Recomiendo:
1

Convergencia catastrófica en Marruecos

Despotismo, neoliberalismo y cambio climático

Fuentes: Middle East Eye

Traducido del inglés para Rebelión por Sinfo Fernández.

El viernes 28 de octubre de 2016, se produjo un trágico incidente mortal en la ciudad de Al Hoceima, situada al noroeste de Marruecos, cuando un funcionario del Estado confiscó la mercancía de Mohsin Fikri, un vendedor de pescado, y la arrojó a un camión de la basura. Cuando el vendedor saltó desesperadamente al camión para recuperar su pescado, «un agente de la policía local ordenó al conductor del camión de la basura que pusiera en marcha la compactadora y ‘lo triturara'», según activistas y testigos. El camión destrozó de forma espantosa a Fikri, quitándole la vida.

Esta tragedia y las protestas que siguieron recordaron la oleada de manifestaciones que Marruecos vivió con el comienzo del Movimiento del 20 de Febrero en 2011, durante la llamada Primavera Árabe. Aportaron el impulso necesario para que los marroquíes continuaran su lucha por la dignidad, libertad y justicia social, mostrando que el proceso de transformación real en Marruecos -y más ampliamente por toda África del Norte y el occidente de Asia- no ha terminado aún.

Sin embargo, desde que se inició, los gobernantes y las elites han venido frustrando ese deseo de cambio. Esas elites querían que la «primavera» se convirtiera rápidamente en otoño, destrozando las esperanzas de todos los que tomaron las calles para reclamar su derecho inalienable a la dignidad y libertad.

«Estábamos sólo al principio de un proceso revolucionario a largo plazo que va a prolongarse durante años y décadas», declaró el pasado año Gilbert Achar, profesor de Estudios del Desarrollo y Relaciones Internacionales en la School of Oriental and African Studies (SOAS). «Como en todos los procesos históricos de ese tipo, habrá altibajos, revoluciones y contrarrevoluciones, levantamientos y contragolpes».

 

Sosteniendo el cuerpo de Fikri en la norteña ciudad de Hoceima el 30 de octubre de 2016 (Reuters)

Con la connivencia de la mayoría de la elite política e intelectual, los gobernantes se apresuraron a promover la supuesta excepción marroquí a la regla. Sin embargo, esta proclama de estabilidad ha quedado contrarrestada por estos recientes incidentes y la rápida e importante movilización que se ha producido en los últimos meses en más de cuarenta ciudades marroquíes.

Esta movilización masiva llevó a los activistas a las calles para expresar su rechazo al desprecio y humillación, referido colectivamente en Marruecos como hogra (*), y en solidaridad con los oprimidos. Acciones como esta dan testimonio del poder latente de las masas, que sin duda conseguirá anular a las fuerzas de la opresión y el colonialismo que vienen aplastando nuestra libre voluntad desde nuestra supuesta independencia en 1956.

Dos Marruecos

Cualquier seguidor del panorama general en Marruecos se siente obnubilado ante las agudas contradicciones del cuento de los dos Marruecos. Por una parte, un Marruecos de los megaproyectos: el puerto Tanger-Med, autopistas, trenes de alta velocidad (el «tren de alta velocidad» TGV), coches de lujo, villas, palacios y centros turísticos con grandes piscinas e inmensos campos de golf.

En contraste, uno se encuentra con un Marruecos en las cotas más bajas del índice de desarrollo humano (HDI, por sus siglas en inglés), que oscila entre el puesto 126 y 130 de 188 países durante los últimos años. En 2013, el país ocupaba el puesto 15º en el índice del mundo árabe y el cuarto en la región del Magreb, por detrás de Libia, Argelia y Túnez.

En este Marruecos, el 15% de la población vive en la pobreza y, según una investigación realizada en 2014 por la Alta Comisión de Planificación, los niños asisten a la escuela durante un promedio de 4,3 años, comparado con el promedio mundial de 7,7 años. Y hay informes de mujeres que han tenido que dar a luz en la calle, fuera de los hospitales, porque el personal de los mismos les negó el acceso. Muchísimas otras personas carecen sencillamente de servicios sanitarios.

