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Desde el apoyo al pueblo libio para que derroque a Gadafi, decimos No a la intervención de la OTAN

Fuentes: Rebelión

Resulta imposible encontrar en estos momentos un país árabe que no esté sacudido por revueltas o movilizaciones. La crisis económica mundial azota los países del Oriente próximo y el Magreb. Son los trabajadores/as de estos países emigrados a Europa los primeros en perder sus puestos de trabajo y con ello caen en picado los envíos […]

Resulta imposible encontrar en estos momentos un país árabe que no esté sacudido por revueltas o movilizaciones. La crisis económica mundial azota los países del Oriente próximo y el Magreb. Son los trabajadores/as de estos países emigrados a Europa los primeros en perder sus puestos de trabajo y con ello caen en picado los envíos a sus países de remesas de dinero. El FMI viene imponiendo programas de privatización de servicios públicos, de reducción drástica de los gastos de los estados, de disminución del número de trabajadores públicos y funcionarios… Nada que nos suene a extraño aquí, pero cuyas consecuencias son mucho más demoledoras en estos países con tasas de desempleo que superan en promedio el 50% de la población laboral. A este cuadro hay que añadirle, desde finales de 2010, el mayor aumento de los precios de los alimentos desde 1990 y sus consecuencias en los países árabes que son una de las grandes zonas del mundo importadoras de alimentos. Libia por ejemplo, importa el 75% de los alimentos que consume.

Añádase a esa situación el odio a Gobiernos títeres de las grandes potencias imperialistas, dictaduras encargadas de aplicar los planes del FMI a costa del hambre del pueblo y que se sostienen bajo estados de excepción que se prolongan por décadas. En ese escenario es en el que los acontecimientos de Túnez prenden como una mecha y el efecto dominó comienza en toda una región unida por sentimientos de nacionalidad, tradición de lucha y repudio al imperialismo y al sionismo. Asistimos a un proceso de levantamientos, a una revolución que tiene como estandartes (como dice la declaración de Corriente Roja ante los hechos de Túnez), la lucha por el pan, el trabajo y la libertad. Un proceso revolucionario en el que destacan los/as jóvenes, azotados por el desempleo y ninguna posibilidad siquiera de emigrar.

Por esas razones todos los levantamientos populares en los países árabes fueron mirados con enorme simpatía y un apoyo incondicional deseando su triunfo. Así lo entendimos desde Corriente Roja, por eso salimos a la calle en apoyo al pueblo tunecino y egipcio ni bien se supo de los levantamientos.

Los acontecimientos de Libia, por el contrario, han desencadenado una polémica en toda la izquierda, una polémica difícil y muy dura. El posicionamiento ante los hechos de Libia envuelve sin duda posiciones de principios y las líneas divisorias no están agrupadas en las corrientes más tradicionales o en organizaciones más afines ideológicamente. Así las posiciones recorren, entre otras, desde los que se han ubicado desde el inicio del proceso del lado de Gadafi con especial vehemencia el Presidente de Nicaragua Daniel Ortega, el de Venezuela Chávez, Fidel Castro y la dirección cubana, hasta los que se han situado desde el comienzo apoyando el levantamiento popular contra Gadafi como el Frente Popular de Liberación de Palestina, el Partido Comunista de los Trabajadores de Túnez, la LITci, Hizbulá…

Más allá del posicionamiento concreto, un debate de esta naturaleza exige más rigor del que se desprende de toda esa izquierda que sustenta la teoría de la conspiración, no sólo ya por todo lo que representa Libia, sino porque el choque se puede repetir perfectamente, incluso ampliado, si la revolución árabe avanza en Siria o Argelia.

¿TEORÍA DE LA CONSPIRACIÓN O LUCHA DE CLASES?

Lo sorprendente de este debate es que cuando NO HAY UN SOLO PAIS del mundo árabe que haya quedado libre de las revueltas populares se niegue la ligazón de ese proceso con el libio.

Para quienes han procurado desde el inicio desmarcarse del levantamiento en Libia y diferenciarlo del proceso general en Oriente medio y el mundo árabe, la razón más esgrimida es que ese levantamiento está dirigido por «el Frente Nacional por la Salvación de Libia [NFSL por sus siglas en inglés] (…) una organización financiada por la CIA [que] llama al pueblo libio a reiterar un juramento de lealtad al rey Idris el-Senusi como líder histórico del pueblo libio»

Recientemente Julio Anguita en un acto público, se unía a esta explicación señalando los hechos de Libia como algo alentado por «sediciosos» financiados por la CIA. Es decir, según este razonamiento en todos los países árabes hay levantamientos populares salvo en Libia que es una provocación sediciosa manejada por la CIA.

Esta forma de explicar los fenómenos políticos y/o sociales está sin duda muy cerca de la proliferante teoría de la conspiración.

Pero pongámonos por un momento en esa tesis y aceptemos que lo de Libia se explica como parte de un plan trazado por la CIA. Surgen entonces numerosas dudas:

Gadafi era el hombre del imperialismo, en Libia desde 2003 y especialmente a partir de 2006 las multinacionales campaban a sus anchas; el FMI 8 días antes del levantamiento popular felicita públicamente al gobierno libio por los planes que estaba aplicando. Gadafi se ha fotografiado con todos los presidentes del mundo y fue invitado especialmente por Obama a la Cumbre del G-8. Gadafi apoyó entusiastamente a Ben Alí, el dictador tunecino, y a Mubarak cuando estaban siendo cuestionados por los levantamientos populares y les ofreció a ambos refugio en Libia. Gadafi es el hombre que dispone de las llaves de oro de Madrid y es amigo declarado de Aznar. Gadafi es el socio de Berlusconi, el gobierno libio es accionista del grupo aeronáutico y de defensa Finmeccanica, controlado por el Estado italiano; accionista de la empresa de petróleo ENI; de la textil Olcese y del club de fútbol Juventus, entre otros. Incluso el Gobierno libio participa como accionista en Comunicaciones Quinta, de la cual el accionista mayoritario es Berlusconi.

