Aleca. Cinco letras que significan «Acuerdo de libre comercio completo y exhaustivo». Cinco letras que incluyen un proyecto «destructor para Túnez», según el economista tunecino Mustapha Jouili. Para este miembro de ARES, una asociación en vanguardia de la investigación económica y social, creada por militantes de izquierda, el Aleca, que debería firmarse entre la Unión […]
Aleca. Cinco letras que significan «Acuerdo de libre comercio completo y exhaustivo». Cinco letras que incluyen un proyecto «destructor para Túnez», según el economista tunecino Mustapha Jouili. Para este miembro de ARES, una asociación en vanguardia de la investigación económica y social, creada por militantes de izquierda, el Aleca, que debería firmarse entre la Unión Europea (UE) y Túnez en 2019, es una de las peores perspectivas para Túnez, ya prisionera de una grave crisis económica y social.
Pérdida de soberanía económica, devastadores efectos sociales, normas imposibles, competencia desigual… Las consecuencias de este texto enormemente asimétrico, que favorece al gigante europeo y a sus multinacionales en detrimento de la pequeña y frágil democracia tunecina, son múltiples; sobre todo en la agricultura y los servicios, pero también en la salud, la energía, etc.
Negociado con opacidad desde 2016 y casi con un cuchillo de Bruselas en la garganta de Túnez, dependiente de la financiación europea, este tratado ultraliberal y mercantil quiere reemplazar al acuerdo de asociación, más modesto aunque no sin daños, que liberaliza los derechos aduaneros para algunas industrias, en vigor desde 1995.
«Este texto es colonialista, no difiere del pacto colonial de 1881», explica a Mediapart Mustapha Jouili.
Comencemos por una presentación de la economía tunecina. ¿Cuáles son sus particularidades? ¿Sus puntos fuertes?
Mustapha Jouili: Las estadísticas de la contabilidad nacional ofrecen el siguiente reparto del PIB: 10% para la agricultura, 35% para la industria y 55% para los servicios. Pero estas cifras esconden lo esencial. La industria está en su mayoría limitada a la subcontratación por cuenta de multinacionales. Se sitúa en el eslabón débil de la cadena, basado en el empleo de una mano de obra no cualificada y en bajos salarios, lo que explica además la elevada tasa de desempleo entre titulados. Sobre todo porque se asiste desde hace algunos años a un auténtico proceso de desindustrialización.
En lo que se refiere a la agricultura, sigue basada en un campesinado empobrecido y muy endeudado. El 75% de los agricultores tienen menos de 10 hectáreas y se encuentran excluidos de la financiación institucional y de la dirección técnica, y están totalmente abandonados por el Estado. Esta agricultura, económica y socialmente marginalizada, sigue siendo dependiente de las circunstancias climáticas y sufre las consecuencias desastrosas de las políticas liberales, transformándose progresivamente en simple sector de refugio.
Por su parte, el sector servicios dominado por el comercio está casi totalmente vinculado al mercado mundial y, por ello, desconectado de la economía nacional. Estas características son producto del modelo de desarrollo o régimen de acumulación en marcha, resultante a su vez de una dialéctica entre la dominación externa y los intereses de las clases locales dominantes.
En cuanto a los puntos fuertes, ¿qué se entiende por puntos fuertes? ¿La disponibilidad de recursos naturales? ¿El nivel de instrucción de la población? ¿La posición geográfica?… A este nivel, Túnez no está ni favorecido ni muy perjudicado en comparación con otros países.
Cuando se habla de puntos fuertes en el seno de una economía dinámica, generadora de riqueza y de bienestar social, no son un don del cielo, sino más bien algo a construir, ciertamente en el marco de un modelo alternativo.
¿Por qué, ocho años después de la revolución, la economía tunecina no va mejor?
Empleo, libertad, dignidad nacional: éste fue el principal lema del proceso revolucionario en Túnez. Una aspiración a la soberanía nacional y a una verdadera democracia social. Desde luego, ha habido conquistas, en particular políticas, aunque siguen estando amenazadas; pero por razones objetivas y subjetivas, este proceso no ha podido ir hasta el final para cuestionar todo el sistema político-económico.
