Traducido para Rebelión por Rodrigo Santamaría
[Este artículo fue escrito en respuesta a la Entrevista de Chomsky con Shalom y Podur en marzo de 2004. Chomsky luego escribió una contestación al artículo de Cohen]
Es particularmente interesante en el caso de Palestina observar cómo deciden los intelectuales estadounidenses cuándo es necesario ser «realista» y cuándo se deben «mantener los principios». Dónde hay que aceptar el consenso general acerca de «los límites del discurso aceptable» y dónde hay que rechazarlo.
La gente que generalmente habla de rectitud y honestidad en las demandas de justicia en los discursos políticos, la gente que critica el falso «pragmatismo» que tienen los medios y los políticos y que cuestionan los consensos populares, de repente se convierten ellos mismos en pragmáticos en el caso de Palestina.
Una entrevista con Noam Chomsky publicada en Znet bajo el título «¿Justicia para Palestina?» (Znet, 30 Marzo, 2004) es un ejemplo perfecto de este tipo de disculpas de la izquierda. Lo es porque contiene un montón de argumentos para legitimizar la existencia continuada del sistema israelí de colonialismo y Apartheid; y por ello mismo requiere esta entrevista un examen en profundidad. En general, el argumento descansa en dos pilares:
- La historia de la ocupación colonial y expansión de Israel debe separarse de otras historias coloniales, ya que es un caso especial y debe darse atención especial a los colonos sionistas, ya que son un grupo históricamente vulnerable.
- Ya que este «grupo históricamente vulnerable» tiene poder militar masivo, armas nucleares y apoyo militar y económico estadounidense; pedir el fin de su régimen colonial es poco real; tan sólo daña a los colonizados, y los esfuerzos deberían redirigirse a actividades más útiles.
El primer pilar es un intento de encontrar argumentos relacionados con la justicia, el segundo es un intento de buscar argumentos que hablen de realismo.
Estos son, esencialmente, los dos argumentos que usa Chomsky contra las peticiones de democracia y derechos igualitarios que pide la gente de la histórica Palestina. En este caso, su fórmula particular es la siguiente: una Palestina democrática, con todos sus derechos históricos y los mismos derechos para todos convertiría a los judíos en una minoría oprimida (argumento moral); y de todos modos esa Palestina es totalmente irreal, y sólo serviría para que los extremistas Sionistas pudieran justificar aún mejor sus programas de limpieza étnica con los palestinos (argumento práctico).
Luego Palestina nos es como Sudáfrica moralmente, donde en el discurso contra el Apartheid, el hecho de que los blancos eran una minoría no les daba derecho a tener privilegios especiales por la fuerza militar. Era un régimen colonial, y los derechos especiales eran exactamente a lo que se oponía el movimiento anti-Apartheid. De algún modo, en el caso del «estado judío», la minoría colonial puede mantener un estatus privilegiado por la fuerza y tomar tierras como suyas a través de la agresión militar. Palestina no es como Sudáfrica prácticamente, ya que las peticiones para el fin del régimen colonial están condenadas al fracaso porque nunca tendrán suficiente apoyo internacional.
Como en el famoso caso de la «lógica de vaso con agujero» de los sueños de Freud, uno debería preguntarse si estos dos argumentos no se cancelan el uno al otro.
2.
Así es como funciona la discusión en las manos de Chomsky. Preguntado por Stephen S. Shalom y Justin Podur sobre cómo ve la posibilidad de solucionar el asunto con un solo estado, democrático y laico, responde:
«No ha habido nunca una propuesta legítima para un estado democrático laico de ningún grupo palestino ni (por supuesto) israelí. Uno puede debatir, de manera abstracta, acerca de si es o no «deseable». Pero lo que está claro es que es totalmente imposible. No hay ningún apoyo internacional para ello y, dentro de Israel, la oposición a esto es prácticamente total. Se entiende que ese estado único pronto se convertiría en un estado palestino con una minoría judía, y sin garantías de democracia o laicismo (incluso si se aceptara el estado de minoría, que no se aceptaría nunca). Aquellos que hablan de un estado democrático laico están, en mi opinión, dando armas a los elementos más extremos y violentos de Israel y Estados Unidos.»
