La praxis de la política exterior estadounidense ha demostrado históricamente su carácter transgresor. La concepción colonialista del “destino manifiesto” dio paso a la doctrina Monroe, mientras el siglo pasado el Plan Cóndor y la Escuela de las Américas se constituyeron en legajos que pesan profundamente en la historia de América Latina y El Caribe.
Ahora, el gobierno estadounidense se escuda tras la excusa de la guerra contra las drogas y el terrorismo para pasearse a sus anchas como caimán taimado (acechante) en aguas latinoamericanas y caribeñas; como el policía que nadie erigió, pero con la desgraciada complicidad de gobernantes regionales que buscan puesto en el banquete expoliador que procura el poder hegemónico. Ya la Comunidad de Naciones del Caribe, Caricom, denunciaba a inicios de este año la intención separatista de EE.UU contra esta instancia, tal vez para terminar de doblegar voluntades y moverse a sus anchas en la zona, sin que se produjeran incidentes por sus actuaciones. (1).
Es evidente que la excusa de combatir delitos transnacionales le sirve a EE.UU. para ir tras Venezuela y sus recursos, objetivo con el cual ha cercado las aguas caribeñas desde abril pasado. De hecho, el Comando Sur ha transgredido los linderos marítimos venezolanos y, como todo régimen embustero, sus voceros niegan la agresión alegando “excesivo reclamo marítimo” de Caracas. (2)
La provocación estadounidense contra Venezuela no es nueva. En 2019 las autoridades venezolanas denunciaron que EE.UU. amenazó la seguridad de aeronaves comerciales y de aviación general de su país, tras la irrupción de una aeronave estadounidense de reconocimiento e inteligencia electrónica en la Región de Información de Vuelo de Maiquetía, y otros 76 eventos similares. (3).Nuevamente, en el marco de los derechos humanos, salta al estrado el tema de la ‘seguridad humana’ -rebasada ilegalmente por la seguridad nacional estadounidense-y las relaciones asimétricas sobre las cuales asienta su sistema de dominación global.La realidad subyacente expone cómo líderes de gobiernos latinoamericanos y caribeños extralimitan las relaciones de cooperación con EE.UU y la Unión Europea (U.E) y exponen a sus propias poblaciones y los intereses legítimos de sus Estados, en una relación de poder desigual, que seguramente ‘pasará factura’ en un futuro no muy lejano en la región y en la subregión insular.Desde los tiempos de la llamada “guerra fría”, el Estado estadounidense se dedicó a erradicar de América Latina y El Caribe todo vestigio de comunismo o modelo alternativo, llámese socialismo o cualquier otro que no sea el suyo o no se le someta y para ello esgrime la retórica ideológica a conveniencia.Así, para garantizar su influencia hegemónica, y amparándose en las luchas antidrogas y antiterroristas, EE.UU se aseguró 76 bases en Latinoamérica de las más de 800 que mantiene en el mundo: 9 se hallan en Colombia; 8 en Perú; mientras Panamá y Puerto Rico tienen 12 cada una; sin contar otros acuerdos similares con otros países de la región. Lo que nadie se explica es que aún después de ese montón de bases militares en América Latina, Centro América y El Caribe, bajo el dominio estadounidense, y otro puñado que tiene la OTAN ¿Cómo es que Colombia sigue siendo el primer productor y distribuidor de drogas del mundo y EE.UU el primer consumidor de drogas del planeta? ¿Cómo es que Centroamérica sigue teniendo un montón de grupos de delincuentes transnacionales operando libremente? Es el tema de los recursos en el planeta y la ecuanimidad en las relaciones internacionales. Ya en 2008, EE.UU establecía en su documento Estrategia de Defensa Nacional, entre los 5 principales retos a los que se enfrentaría, las “pandemias y competición por los recursos”. La dependencia energética foránea del país norteamericano es tema estratégico en su política exterior. (4)El problema radica en que el Estado venezolano aún tiene todo lo que EE.UU y el ombligo eurocentrista -al borde de la debacle económica- han acaparado y derrochado histórica y sistemáticamente: oro, petróleo, gas, coque, coltán, abundantes recursos hídricos (limpios de ‘fracking’) y otro sinfín de recursos naturales, renovables y no renovables. Esos tesoros tan deseados los mantiene en el Caribe. Finalmente, las intenciones contra el país bolivariano y su población, las confirmó el mandatario estadounidense hace poco, cuando advertía que Venezuela: “está rodeada”… (5) como que en el mundo, en América Latina y en El Caribe no habitara nadie más; como que el planeta fuera de EE.UU., la U.E y su OTAN, y el resto de la humanidad tuviera que pagar alquiler para vivir en el. ¡Qué abuso!