Hubo un tiempo en que los Estados africanos apoyaban a su población campesina. Y luego vino un tiempo de sequía para los Estados, que se vieron endeudados. Entonces, fueron puestos bajo la tutela del FMI y el Banco mundial. «Privaticen, liberalicen, abran bien abiertas sus fronteras», nos dijeron, dándonos a entender claramente que, a partir […]
Hubo un tiempo en que los Estados africanos apoyaban a su población campesina. Y luego vino un tiempo de sequía para los Estados, que se vieron endeudados. Entonces, fueron puestos bajo la tutela del FMI y el Banco mundial. «Privaticen, liberalicen, abran bien abiertas sus fronteras», nos dijeron, dándonos a entender claramente que, a partir de este momento, la gestión de los asuntos económicos de nuestros países ya no nos incumbía. Fue en ese momento que el Estado desapareció: no más asesoramiento, no más créditos, nada más para nosotros, el campesinado.
Al mismo tiempo, Europa se hundía bajo los excedentes agrícolas. ¿Y qué fue lo que pasó? Inundaron con ellos nuestros países. Nosotros, los campesinos y campesinas, sin subvenciones, sin ayudas, de repente tuvimos productos demasiado caros frente a la competencia desleal de las corporaciones del campo europeo, que tienen muchas subvenciones. Despojados de medios de subsistencia, el campesinado fue barridos a las ciudades para engrosar las filas de la miseria. Para que las personas habitantes de las ciudades no se rebelaran, se justificó con bajos precios la entrada masiva de productos agrícolas. Pero al mismo tiempo mataban a las y los campesinos locales.
Después nos inundaron con personas expertas, para ayudarnos. Nos dijeron que no éramos competitivos porque seguíamos usando la daba (la azada). Pero no hubo nadie que nos diera nada. Y sin apoyo, nos quedamos por completo librados a nuestra suerte. Los programas de reajustes estructurales rompieron la confianza entre el Estado y el campesinado, que sin embargo suministraban la mayor parte del Producto Interno Bruto.
Así que, pensamos, si ya no hay Estado, si ya no quedan estructuras que nos apoyen, tenemos que cuidarnos solos. Fue en este contexto que nacieron las organizaciones campesinas tal como las conocemos hoy. Primero en los poblados, hasta llegar luego al nivel nacional. En aquella época, el estatus de campesino estaba tan devaluado que si le preguntaban a un campesino o campesina qué oficio tenía, contestaba: «no tengo oficio»: así de intenso era su sentimiento de no ser nada.
Hemos remontado muchos obstáculos con tal de mejorar nuestra situación. Pero tenemos que seguir luchando por sobrevivir. Ahora el reto es combatir el acaparamiento y compra de nuestras propias tierras en manos de países extranjeros y empresas privadas. Estas tierras son malbaratadas por nuestras autoridades, muy a menudo por la presión de los más altos responsables del país. Intentamos presionar a nuestros dirigentes locales para que dejen de vender nuestras tierras al mejor postor. Pero en Senegal, el movimiento campesino que lucha contra el acaparamiento de las tierras sigue siendo demasiado débil, sobre todo porque falta información. Hemos exigido que nos reconozcan el derecho de las familias a explotar las tierras que ocupan, que los espacios de sabana de cada poblado, sean reconocidos como propiedad de la comunidad, que los demás espacios que rodean el pueblo se consideren bienes comunitarios administrados entre todos nosotros.
Entonces nos dicen: si eso sucede, no vendrán los inversionistas, porque no se sentirán seguros. Así que, para atraer inversionistas, ¿debemos no ser nadie en nuestras tierras? Si un inversionista viene a nuestra casa, debe gozar de absoluta seguridad. ¿Por qué todos pueden tener seguridades y nosotros no? ¿Por qué los campesinos y campesinas no tienen ninguna garantía?
¿Cómo alimentar a África? Nosotros y nosotras, la gente del campo lo sabemos muy bien: simplemente déjennos trabajar, sin ponernos trabas a cada momento como la OMC, el Banco mundial, el FMI, la liquidación de nuestras tierras, las semillas transgénicas, y todos esos expertos que tanto nos fastidian.
