Inscripción bilingue (alfabeto tifinagh y latino) en las cercanías de la ciudad de Kidal, en el Adrar de los Iforas (extremo norte de Malí). La carretera muestra el tipo de vías de comunicación que hay en esta región del norte de Malí. Fuente: Wikipedia Commons. La guerra fue largamente anunciada. No así el desenlace. El […]
Inscripción bilingue (alfabeto tifinagh y latino) en las cercanías de la ciudad de Kidal, en el Adrar de los Iforas (extremo norte de Malí). La carretera muestra el tipo de vías de comunicación que hay en esta región del norte de Malí. Fuente: Wikipedia Commons.
La guerra fue largamente anunciada. No así el desenlace. El pasado 10 de enero el gobierno francés inició una intervención militar en el norte de Mali, después de varios meses de discusiones en diversos foros, y tras una desesperada solicitud de ayuda realizada por el presidente interino Dioncounda Traoré. El casus belli fue la toma de la ciudad de Konna por el grupo islamista tuareg Ansar Dine, en torno a la línea de demarcación entre el norte de Malí y el resto del país. Ansar Dine había anunciado el 4 de enero el fin del alto el fuego y de las negociaciones mantenidas con el gobierno de Malí con mediación burkinabesa y apoyo de la Cedeao. Konna se encuentra camino de Sevaré, localidad situada en el centro del país, muy cerca de Mopti, que alberga un aeropuerto militar y constituye importante nudo de comunicaciones con las ciudades del norte: por carretera asfaltada se llega a Gao (hasta ahora bajo control del Movimiento para la Unicidad y la Yihad en África Occidental -MUYAO- supuesta escisión de Al Qaeda del Magreb Islámico) y por otra más tortuosa, sin asfaltar, a Tombuctú (hasta hace poco bajo control de Ansar Dine y AQMI).
El gobierno francés de François Hollande pretendió evitar el colapso definitivo de lo que queda de Estado maliense, en manos de un triunvirato inestable e impopular: el formado por el presidente Traoré (que debe el puesto a la Cedeao), el primer ministro también interino Cissoko, y el capitán Amadú Sanogo (autor del golpe de estado de 22 de marzo de 2012). Los primeros objetivos declarados de la operación militar francesa -imprecisos y que ya están evolucionando en función de los acontecimientos- no parece que coincidan del todo con los del propio gobierno maliense: si Francia se propone expulsar a los «terroristas», el gobierno de Traoré busca ante todo sobrevivir y recuperar la integridad territorial de Malí. El diferente énfasis puede apuntar a diferentes preferencias a la hora de establecer posibles negociaciones, especialmente entre las dos facciones tuareg, el Movimiento Nacional para la Liberación del Azawad (MNLA) y Ansar Dine. Sin embargo, una importante coincidencia deja abierta las opciones a la hora de elegir futuros interlocutores: ninguno mencionó la palabra «islamista» para descalificar al enemigo. Por otra parte, está claro que los movimientos del Estado francés siempre antepondrán los intereses (políticos, económicos) de su establishment en la región.
Sea como fuere, está claro que no es lo mismo expulsar a los milicianos armados (sobre todo «los extranjeros» como AQMI o MUYAO) de las principales ciudades del norte que asegurar un control efectivo sobre el territorio, algo que tampoco tienen los grupos armados -y muy móviles- de la zona (que parece que ya se están retirando de dichas ciudades, salvo Kidal). Por razones de espacio, en este texto -que he creído necesario que sea extenso- intentaré aportar solo algunos elementos que me parecen relevantes sobre lo que está sucediendo en la zona, como continuación de lo ya escrito previamente en este blog.