La pregunta es inevitable ¿Por qué la CIA organiza un complot contra un hombre con semejante curriculum?

¿Qué sucedió en los 8 días que median entre el comunicado del FMI felicitando al Gobierno de Gadafi y los levantamientos populares del 17 de Febrero para que el imperialismo cambiara de política y auspiciara levantamientos populares contra el que era hasta esa fecha un Gobierno aliado?

La teoría de la conspiración recorre a las corrientes políticas más dispares. Gadafi por ejemplo también opina que es una conspiración pero según él se trata de un complot de Al Qaeda y la OTAN que la apoya: «Nos enfrentamos al terrorismo de Al Qaeda por un lado y por otro a la OTAN que ahora apoya a Al Qaeda» (Gadafi).

Históricamente las intervenciones de la CIA se caracterizan por el impulso de golpes militares, pero sorprende que en Libia la CIA haya alentado y siga alentando una revuelta popular, máxime cuando lo hace en medio de un polvorín como el mundo árabe sacudido por revueltas por todas partes. Pareciera un bombero loco jugando con gasolina alrededor de un enorme incendio.

Pero, una vez más, supongamos que es cierto y la CIA se colocó capitaneando una revuelta popular contra el que apenas hace un mes era un Gobierno amigo. ¿Por qué cuando en los primeros momentos el levantamiento barría a las tropas de Gadafi, el imperialismo esperó para intervenir a que Gadafi se rehiciera y el movimiento «sedicioso» fuera masacrado y reducido a Bengasi? ¿por qué cuando los insurrectos pedían armas, los Gobiernos, entre ellos el español, se las negaron?

El marxismo y en especial Lenin, pese a no tener Internet ni páginas webs, leían y entreleían la propia prensa burguesa y definían su política no en base a conspiraciones sino al análisis de las clases, su rol, sus contradicciones, internacionales y nacionales. ¿Dónde quedan en esta teoría conspiratoria las clases sociales, el carácter de clase de los Estados, las contradicciones internas de cada clase, las contradicciones entre los propios estados imperialistas, y entre los grupos multinacionales, las contradicciones entre los movimientos sociales y sus direcciones…?

Al igual que para los viejos griegos y romanos el devenir del mundo se explicaba por el Destino, para los teóricos de la conspiración todo está escrito, «atado y bien atado», para que suceda de una determinada manera. Así explican los hechos de Libia.

Cualquier dato de la realidad es secundario o se explica porque el imperialismo «nos confunde». «no podemos guiarnos por los medios de comunicación del imperialismo» pero no se molestan en leer y entreleer lo datos pocos o muchos que tengamos, agitan contra la lectura de los diarios burgueses para no quedar presos de la confusión ¡qué más da lo que diga el enemigo! Los únicos artículos, ¡eso sí! que hay que leer son los «verdaderos», aquellos que proceden de opiniones que «demuestran» la conspiración de la CIA.

Sin embargo, no tienen después el menor reparo en sustentar su teoría conspiratoria de un movimiento liderado supuestamente desde el primer día por el NFSL en base a un informe del New York Times del 25 de febrero.

LOS CRITERIOS DE LENIN PARA «DESCUBRIR LA VERDADERA ESENCIA DE UNA GUERRA»

Ante las guerras, Lenin, contra los pacifistas que condenaban todo guerra por principio y frente a los oportunistas que capitulaban a los Gobiernos y los estados burgueses, exigía antes de definir una posición política determinar la naturaleza de la guerra.

Para los defensores de la teoría de la conspiración en Libia basta repetir que «todo es un montaje», «la prensa miente» y una vez iniciada la intervención imperialista ya no hay nada que discutir porque la posición revolucionaria se define en base a que el «enemigo ataca». Con esa forma de razonar, parece vano preguntarles aquello que Lenin exigía responder antes de definir una política ¿Cuál es la naturaleza de esta guerra?

Lenin, que por cierto dedicaba horas y horas a leer cuanto periódico burgués caía en sus manos, polemizando sobre la guerra con todos los que hacían «caricatura del marxismo» decía: «¿Cómo descubrir la «verdadera esencia» de la guerra, cómo determinarla? La guerra es la continuación de la política. Hay que estudiar la política que precede a la guerra, la política que lleva y ha llevado a la guerra» «El filisteo no comprende que la guerra es la «continuación de la política» y por eso se limita a decir que «el enemigo ataca». Con más vehemencia, Lenin prosigue en esta polémica: «Si no lo hiciéramos así, olvidaríamos la exigencia principal del socialismo científico y de toda la ciencia social en general y además nos privaríamos de comprender nada de la guerra actual (…) ¿es que se puede explicar la guerra sin relacionarla con la política precedente de este o aquel Estado, de ese o aquel sistema de Estados, de estas o aquellas clases? Repito una vez más: esta es la cuestión cardinal, que siempre se olvida y cuya incomprensión hace que de diez discusiones sobre la guerra nueve resulten una disputa vana y mera palabrería. Nosotros decimos: si no habéis estudiado la política practicada (…) sino habéis demostrado la ligazón de esta guerra con la política precedente, no habéis entendido nada de esta guerra»1.

Para los teóricos de la conspiración todos estos criterios de Lenin son prescindibles. Las explicaciones de los fenómenos políticos o sociales que acontecen en el mundo no precisan fundamento científico, material, ni marxista, basta saber que «el enemigo ataca«. Como en la vieja dictadura que nos tocó soportar durante cuarenta años cualquier revuelta social se explicaba por los «agitadores extranjeros» «alborotadores profesionales pagados con el oro de Moscú».

