El virtual destape petrolero en el Golfo de Guinea y en otras naciones del continente, han renovado la codicia de Washington y lo impulsan a urgentes medidas de control. Así que, según un anuncio del Pentágono en voz de su titular Robert Gates, para 2008 se hará totalmente operativo el llamado US African Comand que, […]
El virtual destape petrolero en el Golfo de Guinea y en otras naciones del continente, han renovado la codicia de Washington y lo impulsan a urgentes medidas de control. Así que, según un anuncio del Pentágono en voz de su titular Robert Gates, para 2008 se hará totalmente operativo el llamado US African Comand que, con la excepción de Egipto, coloca a toda la zona bajo la responsabilidad de un mando único norteamericano. Según Gates, las tareas esenciales de este organismo bélico operacional serán «incrementar las acciones antiterroristas de los países concernidos, apoyar los cuerpos de seguridad en el Continente, y de ser necesario, llevar a cabo y conducir acciones militares en el área».
Washington insiste en que se trata únicamente de un vuelco hacia aquella olvidada región y de una forma de cooperar con sus gobiernos, pero en realidad se trata de colocar fuerzas militares sobre los abundantes recursos energéticos africanos descubiertos y puestos en explotación en los últimos años.
Tal es así, que para algunos entendidos los suministros africanos de crudo podrían abarcar un cuarto de las importaciones norteamericanas, con la gran salvedad de estar ubicadas geográficamente más cerca de la Unión y en un área menos convulsa que el Medio Oriente y Asia Central, al menos hasta el presente.
De hecho el establecimiento de un comando único para operar en Africa responde a la insistencia de jefes militares y consorcios energéticos estadounidenses vinculados a la zona, los cuales están demandando con mucha fuerza el incremento de la presencia bélica ante el prometedor descubrimiento de nuevos y ricos campos petroleros.
Al fin y al cabo, esa es la gran motivación Washington. Por lo demás, para nada importa que los africanos constituyan una de las poblaciones más empobrecidas del planeta, que el SIDA esté acabando con naciones enteras, y la sequía y las hambrunas cíclicas llenen las aldeas de cadáveres. Solo el olor a crudo y la posibilidad de ganar mucho dinero incentiva a los «paladines del antiterrorismo global».