Que festejemos la derrota de Trump no implica apoyar o tener alguna expectativa en Joe Biden.
El sábado 7 de noviembre se confirmó que el presidente yanqui Donald Trump perdió las elecciones, aunque él sigue diciendo que le hicieron fraude. Esto se da en medio de la pandemia y en la crisis más grave del capitalismo mundial.
Desde la UIT-CI compartimos el festejo de los trabajadores, el movimiento antirracista, el movimiento de mujeres, el movimiento ambientalista y la mayoría del pueblo estadounidense, así como en otros países. Salió derrotado el presidente y multimillonario derechista, imperialista, racista y misógino que negó el coronavirus, desmanteló el sistema de salud, defendió a la policía asesina de George Floyd y sometió a los pueblos del mundo con sus planes de saqueo a favor de las grandes transnacionales y los banqueros. Trump era el presidente del capitalismo imperialista que solo ofrece hambre, desigualdad social y es una amenaza para el planeta con la destrucción ambiental, llegando al extremo de negar el cambio climático producido por el uso irracional de recursos que hacen las transnacionales y los gobiernos capitalistas.
Que festejemos la derrota de Trump no implica apoyar o tener alguna expectativa en Joe Biden, quien ganó en nombre del otro partido patronal imperialista, el Partido Demócrata. Biden fue el vicepresidente del gobierno de Obama, no solo no solucionó los problemas de los trabajadores, los afrodescendientes o el pueblo pobre, sino que ante la crisis capitalista de 2008 salvó a los bancos y las multinacionales e impulsó también los planes de hambre en el resto del mundo. Por eso la clase trabajadora y los pueblos del mundo no deben depositar ninguna esperanza en Biden, pero sí en las y los trabajadores, en el movimiento antirracista y de mujeres en lucha de los Estados Unidos que enfrentaron a Trump en las calles.
La derrota electoral de Trump es también una gran derrota política para toda la ultraderecha mundial, para los Salvini, Le Pen, Bolsonaro, los Orban de Hungría, el partido Vox del Estado español, los neonazis de Alemania, o de Aurora Dorada, de Grecia.
La derrota de Trump es la expresión electoral de la rebelión antirracista por el crimen de George Floyd y la crisis del Covid-19
Muy pocas veces un presidente de los Estados Unidos no ha sido reelecto. En los últimos cien años sólo cuatro no fueron reelegidos. Trump quedará en la historia como el quinto.
La participación electoral fue la mayor en la historia en un país donde el voto no es obligatorio y, hay que inscribirse, y se aplican toda clase de maniobras para suprimir votantes en las distintas legislaciones de los estados. La participación llegó al 66% de los inscriptos, 155 millones. También fue récord el voto por correo, que llegó a cien millones pese a todos los intentos de Trump por disuadirlo y entorpecerlo.
Millones fueron a votar para sacarse de encima a Trump por el odio a su racismo, a la represión policial y a su negación del Covid-19. La derrota de Trump se explica porque antes estuvo la rebelión antirracista que se desató, a fines de mayo, por el crimen policial de George Floyd. Fue una rebelión nacional, con movilizaciones callejeras convocadas por el movimiento Black Lives Matter (Las vidas de las personas negras importan) en todas las grandes ciudades y que llegó a movilizar más de 20 millones de personas, superando las manifestaciones contra la guerra de Vietnam. El gobierno se dividió, no pudo sacar las tropas a las calles. El jefe del Pentágono, Mark Esper, y el jefe de las FFAA no estuvieron de acuerdo. Trump quedó entonces muy debilitado. Se puso en evidencia una crisis política. Ahora Trump “despidió” a Mark Esper por su cuenta de Twitter.
La rebelión antirracista se combinó con el desastre del tratamiento que dio Trump al Covid-19. Su negacionismo llevó al descontrol de la pandemia y que Estados Unidos sea el primer país de contagiados (10 millones) y muertos (240.000) por el Covid-19.