Mapa que indica el control territorial y los enfrentamientos militares en Malí a fecha de 27 de enero de 2013. Autor: Evan Centanni, Political Geography Now
Norte de Malí/Azawad: un poco de política local
Para evitar caer en el esencialismo, debemos tener presente en todo momento dos cosas en relación con el norte de Malí (o Azawad): en primer lugar, la diversidad de Kel Tamasheq, del propio pueblo tuareg, fragmentado en clanes, tribus y posiciones político-religiosas (ver Azawad I); en segundo lugar, que los tuareg conviven en la región con muchos otros grupos étnicos (songhai, árabes, etc.). Por esta razón ambos grupos armados tuareg trataron al principio de ser inclusivos a su manera: el MNLA poniendo énfasis en el aspecto territorial y Ansar Dine en una interpretación de la comunidad -islámica y transnacional- de los creyentes. No obstante, siguen pesando las fluctuantes relaciones tribales y estas resultan permeadas por un contexto económico marcado por la desertificación, el declive del pastoreo y el crecimiento de tráficos ilegales de todo tipo (ver Azawad II). Y la escalada armada y represiva no ha tardado en resucitar tensiones comunitarias, especialmente con los songhai y peul (que en el pasado nutrieron las filas de movimientos contrainsurgentes Ganda Koy y Ganda Izo, estimulados por Bamako y ahora resucitados para la ocasión).
Así pues, el MNLA se precipitó al emitir una declaración de independencia del Azawad el 5 de abril de 2012. A finales de junio el grupo guerrillero tuareg fue expulsado de Gao por el MUYAO, tras el estallido de protestas ciudadanas contra el pillaje de las milicias tuareg y contra la secesión (en Gao los songhai son mayoritarios), y de Timbuctú por Ansar Dine. En septiembre perdieron la última ciudad que controlaban: Douentza. Otro grupo armado es el Movimiento Árabe de Azawad, que defiende los intereses de los comerciantes árabes kunta y berabiche de Timbuctú. Desde entonces la evolución de la situación política sobre el terreno resulta muy confusa. El MNLA parece más fuerte en los medios de comunicación (internet, televisiones francesas) que en el propio Azawad. A la guerra propagandística se une la ausencia -al menos hasta ahora- de periodistas extranjeros (o del sur de Mali) y los principales testimonios provienen de los desplazados del último año (142.900 refugiados en los países limítrofes y 229.000 desplazados internos, según OCHA) y de la comunicación telefónica con residentes -en particular de comunidades distintas a la tuareg, consideradas más «fiables»- y el muy poco caso prestado a los periodistas residentes.
A lo largo de 2012 Ansar Dine fue ganando peso político, a pesar de que al principio fuera numéricamente inferior al MNLA. Su líder, Iyad Ag Ghali, es un tuareg ifora (tribu noble) que ha venido jugando un papel central en las rebeliones tuareg de los últimos 20 años, desde que en 1990 se levantara contra el Estado de Malí. Fue él uno de los principales negociadores que concluyeron los acuerdos de Tamanrasset (1991), el Pacto Nacional (1992) o los acuerdos de Argel (2006), todos ellos firmados con la mediación de Argelia y que supusieron intentos fallidos de integrar a los movimientos tuareg en las estructuras civiles y militares de Mali. Tras los acuerdos Iyad Ag Ghali ocupó puestos en la administración maliense, como hicieron otros comandantes al integrarse en el ejército nacional o en las nuevas estructuras descentralizadas. También mantiene estrechas relaciones con grupos que se reclaman de la nebulosa AQMI (incluyendo MUYAO y el grupo del argelino Mokhtar Belmokhtar; escisiones en forma de cambios oportunistas de marca por el líder de turno) por vía familiar (Abdelkrim El Targui) y como mediador -y posible comisionista- en diferentes secuestros. Su figura se encuentra por tanto en la intersección de las dimensiones política, religiosa y económica, al margen del Estado o en relación patrimonial y oportunista con el mismo.