Leyendo esto, uno se imagina lo que significan para Chomsky las palabras «legítimo» y «significante». ¿Los palestinos lo han calificado así alguna vez? Tanto la PDFLP como la PFLP* propusieron en 1969 un «estado democrático laico» que ocupara toda la Palestina histórica, y la mayoría de representantes de la OLP lo hicieron poco después, ese mismo año. Y siguió siendo la idea principal de la rama izquierdista de la OLP durante años. Más importante aún, la idea palestina de la liberación expresada en la declaración de la OLP de 1968 rehusaba la construcción de colonias que dividieran étnica o religiosamente: todo el pueblo palestino, sin importar sus creencias, era considerado palestino; y tenían derecho a la libertad de culto. La OLP no rechazó a los judíos, sino a los colonos y al estado creado para sus propios intereses. La idea de «estado democrático laico», apoyada por una porción significante del movimiento palestino durante los 70, fue una concesión implícita a la comunidad colonial – un intento generoso para incluir a los colonos y sus descendientes en una Palestina libre, suponiendo que estuvieran dispuestos a renunciar a ciertos privilegios especiales. Desde Israel, nunca se respondió a esta muestra de altruismo. ¿Condicionó el rechazo de Israel los límites de la justicia que los palestinos y sus aliados perseguían?
* [N del T]: Siglas Inglesas para Frente Democrático Popular para la Liberación de Palestina y Frente Popular para la Liberación de Palestina, respectivamente
Lo que está claro es que lo que digan los israelíes determina los límites del discurso de Chomsky; cualquier cosa que no acepten ellos será «irrealizable». Cuando se ahonda en este punto, Chomsky se vuelve aún más enfático:
«El apoyo a un «estado democrático laico», que no toman en serio ni la opinión pública israelí ni la internacional, es una demanda explícita para la destrucción de Israel, ya que no ofrece nada a los israelíes más allá de la esperanza de un grado de libertad en un eventual estado palestino. Los sistemas de propaganda de Israel y de Estados Unidos darían la bienvenida con gusto a la propuesta si gana más que una atención marginal, y trabajaría para darle publicidad, interpretándola como otra demostración de la falta de voluntad de paz, y por tanto de que Estados Unidos-Israel no tiene más opción que reforzar su «seguridad» encerrando a los bárbaros palestinos en unas mazmorras en el Franja Oeste y tomar sus valiosas tierras y recursos.
Los elementos más extremos y violentos de Israel y de los Estados Unidos no esperarían un regalo mayor que dicha propuesta.»
La amenaza del final es bastante curiosa. Cuando visité Palestina en verano de 2003, los israelíes estaban encerrando a los palestinos en un sistema de prisiones a cielo abierto en nombre de su «seguridad», y estaban muy atareados en anexionarse sus tierras, incluso mientras representantes de la Autoridad Palestina se reunían con Sharon y Bush para discutir la «Hoja de Ruta». Nada hizo que se propusiera un «estado democrático laico» – luego, de acuerdo con Chomsky, esa idea ni siquiera estaba en la mesa.
3.
Es especialmente molesto ver cómo Chomsky establece los límites del activismo en los límites del discurso de moda – los límites son lo que se «toma en serio» por «la opinión pública israelí» o «la opinión pública estadounidense» o «internacionalmente».
En su artículo «The Bounds of Thinkable Thought» («Los límites del pensamiento realista»), Chomsky argumenta que la crítica a las políticas imperiales de Estados Unidos en Vietnam se ha mantenido fuera del debate político gracias a un proceso de autocensura basado en lo políticamente correcto. De acuerdo con Chomsky, cualquiera que no quiera «desviarse del tema» debería saber que fue necesario redirigir toda la oposición a los Estados Unidos a través del discurso de «probabilidades de ganar» – no discutir sobre los objetivos de los Estados Unidos en Vietnam, sino sobre sus tácticas y estrategias. El discurso admite dos posiciones:
- Los Estados Unidos han defendido con éxito la democracia en Vietnam, y podrían ganar la guerra intensificando sus operaciones militares;
- Los Estados Unidos estaban intentando defender la democracia en Vietnam, pero sus probabilidades de éxito eran cada vez más pequeñas, y las bajas de soldados americanos y vietnamitas hizo la guerra insostenible desde un análisis beneficio-coste. De acuerdo a este modelo, incluso aquellos dentro del debate político principal que no hubieran apoyado las bases del discurso – por ejemplo, los que reconocieron que los Estados Unidos estaban en Vietnam para conseguir la hegemonía estadounidense en la región, contra los intereses de la gente que vivía allí – aprendieron a canalizar su oposición dentro de los límites aceptables. Esto se hizo para preservar la «credibilidad» y para servir al fin último de terminar la guerra.
