Traducido del inglés para Rebelión por Germán Leyens
A decir verdad, algunos observadores extranjeros, y ciertamente yo, después de haber estado en Trípoli las últimas casi ocho semanas, no hemos tomado muy en serio ocasionales pronósticos de los medios de que Trípoli podría ser invadida pronto por «rebeldes de la OTAN» – aunque no por fuerzas de los países de la OTAN que vengan a combatir en tierra.
Los motivos incluyen observaciones de que la población libia expresa cada vez más ira por la muerte de miembros de sus familias y tribus por incursiones de la OTAN que afirma que «protege a civiles».
Muchos dicen aquí que decenas de miles están listos para rechazar a invasores que traten de entrar en Trípoli. El apoyo al coronel Gadafi parece reflejarse incluso en sondeos occidentales como aquel al que se refirió recientemente el Guardian británico diciendo que la popularidad del líder libio puede haberse duplicado durante el actual conflicto. El sondeo Rasmussen de esta mañana afirma que el apoyo a la participación de OTAN/EE.UU. ha caído a solo un 20% en el público estadounidense debido, entre otras razones, a la matanza de civiles por la OTAN. Es incluso más bajo en varios otros países de la OTAN.
Hasta hace poco tiempo la vida parecía bastante normal en Trípoli si no fuera por la escasez de gasolina para vehículos, ciertos alimentos de lujo y también algunos suministros como leche para bebés, ciertas medicinas y la falta de un servicio telefónico fiable. Los montones de basura doméstica que comenzaron a acumularse en algunas esquinas de las calles de Trípoli a principios de marzo, cuando hasta 400.000 trabajadores extranjeros huyeron hacia el oeste a Túnez y hacia el este a Egipto, comenzaron a ser eliminados hace un par de semanas, cuando el ayuntamiento reorganizó su fuerza laboral, reducida de forma radical e instantánea.
Con la excepción del reciente aumento de los vuelos de bombardeo de la OTAN, Trípoli ha sido un sitio bastante agradable.
El 17 de agosto de 2011 las cosas cambiaron bruscamente y nadie sabe con seguridad en qué dirección irá ahora la vida de todos los días. Desde antes de mediodía, gran parte de Trípoli, si no todo, se quedó sin electricidad. En mi hotel, uno de los dos únicos que estos días tiene internet, aunque sea esporádico, los servicios se detuvieron repentinamente para todo el personal y los clientes (a pesar de que algunas zonas de Trípoli sufren regularmente repentinos apagones como los del sur de Beirut, en el Líbano, que pueden durar horas o días). Algunos clientes quedaron bloqueados en el ascensor y entre algunos cundió el pánico. Nuestras habitaciones, con ventanas que no se abren, comenzaron a calentarse rápidamente, las baterías de los laptop comenzaron a agotarse, internet desapareció, y yo, como otros, me vi enfrentado a la perspectiva de bajar y subir a pie dieciocho pisos para cumplir con citas en el área de recepción. Dos de mis amigos libios, que trabajan en uno de los restaurantes del hotel, llamaron a mi habitación para preguntar si quería que subieran un poco de almuerzo. Profundamente conmovido por su consideración, que parece típica de los libios, les recordé que estaba en ayunas por el Ramadán y que en todo caso ni pensaría en aceptar su amable oferta. Poco después partió el generador de emergencia del hotel y el ascensor comenzó a funcionar, pero sin electricidad en ningún otro sitio dentro del hotel.
En la cercana Plaza Verde a las dos de la tarde empezó a congregarse una multitud para manifestarse contra «los rebeldes de la OTAN» y me contaron que miles de ciudadanos libios estaban listos para desplazarse a las afueras de la ciudad, ocupar puntos de control y apoyar a unidades del ejército para rechazar cualquier avance desde Al Zawieh al oeste, Gheryan y varias aldeas desde el sur o Brega y aldeas más cercanas desde el este.