Mucho se ha escrito últimamente sobre la religiosidad de Iyad Ag Ghali. En la década de los noventa adoptó, al igual que el resto de las elites iforas, la doctrina islamista de origen indo-paquistaní Tablighi Jamaat, que penetró en el norte de Mali a finales de 1998 y que pronto chocó con las aspiraciones políticas de mujeres tuareg procedentes de otros clanes que sí mantienen una estructura familiar matrilineal. Pero fue durante su estancia en Arabia Saudí como cónsul tras los acuerdos de Argel donde parece que adoptó posiciones cercanas a Al Qaeda, razón por la que fue expulsado. Sea como fuere, sería un error pensar en la islamización de ciertas comunidades tuareg y árabes como una mera importación o imposición foránea desligada de las «tradiciones» locales. Como ya mencioné en este blog, los iforas constituyen el grupo tuareg más islamizado y son songhai de Gao los que nutrieron la policía islámica montada por el MUYAO. Ag Ghali es un ejemplo de cómo se ha podido adaptar determinados postulados del islamismo político al contexto local. Concretamente, al ideario tuareg contemporáneo de la tefoghessa, «que expresa la idea de que los iforas constituyen un clan noble, con guerreros fuertes y sabios religiosos. La descendencia del profeta Mahoma (reclaman el estatus de shorfa); su adherencia pura al Islam; y su papel histórico como los líderes sabios de la federación de Kel Adagh, les otorgaría derecho a la supremacía política en el Adrar y más allá. Esta idea de tefoghessa idea fue desarrollada por ishumar [literalmente, «sin empleo», exiliados en Argelia y Libia durante la década de los setenta y ochenta que desarrollaron una importante renovación literaria y musical] e intelectuales de los iforas, incluyendo Iyad ag Ghali. Según él, los jefes y autoridades tradicionales son indispensables en la sociedad Tamasheq.» (Lefocq, 2009). En otras palabras, su religiosidad se plantea en términos bien políticos.
Un joven ishumar Iyad Ag Ghali (derecha) fotografiado en Libia en la década de los 1970. Fuente: Disputed Desert (Baz Lecoq, 2009).
La lucha por la preeminencia política en el seno de la sociedad tuareg y más allá quedó clara desde el principio de la rebelión, cuando Iyad Ag Ghali sufrió dos humillaciones seguidas: el rechazo de su doble candidatura a la jefatura del MNLA y como amenokal (líder) del ettebel (federación de clanes) del Adrar/Adagh. Entre los iforas, los clanes nobles Kel Effele («los del norte», dominantes) y los Irayakan, de donde proviene Ag Ghali, compiten desde hace décadas por la hegemonía en el Adrar. Pero el viejo amenokal (1962-) Intallah Ag Attaher prefirió nombrar sucesor a su hijo, Alghabass Ag Intallah. Ambos reveses motivaron la creación de Ansar Dine y los acuerdos con los traficantes de AQMI, proveedores de hombres, dinero y armas. A lo largo de 2012 numerosos guerrilleros del MNLA se pasaron a las filas de Ansar Dine, unos por convicción y otros a cambio de dinero.
La dinámica faccionalista es habitualmente muy fuerte en las rebeliones tuareg. Domina un pragmatismo que facilita las negociaciones y los cambios de bando más insospechados, por lo que la frontera entre secularistas/islamistas es muy borrosa. Por ejemplo, el gobierno maliense de Tumani Turé armó en su día una milicia de tuareg imghad -tradicionalmente tributaria de los ifora- dirigida por Alhaji Ag Gamou para relizar operaciones de contrainsurgencia. Expulsado a Níger por los rebeldes el año pasado, Gamou anunció este enero su regreso para curiosamente apoyar a los secesionistas del MNLA en «apoyo de la patria» (entendiendo por tal Malí). Su enfrentamiento con Ag Ghali puede explicar esta posición. El citado Ag Intallah, que inicialmente apoyó al MNLA, luego pasó a ser portavoz político de Ansar Dine, aportando así el peso político del principal clan ifora. Sin embargo, en los últimos meses la posición de poder de Ag Ghali dentro de Ansar Dine y en relación con AQMI y MUYAO parece haberse debilitado. El 24 de enero Ag Intallah anunció que se desmarcaba de Ag Ghali para formar un nuevo grupo, el Movimiento Islámico de Azawad (MIA).