LOS HECHOS DE LA REALIDAD

Más allá de las conclusiones políticas que se quieran extraer, el dato objetivo es que acudimos a una oleada revolucionaria en todo el mundo árabe y Oriente Próximo. En Libia el Gobierno de Gadafi, el hombre de las multinacionales del petróleo, el garante del expolio imperialista, se encuentra con protestas y luchas que culminan el 17 de febrero con un levantamiento popular. Valga un ejemplo sencillo. Samir El Magrebi, un estibador del puerto de Benghazi, mientras explicaba al corresponsal de un periódico venezolano que gana 200 dinares y vive con su familia en una habitación de la casa de sus padres en una barriada muy humilde, El Zeitún, afirma: «Somos seis hermanos y tres hermanas y apenas tres de los nueve tenemos trabajo. Encontrar hoy en día un empleo es muy difícil, casi imposible». «Lo primero que necesitamos que mejore después de la revolución son las cuestiones de la vivienda, el empleo y los salarios. Es lo que todos esperamos, que la situación mejore».

Al igual que en el resto del área, el levantamiento pone el centro de sus exigencias en la lucha contra el aumento de precios y en demanda de las necesidades más elementales, contra el gobierno corrupto y por libertades democráticas básicas.

La revuelta del 17 de Febrero se extiende por las principales ciudades del país y se hace fuerte en la región de la Cirenaica, de vieja tradición opositora a Gadafi. Gadafi responde reprimiendo a sangre y fuego las protestas, lo que lejos de pararlas genera un enfrentamiento armado. La utilización del Ejército contra las protestas lejos de resolver el problema abre una crisis profunda del régimen.

Sectores del Ejército desertan, ministros, diplomáticos, «hombres de negocios» dejan las filas del régimen y se pasan a la oposición. Los insurrectos asaltan cuarteles y arsenales de armamento, para enfrentar así a los cuerpos de élite y a los mercenarios de Gadafi.

Un medio nada sospechoso de proimperialismo como voltairenet.org informaba lo siguiente «El gabinete Netanyahu ha solicitado a la compañía Global CST socorrer al régimen amigo del coronel Gadafi… reclutar y transportar hasta 50.000 mercenarios, lo que parece ser todo un ambicioso proyecto».

Para quien identifique bien al sionista Netanyahu pero no tanto a la compañía mencionada, decir simplemente que Global CST es una multinacional especializada entre otras cosas en el comercio de mercenarios de guerra y está dirigida por el Mayor General retirado del ejército sionista, Israel Ziv.

Así pues los hechos constatan que, a diferencia de Egipto y Túnez, el régimen es incapaz de reconducir institucionalmente la revuelta, se divide y Gadafi apela a los cuerpos de élite y a mercenarios para sofocar las protestas que, lejos de sucumbir, se generalizan y los acontecimientos devienen así en una GUERRA CIVIL.

La transformación de un levantamiento popular en guerra civil es el hecho objetivo y la diferencia cualitativa, por ahora, de Libia con respecto a Egipto o Túnez.

Volviendo a las exigencias de Lenin antes de definir una política ¿cuál es la naturaleza de esta guerra? Hay que decir que la intervención de la OTAN en Libia, la guerra imperialista se produce sobre la existencia de otra guerra previa, la guerra civil. Así pues en Libia estamos en medio de dos guerras. Los defensores de la teoría de la conspiración niegan de hecho la existencia de la primera y reducen el conflicto libio a una sola guerra, «el imperialismo ataca», niegan así el levantamiento popular y acaban objetivamente siendo los defensores confesos o inconfesos de Gadafi.

EL MOVIMIENTO INSURGENTE Y LA DIRECCIÓN DEL MISMO

Para todos los defensores de la teoría de la conspiración de la CIA, la diferencia de Libia con Egipto y Túnez está precisamente en la dirección del proceso. Para todos ellos la dirección del levantamiento y el levantamiento mismo son una misma cosa lo que le da a la insurrección un carácter reaccionario, contrarrevolucionario, sedicioso, como dice Anguita.

Definir la naturaleza de un movimiento por la dirección que tiene al frente es un error tan común entre algunos sectores de la izquierda como ajeno al marxismo.

Los acontecimientos en el Estado español son pródigos en ejemplos. Las movilizaciones obreras recientes ha tenido al frente a una dirección corrupta, parte del régimen y aliada del gobierno. Cada movilización que convocó lo hizo pensando en ubicarse mejor en la negociación con el Gobierno y traicionar la lucha incluida la huelga general. Algunos sectores de la izquierda apoyándose en este hecho cierto se negaron una y otra vez a participar de las movilizaciones convocadas por CCOO y UGT, incluso se negaron a apoyar la huelga general del pasado 29-S. ¿Por qué apoyamos esas movilizaciones, fuimos a ellas e impulsamos entusiastamente una huelga general cuando sabíamos sobradamente de la naturaleza de esa dirección y lo que pretendía? ¿No sabíamos que iban traicionar? ¿Qué hacíamos «mezclados» con traidores y corruptos, agentes del régimen y del sistema?

Vayamos si se quiere a otros ejemplos, Egipto y Túnez. Sectores de esa izquierda que hoy diferencia a Libia del resto del proceso revoluconario árabe, participaron (participamos) desde el primer momento en las manifestaciones de apoyo al levantamiento en Túnez y Egipto ¿y quién era la dirección de ese proceso?

