Un soldado que filtró cables secretos de EEUU a WikiLeaks puede recibir una gravísima condena. En cambio Barack Obama justifica el masivo espionaje de sus agencias de seguridad, dentro y fuera de Estados Unidos.
Estados Unidos es una potencia que basa su hegemonía en sus multis y bancos, pero también en sus músculos militares y el espionaje. La CIA es mundialmente conocida como sinónimo de esa actividad, pero el imperio tiene quince agencias de inteligencia trabajando a destajo y con presupuestos inflados. El atentado del 11 de setiembre de 2001 contra las Torres Gemelas le dio excusa a la administración Bush para redoblar la apuesta. Con la Patriot Act y otras normas aprobadas en 2007 se espió a los ciudadanos en sus comunicaciones telefónicas, de Internet y postales, las redes sociales, su trabajo y sus viviendas. Era un mundo orwelliano y recreaba el «Gran Hermano». Tales actividades levantan resistencias entre los afectados y en sectores más amplios y democráticos. Para contrarrestarlos, los gobiernos norteamericanos usan una batería de argumentos desde tiempos de los jefes más anticomunistas del FBI y la CIA. Dicen que hay que proteger la seguridad, que hay comunistas y terroristas interesados en atentar contra EEUU. Antes la III Internacional Comunista, luego el castrismo y más recientemente Al Qaeda o terroristas libios o iraníes o de Hizbollah o coreanos del Norte, lo mismo da, lo importante es neutralizarlos y salvar el «american way of life».
No se salvan Fox ni AP
En mayo pasado The Washington Post reveló que el Departamento de Justicia y el FBI habían espiado a James Rosen, del canal de noticias Fox News. Querían saber si al publicar noticias sobre un posible ensayo nuclear de Corea del Norte, Rosen había tenido información de un ex funcionario, Stephen Jin-Woo Kim, sospechado. Los republicanos hicieron un escándalo, teniendo en cuenta que la Fox es una cadena muy afín a ese partido. Los coreanos comunistas, en la lejana Pyongyang, fueron convidados de piedra, pero la «mala prensa» de Kim Jong Un disimuló el escándalo. El secretario de Justicia, Eric Holder, volvió a quedar en mala posición al divulgarse que su cartera y el FBI habían pinchado los teléfonos de la Associated Press. Entre abril y mayo de 2012 habían interceptado 20 líneas telefónicas de las oficinas de AP en Nueva York, Washington y Hartford, y teléfonos privados de sus periodistas. Esas líneas fueron empleadas por un centenar de empleados de AP. Husmeaban el origen de un cable publicado por ésta el 7 de mayo de ese año sobre una operación de la CIA en Yemen para abortar un supuesto atentado.
No se salva nadie
El espionaje norteamericano tiene al mundo como blanco, incluidos sus ciudadanos y medios de comunicación. Tal afirmación no surge de ninguna mente afiebrada antiimperialista sino de lo publicado en el presente junio por el británico The Guardian. El gobierno del actual presidente norteamericano había ordenado a la empresa telefónica Verizon entregar a los servicios secretos todas las llamadas de sus clientes. La Corte de Vigilancia de Inteligencia Extranjera había intimado en abril pasado a la firma telefónica a proporcionar a la Agencia Nacional de Seguridad (NSA) la data sobre llamados telefónicos de líneas fijas y de celulares dentro y fuera de EEUU. Holder no negó la denuncia y, como Obama, juró que todos los senadores, demócratas y republicanos, estaban al tanto de aquellas actividades en aras de la seguridad. El fiscal general aclaró que no espiaban a miembros del Congreso o de la Corte Suprema, lo que pocos deben haber creído. El espionaje tiene la cobertura de la «lucha antiterrorista», pero también se utiliza para controlar adversarios políticos con la información de sus «muertos en el placard». La Unión Americana de Libertades Civiles (ACLU) abrió una petición en su web para reclamar que Obama «detenga de inmediato esta práctica totalmente inaceptable». Y está muy bien que esas entidades protesten, pero es muy dudoso que logren frenar un espionaje masivo y global desde septiembre de 2001. Con las Torres también se cayeron los últimos pruritos de legalidad. Vale todo, todo el tiempo, como las torturas en Abu Ghraib en Irak, Bagram en Afganistán y Guantánamo.
