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El acuerdo PSOE-C’s, o cómo cambiar para que todo permanezca igual

Fuentes: Rebelión

No es una sorpresa el acuerdo al que han llegado el PSOE y Ciudadanos para conseguir la investidura del primero. Las élites llevan un año trabajando a piñón fijo para que las grietas del régimen fuesen recubiertas de cualquier manera, a fin de que las fuerzas que contradijesen los relatos dominantes y los intereses contenidos […]

No es una sorpresa el acuerdo al que han llegado el PSOE y Ciudadanos para conseguir la investidura del primero. Las élites llevan un año trabajando a piñón fijo para que las grietas del régimen fuesen recubiertas de cualquier manera, a fin de que las fuerzas que contradijesen los relatos dominantes y los intereses contenidos en ellos, no pudieran hacerse hueco.

Lo intentaron en las elecciones locales y autonómicas, con encuestas infladas; lo intentaron (y siguen intentándolo) disparando a Podemos, bien revelando datos fiscales confidenciales, bien transformando actividades de sus miembros en juicios inquisitorios, con montajes televisivos, querellas falsas o incluso recriminando los bandazos de su discurso y programa como si fuese la única formación a la que hubiese que cribar; lo intentaron en las elecciones generales, siempre bajo el eterno discurso del miedo. Durante los dos últimos meses hemos estado observando los cruces de ofertas y demandas para posibles Gobiernos. De fondo, el Íbex 35 diseñando un proyecto de país bajo una restauración oligárquica, frente a las fuerzas del cambio haciendo cálculos de discurso y en escena para un posible proceso constituyente. A fecha de hoy, todos los actores han movido ficha, a fin de inclinar la correlación de fuerzas a favor de una posición u otra y, cómo no, para que una organización (o un conjunto específico de ellas) sea la que lidere la travesía.

El pacto PSOE-C´s no es otra cosa que una de las tácticas de los poderes fácticos, por tanto, para conseguir cerrar la crisis por la vía de la restauración en un contexto de crisis neoliberal internacional, en especial sobre los países periféricos en el caso de la UE, y con una crisis política del régimen del 78. La prueba está en el acuerdo firmado, que defiende sin ambigüedades la estabilidad presupuestaria; es decir, que supedita todo el gasto social a los dictados de la UE, por lo que la reforma del artículo 135 o de mantener el gasto son promesas que caen en saco roto. La reforma laboral sigue las líneas de las políticas en materia de empleo de los últimos años: disminución de la indemnización (reforzada con la trampa de C´s de la «indemnización progresiva» que ya incorporaban a su propuesta de contrato único) y fomento de la precariedad laboral a través de la temporalidad. Lo que antes suponía un atentado contra los derechos colectivos, ahora se convierte en un máximo al que aspirar, como es la indemnización por 20 días trabajados al año, menos del a mitad que hace una década. El resto de medidas, como el copago farmacéutico, la privatización encubierta de la sanidad a través de la gestión privada en centros de titularidad pública, la persecución a la piratería en vez de fomentar una cultura democrática, la no derogación de la Ley Mordaza o la ausencia de alternativa habitacional para personas desahuciadas nos ofrecen una perspectiva del tipo de Gobierno que pretenden. El TTIP no ha sido ni siquiera mencionado en el acuerdo, cuando supone mantener o vender la soberanía de nuestro país, y con ella nuestros derechos más básicos y nuestro bienestar; se da por hecho que mantendrán su apoyo a dicho tratado.

El acuerdo, derivado de las respectivas posiciones de sus socios, está diseñado para la gran patronal y los dictados de los mercados europeos. Es por esto que muchas personas vivimos la campaña electoral con bastante frustración ante los rifi-rafes de Pedro Sánchez y Albert Rivera. Si en los años 90 el PSOE legalizaba y fomentaba el empleo temporal y precario, Ciudadanos lo intenta totalizar 20 años después. Los enfrentamientos han sido siempre marketing para hacer parecer que había diversidad y conflicto cuando en realidad había un Plan A, Plan B y Plan C del Íbex para gestionar un ciclo político. No es necesario extenderse más, pues en la hemeroteca encontramos todo el «decir» y el auténtico «hacer» del establishment.