Las masas egipcias protagonizaron un levantamiento ejemplar contra el Gobierno de Mubarak, la Plaza de la Liberación fue el símbolo de ese levantamiento, pero al frente del mismo se pusieron dirigentes burgueses y reaccionarios como los Hermanos Musulmanes o los partidarios del proimperialista El Baradei. El ejército egipcio, la institución clave del régimen, asesorada y avalada por el imperialismo, desarmaba a los manifestantes mientras dejaba entrar en la Plaza a la bandas de Mubarak para hacer estragos. Las masas que clamaban contra el Gobierno y lograron echar a Mubarak acabaron aplaudiendo al Ejército. El movimiento fue reconducido, por ahora, por el régimen. Hoy en Egipto el ejercito de Mubarak preserva el poder y, con él, todo sus acuerdos de hambre, miseria y sostén del imperialismo y el sionismo. ¿Por qué participamos entonces de forma entusiasta de las manifestaciones de apoyo a las revueltas en Egipto cuando al frente tenían a semejante dirección proimperialista y en la Plaza se clamaba por la intervención del Ejército egipcio?

La explicación no es otra de que nosotros no confundimos jamás al movimiento con su dirección. La naturaleza política de un movimiento popular de protesta viene determinado por lo objetivo, qué o a quienes enfrenta, porque el movimiento para un marxista es por definición inconsciente, no tiene consciencia del curso general de la lucha ni de sus objetivos historicos. Las masas cuando saltan lo hacen en rechazo a lo que viven, repudiando lo que les condena a la miseria o la opresión. Sobre esa acción inconsciente, objetiva, actúan las direcciones políticas, el factor subjetivo, consciente, sean éstas unas direcciones más o menos fuertes, estén más o menos prestigiadas, sean revolucionarias o reaccionarias. Sobre el impulso objetivo de la acción de las masas actúan esos elementos conscientes, que representan intereses de clase diferentes y enfrentados, para reconducir en uno u otro sentido el proceso dotándolo de un programa.

Para los marxistas ese proceso, lejos de ningún curso lineal, está repleto de tensiones, contradicciones y enfrentamientos entre las distintas fuerzas que van a disputar esa dirección. Se entabla así una lucha viva, resuelta, cuyo resultado no viene predeterminado por ningún conspirador ni fuerza alguna del destino.

LA LUCHA EN LIBIA Y LA DIRECCIÓN DEL PROCESO

¿Cuál esa entonces la naturaleza del movimiento de protesta contra Gadafi? El hecho concreto que desencadena las movilizaciones primero y la represión del régimen después es sobradamente conocido. Las protestas en Libia se iniciaron, como en otros tantos países árabes, cuando surge el proceso de Túnez. El 17 de febrero, las manifestaciones contra Gadafi, encabezadas por los familiares de las víctimas de la masacre ocurrida en la prisión de Abu Salim en Trípoli hace 15 años, donde fueron asesinados 1200 presos, y la detención del abogado de los familiares de esos presos, son respondidas a tiros por las fuerzas de Gadafi. Se desencadenan así los actuales acontecimientos. El pueblo libio, harto de ver deteriorarse sus condiciones de vida, harto de corruptos y de una dictadura que se prolongaba por más de 40 años, como en Túnez o Egipto, se echa a la calle. Es un movimiento progresivo, objetivamente revolucionario y objetivamente antiimperialista pues enfrenta al gobierno títere del FMI y del imperialismo. Una pregunta fundamental que se debería hacerse toda esa izquierda es qué harían si se encontraran en el lugar. Y de haber estado en Libia, nosotros estaríamos sin dudar un minuto con los que salieron a la calle contra Gadafi, apoyando ese movimiento, independientemente de su dirección. Y cuanto más reaccionarias sean esas direcciones más obligados estamos a intervenir para impedir que éstas se hagan con la dirección del movimiento.

Desde Al Jazira a numerosos medios de comunicación del mundo han dado cuenta de la constitución desde el inicio de la revuelta de los llamados Comités Populares. Para  quien tenga interés de las crónicas en el lado de los insurrectos hay abundante información gráfica y sonora, entre ellos en un medio nada sospechoso de proimperialismo como la Telesur venezolana y su corresponsal en Libia Reed Lindsay.

Tras los acontecimientos del 17 de febrero se extienden por todo el país Comités Populares. Donde se expulsaba a las tropas de Gadafi eran esos Comités los encargados de asegurar la provisión de alimentos; asegurar la electricidad, obtener el petróleo para el abastecimiento de combustibles a las plantas eléctricas; asegurar la distribución de alimentos y agua. Esos Comités son los que aseguraron que los funcionarios que trabajan en las sucursales locales del ministerio de Finanzas, en los lugares donde se adhirieron a la revolución «se firmen los cheques que aseguran el pago de los salarios»; esos Comités armados aseguraron las tareas de defensa y el funcionamiento de las oficinas del Banco central. Los Comités aseguraron que en los bancos que habían retomado su trabajo, se permitiera retirar diariamente hasta 160 dólares.

La ausencia de instituciones en los lugares liberados fue sustituida por estos Comités. No es nada difícil adivinar lo que todo ese proceso encierra, porque todo proceso revolucionario cuando echa abajo el Estado y su columna central, el ejército, se divide, se ve obligado a sustituir toda esa maquinaria, a improvisarla en este caso.

¿Quién es la base de todas esas milicias y del movimiento insurreccional? Al igual que en muchos otros países árabes, son los muchachos (shaba) jóvenes, hombres y mujeres que encabezaron el levantamiento contra el tirano.

Basta observar los reportajes gráficos para ver unas milicias improvisadas, mal armadas, con escasa disciplina, sin estructura de mando. Lejos, muy lejos, de los disciplinados, bien pagados y mejor armados cuerpos de élite que defienden a Gadafi. Basta observar para ver las milicias armadas producto de un levantamiento popular, muy parecidas a las que cualquiera puede ver en los primeros momentos de la revolución española contra el golpe militar fascista.

