En octubre de 2009 el desempleo en Estados Unidos alcanzó el mayor volumen de su historia: 15 millones 612 mil personas. En relación con los 153 millones 854 mil personas que en ese mes componían la fuerza laboral civil, representaron 10.1 por ciento. Pero, dadas las modificaciones que continuamente experimenta la fuerza laboral civil (personas […]
En octubre de 2009 el desempleo en Estados Unidos alcanzó el mayor volumen de su historia: 15 millones 612 mil personas. En relación con los 153 millones 854 mil personas que en ese mes componían la fuerza laboral civil, representaron 10.1 por ciento. Pero, dadas las modificaciones que continuamente experimenta la fuerza laboral civil (personas mayores de 16 año que están en condiciones de trabajar y que tienen o buscan empleo civil), ese volumen no representó la mayor tasa de desocupación de la historia contemporánea de nuestros vecinos. No. Esa mayor tasa se registró en diciembre de 1982 (10.8 por ciento) cuando no tenían trabajo -y lo buscaban- 12 millones 51 mil personas.
Por cierto, la menor tasa de desempleo de toda la historia económica que registran nuestros vecinos fue en mayo y junio de 1953 (2.5 por ciento), cuando alrededor de un millón 600 mil personas estuvieron desempleadas. Y como se colige de los datos históricos, nunca más se ha logrado tasa similar. Más aún, con la creciente incorporación de personas a esa fuerza laboral civil, tienden a agudizarse los problemas de desempleo.
Se trata de un problema crónico de esa economía -en realidad de todas las economías-, la creciente incapacidad de dar ocupación a la población, (hoy, por cierto, no hablaremos del tipo de ocupación, que merece una reflexión aparte). Sí, es cierto, los volúmenes y las tasas de desocupación suben y bajan. Pero cada vez suben a niveles más altos. Y también cada vez no sólo experimentan dificultades para bajar, sino que lo hacen a tasas de desempleo mayores. Con ciclos largos y ciclos cortos.
Por ejemplo, el más reciente ciclo largo de ascenso y descenso del desempleo (del empleo, lo mismo da) va de diciembre de 1982 con 10.8 de tasa de desocupación, a diciembre de 2009 con 10 por ciento. Si lo dibujamos es como una gran U. Pero en ese periodo se registraron tres ciclos cortos de ascenso y descenso. El dibujo de la U se nos convierte en una triple V. Los dos picos altos de desempleo de la primera V -un poco desnivelada, por cierto- son los meses de diciembre de 1982 (10.8 por ciento) y junio de 1992 (7.8 por ciento). Y el pico bajo esta primera V se registró en marzo de 1989, con 5 por ciento de desempleo. La segunda V corta dentro de la V larga se dibuja del pico anterior de junio de 1992 con 7.8 por ciento de desempleo a un nuevo pico alto de junio de 2003, con 6.3 por ciento de desempleo. Y el nuevo pico mínimo de esta V se registra en abril de 2000, con 3.8 por ciento. La tercera V corta parte del pico de junio de 2003 y llega al pico actual de octubre de 2009 con 10 por ciento de desempleo, que también es el pico de la gran V. El valor mínimo en esta tercera V corta se registró en octubre de 2006 con 4.4 por ciento. Sí, el desempleo en Estados Unidos registra un gran ciclo largo de diciembre de 1982 a diciembre de 2009, con valores máximos de 10.8 y 10 por ciento, respectivamente. Y tres ciclos cortos con dos valores máximos intermedios de 7.8 por ciento en junio de 1992 y 6.3 en junio de 2003. Asimismo tres mínimos: de 5 por ciento en marzo de 1989, 3.8 en abril de 2000 y 4.4 por ciento en octubre de 2006. Esto significa que en todo este largo ciclo de 324 meses, la menor tasa lograda ha sido de 3.8 por ciento, el mes de abril de 2000 con 5 millones 481 mil personas no tuvieron empleo.
En términos absolutos el ciclo largo y los tres ciclos cortos tienen prácticamente los mismos meses. En diciembre de 1982 Estados Unidos registró 12 millones 51 mil desempleados. Este número bajó a 6 millones 205 mil en marzo de 1989. De nuevo subió y alcanzó 10 millones 40 mil en junio de 1992. Pero, como señalé antes, en julio del mismo 1992 empezó a descender para llegar a 5 millones 481 mil en abril de 2000. De nuevo empezó a subir, y en junio de 2006 llegó a 9 millones 266 mil.
El milagro de las transferencias del exterior que permitió ampliar el crédito hizo descender de nuevo este número de desempleados a 6 millones 728 mil desempleados en octubre de 2006. Pero de noviembre de ese año a octubre pasado, se elevó de la manera más acelerada de su historia a un total de 15 millones 612 mil. Este registro bajó a 15 millones 267 mil en diciembre. Es prematuro decir si con ello empieza un nuevo ciclo largo o, por el contrario, se trata de un nuevo ciclo corto que dará nuevos niveles y nueva extensión al ciclo largo, hasta ahora identificado entre los meses de diciembre de 1982 y octubre de 2009. En buen romance todo esto significa que la economía estadunidense ha sido incapaz de dar empleo permanentemente a toda su fuerza laboral civil. Ora los atrae, ora los rechaza. A veces lentamente. A veces -como hoy- violenta y aceleradamente. Y aunque en términos relativos apenas se roza un poco el altísimo nivel de desempleo de diciembre de 1992, en términos absolutos cada vez ha sido mayor.
Hoy, sí, hoy y durante ya cuatro meses seguidos, el número de desempleados en el vecino país supera los 15 millones. Y el menor número de desocupados que ha podido lograr este capitalismo de guerra de nuestros vecinos desde hace 27 años ha sido de 5 millones y medio, en abril de 2000. Y en ese momento -justamente en ese- sólo pudo dar seguro de desempleo a 2 millones de ellos, es decir, a 37 por ciento. ¿Hace falta señalar más datos para mostrar la incapacidad de esta forma de organización económica para otorgar uno de los derechos más importantes del hombre, el derecho al trabajo, base y respaldo esencial del más importante, el derecho a la vida? No…realmente creo que no…
NB. No puedo dejar de señalar el dolor tan grande por el terremoto de Haití, tierra del entrañable maestro Gérard Pierre-Charles (falleció en octubre de 2004) y su brillante esposa Susy Castor, de profunda vitalidad y a quienes desde la UNAM les debemos mucho. Vaya nuestra solidaridad para allá. Y permítaseme también mostrar mi pena por la muerte de Ricardo Robles (El Ronco), admirable, recio, brillante, alegre, vital, honesto, justo, siempre justo. Tuve el privilegio de compartir momentos importantes de mi vida con él, con José Llaguno -de admirado recuerdo-. Se les extraña…de veras. No sólo porque me enseñaron dos canciones que todavía hoy me hacen recordarlos con gran emoción. También porque me enseñaron a amar y respetar a los tarahumaras y a todos los grupos indígenas del mundo. Benditos sean. Amén.
Fuente original: http://www.jornada.unam.mx/2010/01/17/index.php?section=opinion&article=027a1eco