Alghabass Ag Intallah, ex MNLA, ex Ansar Dine, siempre ifora. Fotografía:Yempabou Ahmed Ouoba/AFP/Getty Images
Por lo que respecta a la aplicación de una interpretación muy conservadora y restrictiva de la sharia, que comprende el control social de las mujeres, la prohibición de manifestaciones culturales como la música, amputaciones y acciones iconoclastas, ha sido obra de las policías islámicas creadas por Ansar Dine en Timbuctú y del MUYAO en Gao (como mencioné, integrada por población local, empezando por el finado Aliou Turé). No parece que AQMI haya tenido una participación relevante al respecto en cuanto tal. En cuanto a Ansar Dine, durante las negociaciones llevadas a cabo a finales de 2012 con el MNLA, estuvo a punto de ceder en esta cuestión. No obstante, no podemos ignorar que inicialmente muchos residentes valoraron que la policía islámica restableciera el orden y la seguridad, especialmente tras las exacciones cometidas por el MNLA. Según un informe de Human Rights Watch, la dureza y arbitrariedad del control policial dependía del comandante de turno según la ciudad: así, en Kidal se habrían producido menos casos de abusos que por ejemplo en Gao, donde estallaron varias revueltas populares por este motivo. Y mientras la represión alienó a muchos ciudadanos, otros residentes valoraron la prestación de servicios «sociales» que el Estado maliense no proveía y la inyección de divisas que trajeron consigo los grupos islamistas.
Choque de estereotipos
En el sur de Mali, los prejuicios y percepciones negativas sobre los tuareg y los árabes han aumentado desde la ofensiva de enero-marzo de 2012 y con la llegada de sucesivas oleadas de refugiados. Muchos malienses sostienen que los tuareg son unos racistas, belicosos, feudales y esclavistas que simplemente no aceptan ser gobernados por la mayoría negra. Entre los tuareg no faltan justificaciones supremacistas que corroboran esta impresión, y muchos consideran a los negros como salvajes incivilizados, ignorantes e infieles. En la persistencia de estos estereotipos -en parte herencia colonial- influye mucho el peso histórico de la esclavitud (institución social que en el Sáhara tiene características diferentes a los de la plantación americana), que todavía era una realidad importante en la zona hasta mediados del siglo XX.
Lo cierto es que los Kel Tamasheq no estuvieron dominados por ninguna entidad política exterior desde la invasión andalusí-marroquí de 1591 y la subsiguiente caída del Imperio Songhai hasta la colonización francesa. En su cultura se encuentra muy arraigado el rechazo a ser gobernados por otros, ya sea por Bamako o por un protectorado internacional. Si la cuestión del Estado moderno, y de la lógica federal, ya es problemática en África (y la acelerada descomposición del Estado en Mali es un buen ejemplo de ello), mucho más en tierras de tránsito y clima extremo. Los medios de comunicación muestran su indignación por la pérdida de dos tercios del territorio de Malí, sin preocuparse mucho por la desconexión física y mental entre el sur y el norte existente más allá de Gao (y simbólicamente Timbuctú), o la fragmentada realidad político-social del territorio. Al entendimiento no ayuda el desmoralizado ejército maliense, con la cadena de mando rota desde el golpe de estado, incapaz de hacer frente por sí solo a los grupos armados del norte, que no tardó en fomentar el enfrentamiento intercomunitario y atacar indiscriminadamente a civiles de aspecto más arabo-amazigh.