Es a partir de ahí cuando aparece el factor determinante, la dirección revolucionaria que existe o no antes del estallido, pero no se puede improvisar, inventar, sobre la marcha. ¿Cómo asegurar la milicia?, ¿Cómo centralizar los esfuerzos de avituallamiento, militares…? ¿Cómo dotar de organismos centralizados a nivel nacional frente a la dispersión local? ¿Cómo conformar un gobierno centralizado de toda las zonas liberadas?…

Como la realidad no tolera el vacío, se empieza a producir una lucha, repleta a buen seguro de tensiones, choques y contradicciones abiertas, entre los distintos sectores sociales y políticos en liza que están obligados a resolver todos estos problemas.

Los datos conocidos indican que se generalizaron los Consejos municipales, y comenzó la coordinación entre ellos en algunas zonas. Inicialmente todos los datos apuntan a un papel relevante de la llamada «Coalición revolucionaria del 17 de febrero» cuyo portavoz es Abdelhafed Ghoga, jurista y defensor de los derechos humanos. Hay crónicas muy vagas de difícil comprobación que sitúan entre las milicias rebeldes a muchos militantes «islamistas y comunistas». Añádase a ese panorama de caos en las filas de la insurrección producto de la falta de una dirección unificada, la salida masiva de Libia de lo que es la componente central de la clase obrera libia, los trabajadores inmigrantes, en especial los egipcios. En una población de cerca de 6,5 millones de habitantes, incluyendo más de 1,5 millones de trabajadores extranjeros, se estima entre un millón y un millón y medio las personas que han salido de Libia desde que comenzó el conflicto.

La conformación del llamado Consejo Nacional aparece como la respuesta «necesaria» tanto para «poner orden» en las filas de los insurrectos como para establecer un interlocutor con el régimen y con el mundo.

La conformación del Consejo Nacional refleja las tensiones internas y los objetivos dispares de sus propios componentes. Las diferencias generacionales y políticas entre sus componentes son notables. «El Consejo ha sido útil para mantener la cohesión. Es normal que al principio existan diferentes puntos de vista. No es fácil que todos acepten la autoridad del Consejo«, «Los mas difícil es controlar a los jóvenes» declaraba Mohamed Gheriani, uno de sus más significados portavoces.

De esas contradicciones entre el Consejo Nacional y la base insurrecta dan fe no sólo las afirmaciones citadas. El mismo día en que la ONU aprobaba la resolución autorizando la intervención en Libia, miles de personas se manifestaban en una plaza central de Begasi para festejar la noticia. La imágenes, que eran retransmitidas por Al Jazira, muestran en la plaza una enorme pancarta que esta además difundida en fotografía, con un lema en inglés: «No foreing intervention, Libyan people can manage it alone» («No a la intervención extranjera, el pueblo libio puede hacerlo sólo»).

El Consejo Nacional integrado por 31 miembros, la mayoría clandestinos, está compuesto por representantes de las distintas ciudades, por figuras de prestigio en la lucha por los derechos democráticos y por un núcleo duro de hombres procedentes del régimen de Gadafi (y sin noticias del irrelevante y tan citado NFSL). Por citar a algunos exgadafistas, cabe mencionar a Abdul Fatah Younis, exjefe del Ministerio de Gobernación, que se pasó al bando de la sublevación en los primeros días de la revolución; Ali Aziz Al Issawi que fue ministro de Economía con Gadafi y dimitió de su puesto de embajador en la India; el ex ministro de Justicia, Mustafá Abdel Yalil, quien dimitió de este puesto el 21 de febrero. El Consejo comienza así a ser copado por «personalidades respetadas, intelectuales, y hombres de negocios».

Lograr que ese Consejo «cumpla su misión» no es tarea fácil, por eso el jefe supremo de las fuerzas de la OTAN, el almirante James Stavridis, afirmó en una comparecencia ante el Senado de EE UU que se han detectado «indicios» de la presencia de elementos de Al Qaeda o Hezbolá entre las fuerzas rebeldes. «Estamos analizando muy de cerca el contenido, composición, las personalidades de los líderes de la oposición». En el mismo sentido el Ministro de Asuntos Exteriores francés, Alain Juppé manifestaba las dudas sobre el mismo Consejo en cuyo reconocimiento había sido vanguardia el gobierno galo «El Consejo Nacional de Transición libio (CNT) «no tiene el monopolio» de la representación de los rebeldes  en su país».

El imperialismo corrió a reconocer a ese Consejo, en primer lugar para ayudarlo a poner «orden» y disciplina a las indisciplinadas milicias y en especial, como ellos mismos reconocen, a los más jóvenes.

La conformación del Consejo Nacional, lejos de las teorías de la conspiración, muestra las contradicciones internas y la pugna en una revolución, entre el carácter objetivo antidictatorial y antiimperialista que expresa el levantamiento de las masas y la ausencia de una dirección revolucionaria, lo que permite a hombres del viejo régimen y sectores burgueses («hombres de negocios») situarse al frente para reconducir ese levantamiento hacia una transición acordada con el imperialismo y con lo que logren salvar del régimen de Gadafi.

 

¿CUÁL ES EL OBJETIVO DE LA INTERVENCIÓN MILITAR DEL IMPERIALISMO?

Cuentan que cuando el gobierno prusiano pidió al general Karl von Clausewitz un plan de guerra para enfrentar a Francia, Clausewitz respondió: dígannos cuál es el objetivo político y nosotros trazaremos el plan de guerra. Este célebre general prusiano del siglo XIX, autor del tratado De la guerra fue muy tenido siempre en cuenta por Engels y sobre todo por Lenin. De él es esa celebre y muy conocida frase que Lenin repite «la guerra es la continuación de la política por otros medios».

