Como lo deja entrever la periodista Stella Calloni, hay una línea muy fina y fácil de traspasar entre las «agencias para el desarrollo» y las organizaciones de seguridad dirigidas por el Pentágono.
En 1967, la revista chilena Punto Final (PF) llevó a cabo un reportaje sobre las actividades de los Cuerpos de Paz de Estados Unidos en ese país. Con entrevistas a autoridades de la organización y seguimiento periodístico a las acciones de algunos voluntarios, mostraron los anhelos de cambio que despertaban estos jóvenes idealistas estadounidenses entre las capas más postergadas de la población.
Los Cuerpos de Paz (CP), organización surgida bajo la administración Kennedy con la misión de llevar el desarrollo a América latina y las zonas más pobres del planeta, formaron parte de un conjunto de políticas de corte asistencialista enmarcado en la Alianza para el Progreso, respuesta a la revolución cubana de 1959. Esta ofensiva, dispuesta para exportar la «guerra contra la pobreza», ya era catalogada por PF como una «táctica de entendimiento desde abajo», esto es, la prolongación del mandato de Eisenhower de cambiar la imagen negativa de Estados Unidos en el exterior.
Como quedará registrado en el IV Informe de los CP de 1966, «se ha creado una llamativa imagen de simpáticos jóvenes norteamericanos guiando a las descarriadas masas del mundo subdesarrollado hacia los senderos del progreso y la civilización». Cinco décadas más tarde, la imagen de esos jóvenes amparados por un gobierno que promueve la democracia y el desarrollo no puede más que preocupar, dada la historia devenida en la posterioridad.
Aun hoy, periodistas de medios afines y gente convencida ven a los CP como una organización misionera, redentores del bien y el desarrollo, «misioneros de la democracia» expulsados de Honduras por la «violencia» de ese país. De las causas de la violencia, nada; el golpe de Estado contra Zelaya ni se menciona. Pero sí se lamenta de que «ciertos países» no estén alineados con los Estados poderosos para «apurar» las estrategias al desarrollo.
No es difícil percibir que el trabajo de la organización está anclado en profundas concepciones teológico-políticas, militaristas y subordinantes. En el actual Perú, la militarización va acompañada por la misión redentora de esta organización. Tal como en el Chile de los ’60, las tácticas del «entendimiento» siguen rindiendo frutos, ahora bajo el amparo del gobierno de Humala.
Un ejemplo es el de Mark Brown, ex miembro del ejército, médico y militar en Irak por 15 meses y parte del nuevo contingente rural despachado por la organización de 39 voluntarios al Perú. Según la embajada, «su continuo apoyo en las labores del campo en la comunidad, le permitieron ganarse el respeto de la población», en una repetición de las tácticas del entendimiento. Y es que por estas tierras han pasado más de 3.000 voluntarios desde los años sesenta. Carlos Torre, director regional de América latina y el Pacífico de los Cuerpos de Paz, destacó a Perú como el país de la región «con más voluntarios». Dijo que hay «aproximadamente 300 voluntarios» trabajando en torno de la «salud comunal, el desarrollo juvenil, la administración ambiental, el desarrollo de pequeños negocios, agua y sanidad».
De estos negocios, el que más sobresale es el del medio ambiente. Como lo documentó el vicepresidente Álvaro García Linera para el caso boliviano en su libro Geopolítica de la Amazonía, el problema del Tipnis formó parte de una amplia operación de movilización de «ambientalistas» y ONG con sede en países centrales, que hacía tiempo que llevaban haciendo «trabajo de campo» en el lugar. La lucha por el medio ambiente es una necesidad imperiosa y urgente. Pero, como resaltó Atilio Borón en su libro América Latina en la geopolítica del imperialismo, la antinomia «desarrollismo versus pachamamismo» genera un terreno fértil para la penetración de desinteresadas y «misioneras» misiones humanitarias organizadas por gobiernos o empresas de países centrales.
Otra investigación interesante es la de Stella Calloni respecto de Bolivia, donde da cuenta de cómo el embajador norteamericano en ese país, David Grenlee, quien planeó un intento de asesinato a Evo Morales, participó en los años sesenta en los Cuerpos de Paz en ese país. Tal como lo deja entrever Calloni en Evo en la mira. CIA y DEA en Bolivia, hay una línea muy fina y fácil de traspasar entre las «agencias para el desarrollo» y las organizaciones de seguridad dirigidas por el Pentágono. Fueron los mismos CP que en 2007 revelaron que «un grupo de voluntarios fue instruido para que informaran sobre venezolanos y cubanos» en Bolivia por parte de la embajada.
En el caso de Perú, otra organización que tiene fuerte presencia (especialmente en el mundo andino) es Proyect Hope, ONG estadounidense que actúa en conjunto con el Comando Sur. Esta organización, que se encuentra activa en el país andino desde 1962, se propone ayudar a la población más carenciada mediante la asistencia «humanitaria» en caso de desastres naturales, como terremotos o inundaciones. Para llevar a cabo su labor, cuenta con el respaldo de la Marina de Estados Unidos y del Southcom, siendo parte de los ejercicios de «tipo humanitario» llevados a cabo en el marco del programa Nuevos Horizontes 2012, de origen estadounidense. Desde que los «desastres naturales» son incluidos como problemas a solucionar por las fuerzas armadas en el nuevo enfoque militar de Estados Unidos, la articulación con organizaciones civiles y de ayuda humanitaria no puede levantar más que amplias sospechas.
Fuente: http://sur.infonews.com/notas/el-disfraz-de-los-cuerpos-de-paz