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El conflicto de Marikana: una divisoria de aguas en la época post-apartheid

Fuentes: Rebelión

Traducido del portugués para Rebelión por Susana Merino

Las imágenes de la masacre de 34 mineros por parte de policías fuertemente armados suscitó una importante reacción de quienes conservan en la memoria el recuerdo de una de las luchas más justas del siglo XX, la batalla de décadas de los trabajadores y de la mayoría negra en Sudáfrica contra el apartheid.

Todos los que hayan experimentado una vivencia relacionada con el movimiento de los trabajadores, aún sin tener pleno conocimiento de las reivindicaciones y del desarrollo concreto de la lucha, estará inmediatamente del lado de los mineros, brutalmente sometidos por una policía que acudió a auxiliar a la compañía minera, para quebrarles la huelga. Pero lo más extraño es que el principal sindicato minero, aún sin encabezar la lucha, no denunció a quienes perpetraron ese bárbaro crimen, sino a que se dedicó a atacar al sindicato que apoyó la lucha y no se mostró totalmente solidario con una lucha que en momentos de escribir esta nota aún continúa y compromete a unos 3.000 mineros con la activa participación de las comunidades en que viven.

Se mantiene el apartheid económico

Resulta forzoso analizar el contexto en que se produce esa huelga y los hechos que la rodean. El marco lo proporciona la transición negociada por Mandela y el Consejo Nacional Africano (CNA) que permitió que las estructuras básicas del poder económico permaneciesen en las manos de las grandes empresas. Además el CNA, en los últimos 18 años, se adhirió con entusiasmo a los preceptos neoliberales y lideró una ola privatizadora que vendió a precios reducidos algunas de las principales empresas del país, centenares de empleados públicos fueron despedidos, las grandes empresas surafricanas fueron autorizadas a deslocalizar sus casas matrices instalándolas en Londres, con lo que quedaron fuera del alcance de las leyes del país. Un programa de promoción de los negros del país (BEE), que entre otras cosas exigía la participación de los negros en la dirección de las empresas, permitió que una pequeña élite negra participara en algunas grandes empresas, mientras que las condiciones en que sigue viviendo la mayoría negra, dista mucho de las de la élite blanca y de unos pocos socios negros.

Los índices sociales del país siguen demostrando que el apartheid se mantiene en esencia y la desigualdad social es récord en el mundo: 70% de la población vive bajo el umbral de pobreza, un tercio de la población vive con menos de 432 rands mensuales (8 rands equivalen a un dólar estadounidense) y la desocupación ronda el 35-40%, siendo mayor entre las mujeres y los jóvenes. Otro dato importante es que el 5% de la población se apropia del 43% de la renta del país. Como era de esperar en una economía que sigue en manos de los grandes grupos capitalistas blancos, la relación entre ingresos de los negros y de los blancos sigue casi igual que en los infames tiempo del apartheid: si en el 93 los blancos tenían una renta 8,5 veces mayor que la de los negros, esa relación era de 7,68 veces en 2008 ( http://dx.doi.org/10.1080/0376835X.2012.645639). El índice Gini, uno de los que miden la desigualdad aumentó de 0,66 a 0.70 en el mismo período. Pero quizá la mejor medida de la permanencia y agravamiento de la desigualdad en la Sudáfrica post-apartheid es que la parte que corresponde a las ganancias en la economía ha pasado del 40% al 45% entre 1993 y 2009.

Como se corrompe un sindicato

Uno de los sectores más importantes de la economía surafricana sigue siendo el minero, tradicionalmente el de las minas de oro y cada vez más las de platino utilizadas en joyería y en catalizadores de automóviles. Las condiciones de vida fueron siempre muy duras: durante el apartheid los trabajadores vivían en dormitorios colectivos en las mismas minas, ahora viven en chozas miserables en comunidades ubicadas alrededor de las minas, con sus familias en condiciones precarias y siempre expuestos a las enfermedades características de la actividad: tuberculosis y silicosis que sumadas a los accidentes reducen drásticamente la vida de los trabajadores. Si en la época del apartheid había una diferencia salarial muy grande entre los trabajadores negros y los blancos, el fin del régimen hizo que, sin que esas diferencias cambiaran sustancialmente, las empresas utilicen el arma de la subcontratación, para reducir los salarios, utilizando trabajadores de las regiones más pobres del país y numerosos trabajadores inmigrantes, lo que constituye casi un tercio de la fuerza laboral.

El sindicato más importante que representa históricamente a los mineros el NUM ( National Union of Mineworkers) se fundó en 1982 y fue una pieza fundamental en la lucha contra el apartheid y en la creación de la principal central sindical del país, la COSATU. Sin embargo al concluir el régimen, su íntima relación con el CNA y su política produjeron importantes cambios en su papel. Aumentan las críticas a causa de sus relaciones con las empresas mineras y no resulta raro que durante su último congreso en 2012, se haya rechazado la nacionalización de las minas, histórica bandera del movimiento en Sudáfrica.

