La instalación de un sistema de defensa de misiles en Europa oriental es prácticamente una declaración de guerra. Tratad de imaginar cómo reaccionaría Norteamérica si Rusia, China, Irán o cualquier potencia extranjera osara sólo pensar en colocar un sistema de defensa de misiles en las fronteras de los EEUU o en sus aledaños, y no […]
La instalación de un sistema de defensa de misiles en Europa oriental es prácticamente una declaración de guerra.
Tratad de imaginar cómo reaccionaría Norteamérica si Rusia, China, Irán o cualquier potencia extranjera osara sólo pensar en colocar un sistema de defensa de misiles en las fronteras de los EEUU o en sus aledaños, y no digamos si empezara a llevar a cabo ese plan. En tales circunstancias, de todo punto inimaginables, no sólo habría que esperar con certeza una violenta reacción norteamericana, sino que esa reacción resultaría también comprensible, por razones simples y claras.
Es de todos conocido que la defensa con misiles es un arma de primer golpe. Reconocidos analistas militares norteamericanos la describen así: «No sólo es un escudo, sino una capacitación para la acción». Ella «facilitará una aplicación más eficiente de la potencia militar de EEUU en el extranjero».
«Aislando al país de las represalias, la defensa con misiles garantizará la capacidad y la disposición de los EEUU para ‘modelar’ el contexto en otras partes del mundo». «La defensa con misiles no sirve para proteger a Norteamérica. Es un instrumento de dominación global».
«La defensa con misiles sirve para conservar la capacidad norteamericana de ejercer el poder en el extranjero. No tiene que ver con la defensa; es un arma ofensiva, por eso tenemos necesidad de ella».
Todas estas citas proceden de reconocidas fuentes liberales pertenecientes a la tendencia dominante, que querrían desarrollar el sistema y ponerlo en los límites extremos de la dominación global de los EEUU.
La lógica es simple y fácil de comprender: un sistema de defensa con misiles, a pleno funcionamiento, informa a los potenciales objetivos de que «os atacaremos si nos place, y no estaréis en condiciones de responder, por lo tanto, no podréis impedírnoslo».
Están vendiendo el sistema a los europeos como una defensa contra los misiles iraníes. Aun si Irán tuviera armas nucleares y misiles de largo alcance, la probabilidad de que los usara para atacar a Europa es inferior a la probabilidad de que Europa reciba el impacto de un asteroide. Si, pues, se tratase verdaderamente de defensa, la República Checa debería instalar un sistema para defenderse de los asteroides.
Si Irán diera aunque fuera el más mínimo signo de querer hacer algo semejante, el país se evaporaría. El sistema apunta, en efecto, contra Irán, pero como arma de primer golpe. Forma parte de las crecientes amenazas contra Irán, amenazas que constituyen ya por sí mismas una grave violación de la Carta de las Naciones Unidas, aunque esto no salga nunca a la luz. Cuando Mijáil Gorbachov permitió a Alemania que formara parte de una alianza militar hostil, aceptó una grave amenaza a la seguridad de Rusia, por razones demasiado notorias como para volver sobre ellas. A trueque, el gobierno de EEUU se comprometió a no ampliar la OTAN hacia el Este. Ese compromiso ha sido violado una años más tarde, lo que ha suscitado pocos comentarios en Occidente, pero ha incrementado el riesgo de un enfrentamiento militar.
La llamada defensa con misiles aumenta el riesgo de que estalle una guerra. La «defensa» consiste en incrementar las amenazas de agresión en Oriente Medio, con consecuencias incalculables, y el peligro de una guerra nuclear definitiva.
Hace más de medio siglo, Bertrand Russell y Albert Einstein lanzaron un llamamiento a los pueblos del mundo, a fin de que se enfrentaran al hecho de que nos hallamos ante una elección «clara, terrible e inevitable. ¿Tenemos que poner fin a la especie humana, o está la humanidad dispuesta a renunciar a la guerra?».
Aceptar el llamado «sistema de defensa con misiles» decanta la elección del lado del fin de la especie humana en un futuro no demasiado lejano.
* Noam Chomsky, el intelectual vivo más citado y figura emblemática de la resistencia antiimperialista mundial, es Profesor de lingüística en el Instituto de Tecnología de Massachussets en Cambridge y autor del libro Imperial Ambitions: Conversations on the Post-9/11 World.
Traducción para www.sinpermiso.info: Amaranta Süss