Según Chomsky, eso significa que las asunciones básicas en el trabajo propagandístico de los Estados Unidos en sus distintas guerras de expansión y dominación nunca se han visto opuestas de forma significante dentro del debate principal. Esto hace difícil construir un movimiento que se oponga directamente a dichas políticas. Incluso una victoria «práctica» limitada para la oposición – por ejemplo, tener éxito en cambiar la política estadounidense de despliegue de tropas en Vietnam – puede ser anulada dentro del sistema del imperio. La historia escrita a partir de ello se conoce como «el síndrome de Vietnam» (que se entiende como un problema táctico para ganar guerras contra resistencia de guerrillas en tierras extranjeras). George Bush I fue capaz de declarar que el «síndrome» estaba superado tras los bombardeos intensivos sobre Irak y la masacre deliberada de decenas de miles de tropas en retirada y civiles en la autopista de Basora en 1991. Para entonces el «síndrome de Vietnam» no incluía la masacre deliberada de civiles y otros crímenes de guerra, sino sólo pérdidas significativas de fuerzas estadounidenses.
Para alguien con este análisis de Vietnam, es como mínimo incómodo ver la insistencia de Chomsky en lo que se puede permitir en el discurso sobre Palestina. Decir que no se debería hablar de una Palestina democrática con los mismos derechos para todos porque no hay apoyos suficientes y que sería como darle alas a la derecha israelí, es parecido a las posiciones de algunos sectores anti-guerra del caso de Vietnam: Hablar sobre las metas de Estados Unidos en Vietnam como «imperialismo» – o peor, hablar del «derecho de los vietnamitas a defenderse contra al invasión estadounidense» – nos hará parecer un montón de fanáticos de izquierdas enfrentados a toda América; eso es exactamente lo que la multitud pro-guerra quiere que hagamos; así que deberíamos retractarnos y criticar las «posibilidades de ganar» la guerra y la cantidad de bajas estadounidenses.
Ahora escuchemos lo que tiene que decir Chomsky sobre el derecho de retorno:
«De nuevo, no hay apoyo internacional detectable para ello, y bajo las (inimaginables) circunstancias de que ese apoyo existiera, Israel recurriría seguramente a su última arma, desafiando incluso al «jefe» para evitarlo. […] En mi opinión es inadecuado dar esperanzas vanas a personas que sufren la miseria y la opresión. Es mejor aportar esfuerzos constructivos para mitigar su sufrimiento y tratar con sus problemas en el mundo real.»
El derecho de retorno – un derecho humano fundamental que los refugiados palestinos poseen tanto como colectivo como individualmente, y que no puede ser vendido a favor de nadie – se despacha con unas pocas frases acerca de su «apoyo internacional». Es notable el paternalismo educado con el que Chomsky rehúsa «dar esperanzas irrealizables» a los palestinos – como si el derecho de retorno fuera algo que el, o «nosotros», pudiéramos dar o quitar a una comunidad «oprimida, pasiva y dependiente de su benevolencia», y no un derecho por el que los refugiados palestinos se han organizado. El derecho de retorno no es una «esperanza» que Chomsky pueda mostrar o dejar de mostrar a los palestinos; es un derecho que poseen y por el que están luchando. Él puede ayudarles o fallar en ayudarles.
Durante toda la entrevista se da por hecho que los palestinos nunca han tenido una opinión pública. Cuando Chomsky nos habla sobre la mayoría de israelíes y estadounidenses que apoyarían una solución de dos estados, falla en mencionar la opinión de los palestinos – cayendo en los intentos genocidas israelíes de negar su sociedad, su historia y su cultura. También parece que las afirmaciones de Chomsky sobre el «apoyo internacional» son muy distintas de la opinión en las calles.
Siempre que uno encuentra masas de gente mostrando oposición seria a los sistemas imperialistas de Estados Unidos y Europa – contra guerras imperialistas o instrumentos de conquista económica – la resistencia palestina ha capturado la imaginación y simpatía de la comunidad global. «!Globalizad la Intifada¡» es un grito de guerra desde Europa hasta Sudamérica.
