El Consejo de Seguridad de la Organización de Naciones Unidas (ONU), designado por la Carta de esa organización para mantener la paz y la seguridad internacionales, ha votado nuevamente por la guerra. Este jueves, después de intensas jornadas diplomáticas se aprobó una resolución que establece una zona de exclusión aérea sobre Libia y otras medidas […]
El Consejo de Seguridad de la Organización de Naciones Unidas (ONU), designado por la Carta de esa organización para mantener la paz y la seguridad internacionales, ha votado nuevamente por la guerra.
Este jueves, después de intensas jornadas diplomáticas se aprobó una resolución que establece una zona de exclusión aérea sobre Libia y otras medidas coercitivas supuestamente orientadas a «proteger a los civiles y las áreas pobladas por civiles bajo ataque» en ese país árabe.
Para muchos expertos la adopción de la zona de exclusión aérea constituye el posible preámbulo de una intervención militar, pues otorga la autorización para derribar cualquier nave comercial o militar que sobrevuele el territorio de esa nación.
La pregunta que surge ahora es la siguiente: ¿quienes serán los encargados de implementar estas medidas? ¿Será acaso EEUU, Francia y el Reino Unido, impulsores principales de la resolución? ¿O será la OTAN, que todo el mundo conoce los objetivos e intereses a los que sirve?
La acelerada resolución sobre Libia contrasta con la inacción o ceguera con la que el Consejo de Seguridad ha actuado en otras crisis internacionales.
Por qué, por ejemplo, el Consejo de Seguridad no se ha pronunciado sobre la represión que se desarrolla en otros países árabes, en particular en Bahrein, donde incluso se ha producido una intervención militar externa de los países vecinos. ¿Será que estos opositores tienen menos legitimidad que los opositores libios? O que decir de la sistemática represión militar realizada por Israel contra la población palestina en Gaza. O de la ocupación y hostigamiento contra el pueblo saharaui durante más de tres décadas por parte de Marruecos. La aplicación de una óptica de doble rasero por parte del órgano más poderoso de la ONU es evidente para todos.
Por otra parte, la decisión del Consejo de Seguridad da luz verde a la posibilidad de una llamada intervención humanitaria, semejante a las que en la última década han provocado cientos de miles de víctimas en Irak y Afganistán. ¿Será acaso este el destino que aguarda en lo inmediato a la población Libia, aquejada ya por una indudable guerra civil?
Para cualquier observador imparcial de los acontecimientos internacionales la actuación del Consejo de Seguridad es, en el mejor de los casos, decepcionante y conduce a la interrogante de por qué los destinos de la humanidad tienen que estar sometidos a los designios de un directorio de países, que no son representativos de toda la comunidad internacional y que en última instancia casi siempre se subordinan al decadente Imperio de estos tiempos.
Nelson Roque Valdés es periodista especializado en temas internacionales del canal televisivo Cubavisión Internacional.