Producto de una democracia formal electoralista, los partidos de derecha en el poder desde 2011 no se distinguen en el fondo del disuelto RCD [el antiguo partido de Ben Ali]. Por ello, las decisiones económicas y sociales se sitúan en continuidad con él: sumisión a los dictados de las instituciones internacionales y preservación de los intereses de las mismas clases sociales dominantes.
Lo demuestran las leyes votadas por la mayoría parlamentaria: ley de independencia del Banco central, nuevo código de inversiones, ley sobre la reconciliación, ley sobre el PPP [asociación pública-privada]… Es evidente que las mismas decisiones llevan a los mismos resultados: deterioro del dinar, inflación, déficit externo, excesivo endeudamiento, deterioro del poder de compra, empobrecimiento y desempleo.
¿Cómo ha influido el libre comercio en el modelo económico tunecino?
Túnez nunca se ha sustraído de la dominación colonial. El protocolo del 20 de marzo de 1956 no fue en realidad más que el paso de una dominación imperialista directa y unipolar a una dominación indirecta y multipolar. Esta última operaba a través de los acuerdos internacionales, el endeudamiento exterior y los dictados de las instituciones internacionales.
Durante los años 1960-1970, el contexto mundial −político, económico e ideológico−, y también la relación de fuerzas sociales internas, permitían una cierta autonomía al Estado. Se hicieron concesiones a las clases populares: el control de precios y la preservación del poder de compra, la protección del empleo, las subvenciones de determinados productos y servicios, la asunción por el Estado de servicios sociales como la enseñanza, la salud, el transporte… Pero por diversas razones el modelo alcanzó sus límites a comienzos de los años 1980.
La crisis de los años 1980 abrió la vía al liberalismo triunfante a escala mundial. Las políticas de ajuste estructural impuestas por las instituciones internacionales −Banco Mundial y FMI− empujaron hacia el repliegue del Estado a favor de las fuerzas del mercado. Este proceso se reforzó por la conclusión del acuerdo de la OMC en 1994 y del acuerdo con la UE en 1995 y, por tanto, por una sumisión más acentuada a las exigencias del capital internacional.
Esto se ha traducido en una fragilización del tejido industrial, empujado cada vez más a la subcontratación y las actividades de escaso valor añadido. Así mismo, la agricultura está totalmente desatendida: paralización de los programas de subvención, de ayuda, de asesoramiento… con la consecuencia de un empobrecimiento de los campesinos y la agravación de la dependencia alimentaria. En el plano social, es la pérdida de las conquistas sociales, el deterioro de los servicios públicos, el desempleo y la precarización del empleo, el empobrecimiento de amplias capas de la población.
Has dicho que el Aleca es colonialista, que es la reproducción del pacto colonial de 1881. ¿Por qué?
Más allá de una generalización del libre comercio, el proyecto Aleca se basa en cuatro pilares: la protección de la propiedad intelectual, la protección de la inversión, la adopción de las normas europeas y una adecuación legislativa.
Respecto a los derechos de propiedad intelectual, el proyecto Aleca va más allá del acuerdo de la OMC: un campo de aplicación más amplio, estándar de protección más elevado, en particular, una prolongación de la duración de protección para los medicamentos, protección del secreto empresarial, reducción del margen del Estado en materia de atribución de las licencias obligatorias. Establece así la supremacía de los intereses de las multinacionales sobre los derechos económicos y sociales de los ciudadanos.
En el capítulo dedicado a la inversión, el proyecto prohíbe cualquier trato favorable a los inversores nacionales o a un sector específico. El proyecto concede todo la libertad al inversor europeo que no estará obligado a dedicar una parte de su producción al mercado local, a emplear mano de obra local, a vincular los regresos de divisas al valor de las exportaciones, ni tampoco a transferir una tecnología o un saber hacer a los inversores locales.
En adelante, en virtud de las disposiciones sobre la solución de discrepancias, este inversor europeo será más fuerte que el Estado. Dicho de otra manera, el Estado tunecino ya no tiene la posibilidad de decidir su política de inversiones, todo será decidido por las empresas multinacionales europeas. La única misión del Estado es protegerlas.