4.
Contra la petición de justicia y derechos igualitarios para todos – una petición que se ha visto como al mismo tiempo injusta e idealista – Chomsky ofrece su compromiso realista de justicia: una solución de dos estados basada en los Acuerdos de Ginebra (si Estados Unidos la apoyara – lo cual podría ocurrir si los activistas pro-Palestina dedicaran sus energías a soluciones realistas). Aquí está el cálculo de compromiso según Chomsky:
«¿Qué compromisos se pueden aceptar y cuáles no? No hay una fórmula general. Cualquier tratado que puedo nombrar ha sido un «compromiso» y es injusto. Algunos merece la pena aceptarlo, otros no. Por ejemplo, el Apartheid en Sudáfrica. Todos estábamos a favor del fin del Apartheid, aunque fue radicalmente injusto dejar el poder económico concentrado y sin cambios, en manos de la minoría blanca con solo algunas caras negras. Por otro lado, todos estábamos en contra de la política de «hogares» («Bantustan») de hacía 40 años, un compromiso distinto.
Lo más cerca que podemos llegar a una fórmula – y es prácticamente insignificante – es que los compromisos sean aceptados si son los mejores posibles para el momento y permiten mejorar con el tiempo. Ese es el criterio que deberíamos seguir. La idea de dos estados de Sharon, con los palestinos encerrados en la Franja de Gaza y la Franja Oeste no debería aceptarse, porque viola dicho criterio. Los Acuerdos de Ginebra se aproximan al criterio, y deberían ser aceptados, en mi opinión.»
Es de destacar que Chomsky reconoce que, en el caso de Sudáfrica, el compromiso alcanzado no era del todo justo: incluso el fin oficial del Apartheid no deshizo la inmensa desigualdad en la concentración de la riqueza y el poder entre los sudafricanos. En el caso de Palestina, el «realismo» necesita que los palestinos acepten aún algo peor que eso, ya que la solución de Chomsky es imponer algo que los movimientos Anti-Apartheid rechazaron en Sudáfrica hace 40 años: un estado militarizado «sólo para judíos» al lado de un sistema de «Bantustanes» desmilitarizados. No llevarse a engaños, a pesar de lo que diga Chomsky, esa es la solución ofrecida por los Acuerdos de Ginebra.
5.
Es bueno que, al menos en este caso, sepamos cómo es la demanda «realista» para una solución de dos estados.
Lo que los Acuerdos de Ginebra son en realidad lo explica a la perfección uno de los negociadores más importantes, Amram Mitzna (el candidato laborista israelí, conocido en los Estados Unidos como el candidato para la «paz», e infame entre los palestinos por ser quien impuso la política de mano dura con los niños palestinos durante la primera Intifada). Los siguientes párrafos están recogidos de un artículo de Mitzna acerca de los Acuerdos publicado en Haarezt («They are Afraid of Peace», Tienen miedo de la paz, 16 de Octubre de 2003). Lo cito de una forma un poco larga porque demuestran, mejor que cualquier análisis que pueda hacer yo, que la «negociación» es meramente una continuación de la guerra colonial por otros medios:
«Si el primer ministro decidiera implementar la iniciativa de Ginebra, sería volver atrás en la historia para confirmar el estado de Israel como un estado judío y democrático, por acuerdo internacional. Sería más importante que la declaración del estado en 1948, ya que entonces sólo fue reconocido por unos pocos países.» […]
«Durante tres años el primer ministro lavó el cerebro del público con el razonamiento de que sólo la fuerza traería la victoria.»
«Él y sus colegas generaron la creencia pública de que realmente no había nadie con quién hablar, que las IDF* podía ganar y que si usábamos más fuerza, los palestinos caerían.»
«Ellos les dijeron a los ciudadanos que si eran fuertes, el terror terminaría. Pero la situación sólo empeoró. Los asesinatos se convirtieron en la única política del gobierno y en vez de erradicar el terror amenazaron con arrasar lo que quedaba del país.»