Los gobiernos imperialistas, por más perversos y canallas que sean, están lejos de ser catalogados de idiotas o descerebrados que no saben lo que hacen. Por eso el ministro galo de defensa, Longuet, haciéndose eco de las tensiones surgidas en las filas aliadas recordaba «Si no hay un proyecto político no tiene sentido intervenir«. ¿Cuál es entonces el objetivo político que persigue la intervención? Para los defensores de la teoría de la conspiración se resume en poner un signo de igualdad entre esta intervención y la de Iraq.

Si el objetivo político es el mismo que en la guerra de Iraq, acabar con Sadam Hussein, ocupar militarmente Iraq e imponer un gobierno colonial ¿por qué la resolución de la ONU rechaza expresamente la ocupación de Libia? ¿Por qué, como dice muy bien la declaración de Corriente Roja, «no solo han permanecido impasibles mientras el levantamiento popular estaba siendo aplastado sino que negaron explícitamente armas cuando la resistencia las pidió»?¿Por qué las petroleras siguieron financiando a Gadafi? ¿Por qué, más sorprendentemente aún, Obama y Zapatero (su loro hispano) afirman taxativamente: «La operación en Libia no pretende expulsar a Gadafi» «»La resolución 1973 del Consejo de Seguridad de la ONU no pretendía ni pretende la expulsión del coronel Gadafi, su objetivo era advertirle de que dejara de usar las armas contra su pueblo, de que si no lo hacía, la comunidad internacional estaría dispuesta a usar la fuerza para poner fin a los asesinatos de su pueblo» (Zapatero)? 

Puestos a ser fieles a ese consejo de Lenin, la guerra es la continuidad de la política, baste observar las operaciones militares. Desde que comenzaran el día 19 de Marzo, las operaciones de la OTAN se centran en el ataque aéreo a posiciones de Gadafi y el bombardeo con misiles Tomahawk. Cada bombardeo permite que las tropas rebeldes avancen, pero en cuanto cesan los bombardeos las fuerzas de Gadafi recuperan de nuevo terreno. Si el objetivo es, como en Iraq, acabar sin más con Gadafi, ocupar militarmente el país e imponer un gobierno colonial ¿por qué esta forma de intervención militar que ni acaba con Gadafi ni permite el triunfo de los insurrectos?

Puestos a recordar el consejo de Lenin «demostrar la ligazón de esta guerra con la política precedente» , «explicar la guerra relacionándola con la política precedente de este o aquel Estado, de ese o aquel sistema de Estados, de estas o aquellas clases»,  ¿dónde quedan los análisis de la crisis económica mundial, de las fricciones interimperialistas por los mercados? ¿Dónde quedan los análisis de un imperialismo atascado en dos guerras como las de Iraq o Afganistán? Los teóricos de la conspiración borran con el codo lo que escribieron con la mano apenas unas semanas antes del estallido del conflicto.

Que la intervención en Libia está generando tensiones en las mismas filas del imperialismo y de éstos con países como Rusia o China es conocido en todo el mundo. El jefe de los imperialistas, Obama ha sido tajante: «Ampliar nuestra misión militar en Libia para incluir el cambio de régimen hubiera sido un error… La coalición se habría dividido, hubiéramos tenido que poner tropas sobre el terreno, los peligros a los que hubieran tenido que hacer frente nuestro soldados hubieran aumentado así como nuestra responsabilidad en los acontecimientos sucesivos».

Con una crisis económica mundial que incluye una reducción de gastos militares en EEUU de 55.000 millones de euros, con dos guerras empantanadas y una región entera sacudida por levantamientos populares, repetir la policía de Iraq es un suicidio. La reciente reunión del imperialismo en Londres concluye diciendo que todos quieren «la soberanía, independencia, integridad territorial y unidad nacional libia». Sin desconocer un ápice de la demagogia y las tretas imperialistas son declaraciones notablemente diferentes a las realizadas en la guerra de Iraq.

Las resoluciones de la ONU, la negativa reiterada a dar armas a los rebeldes, las acciones militares de la OTAN y las declaraciones del imperialismo en especial de su comandante en jefe, Obama, muestran que el objetivo político de la intervención, como dice la declaración de Corriente Roja, «es asegurar el control de la zona e imponer la «estabilidad» en un área estratégica para los recursos energéticos, porque ante los crecientes levantamientos populares los gobiernos y regímenes políticos de la zona se muestran incapaces de mantener la estabilidad política«.

A diferencia de Egipto y Túnez no lograron un acuerdo por dentro del régimen para desmantelar el levantamiento porque en Libia el levantamiento destruyó el estado y la columna vertebral del mismo, el ejército. Ni Gadafi, apoyado en sus mercenarios y tropas de elite, ni la dirección de la insurgencia, que no demuestra que controle a la población y sea la dirección indiscutida, garantizan por sí solos esa estabilidad; por eso las acciones militares de la OTAN están al servicio de apretar a ambos y forzar un acuerdo negociado de unidad nacional, una transición pactada bajo tutela imperialista.

Si la política del imperialismo fuera derrocar sin más a Gadafi hubiera bastado con armar desde el primer día hasta los dientes a la oposición y no dar respiro con los ataques aéreos para acabar con Gadafi en dos días, sin necesidad de que un solo soldado de la OTAN pise Libia. Pero, reiteremos una vez más, un Consejo Nacional que no ha demostrado ser el representante de todos los insurrectos y capaz de controlar a los jóvenes en armas, no es garantía alguna para el imperialismo.