El contexto regional
De los países que rodean a Malí, Argelia es la potencia regional -junto con Libia- que históricamente ha influenciado más en el desarrollo de los acontecimientos en el norte de Malí. Argelia dispone de importantes recursos económicos y militares y alberga una importante población tuareg en el sur, especialmente en el Hoggar. La capital de esta región, Tamanrasset, constituye un nodo importante en las redes comerciales del Sáhara y el Sahel. Vía ‘Tam’ llegan a Kidal petróleo subvencionado y productos alimenticios (muchos de contrabando) procedentes del norte. El «cierre» (mayor control, en realidad) de la frontera por los militares argelinos tras la intervención militar francesa está perturbando seriamente la economía local y agravando la inseguridad alimentaria. Tamanrasset dio nombre al primero de los acuerdos entre la rebelión tuareg y el Estado de Malí; Argel, al último de ellos. Uno de los hilos conductores de los mismos, el citado Iyad Ag Ghali, mantuvo por este motivo relaciones estrechas con los servicios secretos argelinos (Département du Renseignement et de la Sécurité, DRS). Esto no significa que sea un peón ni mucho menos. Tradicionalmente, Argelia ha competido con Libia a la hora de intentar cooptar a los líderes tuareg del norte de Mali, y este es uno de los factores que explican las fricciones diplomáticas entre Argelia y Mali. El otro factor son los grupos islamistas.
En Argelia se sitúa el origen del Grupo Salafista para la Predicación y el Combate (GSPC), posteriormente denominado AQMI, herencia de la guerra civil argelina de la década de los noventa, a caballo entre el maquis y el crimen organizado. Más que una organización nos encontramos con varios grupos con cierta autonomía, no muy grandes, que operan en redes cambiantes y se cobijan bajo esa denominación, algunos de los cuales pueden haber sido infiltrados en determinados momentos por el DRS o haber integrado ex agentes del DRS, previamente implicados en la guerra sucia (las puertas giratorias de los servicios secretos y fuerzas paramilitares suelen conducir a negocios ilegales). La infiltración y manipulación nunca se ha podido probar fehacientemente, como tampoco se ha podido verificar muchas de informaciones que llegan a la prensa, elaboradas por las opacas fuerzas de seguridad argelinas o de expertos que se citan entre ellos con un declarado enfoque ideológico «antiterrorista».
En cualquier caso, pese a la retórica desplegada, el radio de acción de estos grupos se limitó hasta ahora al área saheliana, en el caso del Mali de Amadú Tumani Turé (20002- 2012) con más colusión (contrabandos mediante) que enfrentamiento real con el Estado, aunque hubo también conchabamiento del lado argelino. Su presencia en el norte de Mali es el resultado de una implantación progresiva en el tejido social de la zona durante toda una década. Con el paso del tiempo fueron incorporando hombres provenientes de otros países de la región: Mauritania, Senegal, Túnez, Libia, etc. La experiencia del último año en Azawad muestra cómo la vertiente «traficante» no es incompatible con la instauración de un determinado orden político islamista a nivel local.
A lo largo de 2012 Argelia trató de evitar o retrasar una intervención militar extranjera apoyando las negociaciones entre el MNLA y Ansar Dine. Por las pasadas relaciones con Ag Ghali, el gobierno argelino se encuentra más cercano a su grupo y de hecho su adversario el MNLA siempre rechazó toda injerencia argelina. Paradójicamente, en todo este tiempo los generales argelinos nunca intervinieron militarmente en el norte de Mali para acabar con AQMI. Puede haber varias razones para ello. En primer lugar, el temor a una desestabilización regional que justificase la intromisión extranjera. En segundo lugar, el incierto impacto entre las propias poblaciones tuareg del sur argelino que tendría semejante escenario. Y, en tercer lugar, para el ejército argelino los grupos que se reclaman de AQMI no representaban una amenaza política seria para el régimen, sobre todo mientras se concentren en el sur y limiten sus actividades al «comercio», que siempre puede beneficiar a determinados funcionarios. Argelia ha querido reservarse una forma de gestión de los grupos armados presentes en su territorio que oscila entre la guerra de baja intensidad, la infiltración y la cooptación. En fin, no hay que descartar las disputas internas en el seno del núcleo de poder argelino con vistas a las presidenciales de 2014.