«El terror se está intensificando, la economía avanza hacia su colapso, y la sociedad hacia su desmoronamiento, mientras la realidad demográfica amenaza la existencia de Israel y el estado judío. Pero nadie en el gobierno ha intentado cambiar el rumbo.» […]
«… Dirigimos batallas en nombre de Jerusalén, de la Explanada de las Mezquitas y de Gush Etzion**. Luchamos por fronteras permanentes para el estado de Israel, por la existencia del estado y su razón de ser, y hemos alcanzado muchas metas.
«Por primera vez en la historia, los palestinos reconocen oficialmente el estado de Israel como un estado de gente judía. Aceptan el derecho de retorno del estado de Israel. El Muro de las Lamentaciones, el Barrio Judío y la Torre de David quedan en nuestras manos.
«El anillo sofocante levantado sobre Jerusalén y el anillo de asentamientos a su alrededor – Givat Ze’ev, el viejo y nuevo Givon, Ma’ale Adumin, Gush Etzion, Neve Yaacov, Pisgat Ze’ev, la Colina Francesa, Ramot, Gilo y Armon Hanatziv*** serán parte de la ciudad, para siempre. Ninguno de los colonos en esas áreas deberá abandonar sus casas».
*[N. del T.] IDF son las siglas inglesas para Fuerzas de Defensa Israelíes.
**Gush Etzion es un grupo de comunidades israelíes formadas entre 1943 y 1947 entre Jerusalén y Hebrón.
Más información en: http://en.wikipedia.org/wiki/Gush_Etzion
***Todos son barrios o asentamientos de Jerusalén o sus alrededores
Dos cosas están claras según la discusión de Mitzna:
- La segunda Intifada tuvo más éxito de lo que nadie pudo imaginar a partir de la prensa estadounidense, o a partir de la discusión de Chomsky, en amenazar la existencia de Israel como estado judío;
- Los Acuerdos de Ginebra intentan conseguir con la negociación lo que el gobierno de Sharon no ha conseguido con la fuerza – terminar con la resistencia palestina, dar legitimidad internacional permanente a las tierras ocupadas en el 48 e incrementarlas con el territorio ocupado en el 67 que así pasaría a formar parte del legítimo «Israel». Como dice Mitzna, es «cuestión de cambiar de orientación (a una menos militar)».
Al mismo tiempo, los Acuerdos de Ginebra serían un tratado internacional que legitimiza la necesidad de la expansión colonial de Israel. El acuerdo aseguraría que el «estado palestino» no tiene forma de defenderse por sí solo contra la agresión israelí y que Israel puede mantener el poder de facto para invadir cuando quiera. Los pobladísimos asentamientos alrededor de Jerusalén, que contienen la mayor concentración de colonos de la Franja Oeste, y que efectivamente corta la Franja Oeste a la mitad, serían concedidos como parte de «Israel» para siempre. La única garantía de que Israel no continuaría expandiendo esos asentamientos, o construyendo más, o reinvadiendo militarmente siempre que los palestinos intentaran defenderse a sí mismos de esas encerronas es la vaga promesa de que la mayoría de los israelíes «realmente quieren vivir en paz». De nuevo, ni la historia de Israel ni la historia de los proyectos coloniales nos sirve para afirmas que se cumpliría.
Una visión más realista de todas estas negociaciones fue escrita durante el proceso de Oslo por Norman Finkelstein. Titulada «El veredicto de la Historia: el caso Cherokee», el artículo es una comparación entre el proyecto Sionista de Palestina y el proyecto colonial estadounidense de quitar a los Cherokee su tierra a través de una combinación de aislamiento territorial, asalto militar y negociaciones. Durante este proceso: 1) los colonos roban la tierra, 2) los nativos se defienden, 3) la autodefensa se propagandiza como «salvajismo» o «terrorismo»; 4) esta propaganda se usa para justificar ataques militares como actos de «autodefensa»; y 5) finalmente se usan las negociaciones para obligar a aceptar una serie de puntos a la gente indígena – bien de aquellos indígenas que están simplemente exhaustos por el acoso militar, o de aquellos que pueden sobornarse para que colaboren – para ceder más parte de su tierra a otros colonos con la garantía de que el resto de la tierra será suya «a perpetuidad». La perpetuidad dura de 10 a 20 años, y el ciclo comienza de nuevo (cuando no continúa sin pausa). Las negociaciones de tratados son especialmente útiles para dividir a los colonizados según sus esperanzas; terminar la resistencia para conseguir una paz negociada; y finalmente dar una apariencia de legitimidad al proceso en su conjunto.