Además, desde que se adoptó el programa de ajuste estructural del Fondo Monetario Internacional en los primeros años de la década de 1980, Marruecos abandonó su soberanía alimentaria y se volvió vulnerable a las fluctuaciones de los precios de los productos básicos en el mercado mundial. Cada vez tenemos que importar mayores cantidades de trigo para poder satisfacer nuestras necesidades.

 

Campesinos marroquíes fertilizando un campo de trigo en Rabat (AFP)

Marruecos ha puesto también la suerte de su energía en manos de compañías privadas internacionales y locales, cuyo principal interés es la acumulación insaciable de beneficios a expensas de los marroquíes que se ven obligados a pagar facturas eléctricas desorbitadas que no dejan de incrementarse.

En su libro Tropic of Chaos: Climate Change and the New Geography of Violence, el escritor, periodista y profesor Christian Parenti elabora el concepto de convergencia catastrófica -con la que quiere referirse a la convergencia del militarismo, neoliberalismo y cambio climático-, sosteniendo que ha devastado numerosas regiones por todo el mundo. Como sucede en muchos países de nuestra región, las agudas contradicciones e injusticias que estamos experimentando en estos dos Marruecos están bien explicadas por el concepto de Parenti.

Específicamente, estamos viendo la llegada del despotismo político del Majzén -la red de patrocinio de miembros de la realeza, oficiales militares, terratenientes, funcionarios y todos los que rodean al rey-, que ha tomado casi todas las decisiones políticas y económicas en el país; del neoliberalismo económico con las fuerzas dominantes del neocolonialismo, privatización y desarrollo orientado a la exportación; y, finalmente, del cambio climático, con frecuentes fenómenos extremos, como sequías e inundaciones.

La aplastante maquinaria del despotismo político

Durante la segunda mitad de la década de 1990, Marruecos presenció una leve mejora de las libertades políticas como parte de los preparativos para el traspaso del poder del rey Hassan II a su hijo el rey Mohamed VI, y también en el contexto del «nuevo orden mundial«, como acuñó el presidente estadounidense George HW Bush la era que siguió a la caída del Muro de Berlín y el final de la Guerra Fría entre EEUU y Rusia.

Sin embargo, en realidad, el factor principal que contribuyó a estos avances en las libertades políticas fue la perseverancia y sacrificio de generaciones de incansables ciudadanos y activistas marroquíes, que no escatimaron sacrificios para luchar con todas sus fuerzas contra una maquinaria represiva y la intimidación impuestas por la dictadura de Hassan II desde la década de 1960.

La relativa mejora no pudo ocultar las formas persistentes de despotismo político bautizadas como «nuevo concepto de autoridad». Además, se seguía haciendo uso de ciertas prácticas estatales de la vieja era, como secuestros, investigaciones bajo tortura y acusaciones injustas, especialmente tras los terribles ataques de los terroristas suicidas en Casablanca del 16 de mayo de 2003.

El Movimiento del 20 de Febrero en Marruecos y, más ampliamente, los extraordinarios levantamientos dirigidos por los jóvenes de la región tras la muerte del vendedor callejero tunecino Mohamed Buazizi en diciembre de 2010, marcaron un punto de inflexión histórico que obligó a los regímenes autoritarios a hacer ciertas concesiones, algunas de las cuales, vistas a posteriori, eran puramente tácticas que trataban sobre todo de neutralizar la indignación popular.

 

Miembros del Movimiento del 20 de Febrero lanzan bengalas durante una manifestación celebrada el 6 de noviembre de 2016 en Rabat (AFP)

En Marruecos, el éxito de estas tácticas se puso de manifiesto en el debilitamiento y después aparente desaparición del Movimiento del 20 de Febrero a principios de 2012, ya que muchos activistas tuvieron que enfrentarse a la sistemática represión del Estado, incluyendo acusaciones falsas, juicios basados en frágiles pruebas, encarcelamientos y despido de los puestos de trabajo. Por ejemplo, Moad, un joven rapero, también conocido como El-Haqed, o «el Indignado», al que se consideraba como la voz del movimiento, ha sido arrestado y encarcelado en numerosas ocasiones desde 2012.

