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¿Dónde están los islamistas de Argelia?

Fuentes: Middle East Eye

Traducido del inglés para Rebelión por Sinfo Fernández


Los argelinos toman las calles para protestar contra la candidatura, para un quinto mandato, del presidente argelino Abdelaziz Bouteflika
Argel, 8 de marzo de 2019 (Foto: MEE/Mohamed Kaouche)

El mito, tan a menudo repetido, sobre la desaparición de los islamistas y su incompatibilidad con una transición democrática solo puede describirse como un deseo de muchos de los observadores occidentales.

Ausencia de consignas islamistas

¿Están «tramando algo» los islamistas argelinos, como nos «explica» complacientemente el escritor Boualem Sansal, o como Laurent Wauquiez y otros, a partir de determinados cálculos políticos, dicen temer?

¿Hay un riesgo real de que los islamistas puedan secuestrar las gigantescas manifestaciones populares de Argelia? ¿Han desaparecido definitivamente de la escena política y pertenecen ahora «al pasado», conclusión a la que han llegado ya muchos otros analistas sobre la única base de que «desde Orán hasta Constantina» no se ha escuchado «un solo lema islamista»?

Antes de tratar de responder con calma a estas preguntas, debemos deconstruir sus principales supuestos.

¿No hay islamistas en las manifestaciones que se vienen sucediendo en Argelia desde el 22 de febrero?

Tan pronto como uno evoca a los movimientos islamistas, el uso exclusivo de un léxico de discriminación confirma -aunque esto apenas nos sorprende- que para la gran mayoría de los observadores políticos, pero también para los portavoces y agentes culturales del régimen, el estatus de esos islamistas, que en 1991 ganaron la única victoria electoral en la Argelia independiente, es necesariamente negativo.

Represión sangrienta

Para poder demostrar que los islamistas estaban dispuestos a «secuestrar» las protestas, primero habría que demostrar que se han mantenido ajenos al resto de la población que particip a en esas potentes manifestaciones , que están milagrosamente ausentes de las ol ead as humanas de argelinos de toda edad y condición social que han tomado incansablemente las calles de todas las ciudades y pueblos, grandes y pequeños, por todo el país.

El líder histórico del Frente Islámico de Salvación (FIS), Abbasi Madani (a la derecha), junto a Ali Belhadj, el número dos del movimiento, en Argel, mayo de 1991 (AFP)

Sin embargo, no hay nada menos seguro que ese supuesto sobre la ausencia de los islamistas. Para que la suposición sea veraz, también habría que demostrar que los islamistas se han mantenido inmunes al hartazgo por la longevidad de un régimen argelino que parece tan arraigado como indestructible.

Por lo tanto, sería necesario olvidar que fue a través de la sangrienta represión de los islamistas argelinos, quienes reclamaban el poder legalmente después de sus victorias electorales de 1990 y 1991, como este régimen, inicialmente fundado en la victoriosa lucha anticolonial de los años sesenta, pudo «rejuvenecerse» de forma duradera y mantenerse en el poder durante las tres décadas siguientes.

Recordemos que la naturaleza pacifista de las manifestaciones actuales, que los observadores elogian ingenuamente como si fuera algo invisible en la historia contemporánea de Argelia, en realidad no es nada nuevo.

No importa cuán tensas fueron las campañas electorales de ese período y cuán profunda fue la fractura entre el Frente de Salvación Islámico (FIS) y los que el FIS describió peyorativamente como «Hizb Faransa« (el Partido de Francia), no fue a través de la lucha armada y la violencia como los opositores al régimen de 1991 estuvieron cerca de alcanzar el poder, sino a través de las urnas democráticas.


Partidarios islamistas de Bouteflika sostienen su retrato en un mitin celebrado en Tizi-Ouzou el 19 de septiembre de 2005 (AFP)

Puntos ciegos analíticos

¿De dónde proviene esta incapacidad recurrente de los países al norte del Mediterráneo para comprender el alcance total de la movilización política al sur de ese mar? Los puntos ciegos analíticos de la perspectiva occidental con respecto a tales eventos no son nada nuevo.

Los analistas occidentales parecen incapaces de comprender que, al igual que los primeros levantamientos populares en Egipto y Túnez de 2011, la marejada de protestas argelinas de 2019 no se basa en las iniciativas de las fuerzas políticas establecidas.

Para preservar su existencia política, estas formaciones -incluyendo, por supuesto, el Hamas islamista del difunto Mahfoud Nahnah- tuvieron que comprometerse con el régimen, hasta el punto de quedar totalmente desacreditadas y perder toda credibilidad como fuerzas de oposición, a excepción de unos pocos individuos, como el histórico colíder del Frente de Salvación Islámico, Ali Belhadj, quien en Argelia continúa enfrentándose resueltamente a un régimen cuya policía lo ha perseguido repetidamente.

Otros opositores de todas las tendencias políticas fueron obligados a exiliarse después de rechazar la hipócrita y falsa «reconciliación nacional».

Fijación occidental

Sin embargo, actualmente se está forjando una oposición argelina creíble, como lo ejemplifica el Movimiento Rachad. Pero, por supuesto, no hay evidencia que nos permita afirmar, especialmente porque esta gran confusión ya ha ocurrido en el caso de Túnez, que todos los manifestantes de 2019 rechazan o son indiferentes al islamismo en sus diversas tendencias.