6.
Hay un racismo clarísimo en la forma en la que Chomsky evalúa el realismo en distintos escenarios: dice que no es nada realista imaginar que los judíos puedan vivir de forma segura como una minoría en un estado palestino basado en los principios de democracia y derechos igualitarios. Más desconcertante aún, la posibilidad de ver a los judíos como una minoría entre palestinos le es tan significante como para hacerle justificar la situación actual, en la que son los judíos los que viven como colonos privilegiados en tierra palestina. Aquí se supone que tenemos que aplicar el concepto de realismo del autor.
Por otro lado, se supone que es realista (a pesar de las pruebas históricas) que los palestinos esperen que una vecina Israel, en la solución de dos estados, respete su territorio incluso cuando los palestinos no tienen armas para defenderse. O, incluso más asombroso todavía, que los Estados Unidos, debido la presión de los ciudadanos estadounidenses, les proteja. Su esperanza parece que se basa en la buena voluntad de los ciudadanos estadounidenses e israelíes (incluso conociendo las décadas de políticas genocidas estadounidenses en otros países, en las que las protestas nunca han alcanzado un nivel capaz de parar una invasión estadounidense). Aquí sí que parece que podemos aplicar el idealismo.
Para decidir qué es realista, se supone que debemos ignorar los hechos históricos más obvios: que Palestina tuvo siglos de coexistencia religiosa antes de la llegada del Sionismo; que los Estados Unidos, Europa y ahora Israel tienen una historia continua de violación tratados y acuerdos (incluyendo las más altas convenciones de leyes internacionales) en cuestiones de integridad territorial (especialmente en el caso de integridad territorial de nativos) y que este proceso generalmente acaba con el genocidio casi total cuando esas gentes deponen las armas y dejan de defenderse.
7.
El concepto de «realismo» de Chomsky tiene un parecido increíble con el discurso colonial del «destino manifiesto»: bueno o malo, correcto o incorrecto, ahí están los hechos. En el nombre del «realismo», los activistas y los intelectuales de la comunidad internacional tienen que simultáneamente apoyar a los palestinos y negarles todos los derechos fundamentales que tiene la población palestina. Al aceptar los Acuerdos de Ginebra, Chomsky da como perdidos todos estos derechos:
- Derecho a reclamar la soberanía sobre la tierra robada en 1948;
- Derecho de los refugiados a volver a sus tierras;
- Derecho a reclamar los asentamientos más densamente poblados de la Franja Oeste;
- Derecho de libertad de movimiento entre el nuevo «estado» palestino (ya que los asentamientos de la Franja Oeste – declarados como parte permanente de «Israel» – cortan el territorio en cantones aislados, y al mismo tiempo separados de Gaza);
- Derecho a la total soberanía sobre las fronteras y el espacio aéreo;
- Derecho a mantener una fuerza militar independiente capaz de la autodefensa;
- Derecho al control total de sus recursos.
En general, esto significa que «el mejor compromiso posible», que promete «poder llegar a algo mejor», requiere primero que los palestinos concedan oficialmente todas las condiciones materiales de las que depende su derecho de autodeterminación. Es difícil ver cómo esas concesiones pueden llevar a «algo mejor».
Más importante para nuestros propósitos, es imposible ver cómo alguien en la comunidad internacional puede ayudar a su lucha cediendo terreno en materias fundamentales como estas. Honestamente, en estos asuntos nuestra mínima responsabilidad es que, si realmente creemos que el colonialismo, el racismo y el Apartheid son injustos, nos opongamos a ellos sistemáticamente y luchemos con todo lo que esté a nuestra disposición.
En cuanto a las disculpas del pragmatismo, un amigo activo desde hace mucho en la lucha contra el Apartheid en Sudáfrica, e igualmente activo en la lucha por la justicia en Palestina, resume la cuestión en una frase: ¿Desde cuándo es tarea de los activistas solidarios que vienen de la sociedad del opresor hacer concesiones como si fueran los oprimidos?
Noah Cohen trabaja como activista con el Comité de Nueva Inglaterra para Defender Palestina en Boston, MA. Ha viajado muchas veces a Oriente Medio, incluida Palestina, y ha luchado por los derechos del pueblo de Palestina a través de los intentos palestinos de recuperar sus derechos de retorno y de una solución de un estado único.