El primer motivo cedió ante la presión francesa. Miembros del gobierno francés reiteraron el año pasado sus visitas a Argel, que culminaron con el inédito mea culpa de diciembre de 2012 entonado por el presidente François Hollande en relación con el colonialismo. Todo parece indicar que el gobierno francés arrancó un acuerdo tácito por el que Argel no se opondría a una intervención militar pero sin apoyarla abiertamente. Tras los primeros ataques aéreos en Mali, Argelia cedió su espacio aéreo a la aviación francesa (y, durante la crisis de In Amenas, a drones estadounidenses).
Mauritania, en cambio, sí intervino militarmente -con apoyo francés- contra grupos de AQMI en el norte de Mali en sucesivas ocasiones durante el período 2010-2011. De Mauritania proviene además el líder del MUYAO, Hamada Ould Muhammad Kheirou, y muchos mauritanos nutren los grupos islamistas presentes en Malí, de ahí que los comunicados de los grupos islamistas del norte de Mali se emitan preferentemente por medios mauritanos. Al contrario que Argelia, el gobierno mantiene relaciones más cercanas con el MNLA, y la oposición mauritana sostiene que el presidente, el general Mohamed Ould Abdel Aziz, prestó a sus integrantes apoyo encubierto -o canalizó apoyo francés- frente al gobierno de ATT. La mayoría de los mauritanos se opone a una intervención mauritana en Mali, pero a pesar de todo el general Abdel Aziz no ha dudado en ofrecer su apoyo a François Hollande.
En cuanto a la estructura regional de la Cedeao (Ecowas en inglés), implicada desde el inicio en la transición maliense y en la negociación con los insurgentes tuareg, había previsto un despliegue militar para septiembre de 2013. Los motivos: asegurarse financiación, privilegiar un proceso político que dividiera la alianza Ansar Dine-MUYAO-AQMI, y contar con un gobierno en Bamako elegido en las urnas (que no es el caso en la actualidad). La intervención francesa ha obligado a acelerar la participación de tropas de Nigeria y Togo (más acostumbrados al trópico que al desierto).
En busca de sentido
Cuando nos situamos frente a una grave crisis política -sobre todo si deriva en un conflicto armado- en un territorio que nos es ajeno, geográfica o culturalmente, solemos suplir nuestra falta de referencias con las narrativas con las que nos sentimos cómodos. Y así nos encontramos con la interpretación antiterrorista, para la que todo se reduce a una cuestión de orden público… en «Occidente»; o las diversas posiciones que abusan de la geopolítica -incluyendo la antiimperialista- para la que no hay más que enfrentamiento en la cumbre entre potencias y corporaciones. No queremos dejar de ser subjetivos, y creo que lo más correcto es intentar tener presente la materialidad in situ de las luchas, las voces de sus protagonistas, algo que las citadas perspectivas tienden a soslayar. Ellas mismas crean su propio sentido. Mi primera impresión es que ni la forma-Estado maliense, ni la alternativa nacionalista de Azawad, ni el orden islamista, han servido para promover la vida en común de una sociedad diversa, móvil, extremadamente precaria y condicionada por un ambiente duro y por el lado informal, alegal, de la división internacional del trabajo. No habrá soluciones imperiales. Esperemos que puedan construir las suyas las gentes de Bilad al Sudán, que hace siglos que son frontera: primero con la economía mundo de Dar al Islam y hoy del capitalismo global.
Algunas referencias
Disputed Desert: Decolonisation, Competing Nationalisms and Tuareg Rebellions in Northern Mali. Baz Lecocq, 2009.
Mali: Avoiding escalation. International Crisis Group, julio de 2012. Mali: The Need for Determined and Coordinated International Action. International Crisis Group, septiembre de 2012.
Trying to understand MUJWA. Andrew Lebovich, agosto de 2012. Mauritania’s society on the Mali War: Niet! . Nasser Weddady. 17 de enero de 2013.
Prensa local: Maliweb (para una perspectiva del sur de Mali), Toumastpress (medio nacionalista tuareg).
Fuente: http://www.javierortiz.net/voz/samuel/mali-azawad-el-desierto-en-armas