información era buena, una información sólida en base a la cual tomé una decisión…»

Y continúa el doctor Frank:

«Sus temores son tan poderosos que ni siquiera los puede enfrentar. Su tristemente célebre consejo a los estadounidenses, a menos de dos semanas después de los sucesos del 11 de septiembre -cuando aconsejó a los norteamericanos que continuaran saliendo de compras y viajando como antes, en evidente contradicción con las medidas radicales que estaba tomando como respuesta a la recién descubierta vulnerabilidad de la nación- son prueba de la forma simplista con que analiza la situación, dando la espalda a la ansiedad y la preocupación. Compárese su reacción a la del alcalde de Nueva York, Rudolph Giuliani, que enfrentó sus temores, se subió las mangas y se puso a trabajar, haciendo que la gente se sintiese mucho más segura que con el forzado distanciamiento de Bush.»

«Desde que asumiera la Presidencia, Bush ha continuado citando las instrucciones divinas para justificar sus acciones. Como apareciera en el Haaretz News, de Israel, Bush dijo: ‘Dios me dijo que atacara a Al Qaeda y la ataqué, y luego me instruyó atacar a Saddam, lo cual hice.'»

Finalmente el doctor Frank hace la siguiente reflexión:

«La batalla bíblica entre el bien y el mal ha resonado en todos sus discursos desde el 11 de septiembre, desde su repetido uso del término ‘Cruzada’, su caracterización de los terroristas como ‘malhechores’, hasta el agrupar a Iraq, Irán y Corea del Norte en el ‘Eje del Mal’. Al mismo tiempo, presenta a los Estados Unidos como una nación de víctimas totalmente inocentes.

«Al exteriorizar el mal de esta forma, al tiempo que absuelve a Estados Unidos de responsabilidad alguna, Bush ha transformado su visión desintegrada e infantil del mundo en una política exterior absolutamente combativa (y primitiva).»

«La retórica de Bush» ―concluye el doctor Frank― «pone de relieve cómo identifica los conceptos de él como Presidente con Dios y los Estados Unidos. Para él, estos tres conceptos parecen haberse vuelto intercambiables. Incapaz de llorar los muertos del 11 de septiembre lo suficiente como para permitir una investigación exhaustiva de cómo sucedieron los hechos ―y qué responsabilidad pudimos haber tenido nosotros-, ataca ciegamente al ‘enemigo’ que ve en todas partes, como si de repente hubiese un terrorista debajo de cada piedra.»

En su libro Blancos estúpidos Michael Moore señala que Bush tiene claros síntomas de incapacidad para leer al nivel de un adulto, y expone lo siguiente como parte de una carta abierta a Bush:

«1. George ¿puedes leer y escribir al nivel de un adulto?

«A mí y a muchos otros nos parece que, lamentablemente, pudieras ser un analfabeto funcional. No es algo para avergonzarse. Millones de norteamericanos no pueden leer por encima del nivel de cuarto grado.»

«Pero, permíteme preguntar lo siguiente: si tienes problemas para comprender los documentos acerca de la compleja situación que te son entregados como Líder del Mundo casi Libre, ¿cómo podemos confiarte algo como nuestros secretos nucleares?»

«Todos los signos de este analfabetismo están ahí -y aparentemente nadie te ha desafiado sobre ellos. La primera pista fue el que nombraste como tu libro favorito de la infancia, ‘The Very Hungry Caterpillar’ (La Oruga muy Hambrienta).»

«Lamentablemente, ese libro no fue publicado hasta un año después que te graduaste en la universidad.»

«Una cosa está clara para todos -no puedes hablar el idioma inglés en oraciones que podamos comprender.

«Si vas a ser Comandante en Jefe, tienes que ser capaz de comunicar tus órdenes. ¿Qué sucederá si estas pequeñas equivocaciones continúan sucediendo? ¿Sabes cuán fácil sería convertir un pequeño paso en falso en una pesadilla de seguridad nacional?»

«Tus asistentes han dicho que tú no lees los documentos de instrucciones que ellos te dan, y que tú les pides que se los lean por ti o te los lean a ti.

«Por favor, no tomes nada de esto como algo personal. Quizás sea una incapacidad de aprendizaje. Cerca de sesenta millones de norteamericanos tienen incapacidad para aprender.»

En el libro Contra todos los enemigos, Richard Clarke relata que cuando Bush llegó a la Casa Blanca «muy tempranamente fuimos advertidos que el Presidente no era un gran lector».

El libro Bush en guerra, de Bob Woodward, relata que en una reunión del Consejo Nacional de Seguridad durante la guerra de Afganistán, Bush expresó lo siguiente: «Yo no leo las páginas editoriales. Yo no lo hago. La hiperventilación que tiende a crearse alrededor de esos cables, cada experto y cada ex coronel y todo eso, es justamente ruido de fondo.»