Además se requiere a Túnez para que tome las medidas necesarias para adecuarse progresivamente a las normas técnicas y a los procedimientos de la Unión en materia de especificaciones y de evaluación de conformidad. Todo ello a través de la adopción de todas las normas europeas y la supresión de todas las normas nacionales no conformes a las normas europeas. La UE, o mejor dicho sus multinacionales, nos dictarán cómo y qué producir.
En fin, el proyecto Aleca propone un adecuación reglamentaria que obliga a Túnez a integrar las garantías europeas en su legislación. Dicho de otra forma, la UE nos va a trenzar nuestra legislación. Es un atentado a la soberanía nacional, incluso a la democracia, porque esto quiere decir que una ley votada democráticamente en el parlamento tunecino puede ser abolida si no es conforme a la legislación europea. Todo esto nos recuerda al período de colonización directa cuando cualquier ley promulgada en la metrópoli era seguida de un decreto de aplicación por parte del Bey [el reyezuelo] de Túnez.
¿En qué es peligroso este tratado para la economía nacional?
Con el acuerdo de asociación de 1995 Túnez perdió casi la mitad de sus empresas industriales. Continuándolo, el Aleca sólo puede profundizar este proceso destructor afectando a otros sectores, sobre todo la agricultura y los servicios. Además, con sus nuevos instrumentos de protección de la propiedad intelectual, de adopción de las normas europeas y da aproximación reglamentaria, y la liberalización generalizada, el proyecto Aleca profundizará la dominación de las multinacionales y del capital colonial europeos.
Por tanto, impide a Túnez cualquier posibilidad de construir un modelo alternativo que tenga en cuenta sus especificidades socioeconómicas y responda a sus prioridades y a las aspiraciones del pueblo tunecino. El Aleca intenta hacer de Túnez, al igual que de otros países en la región, un taller de subcontratación para las multinacionales europeas y una gran superficie para dar salida a sus mercancías.
¿Nos puedes dar ejemplos sobre los sectores afectados?
Para el sector servicios, por ejemplo, el proyecto Aleca prevé una liberalización de todos los servicios, incluidos los servicios sociales hasta ahora proporcionados por el Estado, como la salud, la enseñanza, y su sumisión a las normas europeas al mismo tiempo que multiplica las barreras a la libre circulación de las personas. Todo ello en interés de unas 80 multinacionales europeas reunidas en el Forum europeo de servicios que tienen una necesidad vital de acceder a mercados extranjeros.
En cuanto a nuestras pequeñas y medianas empresas, mayoritarias en el sector, están condenadas a la desaparición o en el mejor de los casos a la subcontratación por cuenta de las empresas multinacionales europeas. Así mismo, una buena parte de la población será privada de acceso a los servicios fundamentales que en adelante estarán sometidos a la única lógica de la ganancia.
En el sector de la energía y de los recursos naturales, el proyecto preconiza la abolición de todo monopolio del Estado en materia de producción, comercialización, valorización, exportación e importación de energía y materias primas. Así mismo, los precios de la energía no pueden ser fijados por debajo de sus niveles en los países de la Unión Europea.
Dicho de otra forma, el gobierno tunecino no tendrá derecho a poner en marcha una política autónoma en un sector tan estratégico como la energía y los recursos naturales. Al mismo tiempo, la inversión en este sector será totalmente libre para los inversores europeos. Es un dominio y una institucionalización del saqueo de los recursos del país por las multinacionales europeas.
El precedente fue el acuerdo de asociación de 1995. ¿Qué balance hacer de dicho acuerdo?
El balance del acuerdo de asociación es muy negativo. En principio, este acuerdo sólo afectaba a la liberalización de los intercambios de productos industriales. Al no ser Túnez una potencia industrial, la liberalización de los intercambios industriales se redujo en realidad a una libre entrada de los productos industriales europeos en Túnez.
Primera consecuencia: un incremento de las importaciones de origen europeo y por tanto un déficit comercial que no deja de agravarse desde 1995. En 2018, el déficit comercial con la UE ha llegado a 7.890 millones de dinars, lo que equivale a un 41% del déficit comercial global de Túnez.
