Un esquiador pasa frente el Capitolio, en el National Mall, al cumplirse ayer el día 23 del cierre del gobierno federal debido a que no se ha aprobado el presupuesto por la exigencia del presidente Donald Trump de obtener más de 5 mil millones de dólares para construir un muro en la frontera […]
Muchos sugieren que sería mejor evitar hablar de él, ignorarlo, borrarlo, que eso sería intolerable para él, que todo su juego es capturar los reflectores, buscar definir el debate para distraer, para desviar la atención sobre toda una serie de cosas, incluida su sospechosa relación con el Kremlin y la corrupción e ineptitud que define a su gobierno, entre otras cosas. El bufón peligroso maneja este circo, y de alguna manera todos le ayudamos con su reality show al prestarle atención, incluso, pues, esta columna, por ejemplo. Pero a veces los reflectores capturan cosas que el cirquero hubiera preferido dejar en lo oscurito.
A veces este es un juego de escondidillas entre luces y sombras.
Todo el enfoque hoy aquí es el cierre parcial del gobierno con más de 800 mil empleados federales que no recibieron sus sueldos con consecuencias crecientes para millones más, todo como resultado de la exigencia por un muro como única solución para una inexistente crisis
de seguridad en la frontera.
Da manotazos a una mesa, viaja a la frontera, cancela sus vacaciones y su viaje a Davos. Pero de repente, en su prisa por atacar a cualquiera que perciba como opositor, declara cosas muy reveladoras, como por ejemplo, cuando denunció reportes en los medios de que la Casa Blanca es un caos en torno al cierre de gobierno, afirmó que no hay «ningún caos. De hecho, no hay casi nadie en la Casa Blanca, más que yo…»
Se dice que está cada vez más aislado y sigue bajo sitio por múltiples investigaciones sobre la posible colaboración y actos corruptos o de negocios potencialmente ilícitos de sus socios, de su campaña y hasta de su familia con los rusos. Algunos pronostican cargos criminales contra él y/o su familia.
Le urge cambiar el canal, y provocar caos en otras partes para evadir el suyo.
Pero dos revelaciones dramáticas en los medios a fines de esta semana rompieron por ahora el control del circo dirigido por el bufón y los reflectores se voltearon por un momento de la crisis ficticia en la frontera a la real dentro de la Casa Blanca.
Primero el New York Times reveló el viernes que la FBI estaba tan alarmada con el comportamiento del presidente cuando decidió despedir al entonces jefe James Comey -quien encabezaba la investigación sobre la injerencia rusa en las elecciones presidenciales de 2016- que ordenó una pesquisa de contra-inteligencia para evaluar si el presidente de Estados Unidos estaba trabajando para intereses rusos, lo cual implicaba que él podría ser una amenaza a la seguridad nacional de Estados Unidos. No se sabe si esta indagatoria sigue activa, si descubrió algo o si ahora forma parte de la encabezada por Mueller.
Eso fue seguido el sábado, cuando el Washington Post reportó que no hay transcripciones o reportes detallados -ni en archivos clasificados- de los cinco intercambios cara a cara entre Trump y Vladimir Putin a lo largo de los últimos dos años. El presidente cerró o limitó el acceso de su propio equipo a esas reuniones, no rindió reportes detallados de lo que se habló, y en por lo menos una ocasión Trump confiscó algunos de los apuntes de su traductor y en una de las reuniones ordenó no revelar nada, incluso a sus propios asesores, sobre lo que habían escuchado.
El guion no llega al nivel sofisticado e inteligente de una novela de John le Carre, más bien estamos dentro de una novela o película de espías y conspiraciones políticas pésima y mediocre, pero el hecho de que así estén las cosas es casi increíble. Que parte de la cúpula nacional, como los diplomáticos extranjeros, intelectuales, políticos y más pretendan que todo es normal es aún más increíble (la historia no es muy amable con los cómplices).
Este maestro de ceremonias sabe manipular los reflectores. Pero este circo sólo puede funcionar porque demasiados seguimos comprando boletos y palomitas, y los críticos siguen ofreciendo sus reseñas en lugar de llamar a que el público se levante y se salga de la carpa dejando al bufón solo bajo el reflector.
Fuente: http://www.jornada.com.mx/2019/01/14/opinion/023o1mun#