Hasta aquí una brevísima síntesis de lo expuesto sobre algunos temas por importantes personalidades norteamericanas, que ayudan a explicar la extraña conducta y belicosidad del Presidente de Estados Unidos.

No quiero extenderme por ahora en asuntos más delicados todavía, como aquellos cuya divulgación costaron la vida a J. H. Hatfield, autor del libro Hijo Afortunado, o sobre otros temas de gran interés abordados por eminentes autores realmente brillantes y valientes.

Las calumnias y mentiras del señor Bush y sus asesores más cercanos fueron elaboradas precipitadamente para justificar las atroces medidas tomadas contra ciudadanos de origen cubano residentes en Estados Unidos que poseen vínculos con familiares allegados en Cuba.

Tal ultraje, como ya advertimos el pasado 21 de junio, tendría consecuencias políticas adversas en el estado de la Florida, que puede ser decisivo en la actual contienda electoral. La idea de un voto de castigo cobra fuerzas entre miles de cubano-americanos, muchos de los cuales normalmente habrían votado por Bush.

El odio y la ceguera condujeron a la administración a una acción inmoral y estúpida, presionada por la mafia terrorista que le dio a Bush la victoria fraudulenta con un millón de votos menos que su rival en toda la nación y una mísera ventaja de 537 votos en la Florida donde, además de que muchos muertos «ejercieron» el derecho al sufragio, miles de ciudadanos negros fueron impedidos por la fuerza de ejercerlo. Quince o veinte mil electores podrían hundir sus aspiraciones de reelección. A nivel de todo el país las brutales medidas han sido también criticadas.

En su inmensa mayoría esa mafia terrorista, que decidió nada menos que la elección de un presidente de Estados Unidos, está integrada o dirigida por antiguos batistianos y sus descendientes; por grupos que participaron durante décadas en las acciones terroristas, ataques piratas, planes de asesinato contra líderes revolucionarios cubanos y todo tipo de agresiones armadas contra nuestra patria; por grandes terratenientes y familiares de la alta burguesía afectada por las leyes revolucionarias, que junto a los anteriores recibieron privilegios de todo tipo, y muchos reunieron grandes fortunas y adquirieron influencia en importantes sectores de poder dentro de los gobiernos de Estados Unidos.

Más del 90% de los que emigraron de Cuba desde el triunfo de la Revolución lo hicieron por canales normales y motivados por razones económicas, sus salidas fueron autorizadas por la Revolución sin obstáculo alguno. Pero los cubanos emigrantes estaban obligados a pasar bajo las horcas caudinas de aquella mafia poderosa, de cuya influencia no podían fácilmente prescindir.

A diferencia de los muchos millones de latinoamericanos, incluidos haitianos y caribeños, que legal o ilegalmente emigraron a Estados Unidos y son calificados como emigrantes, a los cubanos sin excepción alguna se los califica como exiliados.

Por otro lado, la absurda Ley de Ajuste ha costado incontables pérdidas de vidas cubanas, al premiar y estimular las salidas ilegales otorgando privilegios excepcionales que no se conceden a los ciudadanos de cualquier otro país del mundo.

Sin embargo, Cuba desde hace años, aun antes del derrumbe de la Unión Soviética y el período especial, a pesar de los riesgos de espionaje y planes terroristas procedentes de Estados Unidos, les fue concediendo a los emigrados permisos para visitar a sus familiares y su país de origen, mientras la administración Bush les cierra abruptamente las puertas, en su fanática obsesión de hacer rendir a Cuba por la vía de asfixiarla económicamente.

Con el mismo objetivo de privar al país de ingreso alguno, califica la industria turística en Cuba de turismo sexual, y a las personas procedentes de Estados Unidos que visitan nuestro país, como «pedófilos» y «buscadores de placer».

El señor Bush no vacila tampoco en endilgar el mismo calificativo a los turistas canadienses, cuando todo el mundo conoce que en su inmensa mayoría se trata de jubilados y personas de la tercera edad, que acompañados de sus familiares buscan y disfrutan la tranquilidad y seguridad excepcional, la educación, cultura y hospitalidad que encuentran en nuestro país.

¿Cómo calificaría el señor Bush a las decenas de millones de turistas que visitan cada año Estados Unidos, donde abundan los casinos, las casas de juego, los centros de prostitución masculina y femenina y otras muchas formas de actividades relacionadas con la pornografía y el sexo, ninguna de las cuales existen en Cuba y son ajenas a la cultura revolucionaria de nuestro pueblo?

¿Cómo calificaría a las decenas de millones de europeos que visitan España cada año, donde numerosas páginas de prensa se dedican a publicitar los nombres, las direcciones, las características físicas, culturales e intelectuales, las especialidades y dones individuales para todos los gustos de las personas que practican el antiguo oficio de la prostitución? ¿Calificaría las industrias turísticas norteamericana y española de turismo sexual?

