NALUT, Libia, 11 ago (IPS) – Las últimas victorias en las montañas occidentales de Libia permiten a combatientes rebeldes y a civiles opositores al régimen de Muammar Gadafi recuperar poco a poco sus vidas. «Logramos un gran triunfo la semana pasada, luego de tomar control de Kud. Los cohetes GRAD de (Muammar) Gadafi no pueden […]
NALUT, Libia, 11 ago (IPS) – Las últimas victorias en las montañas occidentales de Libia permiten a combatientes rebeldes y a civiles opositores al régimen de Muammar Gadafi recuperar poco a poco sus vidas. «Logramos un gran triunfo la semana pasada, luego de tomar control de Kud. Los cohetes GRAD de (Muammar) Gadafi no pueden alcanzarnos ahora», dijo a IPS Tarik Saleh, residente de Nalut.
Nalut es una aldea en la cadena montañosa de Nafusa, al este de la frontera de Túnez. El control sobre la estratégica región es clave en la campaña de los rebeldes.
La localidad ha sido bombardeada casi a diario desde que comenzó el levantamiento contra Gadafi el 17 de febrero.
Los rebeldes también tomaron control la semana pasada de la aldea de Wazzin, antes en poder del régimen. Pero el triunfo llegó demasiado tarde: hoy ese lugar es un pueblo fantasma, en el que prácticamente todas las edificaciones han sido destruidas.
Los antiguos habitantes de Wazzin eran beréberes, como la mayor parte de la población en las montañas de Nafusa. Los beréberes han vivido junto a los árabes por siglos en este lugar, pero rara vez se han mezclado. En la veintena de aldeas que existen la zona, sólo una tiene a familias de ambas comunidades.
«Rehibat es la única aldea mixta en Nafusa. Tuvimos que vivir separados por siglos para mantener viva nuestra lengua, el Tamazight», dijo a IPS el bereber Abdul Hamid.
Pero los árabes en Nafusa tienen otro punto de vista. «Los beréberes nos menosprecian y con frecuencia dicen que somos ‘recién llegados’ en Libia. Sin embargo, tenemos vínculos más estrechos con familias beréberes locales que con ciertos clanes árabes», explicó a IPS Mohammad Aith Geryani, residente de Rehibat.
La pequeña localidad montañosa de Rehibat es bien conocida en la zona por su nueva infraestructura. Hoy sirve de único aeropuerto en Nafusa, gracias a una carretera de una milla que funciona como pista de aterrizaje para los aviones que transportan suministros desde la nororiental ciudad Bengasi, principal baluarte rebelde.
Siguiendo la carretera oriental desde Rehibat se llega Zintán, la más importante localidad árabe de Nafusa y que orgullosamente se considera «la primera en levantarse contra Gadafi».
El comandante en jefe de Zintán, Osama Jweli, está feliz por cómo mejoró la situación de seguridad en su localidad. «Las tropas de Gadafi nunca pusieron un pie en Zintán, y desde que expulsamos a los soldados al este, más allá de Walish, ningún cohete ha llegado aquí», dijo a IPS.
Luego de haber pasado en un campamento del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados en Túnez, Salhe regresó a Libia para pasar el mes sagrado musulmán de Ramadán con sus familiares en Zintán.
«Me dijeron que la seguridad mejoró considerablemente, así que vine para verlo por mí mismo hace dos semanas», contó. «Todavía están los escombros en el lugar, pero por suerte nuestra casa no ha sido afectada por los cohetes ni por los saqueadores».
Zintán definitivamente lucía mejor de lo que él esperaba, en parte gracias a los muchos voluntarios que han salido a las calles en las últimas semanas. La mayoría son niños, decididos a borrar cualquier recordatorio de la guerra, incluyendo las paredes ennegrecidas, que van desapareciendo bajo capas de pintura blanca.
Además, la limpieza de la ciudad es probablemente la mejor forma de mantener ocupados a los niños y niñas hasta que regresen a la escuela en septiembre. Pero aún no se sabe si podrán asistir a su antiguo colegio de Zintán o a otro que funciona en una tienda de campaña fuera del campamento para refugiados.
Mokhtar Ihmad Ali dio clases en la escuela local hasta que tomó una Kalashnikov en febrero y se unió a los rebeldes. Este árabe de 35 años está ansioso por retomar las clases, pero su ánimo no es tan alto como hace unos meses atrás.
«Luego de que (el expresidente tunecino Zine el Abidine) Ben Ali y (el egipcio Hosni) Mubarak renunciaron, pensamos que Gadafi haría lo mismo. Luego comenzó la guerra y Ramadán fue nuestro siguiente ‘plazo’ para derrocar al tirano. Ahora todos asumimos que la guerra podría durar mucho más de lo que esperábamos», dijo Ali a IPS.
En la parte más oriental de la cadena montañosa, la aldea de Yefren sufrió más bajas que otras por haber abiertamente desafiado al régimen en febrero pasado.
Ni siquiera el hospital se libró de ser saqueado por los solados de Gadafi, y varios cohetes GRAD fueron disparados desde el valle. Las calles todavía lucen desiertas, pero la energía eléctrica fue reestablecida, y la vida parece volver lentamente a la normalidad.
No lejos de Yefren, un grupo de mujeres intenta darles a los pocos niños y niños de la zona una sensación de normalidad en medio del desastre. Se reúnen tres veces a la semana en una tienda de campaña donde les enseñan su lengua materna, prohibida durante los 41 años de régimen de Gadafi.
«Somos 11 maestras y nos encargamos de 46 niños y niñas de entre cuatro y 16 años. Cuatro de nosotras les enseñamos la lengua bereber, y las otras siete organizan manualidades o juegos», contó a IPS la maestra Amil, de 20 años.
Pero tienen grandes desafíos para continuar con su trabajo.
«Necesitamos juguetes para ayudarles a olvidar la guerra, pero también comida y agua», dijo a IPS la directora de la escuela, Mahaba Najib.