Cabe destacar que la reacción a que se enfrentaron los hombres y mujeres que protestaban contra el régimen no es más que una pequeña fracción de la represión más amplia del Estado contra los ciudadanos tras la desaparición del Movimiento del 20 de Febrero. Las casas construidas de forma ilegal -las mismas que los funcionarios ignoraron cuando se levantaron en barriadas pobres en diversas partes del país- fueron demolidas.

La máquina del despotismo político reasumió sus actividades suprimiendo todas las formas de protesta organizadas por diversos fragmentos de la sociedad, incluyendo maestros en formación, estudiantes de medicina, trabajadores de Maghreb Steel, las tribus de Guich Loudaya y los Ouled Sbita, que estaban defendiendo sus derechos por una vivienda decente contra la codicia de los promotores inmobiliarios.

«¿Sois un gobierno o una banda criminal?»

En 1955, Mohammed Abdelkrim al-Jatabi -un líder de la región del Rif donde Mohsin Fikri fue asesinado- se dirigió al primer gobierno nombrado por el difunto rey Mohammed V y encabezado por Mbareq El Bekkay Lehbil y les preguntó: «¿Sois un gobierno o una banda criminal?»

La ahora tristemente célebre frase de Al-Jatabi puede aplicarse muy bien a la actual situación en Marruecos, porque nuestros gobernantes han puesto al pueblo en el callejón sin salida de una opción imposible: servilismo y sumisión frente a la aniquilación de los restos de nuestros avances sociales, o caos, utilizando como ejemplos al hombre del saco del actual genocidio sirio bajo el liderazgo y complicidad de los Estados de Occidente y la guerra contra el pueblo yemení liderada por Arabia Saudí.

La muerte dramática de Mohsin Fikri a finales del pasado octubre como consecuencia de un sistema corrupto y opresor demuestra que la maquinaria aplastante del despotismo político no se ha roto aún, y que la tarea de desarraigarla recae sobre nuestros hombros. Sin embargo, las protestas en curso en las ciudades del norte del país muestran también que el espíritu de Abdelkrim al-Jatabi, un símbolo de la lucha contra todas las formas de colonialismo y dependencia, todavía persigue a los gobernantes de Marruecos.

Con la ayuda de la represión política impuesta desde la falsa independencia del país en 1956 y el monopolio del Majzen en la toma de decisiones políticas, las clases dominantes de Marruecos han impuesto decisiones económicas liberales al país. El ritmo de estas opciones aumentó con la implementación del programa de ajuste estructural de los primeros años de la década de 1980, la adopción de la ley de privatización de 1989, el establecimiento del Ministerio de Economía y la privatización.

 

Foto de 1948 de Abdelkrim al-Jatabi (a la izquierda), líder de la rebelión en el Rif, con su hermano (AFP)

Algunas de las principales decisiones económicas dictadas por las instituciones financieras internacionales, en particular el Banco Mundial y el FMI, incluían el abandono de servicios públicos como la educación y la sanidad, privatizando instituciones e instalaciones públicas, orientando la economía hacia la exportación, sobre todo la agricultura, abriendo el mercado marroquí a los productos extranjeros y disminuyendo los subsidios a productos básicos como el trigo, el azúcar y el aceite, e incluso cancelando el subsidio al petróleo. Estas tendencias económicas se profundizaron mediante los acuerdos ostensibles de «libre» comercio firmados por Marruecos.

Más de 35 años después de la diligente puesta en marcha de estas estrategias neoliberales, puede afirmarse que no fueron sino un fracaso miserable a la hora de conseguir sus metas declaradas, entre ellas el control de los índices macroeconómicos y altas tasas de crecimiento económico. Por el contrario, esas tendencias tuvieron un impacto social catastrófico, exacerbaron nuestra dependencia económica de la deuda, las instituciones internacionales y los antiguos colonizadores y dieron un golpe a lo que nos quedaba de soberanía nacional.

