Recomiendo:
1

Disputar el 8 de septiembre en Extremadura

Fuentes: El Salto [Foto: Sello del Estatuto de Autonomía de Extremadura]

Las fechas conmemorativas son marcas que contribuyen a fijar la memoria colectiva y a crear un relato de comunidad, aunque a veces no sepamos reconocer toda su potencialidad. El artículo 4 de nuestro Estatuto de Autonomía recoge el 8 de septiembre como Día Oficial de Extremadura. Esta fecha pasó a formar parte de la identidad del pueblo extremeño después de un proceso que no estuvo exento de debate en torno a la debilidad de nuestros propios símbolos y a la falta de consenso sobre la mejor opción para celebrar lo que fuimos y lo que somos.

El origen de la conmemoración del 8 de septiembre estuvo íntimamente relacionado con la festividad religiosa de la Virgen de Guadalupe, patrona de Extremadura. Sin embargo, otras fechas estuvieron también encima de la mesa para conmemorar el día de nuestra Comunidad Autónoma, defendidas sin éxito por la izquierda extremeña: el 25 de marzo, aniversario de la revuelta campesina que tuvo lugar en el campo extremeño en 1936; y el 14 de agosto, aniversario de la “matanza de Badajoz”, perpetrada por los golpistas que se alzaron contra el régimen democrático en el mismo año.

El 8 de septiembre en Extremadura es una fecha vinculada a un notable contenido confesional, siempre católico, para celebrar la principal conmemoración de una comunidad que formamos todas y todos, sin importar nuestras creencias personales. No obstante, no debemos ignorar que el proceso de difusión de esta festividad ha ido acompañado de elementos que fueron otorgando a la fecha elegida un cariz indudablemente cívico. Así lo demuestran los eventos de folclore y cultura popular que tenían lugar en la Plaza Mayor de Trujillo o la entrega anual de Medallas de Extremadura que se celebra en el Teatro Romano de Mérida (incluyendo la manifestación de protesta que suele convocarse en su puerta). Todo ello ha venido a reforzar un carácter social y cultural que está presente en este día y que debe ser fortalecido.

Otras Comunidades Autónomas, como Galicia, Asturies o Aragón, por poner varios ejemplos, celebran también sus fiestas oficiales en fechas relacionadas en su origen con conmemoraciones religiosas: el Día da Patria Galega es coincidente con la fiesta patronal de Santiago Apóstol; el Día d’Asturies con el de su patrona, la Virgen de Covadonga; y el Día de Aragón con el de su patrón, San Jorge. Ello no parece implicar una pérdida de contenido popular en ellas. De hecho, desde hace muchos años, en estas CCAA se llevan a cabo importantes eventos culturales y manifestaciones reivindicativas para reafirmar el significado social de sus fiestas.

Sin duda, quien escribe, que no vivió el proceso de aprobación de nuestro Estatuto de Autonomía, hubiera deseado que Extremadura celebrara su fiesta oficial en una fecha relacionada con valores laicos, cívicos y populares y al margen de confesiones religiosas particulares, que resultan respetables siempre que no pretendan imponerse. Es más, cabe pensar que no existe otra fecha que reúna más razones de peso para ello que el 25 de marzo, cuando se produjo la movilización pacífica y masiva del campesinado extremeño para reclamar una vida más justa y digna. Ese día de 1936, 80.000 trabajadores del campo ocuparon vastas extensiones de tierra para trabajarlas ante una realidad de paro, hambre y miseria, representando esta movilización un hito fundante de la identidad del pueblo extremeño, por demasiado tiempo ignorado y silenciado.

Los argumentos que pretenden invalidar dicha propuesta, argumentando que esta gran movilización terminó con una feroz represión, parecen desconocer realidades de otras CCAA que decidieron celebrar sus fiestas oficiales coincidiendo con el aniversario de sucesos históricos que, a pesar de haber tenido finales no deseados, guardan un mensaje de compromiso social para las generaciones futuras. Los casos de Castilla y León, que recuerda el 23 de abril el aniversario de la derrota comunera en la batalla de Villalar de 1521; la Comunidad de Madrid, que conmemora el 2 de mayo el levantamiento popular contra la invasión francesa de 1808; o Catalunya, que rememora el 11 de septiembre la defensa de la ciudad de Barcelona frente al ejército borbónico, durante la Guerra de Sucesión en 1714; son buenos ejemplos de ello.

También existen otros casos de territorios que, además de sus días de conmemoración oficial, destacan de forma creciente otras fechas relevantes para su memoria colectiva. Es el caso de Andalucía, con el 28 de febrero, fecha del referéndum sobre el proceso autonómico en 1980, y el 4 de diciembre, aniversario de las grandes movilizaciones autonomistas de 1977. Y también el de Cantabria, con el 14 de agosto, Día de la Montaña, y el 28 de julio, Día de las Instituciones Cántabras. Salvando todas las distancias, Extremadura bien podría colocarse en esta última categoría, con el objetivo de aprovechar la potencia tanto del 8 de septiembre como del 25 de marzo, en una tierra que sigue necesitando fortalecer la reivindicación y el empoderamiento colectivo.

En cualquier caso, debemos reconocer que, en la Extremadura de hoy, el 8 de septiembre logra reunir un amplio respaldo social, consolidado no tanto por su significación religiosa como por lo que representa ya en nuestra trayectoria autonómica. Ojalá en un futuro próximo el pueblo extremeño pueda tener la posibilidad de expresar democráticamente su opinión sobre la fecha en que debe conmemorarse el día de nuestra Comunidad Autónoma, lo que requeriría una reforma del actual Estatuto de Autonomía. Mientras tanto, no podemos dar la batalla por perdida. La disputa social y cultural por el significado de nuestros símbolos es importante y no debe menospreciarse.

No sería audaz desechar una conmemoración ya asentada en el imaginario colectivo de la ciudadanía extremeña. En nuestra tierra no sobran días para reclamar todo lo que falta por conseguir. Por ello, el objetivo principal debe ser reforzar nuestra identidad como pueblo sumando otras fechas y conmemoraciones a la necesaria reivindicación (también el 25 de febrero, aniversario de la aprobación de nuestro Estatuto de Autonomía). Vale la pena intentarlo, con valentía, compromiso y creatividad. Debemos pensar estrategias para reapropiarnos del 8 de septiembre y resignificar esta fecha desde abajo, en clave extremeñista y popular, más allá de la celebración institucional y oficial: volver a llenar las plazas de carga cultural, social, participativa y reivindicativa; unirnos y seguir alzando nuestras voces para construir una tierra con mejor presente y con más futuro.

El 8 de septiembre de este año habrá una nueva oportunidad para disputar el significado de este día y alejarlo de posibles interpretaciones excluyentes. En esa fecha la ciudadanía extremeña se movilizará, una vez más, en defensa del que tren que merecemos (público, social, sostenible y vertebrador del territorio) y para denunciar las innumerables promesas incumplidas por las instituciones públicas. Llenaremos nuestra fiesta de lucha y protesta, porque no bastan los escasos avances logrados para solucionar décadas de desidia y maltrato.

El 8 de septiembre (como el 25 de marzo) es de la gente, de la Extremadura que no conoce la resignación ni el conformismo, que se levanta y sale a la calle en defensa de su tierra; no pertenece a las élites (ni políticas ni religiosas), porque es, en definitiva, de todo el pueblo extremeño.

Fuente: https://www.elsaltodiario.com/extremadura-/disputar-8-septiembre-extremadura