Además, a causa de este déficit, pero también de la transferencia de divisas efectuadas por las empresas europeas desde Túnez, el dinar ha perdido cerca del 60% de su valor respecto al Euro. Esta depreciación ha penalizado fuertemente a las empresas tunecinas con el aumento de los precios a la importación de equipos y consumos intermedios. Los consumidores tampoco están al abrigo: los precios al consumo sufren también continuos incrementos.
A causa de la competencia desleal con la UE, Túnez ha perdido más de la mitad de las empresas industriales (55%), en su mayor parte Pymes, el equivalente a más de 300.000 empleos. En fin, el presupuesto del Estado ha perdido entre 1996 y 2018 más de 24.000 millones de dinares (dos mil millones al año) por el hecho de dejar de ganar tasas aduaneras no aplicadas a las mercancías europeas.
En resumen, se puede afirmar que la agravación del déficit exterior, el incremenmto del endeudamiento externo, el paro, la inflación y la pérdida de poder de compra de los tunecinos están en gran medida relacionados con el acuerdo de asociación de 1995.
Detengámonos en la agricultura, uno de los sectores más expuestos que ya ha sufrido por el acuerdo de asociación de 1995. ¿En qué va a a agravarlo el Aleca?
El acuerdo de 1995 no afectaba en principio más que a los productos industriales. Para los productos agrícolas, estaban previstas medidas de liberalización progresiva de los intercambios. Este acuerdo fue enmendado por un protocolo adicional en 2001 que permitía a los exportadores europeos vender a Túnez hasta un total de 500.000 toneladas de cereales, 8.000 toneladas de carne y 9.700 toneladas de leche, con derechos aduaneros reducidos a cero.
Como contrapartida, las concesiones concedidas a los productos tunecinos proceden de cláusulas específicas, como el precio de entrada, las cuotas o incluso los calendarios de exportaciones que no corresponden a los períodos de producción. A título de ejemplo, tenemos los tomates que no pueden ser exportados en franquicia más que entre el 1 de octubre y el 31 de mayo, de las sandías (del 1 de abril a 15 de junio) o del melón (del 1 de noviembre al 31 de mayo)…
Para otros productos, se mantiene todo el arsenal proteccionista no tarifario. Es el caso del aceite de oliva, cuya cuota de 56.000 toneladas debe ser exportada a granel, es decir, como materia prima para los transformadores europeos que acaparan la mayor parte del valor añadido: el 70% del valor añadido se crea en el acondicionamiento y la transformación. Además, el acuerdo estipula que «si las importaciones de aceite de oliva amenazan con perjudicar el equilibro del mercado de la Comunidad Europea […], la Comunidad Europea puede adoptar las medidas apropiadas para remediar esta situación».
En resumen, si las exportaciones europeas hacia Túnez han conocido una notable progresión y han realizado la totalidad de los contingentes acordados (para algunos productos, como la patata, el trigo duro o la cebada, las exportaciones han superado ampliamente los contingentes), las de Túnez hacia la Unión Europea han sido limitadas por el dispositivo proteccionista y el porcentaje de realización de contingentes no ha superado el 20% en la mayoría de los productos.
El proyecto Aleca propone ir más lejos con una liberalización total de los intercambios agrícolas, lo que va a poner más en peligro a la agricultura tunecina, por las razones que voy a exponer.
Ante todo, el diferencial de productividad. La productividad media de la agricultura europea es siete veces más elevada que la agricultura tunecina. Esta diferencia de resultados que tiene la apariencia de una simple diferencia técnica es en realidad el producto de los procesos históricos que han configurado de manera diferente a ambas agriculturas. Con la liberalización de los intercambios, esta distancia se volvería acumulativa y no podría ser cubierta por un pretendido «programa de equiparación».
La agricultura europea está, también, muy subvencionada a causa de la política agraria común (PAC) que acapara cerca del 40% del presupuesto europeo. En el período 2014-2020, un total de 368.000 millones de euros está afectado a la subvención de la agricultura, de los cuales un 76% está destinado a transferencias directas. Túnez no tiene ni la posibilidad ni los medios para subvencionar a su agricultura al mismo nivel que la UE. Máxime cuando la UE rechaza categóricamente cualquier negociación a propósito de las subvenciones.