Abdellah Djaballah, líder del Frente Islamista para la Justicia y el Desarrollo posa en la sede del partido en la capital, Argel, el 15 de enero de 2017 (AFP)

Entonces, ¿cómo podemos explicar que «de Argelia a Orán no se haya escuchado ningún eslogan islamista» como han repetido tantos observadores, quienes, en tal sentido, tienen toda la razón?

El problema no está en la observación en sí, sino en la «caja de herramientas» intelectual de los observadores, que solo contiene las nociones caricaturizadas de un antiislamismo vulgar que es tan simplista y miope como engañoso.

Esta fijación con los «islamistas» de la gran mayoría de los comentaristas occidentales viene con un precio añadido: el de la autointoxicación y, dicho sea de paso, la intoxicación de sus audiencias, a quienes inducen a error.

Y este es el segundo punto ciego, aún más insidioso y analítico: la censura -a menudo autocensura- de la idea de que posiblemente los islamistas tengan reclamaciones y objetivos distintos a los puramente «religiosos».

Sin embargo, especialmente en este consensual momento histórico de degagisme (*), los diversos tipos de islamistas, y hay muchos, no tienen razón para disociarse de las protestas masivas, cuyos objetivos, como evitar un quinto mandato para el presidente Abdelaziz Bouteflika o terminar con este agotado y corrupto sistema, son unánimes entre los argelinos.

Una Argelia diversa

Así pues, ¿cuál será el lugar de los islamistas en la Argelia del mañana?

Si alguna vez alcanzan sus objetivos -lo que está lejos de ser obvio, dadas las falsas concesiones de Bouteflika y su verdadero golpe de fuerza constitucional-, las protestas contra el régimen irán inevitablemente seguidas por el difícil proceso de redistribución de los restos del régimen.

Entonces no habrá más unanimidad nacional, ya que los votos se dividirán entre los diversos programas políticos de los candidatos que compitan.

Pero esto no significa que los islamistas vayan a adquirir una nueva visibilidad y presencia política a través de lemas y programas «religiosos», ya que sus horizontes, objetivos y ambiciones no se limitan a eso, incluso en el terreno cultural.

En la Argelia plural y diversa de mañana, ¿cuál será el lugar del movimiento islamista, que durante un tiempo estuvo representado por Belhadj y su intransigencia dogmática, pero también por Abdelkader Hachami, otro miembro fundador del FIS, que fue asesinado en 1999 por la Junta para no tener que lidiar con los muchos matices y aspectos constructivos de su estricto legalismo?

Como se ha indicado anteriormente, los islamistas ganaron las dos primeras elecciones libres en la historia de Argelia. Más tarde, su popularidad se hizo aún más obvia en los países vecinos, independientemente de sus respectivos escenarios políticos. Tanto en Túnez como en Egipto, las primeras elecciones que siguieron a la Primavera Árabe confirmaron la extendida diversidad del movimiento.

Ningún movimiento posislamista

Más recientemente, sucedió lo mismo en el Líbano, Túnez (las elecciones locales de mayo de 2018) e Iraq, con independencia de sus configuraciones políticas, muy diferentes y diversas. De hecho, en ningún lugar cuentan con una alternativa que aparezca claramente como movimiento «posislamista» que pueda indicar el reemplazo de esa generación.

Por tanto, ¿cuál será su lugar y su papel en el panorama electoral argelino del mañana? En este punto, es prematuro sacar conclusiones definitivas. Pero todas la evidencias sugieren que los islamistas seguirán formando parte del proceso político y se resistirán al mito, invocado regularmente durante las últimas cuatro décadas sobre su «derrota» o extinción, especialmente en un país cuya desculturación colonial ha creado un terreno fértil para el ascenso del islamismo.

Por el momento, ni el mito de su eliminación ni el de su necesaria incompatibilidad con la transición democrática parecen ser viables.

Este doble impasse se deriva de la ilusión simplista de los observadores occidentales y de su incapacidad fundamental para establecer una relación con actores políticos que no formen parte del pequeño número de sus informadores locales, que les dicen lo que quieren escuchar sobre los islamistas, exclusivamente cosas negativas.

Por lo tanto, resulta obvio, e inevitable, que los islamistas sigan formando parte de la escena política de Argelia. La única diferencia es que, en muchos aspectos, la tendencia islamista en 2019 es diferente de la de 2012.

Entonces, la pregunta que cabe hacerse es: ¿qué rama de esta tendencia islamista tan grande y diversa podrá surgir, y qué papel jugará? Esto dependerá en parte de las condiciones de la transición democrática, que aún se encuentra en sus inicios. Los islamistas argelinos están preparados, hoy más que nunca, para participar en ella.

N. de la T.:

(*) Degagisme, en francés en el original, es un neologismo formado a partir del verbo «dégager», popularizado a partir de la Primavera Árabe; podría traducirse en el texto como «¡Fuera!», «¡Largo de aquí!».

François Burgat es director emérito de investigación en el CNRS de Francia (IREMAN Aix-en-Provence). Entre otras instituciones, dirigió el Instituto Francés para Medio Oriente entre 2013 y 2018, y el Centro Francés de Arqueología y Ciencias Sociales en Sanaa de 1997 a 2003. Experto en movimientos islamistas, su último libro (en francés) se titula «Comprendre l’islam politique: Une trajectorie de recherche sur l’altérité islamiste 1973-2016″ (Ediciones La Découverte).

Fuente: https://www.middleeasteye.net/opinion/where-are-algerias-islamists

Esta traducción puede reproducirse libremente a condición de respetar su integridad y mencionar al autor, a la traductora y a Rebelión.org como fuente de la misma.