Por otra parte, su estructura se convirtió en una vía de ascenso social para los delegados sindicales y sus dirigentes. Existe un mecanismo para impulsar eso: el NUM creó una empresa, Mineworkers Investment Trust, fundada en 1995, que en el 2011 poseía ya activos por un valor de 2.800 millones de rands (catorce veces más que el ingreso anual de sus socios) y que es dueña de inversiones en otras empresas mineras como Lonmin. Este fenómeno estimuló el enriquecimiento de sus dirigentes. El ejemplo más notable, pero no el único, es el de Cyril Ramaphosa, exdirigente máximo del NUM que se convirtió en millonario y accionista minoritario de la propia Lomin. Pero también cambió la propia estructura sindical: ser delegado sindical en el NUM significa un importante aumento salarial, incluso para los que no tengan la liberación para ejercer actividades sindicales, recibiendo un salario 3 o 4 veces mayor que el que recibían como mineros. Queda registrado como empleado en el sector personal cuando deja de ser delegado sindical y no vuelve más a las galerías. Sus máximos dirigentes ganan sueldos millonarios pagados por el sindicato (fuente, Sakhela Buhlungu : http://books.google.com.br/books?hl=pt-BR&lr=lang_en&id=VZvma2zVuqAC&oi=fnd&pg=PA245&dq=sakhela+buhlungu+miners+num&ots=mcMUCgS5Mn&sig=dPSCo_Vs38apxNsGUUS-LrddePI#v=onepage&q=sakhela%20buhlungu%20miners%20num&f=false , acceso el 29/08/12)

El sueldo que pagan al actual secretario general Frans Baleni es de 105.000 rands, es decir 25 veces del promedio de lo que gana un operador de taladro minero. Es bastante obvio que esos hechos producen cambios en las actividades y en la representatividad del NUM, sobre todo en los sectores peor pagos, los subcontratados (solamente el 10% de sus miembros son subcontratados), aunque todavía sea el principal sindicato minero del país. En el 2001 algunos dirigentes expulsados del NUM en 1998, sin acusaciones claras, fundaron un nuevo sindicato AMCU (Association of Mineworkers and Construction Union) que entró a formar parte del movimiento sindical minero… Con la pérdida de prestigio del NUM, especialmente en la región de las minas de platino, debido a su participación en las huelgas de los últimos años, AMCU comenzó a fortalecerse y a conquistar el derecho de representar a los trabajadores en algunas minas. No se puede predecir aún el camino que adoptará AMCU pero lo cierto es que parte del panorama sindical minero y no es un sindicato fundado por las compañías mineras como pretende el NUM ya que sería una pésima idea crear un sindicato que apoya actualmente una huelga que lleva ya 22 días paralizada una mina con 28.000 mineros.

El conflicto de Marikana

Con la crisis mundial de 2008, disminuyó la demanda de platino por parte de las fábricas de automóviles y las compañías mineras están tratando también de reducir sus costos salariales. Por ese motivo se han planteado varias huelgas y ocupaciones en la región de producción de platino, con miles de despedidos y algunos muertos. La violencia policial es una constante en África post apartheid: la policía cambió el color de los uniformes, pero no sus hábitos, como puede comprobarse en los videos sde la masacre y la posterior justificación de esta por las autoridades policiales. La inseguridad de los empleos, los aumentos otorgados a un sector de trabajadores en detrimento de otros, los aumentos logrados en otras minas vecinas, son el combustible que llevó a 3.000 mineros los trituradores que con el cuerpo parcialmente cubierto por el agua, con pesos de 25 Kg. corren el riesgo de derrumbes y de aplastamientos de rocas, y ganan solo 4.000 rands netos (o sea cerca de 500 dólares), a declararse en huelga (y permanecían aún cuando se escribía este artículo). No pudiendo resolver el conflicto, la minera recurrió al sistema tradicional: llamar a la policía. La actitud de la policía fue claramente la de dar «una lección» a los mineros. Entró al lugar con armamento pesado y helicópteros y acorraló a los mineros masacrándolos cobardemente cuando estaban en una colina que no era propiedad de la empresa. Como dijo el intermediario público de la policía algunas horas antes de la masacre, «lamentablemente hoy es el día D». Tanto el NUM como el COSATU no han expresado en ningún momento su incondicional solidaridad con los mineros masacrados ni con su lucha (hasta ahora no apoyan la lucha, puesto que es pretendidamente ilegal o «no protegida» según las leyes del Estado capitalista de Sudáfrica). Cubren de vergüenza la gloriosa tradición de las clases trabajadoras surafricanas, que siempre se guiaron por el principio de que «an injury to one is an injury to all» (en el Brasil se usa otro dicho «el minero es mi amigo, si se mete con él, se mete conmigo). Lo mismo hace el Partido Comunista de Sudáfrica, parte del gobierno del CNA (además de integrar la Alianza Tripartita que gobierna el país formada por el COSATU, el CNA y el PC) y que dirige el Ministerio de Educación) que prefirió atacar al sindicato disidente y no deslindarse del gobierno que envió a la policía y mucho menos aún manifestar su solidaridad con los obreros en lucha.