Así, la liberalización de los intercambios agrícolas promovida por el Aleca implica la competencia de dos agricultura con diferencias de productividad considerables, y que van a acentuarse aún más a medida que avance el proceso de liberalización. En estas condiciones, el campesinado tunecino no tendrá ninguna oportunidad de hacer frente a la competencia que se le va a imponer por parte de las empresas agrícolas europeas que, además, están muy subvencionadas y protegidas y continuarán estándolo.
El campesinado tunecino debe también, según el texto del proyecto Aleca, adaptarse a las normas europeas en todas las etapas de la producción agrícola. La UE ha ido definiendo estas normas durante decenas de años. La adopción de estas normas implicará costes suplementarios que la mayoría de campesinos y campesinas tunecinas no está en condiciones de soportar.
Así mismo, producir según las normas europeas implica el uso de variedades de simientes, abonos y productos de tratamientos muy determinados. Estos insumos hay que comprarlos a multinacionales europeas. También hay que respetar las normas europeas, es decir utilizar procesos técnicos que pertenecen a multinacionales europeas y que están protegidas por el derecho de propiedad intelectual. En otras palabras, es una dominación total de la agricultura tunecina por las multinacionales europeas y los campesinos y campesinas tunecinas serán simples subcontratistas o khemmass, como en la época de la colonización directa.
La UTAP, Unión tunecina de agricultura y pesca, estima que hay tres sectores que van a desaparecer: los cereales, la leche y la carne, afectando al menos a 350.000 agricultores en pocos años. ¿Es cierto?
La agricultura europea es claramente más productiva y está muy subvencionada. Además, la UE dispone de excedentes relativamente importantes para los productos básicos −cereales, productos de granja, aceites− que intenta vender en otros mercados a cualquier precio, en este caso en Túnez, y con toda libertad. Ahora bien, los costes medios de importación de estos productos son muy inferiores a los precios de coste de los productores tunecinos, dadas las manipulaciones de precios a que se dedica la Unión Europea con las subvenciones a las exportaciones.
En estas condiciones, para los cerealistas y ganaderos tunecinos, es difícil, si no imposible, resistir a la competencia europea. Dos sectores clave de la agricultura tunecina, cereales y ganado, están muy amenazados y pueden desaparecer por completo. Detrás de estos dos sectores hay más de 250.000 pequeños campesinos que estarán condenados a abandonar la actividad y a sumarse a un ejército de reserva ya abundante.
Tanto Europa como el gobierno tunecino no paran de decir que el gran ganador del Aleca será Túnez. De hecho, como acabas de demostrar, será Europa y sus multinacionales que se aprovechan ya de ventajas fiscales cuando se instalan en Túnez…
Los grandes ganadores de Aleca son evidentemente las multinacionales europeas, no sólo por las ventajas fiscales que ya existen, sino sobre todo por las ventajas exclusivas que les concede el proyecto y que ya he citado.
En Túnez también habrá ganadores, es la fracción compradore compuesta por los lobbys de las grandes superficies, de import-export y de bancos, lo que denominaría el lumpen compradore, ya que está totalmente desligada, incluso opuesta, a cualquier actividad de producción. Esta fracción sale ganando con el Aleca, y es la Túnez ganadora según el gobierno.
Has publicado «El endeudamiento exterior, ¿elección o necesidad?» ¿Cómo ha evolucionado la deuda tunecina estos últimos sesenta años? ¿Cuál es la responsabilidad de la orilla norte en este endeudamiento, cuando Túnez está hoy bajo la tutela del FMI?
De hecho, es una publicación a la que he contribuido junto a mis camaradas de la asociación ARES [Asociación de investigación económica y social Mohamed Ali El Hami, creada por militantes de izquierda procedentes del frente popular que le han dado el nombre del que es considerado como el padre del sindicalismo tunecino]. El objetivo de la obra era presentar la evolución de la deuda en Túnez desde los años 1960 y comprender sus causas internas y externas.
En realidad, el fenómeno no es nuevo y remonta a 1830. Toma claramente su forma colonial con la instauración en 1869 de la comisión financiera impuesta por Francia, Italia y Gran Bretaña. Esta comisión constituyó una forma de intervención colonial por medio del sometimiento de las finanzas tunecinas al control directo de los acreedores y fue un paso previo a la colonización francesa directa.