Los precios en la «Medina» local (mercado callejero que cubre varias manzanas, en el que se vende una amplia variedad de bienes y vegetales) adyacente a mi hotel han vuelto a subir, según dos hermanas que se han hecho amigas mías, quienes compran allí cada mañana con su madre para preparar la comida diaria «iftar» que rompe el ayuno del Ramadán a la hora del crepúsculo. Durante los últimos seis meses los precios de alimentos básicos se han estabilizado en general gracias a las advertencias del gobierno a comerciantes de que ni sueñen con especular con los precios.
Hay gente que se va de Trípoli, pero cuesta calcular cuánta. La mayor parte de las personas a las que he preguntado dicen que se quedarán y que no piensan que los «rebeldes de la OTAN» puedan entrar a esta ciudad bien armada y aparentemente bien organizada que sigue teniendo cerca de 1,5 millones de habitantes.
Una tardía delegación de investigación de la ONU, dirigida por una espectacular mujer palestina de la Nazaret ocupada llamada Juliette, por fin llegó por avión después de que la ONU exigiera a la OTAN que permitiera el aterrizaje de su avión en el aeropuerto de Trípoli. El grupo de la ONU, que vive en nuestro hotel, había estado detenido en la carretera principal entre Trípoli y Túnez. Desde la mañana del 18 de agosto, la gente está bloqueada en Trípoli y no puede partir a Túnez, y nadie puede entrar desde ese país.
Varios estudiantes libios en la Universidad Al Fatah de Trípoli e incluso algunos funcionarios del gobierno me han dicho que han jurado atrincherarse y librar una «defensa de Stalingrado» de Trípoli contra el avance de los «rebeldes de la OTAN». Por cierto, los vecindarios están fuertemente armados.
Algunos, y me incluyo, no son lo suficientemente duros como para recordar a esos queridos estudiantes que en Stalingrado los ciudadanos rusos resistieron a la espera de la llegada del Ejército Rojo que, por cierto, acabó salvando a muchos de ellos. No se siente que haya un Ejército Rojo en camino para levantar la amenaza de un sitio de Trípoli. Pero tal vez los defensores de Trípoli no necesitan de un Ejército Rojo para romper un asedio de Trípoli.
Esta semana, un estudiante libio de derecho que durante semanas ha estado ayudando a guarnecer un punto de control de un comité de defensa de barrio cerca de la carretera del aeropuerto me dejó la siguiente nota:
«Franklin, me preguntaste cómo vamos a defender nuestra capital, Trípoli, si la OTAN abre con bombas un camino para que puedan llegar las fuerzas rebeldes y tratan de entrar en nuestros vecindarios. Lo discutimos frecuentemente entre nosotros durante la noche. Ante tu pregunta decimos lo siguiente:
«No es información confidencial que nuestra defensa tendrá lugar desde todos los edificios en cada calle principal, plaza o glorieta. Podemos conservar, y lo haremos, mientras sea posible cada metro que traten de conquistar las fuerzas de la OTAN. Cada edificio de apartamentos, fábrica, almacén, esquina, intersección, casa o edificio de oficinas espera y está provisto de armas de diferentes tipos, lanzacohetes y morteros. Están listos los francotiradores y pequeñas unidades de 5 o 6 hombres especialmente entrenadas. Nuestra defensa será una batalla casa por casa. Desde cada piso y agujero en el suelo lucharemos contra los rebeldes de la OTAN. También lucharemos desde las alcantarillas y desde cada sótano. Si la OTAN entra por una puerta delantera combatiremos contra ellos por cada pieza de la casa y desde las pilas de escombros creadas por sus bombardeos.
«Querido amigo Lamb. Los libios son un pueblo bueno y orgulloso. Los dos hemos hablado sobre Omar Muktar y nuestra derrota de los italianos que nos costó más de un tercio de nuestros parientes, caídos en la batalla. ¿Sabes, amigo mío, cuál fue el único país árabe o musulmán que durante los siglos de colonización del Imperio Otomano se rebeló contra ellos? Fue Libia. Solo Libia. Encabezada por sus tribus. Luchamos contra los turcos y libramos 20 años de guerra contra ellos. ¿Creen la OTAN y Obama que pueden derrotarnos?
Tu amigo, Mohammad.»
Franklin Lamb está en Trípoli, Libia. [email protected]
Fuente: http://www.counterpunch.org/lamb08182011.html
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