Piratería energética

El sector de los combustibles es un duro ejemplo del claro fracaso de esas políticas. Como botón de muestra actual tenemos el cierre de La Samir, la única refinería en Marruecos, y el desplazamiento de los trabajadores y sus familias tras declararse en quiebra.

Mientras tanto, quienes se beneficiaron de su privatización transfirieron sus beneficios al extranjero, lo que supuso para el Estado una pérdida de casi 5.000 millones de dólares. La liberalización de los precios del petróleo, recientemente adoptada en cumplimiento de los dictados del FMI, permitió al lobby del gas y el petróleo imponer constantes incrementos de precios, a pesar de la disminución general de los precios del petróleo en el mercado mundial.

 

El rey de Marruecos Mohammed VI en una plataforma petrolífera cerca de la frontera argelina, durante una visita a la región de Talsint (AFP)

Cabe señalar que tras la liberalización de los precios del combustible y el cierre de la refinería de La Samir, empresas como Afriquia, que controla al menos el 19% del mercado y es propiedad del conglomerado marroquí Akwa Group -de propiedad mayoritaria de Aziz Akhannouch, el ministro de Agricultura y Pesca de casi toda la vida-, amasaron importantes beneficios. Con el final de la producción en La Samir, estas compañías importaron más productos refinados del petróleo para venderlos en el mercado interior.

Forbes ha estimado que el patrimonio neto de Akhannouch es de 1.600 millones de dólares. En 2016, apareció clasificado en el puesto 28º de la lista anual de Forbes de los árabes más ricos del mundo. Jugó un papel importante en que la formación de nuevo gobierno permaneciera estancada durante cinco meses a finales de 2016 y principios de 2017. Quienes se manifiestan actualmente en el norte de Marruecos acusan a Akhannouch, como ministro encargado de la Pesca, de ser responsable de la muerte de Mohsin Fikri y piden su dimisión. Hasta el momento, Akhannouch no ha respondido públicamente a estas acusaciones.

Acumulación por desposesión

Por otra parte, las clases dominantes marroquíes se han beneficiado directamente de la adopción de una serie de políticas que han llevado a la liberalización del sector público y a la privatización de las compañías de telecomunicaciones, acero y agricultura que eran de propiedad estatal, como Cosumar y Régie des Tabacs. A través de estas numerosas privatizaciones, se ha seguido adelante -o incluso ampliado- con el proceso de acumulación por desposesión iniciado por los colonizadores antes de la ficticia independencia.

En la actualidad, según Diana Davis, del Departamento de Geografía y Medioambiente de la Universidad de Texas, la mayoría de las familias ricas e influyentes en Marruecos se ha beneficiado de haber regalado las empresas públicas y servicios públicos rentables gracias sobre todo a su proximidad con el centro de toma de decisiones, es decir, el palacio real.

Davis explica que «la monarquía marroquí y gran parte de la elite empresarial han acogido con entusiasmo el neoliberalismo, si bien de forma selectiva, en contraste con la oposición que ha encontrado en muchos lugares. Esto se debe, en parte, al hecho de que la familia real y sus patrocinadores se han beneficiado enormemente de ciertos aspectos de la reestructura neoliberal, como ha sido el de la privatización.

«Se debe también a los efectos del neoliberalismo, que refuerza los objetivos políticos del gobierno. Por ejemplo, se ha postulado recientemente que muchas reformas neoliberales han actuado despolitizando la esfera pública en Marruecos y, por ello, han retrasado la reforma democrática de un régimen autoritario.»

Una deuda cada vez mayor

Los gobernantes de Marruecos han optado de forma sistemática por endeudar el país para compensar sus equivocadas elecciones, llevando la deuda pública hasta el nivel record de casi 100.000 millones de dólares.

A su vez, la política de la deuda ha tenido un impacto catastrófico sobre Marruecos no sólo absorbiendo más de la tercera parte del presupuesto estatal para pagar los servicios de la deuda, sino también manteniendo nuestra dependencia de las instituciones financieras internacionales, los gobiernos y las corporaciones occidentales a través de las condiciones de préstamo.

