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Doña Cristina, doña Isabel y doña Ana María y la igualdad ante la ley en el régimen monárquico español

Fuentes: Rebelión

José Yoldi [1] ha vuelto a insistir en un punto del que ya se ha hablado en ocasiones a propósito del entramado UBT [Urdangarin-Borbón-Torres] y los vértices judiciales del caso. Vale la pena insistir, el punto no es marginal. Afecta a uno de los vértices esencial del Estado democrático de derecho. El Rey, el gran […]

José Yoldi [1] ha vuelto a insistir en un punto del que ya se ha hablado en ocasiones a propósito del entramado UBT [Urdangarin-Borbón-Torres] y los vértices judiciales del caso. Vale la pena insistir, el punto no es marginal. Afecta a uno de los vértices esencial del Estado democrático de derecho.

El Rey, el gran cazador de elefantes del Reino de España y de tierras africanas, en su mensaje de Navidad de 2011 recordó el precepto constitucional de que los españoles somos iguales ante la ley. Obvio, evidente. En principio… Luego, como se recordará, introdujo peligrosos y borrosos matices. Será tal vez por eso que la afirmación «está en franco retroceso» el principio, según afirma Yoldi -no sólo el firmante de esta nota-, parece mucho más verdadera que falsa.

Primero fue Diego Torres, el ex socio del yernísimo. Se quejó, amargamente dicen, del trato diferente que había recibido su esposa, Ana María Tejeiro. Nada que ver con el recibido por la infanta Cristina. El profesor Torres, no creo que por indicación de algún colega de ESADE (¿o acaso sí?), amenazó de hecho a la mismísima Jefatura del Estado pocos días después. Su mujer había sido imputada y citada a declarar. En cambio, para el juez y el fiscal, no existían -ni por ahora existen- indicios de que la Infanta hubiera realizado ningún acto delictivo. Ni se le ha imputado ni se le ha citado como testigo. Y, además, se ha «argumentado»: no hay que estigmatizar. ¿A nadie? No, a doña Cristina y, por extensión, a la familia Real. A la más directa, quiero decir.

Ahora es Isabel Pantoja quien ha dicho la suya, nada que menos que doña Isabel. Según la fiscalía ha participado en el blanqueo de 1,84 millones de euros -supuestamente, por supuesto- procedentes de sobornos cobrados por Julián Muñoz, el ex alcalde de Marbella. ¿Alguien logra imaginarse el lodazal de corrupción, dinero fácil e infamia que se extendió por las calles y casas de esa ciudad de jeques y «señores de bien y dinero»?

Palabras razonables de nuestra tonadillera por excelencia, la Lola Flores del siglo XXI: «Si todos los españoles fuéramos iguales, ¿por qué al señor Urdangarin se le han quitado tantas cosas… Soy como la infanta Cristina, pero no tengo una sociedad al 50% como ella».

¿Ha pensado bien lo que ha dicho la tonadillera más famosa de España? ¿Ha contratado ya unos cuantos guardaespaldas? ¿O acaso es que la institución, el régimen político español, está tan herido de muerte y descomposición que incluso ciudadanas bastante poco críticas como doña Isabel alzan su voz indignada? ¡A ellas, como a doña Cristina! ¡Faltaría más!

Doña Isabel, recuerda Yoldi, será juzgada el próximo 28 de mayo. La fiscalía solicita tres años y medio de prisión y una multa de 3,68 millones de euros. El fiscal, razonablemente, muy razonablemente, sostiene que la señora Pantoja era «perfectamente conocedora del origen ilícito de los fondos y bienes que recibió». Ella se defiende: «Yo no fui consciente del dinero que me metían. Soy igual que la Infanta, excepto que no tengo nada al 50% con nadie».

Pues en principio sí, en principio -ante la ley- es una ciudadana como doña Cristina. Si ella era conocedora del origen ilícito de los fondos y bienes que recibió, parece cantado que fue así, ¿por qué no iba a serlo doña Cristina? ¿Por falta de preparación y de estudios? ¡Pero si trabaja en Caixabank, en la sección de Internacional!

La verdad, por otra parte, es la verdad, la diga Agamenón, la diga la tonadillera de España y olé… o la digo incluso Ana María Tejeiro. ¿O acaso no es el caso? No es imposible que las tres -¡las tres!- hayan visto, hayan tomado nota, hayan sentido sus cuentas abultadas, hayan vivido en sus casas de ensueño y no quieran ahora recordar nada. Nada de nada. ¿No dijo aquel, no yo desde luego, que la justicia en España era un cachondeo?

Nota:

[1] El País, 4 de junio de 2012, p. 15

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.