La propuesta de Franco Frattini, Ministro de Asuntos exteriores italiano, la potencia con más presencia en Libia, es clara: «impulsar una reconciliación nacional libia». «La solución de la crisis será política, no militar», repite el beligerante Sarkozy. Abrir las puertas al exilio de Gadafi, sin pedirle cuentas por el pasado, como hicieron con Ben Ali o Mubarak, es no solo la «propuesta política» por la que apuesta el imperialismo, sino a la que se suma el propio hijo de Gadafi y figura central del régimen, Saif Al-Islam. La declaración del Consejo Nacional comprometiéndose a respetar todos los acuerdos internacionales firmados por Libia (lo mismo que adoptaron como primera medida los militares egipcios), el reciente discurso de Gadafi afirmando que aceptaría cualquier decisión de la Unión Africana, el envío a Londres de emisarios del régimen, abren la puerta más aún a esa negociación que es un «secreto» a voces.

Las acciones militares de la OTAN acompañan como la sombra al cuerpo la presión para imponer esa política.

¿CONTRA EL IMPERIALISMO CON Y DESDE LA REVOLUCIÓN O CONTRA LA INTERVENCIÓN PARA DEFENDER A GADAFI?

La declaración de Corriente Roja, el pasado 10 de Marzo afirmaba:

«Que los pueblos del mundo debemos movilizarnos contra la intervención imperialista ejecutada por la OTAN, por el derecho a la autodeterminación de los pueblos y contra el régimen de Gadafi, con el objetivo de impedir – en primer lugar – cualquier apoyo directo o indirecto del Gobierno español a la agresión imperialista.

Manifestamos nuestro apoyo al levantamiento del pueblo libio para derrocar al régimen de Gadafi, en el marco de las revoluciones de los pueblos árabes contra los gobiernos proimperialistas y corruptos. El armamento de los trabajadores y las clases populares libias, y el surgimiento de una dirección política que se oponga firmemente a las injerencias de las potencias imperialistas y que sepa desarrollar hasta sus últimas consecuencias una estrategia de insurrección armada contra el régimen de Gadafi, son la única garantía de que el pueblo libio pueda conquistar la total soberanía nacional, la democracia, la libertad, y la posibilidad de avanzar hacia el socialismo».

Quienes sostenemos esta posición somos tildados de NI NIs. Tomar esa definición de un programa de televisión lamentable, un penoso reality show dedicado a los jóvenes que NI estudian Ni trabajan, muestra muy poco respeto, muy poca imaginación y un nivel político lamentable.

Se nos achaca defender la misma posición de los que en la primera guerra de Iraq decían Ni OTAN ni Sadam. Incluso se afirma que no somos consecuentes con la posición mantenida hasta ahora de que nosotros defendemos a un país atacado por el imperialismo independientemente del régimen que ese país tenga. Seguimos defendiendo a pie juntillas ese mismo principio, así lo hicimos en las guerras de Iraq. Más aún, quien como yo lleva años militando en la LITci tuvimos que aguantar no pocos insultos de los que se callaban y quedaron escandalizados cuando a cuenta de la guerra de las Malvinas, defendimos a Argentina, en plena dictadura, contra la agresión de Inglaterra.

Sorprenden especialmente que muchos de los que con juntisima razón dicen Ni PSOE, NI PP se hayan vuelto ahora tan beligerante contra decir NI…, NI…. Pero en la guerra de Libia quien nos acusa de Ni Nis solo pueden hacerlo desde una óptica, desconocer la existencia de la guerra que precede a la intervención imperialista, desconociendo el levantamiento popular contra Gadafi. En realidad los Ninis no existen, decir NI Sadam NI OTAN, cuando había una guerra de agresión imperialista sólo podía ser la bandera del neutralismo frente a la esa guerra, es decir la bandera de la capitulación vergonzante a la agresión imperialista.

Quienes decimos OTAN NO, GADAFI FUERA, lejos de ningún neutralismo dejamos constancia exacta de nuestra posición: estamos contra la intervención imperialista y a favor de que la insurgencia derroque a Gadafi. Dejamos constancia de que estamos contra la intervención imperialista pero no somos neutrales en la guerra civil abierta, queremos que los insurgentes libios no dejen ni rastro del régimen del proimperialista y tirano Gadafi.

La paradoja del debate es que la posición que agita contra los Ninis, acaba siendo neutralista en una de las dos guerras en curso, la guerra civil libia y por esa vía acaban en una capitulación completa al régimen de Gadafi. Peor aún, muestran una inconsecuencia extrema. Si es cierto que no hay tal guerra civil como afirmamos nosotros y si todo es un montaje, si aquí no hay más guerra que la de agresión imperialista, ¿por qué no exigir apoyo militar a Gadafi, por qué no exigir voluntarios y armas para defender Libia, la de Gadafi, contra el imperialismo? ¿Por qué no exigir de todas las organizaciones y Gobiernos árabes armas y voluntarios para ir a Libia? En lugar de todo eso los «antiimperialistas» se declaran ahora partidarios acérrimos de la «no injerencia«.

CONSTRUIR UN MOVIMIENTO DE MASAS EN APOYO A LAS REVOLUCIONES ÁRABES Y CONTRA LA INTERVENCIÓN IMPERIALISTA

Quienes nos declaramos partidarios de organizar un gran movimiento de masas contra la intervención imperialista estamos obligados a reconocer la realidad tal cual es. Los compañeros/as que van con las hojas convocando a las manifestaciones contra la intervención de la OTAN a sus fábricas, a sus empresas o a las mezquitas se encuentran con una realidad que está a años luz de los abundantes comentarios de Kaos en la red y de algunas reuniones de la «vanguardia antiimperialista». La inmensa mayoría de la clase obrera, incluyendo en ella a buena parte de los mejores activistas obreros o la inmensa mayoría de la llamada comunidad árabe NO ESTAN DE HECHO EN CONTRA DE LA INTERVENCION DE LA OTAN O TIENEN IMPORTANTES DUDAS DE SI ÉSTA ES EL «MAL MENOR». Peor aún, hay un dato demoledor que debería hacer reflexionar a los teóricos de la conspitación ¿Qué pasa en los países árabes que, estando sacudidos por un proceso revolucionario en todo el área, no hay manifestaciones masivas contra la intervención? ¿Por qué en el Líbano, Túnez o Egipto no se han echado a la calle millones para decir no a la intervención imperialista?