Pero las cosas no se detienen ahí. Los prestamistas imponen también sus preferencias en los proyectos, con el conocimiento de las elites gobernantes. El proyecto del tren de alta velocidad francés (TGV) entre Casablanca y Tanger es un buen ejemplo de esto. Una firma consultora francesa, patrocinada por la Agencia Francesa de Desarrollo, junto con bancos franceses y del Golfo, fueron quienes llevaron a cabo los estudios iniciales del proyecto. Dos compañías francesas, Alstom y Railway, han sido las grandes beneficiarias del proyecto.

 

Flete de un tren de alta velocidad TGV producido por Alstom en un barco que se dirige a Tánger desde el puerto de La Rochelle, Francia, en junio de 2015 (AFP)

La mayoría de los marroquíes, sobre todo los empobrecidos, que nunca han pisado un tren normal y menos aún uno de alta velocidad, se encuentran con que están obligados a pagar los servicios de la deuda, incluyendo los intereses, a expensas de sectores sociales esenciales, como la sanidad y la educación.

La destructiva maquinaria del cambio climático

Marruecos es un ejemplo de la injusticia climática que caracteriza actualmente a tantas partes del mundo. En efecto, Marruecos es uno de los países menos contaminantes en el mundo (menos de 1,7 toneladas de CO2 per capita al año) y su responsabilidad en el cambio climático mundial es insignificante. Sin embargo, Marruecos está entre los países más afectados y menos preparados para lidiar con el impacto del cambio climático.

El abandono por parte del Estado del sector público y la regresión de sus recursos, como consecuencia de la maquinaria devastadora del liberalismo económico y la privatización, han hecho que el Estado sea incapaz de intervenir para reducir las repercusiones de estos cambios terribles, sobre todo en sucesos extremos como inundaciones y sequías.

 

Un hombre camina por una zona desertizada que antes formaba parte del oasis de Tafilalet, cercano a la ciudad-oasis de Erfoud, en el sureste marroquí, al norte de Er-Rissani, en el desierto del Sahara (AFP)

El cambio climático antropogénico (emisiones de gases de efecto invernadero como consecuencia de actividades humanas) y su grave impacto sobre sectores vitales de Marruecos, especialmente en la agricultura, son innegables. Los aumentos de las temperaturas y los menores niveles de lluvia, así como las sequías recurrentes (1980, 1985, 1991, 2006, 2015 y 2016) y las inundaciones (Casablanca en 2010, Guelmim y Tizniz en 2014, Taroudant en 2016) son las principales manifestaciones del cambio climático en Marruecos.

Un informe del Banco Mundial de 2014 predice otros impactos catastróficos sobre nuestra región en el futuro si los países que más contaminan no reducen drásticamente sus emisiones.

Aunque las elites y las clases gobernantes marroquíes reconocen estos cambios y expectativas, sus decisiones económicas y proyectos estructurales están en total contradicción con las acciones necesarias para abordar y hacer frente al cambio climático. Al contrario, están exacerbando su impacto multiplicando la presión sobre los recursos naturales. Veamos dos ejemplos:

En 2001, el rey anunció el Plan Azur, una estrategia del gobierno que intentaba atraer a Marruecos a diez millones de nuevos visitantes desarrollando seis centros vacacionales en la costa. Teniendo en cuenta el aumento global de los niveles del mar y, en consecuencia, el alto riesgo de inundación que presentan esos nuevos lugares, el plan se presenta problemático. Además, hay una profunda contracción entre las inmensas piscinas y campos de golf que los nuevos centros turísticos albergarán y los menguantes recursos hídricos del país, que han disminuido un tercio desde la década de 1960. Los expertos predicen que Marruecos sufrirá de escasez absoluta de agua, definida como 500 metros cúbicos por persona anualmente, en 2025.