El PSOE, como partido del régimen, articulador de consensos e inclusión cultural de las clases populares en el régimen de la Transición, ha sido, y es, la fuerza política en el punto de mira del bloque en torno a Podemos. El PSOE ha mantenido históricamente una parte de su base social escorada a su izquierda, unos cuadros que asumen al aparato en una aparente confrontación con el PP por simple mecánica de partido, y una dirección cuyas políticas han sentado las bases de los recortes de los últimos años. Debido a esta singularidad, al PSOE le puede costar caro llegar a un acuerdo con Ciudadanos, aunque la discrepancia interna o el simple debate no parece que vaya más allá de una teatralización a modo de consulta, con una pregunta sesgada a favor del pacto.

Como comentaba mi amigo Pedro de Palacio recientemente, y en sintonía con las tesis de Manolo Monereo, vivimos unos tiempos de autonomización del poder económico con respecto a las élites políticas que lo representan, porque estas ya no son capaces de representar sus intereses tal como lo habían hecho hasta ahora. De ahí se entiende la «voladura controlada» del PP para no generar un escenario, bien con nuevas elecciones o bien con un gobierno apoyado por terceros, donde Podemos se visualizaría como oposición clara frente a un PP, polarizando posiciones y sin la capacidad del PSOE de generar un nuevo consenso por arriba con el consentimiento de de los de abajo.

Entre el 20D y mediados de enero se dinamitó la gobernabilidad de un régimen caduco, en clave «destructiva», y la oferta de Podemos de un gobierno en coalición supuso un binomio relato-fuerza bastante interesante, en clave «constructiva» de posiciones. Si bien el PSOE ha conseguido en estas décadas que los pactos con su izquierda fuesen subsumidos por aquel en favor del establishment -no cabe duda de la honestidad de muchas personas que tanteaban esas tácticas, como la de quienes se opusieron, aunque las inercias siempre condujeron al fracaso- la propuesta del equipo de Pablo Iglesias consiguió construir un relato de Gobierno responsable y transformador a los ojos de la mayoría social. Lo que pasó después lo conocemos: una crisis interna en el PSOE, pues si rechazaban la oferta se veían abocados a un desenmascaramiento total de su auténtica posición política; supuso también situar al bloque de ruptura por primera vez delante del partido del régimen. Por fin se había puesto en jaque al mayor contrincante del nuevo país, que no era, como muchos piensan, la derecha franquista reencarnada en el PP, sino quien consigue los consensos de los subalternos con un consentimiento tácito de estos. La trampa de Podemos, de la que hablé en este artículo, ya parecía inasumible por el PSOE, pero en esta ocasión conjugaba un consenso con la base social del PSOE y de la mayoría social, por lo que generaba una contra-hegemonía frente a un partido de las élites, asunto de vital importancia para iniciar un proceso de transformación radical de la sociedad de manera conjunta.

Ante la nueva situación, el PSOE debía elegir si mantener al régimen o gobernar a toda costa. En esa disyuntiva se han movido las conversaciones con Podemos, IU, Compromís y C´s. Pedro Sánchez, que tras las elecciones parecía proclive a ser presidente del Gobierno al precio que fuese, tuvo que enfrentarse a barones con sentido de Estado, más leales al status quo que a la supervivencia política personal de determinadas personas. Finalmente, Sánchez, quien jamás ha sido un disidente de su partido, ha optado por defender su posición política con la ayuda de un socio que se preveía probable que saliese en su ayuda. Los números no dan para una mayoría que lo invista como presidente, y el apoyo de Podemos o IU, entre otros, ya no es un recurso factible. La diferencia: antes el relato lo controlaba el PSOE, y ahora un bloque de cambio le ha dado la vuelta. Los mantras de la Transición -gobernabilidad, responsabilidad, eficacia, convivencia, modernidad- se han ido a la «izquierda» sin que la posición política se haya ido a la «derecha». El PSOE ha elegido seguir su trayectoria con un copiloto leal a un proyecto de país subdesarrollado, aunque la gente se ha cansado de echarle gasolina a un coche que siempre la deja tirada.

Blog del autor: https://labasematerial.wordpress.com/

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.