Durante la época de la colonización directa, la administración colonial se endeudó fuertemente, sobre todo durante la postguerra (1948-1956). Tras la conclusión del protocolo del 20 de marzo de 1956, y con la complicidad del Banco Mundial, el saldo de la deuda de la administración colonial fue soportado por el presupuesto del Estado tunecina con el pretexto de que estas deudas habían servido para desarrollar la infraestructura de Túnez.
Desde 1956, el estado neocolonial siguió una lógica de sumisión a las exigencias de la división internacional del trabajo. La ideología de modernización y de recuperación justificó entonces el recurso al endeudamiento externo. Este endeudamiento se aceleró aún más durante los años 1970, pero la importante renta petrolera de la que se beneficiaba el país (que normalmente debería servir para financiar el desarrollo), afectada en gran parte al reembolso de deudas, permitió evitar una situación de quiebra hasta 1982-1984.
Con la puesta en marcha del Plan de ajuste estructural (1986), el endeudamiento externo dio un giro notable. Las políticas impuestas por el FMI afectaron a los recursos del Estado: privatización de las empresas públicas, ventajas fiscales concedidas a inversores locales y extranjeros, ampliación del régimen offshore… y también desmantelamiento de los derechos aduaneros en el marco del acuerdo de 1995 con la UE. Todos estos factores, conjugados con la injusticia y el fraude fiscal, contribuyeron a disminuir los recursos propios del Estado, obligándole a endeudarse.
Dicho de otra manera, los créditos concedidos por las instituciones internacionales o por algunos países de la UE se han combinado siempre con estas exigencias en términos de decisiones y políticas a poner en práctica. Pero estas políticas, por su efecto sobre los recursos del Estado, empujan de nuevo al endeudamiento hasta el punto de que el Estado se encuentra en un círculo de endeudamiento acumulativo en el que se trata de endeudarse para poder pagar las antiguas deudas. El interés de las clases dominantes en Túnez es además el de forzar al Estado a seguir endeudándose, porque refuerzan su poder aceptando las exigencias de las instituciones financieras internacionales.
La situación no ha cambiado después de 2011, y Túnez sigue estando bajo tutela del FMI con las mismas exigencias: privatización, devaluación, eliminación de subvenciones, exoneraciones fiscales… y la tasa de endeudamiento continúa creciendo.
En resumen, se puede decir que la historia del endeudamiento exterior en Túnez es la historia de la colonización bajo sus formas directas e indirectas.
La oposición en Túnez a este tratado es muy fuerte. ¿Crees que puede contrarrestar los planes de la Unión Europea?
Las negociaciones sobre el Aleca comenzaron en 2016 bajo una opacidiad mediática total. Hace un año, en el marco de la asociación ARES emprendimos una acción de movilización. Se organizaron veinticuatro talleres de discusión en los departamentos del país. Esta acción fue coronada por una conferencia nacional, celebrada el 29 de abril de 2019, y una marcha contra Aleca el Primero de Mayo.
Pienso que ha habido logros: ahora, todo el mundo habla de Aleca, los medios de comunicación se interesan cada vez más. A la salida de la conferencia, cinco organizaciones nacionales firmaron una declaración a favor de parar las negociaciones; entre ellas la UGTT [primer sindicato del país] y la UTAP [Unión tunecina de agricultura y pesca], diez partidos políticos y cerca de 40 asociaciones de la sociedad civil. Se ha puesto en pie una coordinación nacional de lucha contra el Aleca. Su tarea será organizar acciones de respuesta para contrarrestar el proyecto Aleca.
Ciertamente, todo depende de la relación de fuerzas, pero en este estadio soy optimista: el frente de oposición se amplía, porque los ciudadanos toman cada vez más conciencia de que ningún sector, ninguna categoría social, quedará al abrigo del efecto destructor de Aleca.
Fuente original: https://www.mediapart.fr/journal/international/170619/l-accord-de-libre-echange-ue-tunisie-est-un-projet-colonialiste?onglet=full