 

Trabajadoras agrícolas recogiendo fresa en la profincia de Kenitra (AFP)

El segundo ejemplo es el Plan Marruecos Verde, una estrategia que el Ministerio de Agricultura y Pesca lanzó en 2008. Como parte del plan, el país promocionaría el crecimiento y exportación de productos agrícolas de «alto valor añadido», como cítricos, verduras y frutas, que son también los que más agua consumen.

Como tales, estos tres factores, i.e., despotismo político, liberalismo económico y cambio climático se superponen y convergen profundizando y acelerando los efectos negativos de cada uno de ellos. El diágrama siguiente es un intento de resumir este proceso:

 

«Ecologismo» de elite

El pasado noviembre en Marrakech, en la Conferencia de la ONU sobre el Cambio Climático (COP22), las elites gobernantes del país ondearon la bandera verde y maquillaron de verde sus compañías, coches de lujo y discursos para ganarse el respeto de sus huéspedes.

En vísperas de la conferencia, el gobierno impuso nuevas leyes y decisiones que trataban de pasar por medioambientales, pero que en realidad sólo eran reflejo de un «ecologismo de elite» en total oposición a los intereses de la mayoría pobre. Estas decisiones han profundizado la convicción de esta mayoría machacada del pueblo de que las leyes se imponen en contra suya, exacerbando su sufrimiento y humillación.

El ejemplo más pertinente fue la campaña cero bolsas de plástico. Esta prohibición a la producción y uso de bolsas de plástico se aprobó en el parlamento marroquí en octubre de 2015 y se puso en vigor el pasado julio; en realidad se centraba en las bolsas de plástico utilizadas por los pobres, sin prohibir todos los tipos de bolsas de plástico de «primera clase» de las grandes corporaciones.

Pocos días antes de que empezara la conferencia y para mejorar claramente su imagen, el gobierno se apresuró también a adoptar una decisión que levantaba la prohibición sobre las llamadas hechas a través de conexiones móviles de internet en apps como Skype y Whats App. Había habido protestas en las redes sociales cuando en enero de 2016 se impuso la prohibición.

Estas acciones revelan el poco interés que los gobernantes tienen por sus ciudadanos, su única preocupación es cómo les ven sus «amos» de los países «desarrollados», como Francia y Estados Unidos. Su ecologismo es de arriba a abajo y consideran que la mayoría inculta es responsable de todos los problemas ecológicos del país por arrojar la basura a las calles y no mantener la belleza de los espacios públicos.

 

Miembros de las delegaciones internacionales jugando con un globo aérotransportado gigante en el exterior de la sede de la conferencia del clima COP22, en noviembre de 2016, en Marrakech (AFP)

A través de ese estrecho marco ambientalista, el gobierno percibe la crisis ecológica, ya sea como hecho mundial vinculado al calentamiento global o hecho local vinculado a actividades extractivas, como una oportunidad de enriquecimiento y acumulación de nuevos beneficios. Por esta razón, en vez de trabajar y esforzarse por mitigarla, se centran más en proyectos de producción de energía debido a su alta rentabilidad a través de compañías público-privadas (PPPs), un eufemismo para privatizar beneficios y nacionalizar pérdidas.

Pero son los ciudadanos los que terminan asumiendo la responsabilidad de financiar directamente estos proyectos de producción de energía a través de subidas en las facturas de la electricidad, o indirectamente, mediante el agotamiento de las finanzas del Estado.

En contraste, las empresas privadas, incluyendo las que son propiedad de funcionarios del gobierno y las de sus «socios» franceses, españoles, emiratíes y saudíes, se benefician de las ventajas y condiciones preferenciales plasmadas en contratos hechos a medida para ellos. Su ambientalismo ve la crisis ecológica como una oportunidad para apoderarse del control de lo que queda de nuestros recursos naturales.

«Nacionalismo» de elite

Las elites gobernantes no vacilan en cuanto se presenta la oportunidad de hacer alarde de nacionalismo. O lo utilizan como pretexto contra todo el que manifiesta su opresión y explotación acusándoles de ser traidores a la nación y de servir a una agenda extranjera.

Por ejemplo, en vez de escuchar sus demandas y quejas, el ministro del Interior, Abdelouafi Laftit, ha acusado a los manifestantes y activistas del Rif de ser separatistas y amenazar la integridad territorial del país.

