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Del optimismo cauteloso a la incertidumbre

Fuentes: Rebelión

Adónde va a conducir el triunfo de Trump es algo que al optimista cauteloso aterrara, pues la incertidumbre es el primer paso al pesimismo. Y no es para menos, EE.UU., un país rico y poderoso pero con graves problemas, que la gran prensa se encarga de ocultar, se encuentra en la encrucijada de «Ser o […]

Adónde va a conducir el triunfo de Trump es algo que al optimista cauteloso aterrara, pues la incertidumbre es el primer paso al pesimismo. Y no es para menos, EE.UU., un país rico y poderoso pero con graves problemas, que la gran prensa se encarga de ocultar, se encuentra en la encrucijada de «Ser o no ser». ¿Qué ha pasado? Que el triunfo de Trump trae patas arriba al estadounidense asustadizo y descorazonado, que no acepta su triunfo. ¿Por qué? Pues porque tanto le han inflado las virtudes de la Sra. Clinton y le han lavado el cerebro con el cuento de que Trump es un ignorante, traidor y fascista, que se han volcado a las calles para impedir su posesión. ¿Lo lograrán? No se sabe. Sólo se sabe que si no lo logran, es malo y si lo logran, peor.

Para entender el conflicto hay que ir a sus raíces. Los derrotados son los neocon, un sector político que luego de la desaparición de la URSS a toda costa impuso la globalización, que destruyó a la clase obrera norteamericana al enviar las fábricas al extranjero, y la globalización financiera, que arruinó a la clase media luego del estallido de la crisis de 2008, la más grave desde 1929; que se endeuda agresivamente y emite dólares de manera inorgánica (cuando subió el Presidente Obama, EE.UU. debía diez billones y ahora debe el doble); que arrasó el Medio Oriente con guerras de rapiña y se enfrenta a Rusia y China, aún a riesgo de una nueva guerra mundial.

Los neocon pueden ser republicanos o demócratas, eso explica por qué la política de actual no se diferencia en mucho de la anterior y hay tantos neocon en el gobierno de Washington. Son, como decían nuestros abuelos, la misma jeringa con distinto bitoque.

Esta política ha conducido a EE.UU. al borde de la bancarrota y la disolución. Contra ella se rebelado un sector muy importante de ese país, que intenta fortificarlo en lo interno para conservarlo como Estado poderoso, el más poderoso de la historia. La propuesta es a la vez simple y práctica: Terminar con las intervenciones militares de Estados Unidos, que tanto le cuestan; para saldar deudas, imponer impuestos a Wall Street y penalizar a las empresas que subcontraten empleos; acabar con los tratados comerciales TPP y la NAFTA, que eliminan puestos de trabajo en EE.UU.; eliminar gastos superfluos como mantener a la buena para nada, OTAN; eliminar la política antirusa, que no beneficia a nadie ni corresponde al interés de los pueblos de ambos países, y establecer una alianza estratégica con Rusia para combatir al Estado islámico, principal enemigo del género humano, lo que beneficia a la comunidad internacional.

Con los fondos ahorrados, Trump propone corregir las graves fallas de la actual infraestructura estadounidense: Sistemas de transporte, canalización, iluminación, puentes, educación, salubridad, en fin, al estilo de Franklin D. Roosevelt, un nuevo New Deal, lo que permitirá reconstituir la economía de ese país.

Parecería que los neocon no aceptan ni las propuestas de Trump ni su propia derrota, por lo que impulsan el desbarajuste para pescar en río revuelto. Para ello, han satanizado la figura de Trump y con multitudes descontentas organizan un Maidán en las principales ciudades de EE.UU.

Ojalá no se les escape del diablo de la botella.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.