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El Estado español se venga de los presos políticos castigando también a sus familiares y amigos

Fuentes: Colectivo Cádiz Rebelde

Desde la comodidad inherente a la ausencia de riesgo en la que están instaladas las gentes de la Izquierda Domesticada, la tremenda situación de los setecientos presos políticos vascos -hombres y mujeres- y de sus familiares y amigos (en total, un colectivo de decenas de miles de personas), debe verse extremadamente ajena. La política ilegal […]

Desde la comodidad inherente a la ausencia de riesgo en la que están instaladas las gentes de la Izquierda Domesticada, la tremenda situación de los setecientos presos políticos vascos -hombres y mujeres- y de sus familiares y amigos (en total, un colectivo de decenas de miles de personas), debe verse extremadamente ajena.

La política ilegal de dispersión diseñada hace diecisiete años por el PSOE de los GAL -con el visto bueno-buenísimo del engendro franquista Popular (Alianza-Coalición-Partido) y el cobarde consentimiento cómplice de Izquierda Unida-, que ha afectado ya a miles de presos, sólo puede calificarse de venganza contra los disidentes, y de castigo, perfectamente calculado, a sus seres queridos, que se juegan la vida semanalmente en homéricos viajes surrealistas de hasta 2.500 kms. en 40 horas para conseguir, con suerte, unos minutos de comunicación.

De los 700 presos, solamente 11 se encuentran en cárceles del País Vasco. 15 personas han fallecido ya en accidentes de tráfico cuando viajaban a visitar a sus familiares o amigos prisioneros. Sólo en lo que va de año, se han producido 73 heridos de distinto pronóstico. Valgan estos datos para la reflexión.

Ahora, Mercedes Gallizo, la directora de Instituciones Penitenciarias nombrada por el Gobierno del «nuevo talante», ha disipado cualquier duda sobre el particular en su reciente viaje a Euskal Herria. La represora Gallizo ha dejado clara su intención (la suya y la del Estado que le manda y paga) de mantener la escandalosa ilegalidad punitiva. Mientras, ese eurodiputado manzanillo que atiende por Willy Meyer anda sumamente preocupado, dudando si alquilar piso en Bruselas o en Estrasburgo. Pobre señora Pleite. Qué bochorno estará pasando, donde quiera que se encuentre la buena mujer.