No dudan en hacer alarde de su patriotismo ni siquiera cuando depositan gran parte de su dinero en bancos de Suiza, Francia, EEUU y otros paraísos fiscales, como han revelado los Papeles de Panamá. Alardean de patriotismo aunque posean propiedades y segundas residencias en Europa y EEUU.

Además, algunos de ellos consideran su casa en el extranjero como su residencia principal y su hogar en Marruecos como la secundaria, algo que hay que mantener mientras les permita acumular beneficios. No dudan en enseñar sus pasaportes occidentales para escapar de las degradantes normas burocráticas y racistas impuestas por los países «ricos» a los marroquíes para conseguir visado.

Su nacionalismo es superficial y esporádico y se encarna, por ejemplo, en reunir a los pobres y llevarlos en autobús a la capital para realizar marchas cuyos objetivos ignoran, como las organizadas contra Ban Ki Moon o el Partido Popular de España tras sus declaraciones sobre el conflicto del Sahara Occidental, aunque después les dan la bienvenida y les reciben como si aquí no hubiera pasado nada.

Su nacionalismo está aliado con nuestros viejos y nuevos colonizadores en su misión de «reconquistar» África apropiándose de sus recursos y controlando sectores vitales como la banca y la energía, exactamente del mismo modo que hicieron con nuestros recursos y sectores vitales en nombre de su «marroquinización».

Un camino de esperanza

En su libro This Changes Everything: Capitalism vs the Climate, Naomi Klein sostiene que la catastrófica crisis medioambiental actual, resultante del modelo capitalista globalizado de producción, distribución y consumo, es una oportunidad para cambiarlo todo.

De hecho, este modelo amanaza a la vida sobre la tierra como bien sabemos ahora. Y es por esta razón que esta crisis ecológica proporciona un momento de oro para la emancipación y eliminación de todas las formas de injusticia y disparidades sociales, y yo adopto esta visión motivadora y esperanzada para Marruecos. El cambio radical no es hoy en día una opción sino una necesidad pensando en la mayoría de nuestro pueblo y en nuestras generaciones futuras.

Cualquier proyecto social alternativo serio en Marruecos no puede dejar de considerar las tres maquinarias aplastantes del despotismo político, el liberalismo económico y el cambio climático y de su convergencia catastrófica. Nuestras alternativas deberían tener en cuenta nuestra realidad concreta, empezar a partir de nuestra propia cultura y tradiciones, reconciliándonos con nuestra identidad.

Debemos romper con las soluciones del pasado, concebidas en otros lugares y lanzadas en paracaídas de forma absurda. Tenemos que romper con el mito de la modernidad y la visión orientalista de las posibilidades de desarrollo en nuestros países. Los modelos de sus sociedades no podían replicarse aquí y han fracasado en nuestra sociedad.

Tenemos que sobrepasar a nuestros viejos y nuevos colonizadores para que los que se están quedando rezagados se conviertan en los primeros, como escribió Frantz Fanon. Tenemos que establecer, en el corazón de nuestras alternativas, la soberanía completa de las comunidades locales sobre sus recursos, incluyendo la tierra, el agua, el sol y los minerales, para que puedan gestionarlos ellas mismas de forma democrática, altruista y complementaria.

Además de la gestión de los recursos, debemos construir un Marruecos mejor en el que los ciudadanos tengan también el control de sus instituciones para que estas puedan atender las necesidades esenciales alimentarias, educativas y sanitarias de la mayoría, de manera que se respeten los ecosistemas y se renueven sus capacidades.

N. de la T.:

(*) Hogra: Término que evoca a la vez desprecio, abuso de poder e injusticia.

Jawad Moustakbal es miembro de la alianza de activistas de base ATTAC/CADTM de Marruecos.

Fuente: http://www.middleeasteye.net/essays/catastrophic-convergence-1321268571

Esta traducción puede reproducirse libremente a condición de respetar su integridad y mencionar al autor, a la traductora y a Rebelión.org como fuente de la misma.