Una extrema polarización de la sociedad estadounidense a favor y en contra de Trump
El resultado electoral expresó la extrema polarización política y social que existe en el país y todas las contradicciones de la sociedad estadounidense.
Millones se volcaron a votar contra Trump dándole el triunfo a Biden. Pero también ha sorprendido a muchos que millones le dieron el voto a Trump.
Aunque Biden no logra un triunfo contundente, como habían previsto las encuestas, consigue el récord de 74 millones de votos para la fórmula del Partido Demócrata, nueve millones más que los logrados por Hillary Clinton en las elecciones de 2016. Pero Trump no dejó de hacer una buena elección y llegó a 70 millones, superando en ocho millones su elección de 2016.
Biden capitalizóel descontento popular y social contra Trump. De hecho, no hizo campaña poniendo énfasis en su programa, sino sobre todo “para salir de Trump”. Logró tener una diferencia en el voto popular de cuatro millones por sobre Trump. Sin embargo, por el sistema de votación indirecto de elección, a Biden le costó llegar a superar los 270 electores (estaría logrando 294) que se necesitan para triunfar en el Colegio Electoral. Un sistema antidemocrático que da electores por cada estado, sin proporcionalidad. El que gana se lleva todos los electores en cada estado. Por eso en 2016 Trump ganó la presidencia, aunque Hillary Clinton había obtenido tres millones de votos más que el republicano. Bush también ganó en 2000 con menos votos que el demócrata Gore.
El resultado electoral echó por tierra las maniobras de Trump para desconocerlo alegando fraude y recurriendo a la Justicia y a la movilización de su base para bloquear el conteo de votos, en ambos sentidos sus intentos fracasaron.
Trump pierde pero se consolida como líder de una extensa franja social ultraconservadora, reaccionaria y racista
Muchos, en Estados Unidos y el mundo, se preguntan cómo un personaje tan reaccionario y repudiable como Trump pudo lograr 70 millones de votos y ganar la elección en estados importantes, con gran parte de población latina y negra, como Texas y Florida.
El voto a Trump pone de manifiesto la extrema polarización social que existe en los Estados Unidos, que no tiene punto de comparación con otros países. Trump se apoya en millones de personas de la tradicional base social de racistas, neofascistas, grupos de odio de supremacistas blancos, milicias armadas de la derecha, de xenofobia visceral, odio a feministas, ambientalistas, como también de una base popular de granjeros de las zonas rurales donde predomina el fundamentalismo evangélico. Pero también de una franja de trabajadores blancos del viejo cordón industrial en decadencia por la crisis capitalista. No hablamos de la totalidad o la mayoría de los obreros industriales, que tradicionalmente votan a los demócratas. Pero existe esa franja de trabajadores marginados y desencantados con el sistema que en su desesperación dan el voto a un personaje como Trump.
Esta polarización ha crecido con la crisis social combinada con la rebelión antirracista, el crecimiento del movimiento obrero, de mujeres o contra el cambio climático. Millones creen en el discurso “locoide” de que Biden puede “llevar al socialismo”, que se “va a Cuba y Venezuela” y que Biden es parte de la “ultraizquierda” que va a “destruir” los Estados Unidos. A mayor crisis social, crisis económica y luchas populares, mayor crecimiento del polo racista y fascistizante.
También muchos analistas se sorprendieron con el leve crecimiento de votos de Trump en sectores de población latina y negra. Cosa que es cierta. Pero siempre los republicanos han tenido votos en la franja latina y negra. Por ejemplo: “En 1984, el 37 por ciento de los latinos votaron por el republicano Ronald Reagan; el 40 por ciento votó por George W. Bush, también republicano, en 2004” (Isvett Verde, The New York Times, 6 de noviembre de 2020). Muchos votos latinos y de la población negra a Trump se dieron por el desencanto que provocó el gobierno de Obama. Pero la esencia de ese leve crecimiento se explica por el histórico aumento de votantes. Por eso aumentaron los votantes latinos y negros tanto para Trump como para Biden. Pero el 87% de las y los electores negros votaron contra Trump, fue un voto decisivo para su derrota (datos Reuters, 4/11). Y, pese al voto cubano de derecha en Florida, a nivel nacional dos tercios de los votos latinos fueron contra Trump.