Peor aún, luego de la masacre se dedicaron a atacar al sindicato rival, diciendo que los obreros habían sido engañados, que eran unos ignorantes, que la huelga era demagógica. Cuánta distancia de aquel heroico sindicato minero que defendía a los trabajadores negros sobreexplotados durante el apartheid. Y desconocen que en el sector minero las huelgas se organizan a partir de los obreros, en las que comienzan luchando y luego piden a los sindicatos que los apoyen. Por eso el líder de AMCU concurrió al lugar del conflicto el día de la masacre, les pidió que desocuparan la colina y ante la negativa se retiró. Y la huelga continuó, aún después de la masacre, organizada por las comunidades próximas a las minas y se extendió a otras minas. Luego de la masacre se ha producido una situación muy confusa en el país: la policía es la misma, las mineras son las mismas, el sistema económico es el mismo, con la única diferencia de que ahora hay una élite negra. El gobierno intenta disimular su responsabilidad al nombrar una comisión controlada por él para investigar los hechos, al mismo tiempo que el aparato judicial-policial se parece al de los tiempos del apartheid: 259 obreros de Lonmin fueron apresados por la policía, golpeados y torturados, ¡y les acusan de haber asesinado a sus propios compañeros muertos! En vez de arrestar y acusar a los policías implicados en la operación e incriminar al ministro responsable y al gobierno de Zuma, la justicia utiliza normas de la época del apartheid para criminalizar a aquéllos que luchan por sus derechos (http://mg.co.za/article/2012-08-30-18-lonmin-miners-charged-with-murder ). Hasta el momento el NUM no se pronunció claramente sobre el tema, ni tampoco el PC (este solo ha pedido la prisión de los dirigentes del AMCU por las muertes antes de la masacre de la policía). La COSATU hizo una tímida declaración, en la que acusa de supuestos malos tratos a los obreros presos, pero en ningún momento pide su liberación ( http://www.cosatu.org.za/show.php?ID=6446 ) y llama a confiar en las investigaciones de la comisión creada por Zuma. Varias organizaciones sindicales y democráticas han creado un organismo en Johannesburgo para coordinar la solidaridad con los mineros y sus familias: es la Marikana Solidarity Campaign.

En ese contexto, el NUM está en una encrucijada, ¿se consolidará como un sindicato amigo de las mineras y cada vez más representativo de los trabajadores de cuello blanco y de los que no están en el subsuelo y será superado por otros sindicatos o retomará sus gloriosas tradiciones? Del mismo modo COSATU, que celebrará su congreso en septiembre, deberá analizar si mantiene su alianza con el CNA y su creciente influencia en los sectores mejor pagados de los trabajadores del país y el creciente distanciamiento de los sectores más combativos y explotados de los trabajadores.

El gobierno ha entrado en trance, está desconcertado y trata de evitar la obvia asociación entre la masacre y la larga historia del apartheid y que se le relaciones con lo que ya se está llamando el Shaperville del CNA (en referencia a la masacre de 69 negros que en 1960 se manifestaban pacíficamente contra la ley del Pase que impedía la libre circulación de los negros durante el apartheid, confinándolos en los bantustanes, enormes villas miseria o chabolas como Soweto). Los representantes del NUM no pueden pisar las comunidades mineras vecinas, los 2 millones de rands ofrecidos por Cyril Ramaphosa para el entierro de las víctimas fueron rechazados (los mineros no ignoran que esa triste figura compró recientemente un búfalo por 18 millones de rands).

La rebelión de los pobres

La masacre de Marykana se inscribe asimismo en un contexto de importantes luchas en las comunidades más pobres que vienen aumentando significativamente a partir de la asunción de Jacob Zuma como presidente. Dichas movilizaciones se cuentan por miles según las estadísticas de la propia policía surafricana y suelen calificarse como protestas por la prestación de servicios a las comunidades más pobres o genéricamente como rebeliones de los pobres. Varios activistas han muerto a manos de la policía, como el año pasado el profesor Andries Tatane cuando participaba en una movilización de unas 4.000 personas en la localidad de Ficksburg.

Comienza a cristalizar la búsqueda de explicaciones y de alternativas a un liderazgo nacionalista que como tantos otros en el continente africano, luego de la liberación de la opresión nacional y/o racial, comenzó a desarrollar una política de mantener las estructuras capitalistas y de crear una burguesía negra a partir de las estructuras del Estado. Se trata de un proceso doloroso pero que se desarrollará próximamente en el país y del que depende el futuro de millones de trabajadores surafricanos.

 

Waldo Mermelstein es miembro de la redacción de la revista Octubre (Brasil)

Fuente original: http://www.esquerda.net/artigo/marikana-um-divisor-de-%C3%A1guas-na-%C3%A9poca-p%C3%B3s-apartheid/24434 

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.

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