Hace unas semanas leí un magnífico artículo de Tariq Alí titulado «La resistencia iraquí: nueva fase», publicado el 18 de abril en Rebelión. El texto del escritor paquistaní además de llamar la atención sobre los cínicos cambios en la propaganda de las potencias ocupantes -que han seguido sus «agradecidos periodistas»-, al verse obligadas a cerrar […]
Hace unas semanas leí un magnífico artículo de Tariq Alí titulado «La resistencia iraquí: nueva fase», publicado el 18 de abril en Rebelión. El texto del escritor paquistaní además de llamar la atención sobre los cínicos cambios en la propaganda de las potencias ocupantes -que han seguido sus «agradecidos periodistas»-, al verse obligadas a cerrar definitivamente el argumento de las armas de destrucción masiva y recurrir al inobjetable proceso de democratización que según parece ha abierto la guerra y garantiza la ocupación, puede servir para evaluar el proceso de «devolución de soberanía» que los Estados Unidos están llevando a cabo en estos momentos.
Por otro lado los argumentos de Tariq Alí valen como réplica a los planteamientos contenidos en un lastimoso artículo publicado hace cerca de dos meses por Ignacio Ramonet (1) y al que ya nos hemos referido en Cádiz Rebelde (2).
La comparación entre las posiciones permite también contrastar con la realidad -explosiva y muy visible en estos momentos- un discurso sincero y valiente, y otro cobarde y ambiguo.
Los dos discursos son absolutamente divergentes. En realidad el de Ignacio Ramonet está muy dentro de lo que Tariq Alí denomina la «lógica de la ocupación colonial».
Ramonet que admite que la guerra fue un desastre y que la ocupación es un desastre todavía mayor, advierte contra la retirada de tropas españolas que en ese momento había sido anunciada: tal cosa puede ser «aún mucho peor». Ramonet argumenta que la retirada «desestabilizaría la zona bajo mando polaco y estimularía el desorden», además «lo más probable» es que la ONU apruebe una resolución «favorable a la instalación de una fuerza supranacional», y el sector polaco va a pasar «bajo mando de la OTAN». No es momento de retirar tropas, en todo caso de aumentarlas, concluye Ramonet.
El director de Le Monde Diplomatique también busca el argumento que descargue al presidente Zapatero de su promesa electoral: el terrible atentado del 11 de marzo ha cambiado la situación; la retirada de tropas sería «una penosa señal de ceder ante el terror», «dar en suma razón a los criminales de Atocha». Exactamente lo mismo que diría cínicamente en Washington, semanas después, para descargar culpas evidentes, José María Aznar.
«Escuchen las campanas que tañen en Faluya y en Basora -dice, como respondiendo, Tariq Alí- Doblan por los periodistas liberales y liberales de izquierda… que, cuando los ocupantes se convierten en objetivo, denuncian a la resistencia como ‘terrorista’.
¿Contra la guerra pero a favor de la ocupación?
Mientras tanto Iraq y sus ciudadanos continúan sufriendo.
Cuando una ocupación es repugnante, la resistencia no puede ser hermosa, salvo en las películas de Hollywood o en las comedias italianas.»
Y continúa, advirtiendo contra la coartada que para los planes imperiales supone la resolución de la ONU:
La solución, de acuerdo con la mayoría de centro-izquierda es entregar el país a Naciones Unidas. Es lo que ocurrió en 1924, cuando el Reino Unido gobernó Iraq por Mandato de la Liga de Naciones, que ellos mismos habían organizado. Estados Unidos puede conseguir con facilidad un mandato similar del Consejo de Seguridad y de esa manera espera mantener sus bases militares en el país durante otros veinte años.
Pero ¿Qué pasará si esa solución, consagrada para mantener el control y pretender, al mismo tiempo, que el mundo crea que los locales son responsables de su país, no funciona? Entonces ¿se volverá al bombardeo y a los daños colaterales (vidas de civiles que no preocupan a occidente como hemos visto en Iraq y Afganistán)? Sí, un buen liberal podrá alegar, ¿No son mejores Naciones Unidas que Estados Unidos? ¿ Depende de quien controle y determine lo que Naciones Unidas hagan?
Finalmente, Tariq Alí nos señala un camino muy diferente al que negocian los Estados Unidos en la ONU:
Para los ciudadanos de países cuyos gobiernos y líderes han apoyado la guerra la prioridad debe ser castigar a los belicistas: seguir el ejemplo de los españoles. Si Berlusconi, Blair y Bush siguen a Aznar al Walhalla, será una victoria importante.
Entonces montaremos una campaña para exigir que sus sucesores terminen con la ocupación. Las Naciones Unidas sólo pueden servir como mecanismo para salvar las apariencias. Nada más.
Notas:
(1) «Una nueva diplomacia». El Periódico, 21 de marzo.
(2) Editorial Cádiz Rebelde 85, «Zapatero ante el dilema (a propósito de la desvergüenza de Ignacio Ramonet)»