En síntesis, Trump perdió, pero consolida su base social y va a intentar quedar como alternativa para las elecciones de 2024. El trumpismo no deja de ser una expresión de la crisis del Partido Republicano. Trump llegó a presidente por la falta de figuras de peso luego del fracaso de George Bush (h), el mismo que ya expresó sus diferencias con Trump enviando un saludo de reconocimiento a Biden.
Un cambio de mando del imperialismo yanqui en medio de su crisis global
El cambio de jefe imperialista también fue festejado en las alturas. La derrota de Trump fue bien recibida por sus competidores y aliados de las grandes potencias capitalistas como la Unión Europea (UE), el Reino Unido, el Vaticano o Canadá. Biden fue, rápidamente, felicitado por Angela Merkel, Emmanuel Macron, Pedro Sánchez y el Papa, entre otros. Rusia y China guardan silencio, por ahora. Todos ellos esperan un mejor trato y una apertura de nuevas negociaciones en medio de la profundización de la crisis económica mundial.
El triunfo de Biden y los demócratas no solucionará la crisis global que sufre el sistema capitalista imperialista. Se vive una de las más graves crisis de la historia del capitalismo combinada con la pandemia del coronavirus, sin solución a la vista aún. Trump no hizo más que meter leña al fuego de la crisis con sus “guerras económicas” y sus políticas de ajuste mundial. Con Biden es previsible un cambio en donde vuelva a primar la negociación, tanto con sus pares de las potencias capitalistas como con los gobiernos de las semicolonias. Volverá la vieja combinación imperialista de “zanahoria con garrote”.
Pero no hay posibilidades de que Biden supere la crisis política global capitalista. Además, está inmerso en la propia crisis política y social de su país, que todavía tendrá otros capítulos con el intento de Trump de seguir desconociendo el resultado electoral y posiblemente con mayoría republicana en el Senado. Crisis política que, probablemente, se seguirá expresando durante el gobierno Biden-Harris.
Lo seguro es que Biden no representa ningún cambio positivo para la clase trabajadora y los sectores populares de los Estados Unidos y del mundo. Biden y el gobierno imperialista del Partido Demócrata va a gobernar en nombre de las multinacionales, el capital financiero y el FMI. Al comienzo de su gobierno (asume el 20 de enero) adoptaría algunas medidas cosméticas, como quizás adherir al limitado Acuerdo de París del cambio climático, o volver a la Organización Mundial de la Salud (OMS), de donde se retiró Trump. Pero el centro de la política de Biden será seguir, con “rostro humano”, tratando de descargar la crisis sobre las y los trabajadores, con nuevos planes de ajuste y hambre impuestos por las multinacionales y el FMI.
La unidad de los trabajadores, las trabajadoras y los pobres del mundo será la poderosa herramienta para seguir enfrentando al imperialismo yanqui, a sus gobiernos aliados y a sus planes de recortes y ajustes. En la perspectiva de lograr gobiernos de la clase trabajadora que abran el camino del cambio de fondo, de terminar con el capitalismo y avanzar hacia un verdadero socialismo.
Desde la UIT-CI llamamos al pueblo trabajador estadounidense, al movimiento de mujeres, antirracista, ambientalista, a seguir movilizados por sus urgentes reclamos ante el nuevo gobierno y a formar una nueva alternativa política independiente. Hay que ofrecerle una alternativa a las y los miles que salieron en todo el país a festejar la derrota de Trump. Una alternativa al bipartidismo capitalista imperialista. Un nuevo partido o movimiento de izquierda unitario e independiente que represente verdaderamente los intereses de la clase trabajadora, la juventud y el movimiento antirracista.
Unidad Internacional de las y los Trabajadores-Cuarta Internacional (UIT-CI)