Viaje a UTA
La NSA tiene ese convenio con Verizon, pero también con AT&T y Sprint, según The Wall Street Journal, que añadió a la lista de informantes a las tarjetas de crédito. Son telefónicas gigantescas en EEUU, pues AT&T es la líder, con 107,3 millones de clientes de móvil y 31,2 millones de teléfonos fijos; Verizon tiene 98,9 millones de clientes de móviles y 22,2 millones de fijos, y Sprint, 55 millones de clientes en total. En esas enormes peceras, el espionaje yanqui «pesca» información sensible, con aquiescencia empresarial. La información de Internet y las redes sociales también desagota en las centrales de espionaje. Según The Washington Post, éstas receptan el reporte de Microsoft, Yahoo, Google, Facebook, PalTalk, AOL, Skype, YouTube y Apple. El programa de intrusión se llama «Prism», habiendo sido aceptado en 2007 por Microsoft, en tanto Apple recién dio «luz verde» en 2012. Jameel Jaffer, subdirector legal de la ACLU, cuestionó: «se trata de un programa en el que un número no especificado de gente inocente es puesta bajo el control permanente de agentes del gobierno». Se monitorea todo, desde correos electrónicos, videos, fotos, audios y conexiones a la web. Las agencias norteamericanas tienen en construcción en Utah una gran central de concentración de la información mundial. Habrían llegado a la conclusión de que es más sencillo reunir toda la data y luego buscar a determinadas personas o entidades. Aparte de otras fuentes de inteligencia, como el Prism, se dice que el uso de determinadas palabras en la web, como «Al Qaeda», «atentado», etc, darían lugar a que la persona sea etiquetada como sospechosa. Si es así esta nota ya estará viajando por la web directo a Utah…
Snowden
La última denuncia de The Guardian fue muy contundente y no pudo ser refutada por la Casa Blanca. Los editores británicos han anunciado que tienen más información. Se sabe ahora que su fuente fue un ex técnico de la CIA, Edward Snowden (29 años), quien buscó resguardo en Hong Kong. Como esa plaza financiera mundial desde 1997 fue reintegrada a China Popular, tal refugio momentáneo da lugar a cierta venganza de la comunista Beijing contra Washington: ¿no era el socialismo el que perseguía a los medios de comunicación y sus fuentes? El caso es muy revelador de otro aspecto del espionaje yanqui, porque además de los motivos políticos saca a luz el objetivo industrial y bancario en detrimento de potencias europeas amigas y/o trapizondas de los mismos espías. Podría haber un conflicto con Suiza pues el joven dijo al diario que comenzó a sentirse culpable estando en Ginebra, entre 2007 y 2009, cuando la CIA tendió una trampa a un banquero. «Gran parte de lo que vi en esa ciudad terminó con mis ilusiones sobre el funcionamiento de mi gobierno y su impacto en el mundo», manifestó. Como ya se sabía desde los ’90, cuando se conoció la red de espionaje Echelon, montada por EEUU con bases en Inglaterra y otras partes del mundo, la penetración en los secretos de las personas, empresas y gobiernos también apuntaba al espionaje industrial. Era clave para que el imperio les ganara a países socios-rivales.
Manning y Assange
Bradley Manning es un ex soldado de 25 años, que lleva dos años detenido en cárceles estadounidenses de Kuwait y en otras tres prisiones militares en su país, donde fue torturado y sufrió malos tratos. En un juicio militar comenzado el 3 de junio pasado en Fort Meade, Maryland, afronta 22 cargos graves, entre ellos el de «colaborar con el enemigo», que podría costarle la reclusión perpetua (la «bondad» del tribunal militar lo dispensó de la pena de muerte que podría caberle). El delito del joven soldado fue haber entregado a WikiLeaks un paquete de hasta 700.000 cables reservados y secretos que pusieron en jaque al Pentágono porque revelaban parte de sus crímenes en Irak y Afganistán. La fiscalía castrense, en línea con Obama, lo acusó de haber puesto en riesgo la vida de los militares estadounidenses en esos frentes. El abogado de Manning, David Coombs, alegó que no hubo más muertes de tropas propias por aquellos cables, pues aludían a hechos notorios, como el ametrallamiento desde helicópteros a civiles iraquíes, en 2007, donde fueron asesinados dos periodistas de Reuters. Esa defensa remarcó que la única intención de Manning era «salvar vidas y hacer del mundo un lugar mejor». El juicio durará hasta mediados de agosto y es improbable que el acusado zafe de una dura condena. La persona a quien proporcionó los cables, Julian Assange, de WikiLeaks, sigue asilado en la embajada de Ecuador en Londres y el 19 de junio cumplirá un año de encierro, sin que el gobierno de David Cameron le de el permiso de salida a Quito. Así es el mundo de las potencias, sus multinacionales y centrales de inteligencia: cuando ellos espían está todo bien porque prima la seguridad; pero cuando periodistas, soldados o analistas de inteligencia revelan algunos secretos, van presos o deben huir al extranjero.