Para los defensores de la teoría de la conspiración la explicación es sencilla: los poderosos medios de comunicación mienten, falsean, fabulan y confunden, generando así un estado de opinión determinado. Pero los medios de comunicación ¿han comenzado a ser así ahora? Que sepamos siempre fueron así, mentirosos, falsificadores, etc. ¿Cómo explicar entonces que millones de personas en el mundo se echaran a la calle contra la intervención en Iraq, que en los países árabes todas y cada una de las intervenciones del imperialismo sacara a millones a la calle y en esta ocasión sea un erial?

Dicen que las grandes mentiras para que tengan credibilidad social necesitan unas dosis de verdad. La gran mentira del imperialismo -que intervienen en Libia para salvar a la población civil- se asienta en una dosis de verdad: que Gadafi está pasando a sangre y fuego a la población que se levantó contra él. Cuando cualquier persona del mundo, y máxime en este país, escuchó decir a Gadafi que entraría en Bengasi como Franco entró en Madrid, acabó teniendo la dosis definitiva de verdad que le ha hecho tragarse la gran mentira.

Querer combatir las mentiras del imperialismo negando los hechos de la realidad, esas «dosis de verdad«, es la apuesta segura por no construir ningún movimiento antiimperialista.

Afirmar que «lo que une» es el rechazo a la intervención de la OTAN, que ese debe ser el acuerdo de «minimos» para impulsar un movimiento contra la guerra, es apostar por no construir ese movimiento de rechazo a la intervención. Porque decir sólo «No a la intervención de la OTAN», desconociendo la guerra civil en curso, desconociendo la negativa de todos los gobiernos a enviar armas a los insurrectos, es decir NO a la OTAN… y que Gadafi reviente a los insurrectos; es, en definitiva, el apoyo inconfeso a Gadafi. Esa poltica es un crimen para el proceso revolucionario en los países árabes y carga de razones a los que desgraciadamente opinan que esa intervención «es el mal menor».

Tenemos que impulsar un movimiento contra la guerra que diga OTAN NO, GADAFI FUERA, que grite como el otro día en Madrid NO A LA INTERVENCIÓN, SI A LA REVOLUCIÓN. Hay que llevar ese debate a las empresas, a los sindicatos y especialmente a los trabajadores/as árabes inmigrantes para explicar pacientemente que apoyar a los trabajadores/as y al pueblo libio para que acaben con Gadafi exige oponerse a la intervención de la OTAN y exigir armas para los insurrectos, como dice la declaración de Corriente Roja. Hay que manifestar todo  el apoyo y la solidaridad a los levantados en armas contra Gadafi, por eso no queremos una intervención al servicio de sustituir una tiranía por otra, por la peor de todas las tiranías: la de las grandes potencias de sátrapas. No queremos que la OTAN con el régimen de Gadafi, aunque sea sin Gadafi y los sectores del Consejo Nacional que vienen de ese mismo régimen, roben al pueblo libio su derecho a la victoria. No queremos un «nuevo régimen» que continúe el expolio de los recursos de Libia entregando las riquezas del país a las multinacionales, no queremos un nuevo régimen que al dictado del FMI siga condenando a la juventud al paro y a la miseria. Por eso el levantamiento del 17 de febrero sólo triunfará si es el pueblo en armas quien derrota a Gadafi y cierra la puerta a la OTAN.

A buen seguro que más de un «antiimperialista» pondrá el grito en el cielo: ¡piden armas a los gobiernos imperialistas! ¿Hace falta mas prueba de la capitulación al imperialismo?

Habrá que recordarles que, entre otros, Ho Chi Min y el Vietmin pidieron y recibieron armamento del imperialismo yanki en su lucha contra el francés y japonés y que sepamos nadie les acusó por ello de proimperialistas. Los partisanos italianos y franceses en la II Guerra Mundial exigieron una y otra vez armamento a los ejércitos yankis y británicos sin que nadie les acusara por ello de proimperialistas sajones. ¿Y no fue una de las grandes demandas de la República en 1936 la petición de ayuda militar a las potencias imperialistas, los llamados aliados? ¿No fue siempre un motivo de denuncia el miserable embargo de armas que el gobierno Blum hizo a la república y la negativa de los aliados a enviar esas armas?

En todos esos casos citados, pedir armas es una exigencia básica, el derecho de los pueblos a defenderse de los tiranos, es además una forma directa de desenmascarar la demagogia imperialista. Los que hablan de defender al pueblo libio ¿por qué le niegan una y otra vez el derecho a defenderse? Pero es sobre todo la demostración clara y sincera de que queremos la victoria del pueblo libio frente a Gadafi.

Apoyar a los insurrectos libios, exigir armas para su defensa, es la manera de meter cuña entre los jóvenes levantados en armas y la dirección capituladora del Consejo Nacional, es la mejor manera de tirar puentes a esos sectores que defienden No a la intervención extranjera, el pueblo libio puede hacerlo solo.

El futuro de Libia con un nuevo régimen surgido de la unidad nacional o de la entera derrota del régimen de Gadafi, no va cerrar el proceso revolucionario. El nuevo régimen tendrá que responder a las demandas económicas, sociales y democráticas que están en la base del levantamiento que hoy sacude a Libia y a todos los pueblos árabes. Ningún gobierno colonial podrá satisfacer esas demandas y eso da base material a la continuidad de la lucha. Pero los que en forma confesa o inconfesa se pusieron del lado de Gadafi no tendrán nada que decir porque ellos estuvieron del lado del tirano que el pueblo derrotó.

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