Traducido por Mar Rodríguez
Según algunos activistas en favor de los derechos humanos, cientos de niños africanos forman parte del tráfico al Reino Unido para encontrar una vida de servidumbre después de ser introducidos en el país con identidades falsas y engañados para que dejen a sus familias con la promesa de una educación y un futuro mejor.
Las ONG y los abogados especializados en derechos humanos han levantado la alarma sobre los «niños invisibles» que se traen de contrabando ilegal a Gran Bretaña utilizando visados y documentos falsos.
Dragan Nastic, responsable de política y relaciones con organismos políticos de Unicef RU explicó: «El primer caso reconocido de tráfico de niños en el Reino Unido fue una niña nigeriana hace más de diez años, en 1995. Estamos en 2007 y no ha habido ningún juicio en los casos de tráfico de niños traídos de África para realizar tareas domésticas. Ni uno».
Desde 2003, se han abierto 62 casos por tráfico de niños, de los que 59 están en espera. La policía no desglosa las estadísticas según la etnia, pero los expertos confirman que no se ha abierto ningún caso en relación con niños africanos.
Algunos estudios recientes indican que redes de traficantes muy bien organizadas traen cientos de niños desde los países africanos como Nigeria, Ghana y Uganda.
Se cree que Nigeria es el país de origen principal en el continente, donde bien se paga a las familias pobres por sus niños o se les persuade de que los cedan en la creencia de que recibirán educación y una vida mejor en el Reino Unido.
A su llegada, los niños, de hasta 10 años de edad, se mantienen ocultos de la sociedad británica y se les obliga a trabajar como esclavos domésticos o prostitutas. Detrás de puertas cerradas, a menudo con llave, trabajan muchas horas sin paga, no van a la escuela y se les pega si no hacen el trabajo.
Debbie Ariyo, directora de Afruca (Africans Unite Against Child Abuse, africanos unidos contra el abuso infantil), explica: «Es un escándalo que no se haya condenado a nadie cuando sabemos que se ha traficado con mucha gente y han perdido su infancia. Estamos equivocándonos seriamente en no condenarles, porque esto no terminará. ¿Cuánto tiempo puede continuar sin que se detenga y condene a alguien? Muchas vidas quedarán destruidas si no se actúa urgentemente.»
El ministro de Interior, Vernon Coaker, reconoció que el Gobierno tenía mucho que hacer hasta resolver el problema del tráfico de niños desde África. Afirmó: «La investigación indica que [el tráfico] no está reduciendo su escala ni su alcance. Es un triste signo de nuestro tiempo que continúe habiendo tráfico de niños al Reino Unido como esclavos modernos.»
Coaker, que ha estado poniendo en práctica el plan de actuación para combatir el tráfico de personas en el Reino Unido, publicado este año, afirmó que la práctica era «una atrocidad moral», pero que el cambio llevaría tiempo. «No puede cambiarse de la noche a la mañana, pero nosotros [el Gobierno] también somos humanos, tenemos niños y nos indigna que esto ocurra. Haremos todo lo que podamos para avanzar en esto tan rápido como sea posible».
El primer informe dedicado al tráfico de niños al Reino Unido, publicado por el Ministerio del Interior en junio, mostró que más de un tercio de los 330 niños que se había descubierto o que se sospechaba que habían sufrido tráfico de niños, eran africanos. La encuesta, que se realizó durante un periodo de diez meses, reveló que se habían descubierto el tráfico de 102 niñas del oeste y este de África al país para ser esclavizadas.
Y los autores del informe, la organización Child Exploitation and Online Protection Centre, reconocen que esta cifra inicial «no es un número definitivo, sólo los casos que se nos comunicaron en nuestro estudio inicial».
Christine Beddoe, directora de Ecpat, una coalición de organizaciones benéficas que combaten el tráfico de niños yque incluye Unicef, Save The Children y NSPCC, explicó que el fallo del Gobierno en acusar a los traficantes de niños africanos no era más que uno de los fallos del sistema.
Afirmó que la organización ha hallado «una cultura de incredulidad en las oficinas que tratan con las peticiones de asilo» que hacen que los esclavos que escapan sean tratados como inmigrantes ilegales en lugar de víctimas aisladas e involuntarias. Según Beddoe, los niños esclavos africanos se han convertido en «los niños invisibles», que pasan por los departamentos de policía, inmigración y servicios sociales sin ser vistos. «Después de haber sufrido experiencias extremadamente debilitadoras, no obtienen apoyo alguno», lamentó la Sra. Beddoe. «A menudo se encuentran aquí sin base legal para su permanencia y entonces el sistema les trata como personas que no merecen ayuda».
Una de las principales razones por las que muchos casos no se creen es que los niños tienen pasaportes e identidades falsas, que contradicen la historia verdadera que intentan comunicar. Si a esto se añade la falta de formación para reconocer a las víctimas, queda claro por qué muchas de estas jóvenes víctimas se sienten abandonados por la policía y por los servicios sociales a los que intentaron pedir ayuda en los días después de su huida.
Tolu, 19 años: «Era como estar en la cárcel»
Tolu no quería abandonar a su familia en Nigeria, pero cuando sus padres insistieron en que fuera al Reino Unido para recibir una educación, decidió obedecerlos. Con sólo 13 años, un desconocido la trajo en un vuelo a Londres y la llevó hasta la familia que se suponía iba a cuidar de ella.
Pero su educación estaba muy lejos de las intenciones de sus cuidadores. «Engañaron a mi familia, les dijeron que venía a estudiar», dice. «Pero cuando llegué estaba aquí para trabajar y cuidar a los niños. Fue una gran decepción». Se levantaba a las siete de la mañana para preparar el desayuno para tres niños y llevarlos a la escuela, antes de continuar con las labores domésticas. «La gente solía preguntarme por qué no iba a la escuela, pero tenía demasiado miedo para decirlo», explica.
La mujer para la que trabajaba, a la que llama «tía» era una nigeriana británica pudiente que trabajaba en el Ministerio del Interior. «Sabía que estaba mal», dice Tolu, pero eso no le impidió continuar pegándome y acosándome para que trabajara todo el tiempo a su entera voluntad. «Era como estar en la cárcel. Al menos en Nigeria era libre, aunque no teníamos mucho».
Tras dos años, la familia por fin la matriculó en un instituto, pero sólo se le permitía asistir una tarde por semana. «Debido a todo el trabajo que tenía que hacer estaba demasiado cansada para concentrarme y suspendí los exámenes básicos de matemáticas dos veces». Finalmente escapó a los 19 años, después de recibir una gran paliza en la cara por usar el teléfono para llamar a una persona amiga. Se escapó mientras la pareja estaba trabajando y ahora solicita el asilo.
Fuente: http://news.independent.co.uk/uk/this_britain/article2859092.ece
Mar Rodríguez es miembro de Cubadebate, Rebelión y Tlaxcala.