Traducción: Amandine Semat
(*) Mamadou Cissokho, es presidente honorario de la Red de las Organizaciones Campesinas y de Productores de África del Oeste (ROPPA) Le Temps 9 de febrero 2011
Llamamiento de Dakar contra el Acaparamiento de Tierras
Nosotros/as, organizaciones de campesinos/as, organizaciones no-gubernamentales, organizaciones religiosas, sindicatos y otros movimientos sociales, reunidos en Dakar en el Foro Social Mundial 2011:
Considerando que los/as agricultores/as campesinos/as y familiares, quienes conforman la mayoría de los agricultores del mundo, están en mejores condiciones para:
- · satisfacer sus propias necesidades alimentarias y las de las poblaciones, asegurando la seguridad y la soberanía alimentarias de los países;
- · proporcionar empleo a las poblaciones rurales y mantener el tejido económico en las zonas rurales, clave para un desarrollo territorial equilibrado;
- · producir alimentos respetando el medio ambiente y conservando los bienes naturales para las generaciones futuras;
Considerando que la reciente ola de acaparamientos masivos de tierra en beneficio de intereses privados o de Estados terceros – ya sea por razones alimentarias, energéticas, mineras, ambientales, turísticas, especulativas o geopolíticas – abarca decenas de millones de hectáreas y viola los derechos humanos al privar a las comunidades locales, indígenas, campesinas, pastoras y pescadoras de sus medios de producción, al restringir su acceso a los bienes naturales, al limitar su libertad para producir lo que quieran y al exacerbar las desigualdades en el acceso y el control de la tierra por parte de las mujeres;
Considerando que los inversionistas y los gobiernos cómplices amenazan el derecho a la alimentación de las poblaciones rurales, que las condenan a sufrir el desempleo generalizado y el éxodo rural, que generan así pobreza y conflictos y que contribuyen a la pérdida de conocimientos, prácticas agrícolas y de las identidades culturales;
Considerando también que la gestión de la tierra, así como el respeto a los derechos de los pueblos, son primeramente competencias y obligaciones de los gobiernos y los parlamentos nacionales , y que son ellos quienes tienen la mayor cuota de responsabilidad en los acaparamientos;
Llamamos a los parlamentos y a los gobiernos nacionales a poner fin inmediatamente a todos los acaparamientos masivos de tierras actuales o futuros y a que se restituyan las tierras saqueadas. Urgimos a los gobiernos a que dejen de reprimir y criminalizar a los movimientos de lucha por la tierra y a que liberen a los/as activistas detenidos/as. Exigimos que los gobiernos nacionales establezcan un marco efectivo para el reconocimiento y la regulación de los derechos a la tierra para los/as usuarios/as a través de consultas con todas las partes. Es necesario poner fin a la corrupción y al clientelismo que invalidan cualquier intento de gestión compartida de la tierra.
Exigimos a los gobiernos nacionales, a las organizaciones regionales de Estados, a la FAO y a otras instituciones internacionales que pongan inmediatamente en práctica los compromisos asumidos en la Conferencia Internacional sobre Reforma Agraria y Desarrollo Rural (CIRADR) de 2006, especialmente, garantizar los derechos de los/as usuarios/as de la tierra, la re-activación de procesos de reforma agraria sobre la base de un acceso equitativo a los bienes naturales y el desarrollo rural para el bienestar de todos/as. Demandamos que el proceso de elaboración de la Directrices de la FAO sobre la gobernanza de la tierra y los bienes naturales tenga fuerte respaldo y que las Directrices se basen en los derechos humanos tal como se definen en las diversas cartas y pactos internacionales – estos derechos no pueden ser efectivos sin instrumentos jurídicos vinculantes al nivel nacional e internacional para imponer a los Estados el cumplimiento de sus obligaciones. Por otra parte, cada Estado es responsable del impacto de sus políticas o de las actividades de sus empresas en los países destinatarios de las inversiones. Del mismo modo, reafirmamos la supremacía de los derechos humanos sobre los regímenes legales comerciales, financieros y de inversiones internacionales que han hecho posible la especulación con los bienes naturales y los productos agrícolas.
Instamos también al Comité de Seguridad Alimentaria Mundial (CSA) a rechazar definitivamente los Principios para Inversiones Agrícolas Responsables (RAI) del Banco Mundial, que son ilegítimos e insuficientes para hacer frente al fenómeno, así como a que incluya los compromisos de la CIRADR y las conclusiones de la Evaluación Internacional del Conocimiento, de la Ciencia y de la Tecnología Agrícola para el Desarrollo (IAASTD) en su Marco Global de Acción.
Exigimos que los Estados, las organizaciones regionales y las instituciones internacionales garanticen el derecho a la tierra de los pueblos y que apoyen las agriculturas familiares y la producción agro-ecológica de alimentos. Políticas agrícolas adecuadas deben prestar especial atención a todos los diferentes tipos de productores/as de alimentos (pueblos indígenas, pastores/as, pescadores/as artesanales, campesinos/as beneficiarios de las reformas agrarias), y responder específicamente a las necesidades de las mujeres y de los jóvenes.
Por último, invitamos a todo/as los/as ciudadanos/as y a las organizaciones de la sociedad civil de todas partes del mundo a apoyar por todos los medios- humanos, de comunicación, jurídicos, financieros y populares – posibles a todos/as los/as que luchan contra los acaparamientos de tierras ; y a presionar a los gobiernos nacionales y a las instituciones internacionales para que cumplan sus obligaciones con los derechos de las personas y los pueblos.
¡Todos/as tenemos el deber de resistir y apoyar a los pueblos que luchan por su dignidad!
La Via Campesina
Fuente: http://revistasoberaniaalimentaria.wordpress.com/2011/04/10/ladrones-merodenado-por-africa/