Ninguna de las actividades mencionadas tiene lugar en Cuba. Sin embargo, en la mente calenturienta y fundamentalista del todopoderoso señor de la Casa Blanca y sus más íntimos asesores, ahora hay que «salvar» a Cuba no solo de la «tiranía», hay que «salvar a los niños cubanos de la explotación sexual y del tráfico de personas», «hay que librar al mundo de este atroz problema que tiene lugar a 150 kilómetros de Estados Unidos».

¿Nadie le ha dicho que en Cuba, antes del triunfo revolucionario de 1959, alrededor de 100 000 mujeres por pobreza, discriminación y falta de empleo, ejercían de forma directa o indirecta la prostitución, a las que la Revolución educó y buscó empleo, quedando prohibidas desde entonces las llamadas «zonas de tolerancia» que existían en la república mediatizada y la neocolonia impuestas por Estados Unidos?

¿Nadie le ha dicho que los niños cubanos, cuya salud física, mental y moral constituye el objetivo más priorizado de la Revolución, son protegidos por leyes de mucho mayor severidad que las de Estados Unidos, y están todos escolarizados, incluidos más de 50 000 que por padecer determinadas formas de discapacidad requieren y reciben, sin excepción alguna, esmerada atención en centros de educación especial?

¿Nadie le ha dicho que la mortalidad infantil es menor en Cuba que en Estados Unidos y continúa descendiendo?

¿Nadie se atrevió a susurrarle que Cuba ocupa en la educación un lugar destacado e internacionalmente reconocido; que todos los servicios de educación y salud son gratuitos y abarcan a la totalidad de la población; que en la educación, la salud y la cultura se desarrollan hoy programas que la situarán muy por encima de todos los países del mundo?

La histórica sesión de la Asamblea Nacional del Poder Popular de Cuba celebrada el 1º y 2 de julio desenmascaró y puso en ridículo el grotesco informe de más de 400 páginas en el que se habla amplia y detalladamente de los programas neocoloniales y anexionistas que propone aplicar el grupo fascista que engendró tan repugnante proyecto contra el pueblo y la soberanía de Cuba. No han logrado con ello otra cosa que unir más a nuestro pueblo e incrementar su espíritu de lucha.

Hay que estar rematadamente locos para hablar nada menos que de aplicar programas de alfabetización y vacunación en Cuba, donde hace rato el analfabetismo fue erradicado, la escolaridad mínima alcanza nueve grados y los niños están vacunados contra 13 enfermedades. En todo caso, programas de ese tipo debieran aplicarse a decenas de millones de norteamericanos excluidos, que no disfrutan del beneficio del seguro médico, o no han ido a la escuela, o son analfabetos totales o funcionales.

Ni siquiera la administración de Estados Unidos se ha atrevido a decir una sola palabra sobre la oferta generosa que hizo nuestro país de salvar, en el breve período de cinco años, una vida por cada una de las personas que murieron en las Torres Gemelas, atendiendo gratuitamente a 3 000 ciudadanos norteamericanos que no reciben servicios de salud imprescindibles para preservar la vida. Tampoco se ha respondido a la pregunta de si serían castigados o no los que decidieran viajar a Cuba y acogerse a esa oportunidad.

Es realmente revelador el hecho de que el mismo día que tan infames calumnias y amenazas fuesen proferidas por el señor Bush, una prestigiosa institución científica norteamericana de California suscribiera con el Centro de Inmunología Molecular de Cuba un acuerdo de transferencia de tecnología desarrollada en nuestro país para las pruebas clínicas y ulterior producción de tres vacunas prometedoras en la lucha contra el cáncer, enfermedad que, como se conoce, mata a más de medio millón de ciudadanos norteamericanos cada año.

Justo es reconocer que en ese caso no hubo obstrucción por parte de las autoridades norteamericanas.

El hecho demuestra cómo los frutos de cuanto he dicho antes empiezan a brotar en nuestro país por todas partes, a pesar de 45 años de cruel bloqueo y agresiones por parte de los gobiernos de Estados Unidos.

Y no se trata de armas biológicas, armas químicas ni armas nucleares; se trata de avances científicos que pueden ayudar a toda la humanidad.

¡Ojalá que, en el caso de Cuba, Dios no quiera «dar instrucciones» al señor Bush de atacar a nuestro país, y lo induzca más bien a evitar ese colosal error! El debería cerciorarse de la autenticidad de cualquier mandato bélico divino, consultándolo con el Papa y otros prestigiosos dignatarios y teólogos de las iglesias cristianas, preguntándoles qué opinan.

Excúseme, señor Presidente de Estados Unidos, que en esta ocasión no le escriba una tercera epístola. Habría sido difícil analizar este tema por esa vía. Podría parecer un insulto personal. De todas formas, me adhiero a las normas de la cortesía.

Salve, César, pero esta vez añado: ¡los que estamos dispuestos a morir no tememos a tu enorme poder, tu ira irrefrenable ni tus peligrosas y cobardes amenazas contra Cuba!

¡Viva la verdad!

¡Viva la dignidad humana!

Julio 26 del 2004