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Paideia cumple 28 años de educación libre

Educando de forma asamblearia

Fuentes: Diagonal

Educar de forma asamblearia, sustituir la competitividad de los exámenes por el conocimiento compartido y fomentar el deseo de aprender: estos son algunos de los principios de la pedagogía anarquista. En Mérida, desde hace 28 años, esa teoría toma cuerpo en la práctica de la Escuela Libre Paideia. No es un colegio como los demás […]

Educar de forma asamblearia, sustituir la competitividad de los exámenes por el conocimiento compartido y fomentar el deseo de aprender: estos son algunos de los principios de la pedagogía anarquista. En Mérida, desde hace 28 años, esa teoría toma cuerpo en la práctica de la Escuela Libre Paideia.

No es un colegio como los demás colegios. En la Escuela Libre Paideia no se mantiene el régimen de jerarquías o las dinámicas de castigos de otros centros. No existen exámenes, ni aprobados ni suspensos, ni tampoco la obligación de repetir mecánicamente lo explicado en las clases. Todas las rutinas del sistema educativo llevan aquí puestas en duda desde el 9 de enero de 1977. A cambio, se establecen otros principios. Desde sus orígenes, la Escuela Libre Paideia probablemente haya sido el centro educativo del Estado donde con más empeño se han puesto en marcha las ideas anarquistas sobre igualdad, cooperación y no autoridad.

De ahí nace una práctica educativa basada fundamentalmente en la iniciativa personal y en las inquietudes de cada estudiante. En Paideia consideran que en las escuelas tradicionales se obvia la capacidad de asimilar que las personas manifiestan durante su infancia. A diferencia de los centros estatales o confesionales, en la escuela libre no se siguen programas predefinidos, sino que es el propio alumnado quien decide lo que desea aprender.

Libertad responsable

Para ello, el profesorado ha de dedicarse a una tarea de orientación. Como docentes, su función consiste en estimular el deseo de conocimiento e incidir en los valores y en la convivencia. La importancia que se da a la libertad constituye, en este sentido, la principal motivación del alumnado. «Quienes más critican a la escuela confunden libertad con no estudiar o perder el tiempo, pero no es así», explica una de las responsables del centro, Josefa Martín Luengo, «el valor que enseñamos es el de la libertad responsable, Ies enseñamos que la libertad hay que ganársela».

En la práctica, esto se traduce en los compromisos de trabajo. En Paideia se emplea la curiosidad innata de sus estudiantes para que sean estos quienes, a comienzos de la semana, se propongan una serie de objetivos a cumplir. El compromiso puede ir desde un trabajo sobre una asignatura o rellenar sus cuadernos de ejercicios de matemáticas o lenguaje, hasta una investigación sobre historia o una redacción sobre valores y convivencia.

De no realizarse, no hay otro castigo que el de no haber alcanzado la meta propuesta. «La alumna o el alumno -explica Luengo- demostraría que no es una persona responsable y por tanto necesita que le manden, convirtiéndose entonces en un mandado al que todos pueden mandarle hacer cosas. Esto no les gusta nada y procuran cumplir sus compromisos para poder seguir siendo personas libres». Desde los primeros años el aprendizaje se identifica con la libertad. «Es fácil comprobar que el poder, los poderes y los sistemas autoritarios, siempre se han fundamentando en la ignorancia, el fanatismo y las religiones para poder mantenerse y perpetuarse», argumentan desde el colectivo Paideia, que mantiene como uno de sus principales retos dotar a su alumnado de un amplio conocimiento acompañado de un agudo sentido crítico.

Cultura asamblearia

Sin embargo, lo frecuente es que los compromisos se Ileven a cabo sin excesivas dificultades. Se trata de actividades elegidas libremente, y generalmente cada estudiante se interesa por llevarlas a cabo. A ello se añade la satisfacción de explicar lo aprendido al resto de compañeros en la asamblea. Allí, una vez al mes, exponen al resto del colegio lo aprendido durante ese tiempo, y es mientras responden a las preguntas de sus compañeros donde se dan cuenta de lo que les falta o no por aprender.

La cultura asamblearia supone la base misma de Paideia. Aglutina a todas las personas de la escuela y en ella participan desde la profesora más veterana hasta niñas y niños de cinco o seis años. En ella se organiza la autogestión de la escuela, se deciden los objetivos para cada curso y se resuelven los posibles conflictos. De hecho, uno de los aspectos más destacables de la escuela es la falta de violencia. Por turnos, grupos de estudiantes actúan como pacificadores. En cuanto se producen peleas reúnen a las partes enfrentadas hasta que llegan al acuerdo. Si el enfrentamiento persiste, entonces es la asamblea la que decide.

A través del diálogo razonado, Paideia evita los dos problemas que actualmente marcan buena parte del debate educativo. El acoso escolar o la frustración del profesorado ante la falta de interés del alumnado aquí apenas se plantea.