Con gran despliegue de publicidad, la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN), ha anunciado el fin de su campaña militar sobre Libia. Detrás deja una operación militar iniciada el 19 de marzo donde aeronaves de la OTAN llevaron a cabo más de 26,500 salidas, entre ellas 9,700 misiones de ataque y bombardeo donde se […]
Con gran despliegue de publicidad, la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN), ha anunciado el fin de su campaña militar sobre Libia. Detrás deja una operación militar iniciada el 19 de marzo donde aeronaves de la OTAN llevaron a cabo más de 26,500 salidas, entre ellas 9,700 misiones de ataque y bombardeo donde se estima, el número de muertos superó la cifra de 50 mil vidas.
Concluidas dichas operaciones militares, a través del Consejo Nacional de Transición se inicia la nueva recolonización imperialista de este vasto y rico territorio del Norte de África por lo que ya se llama el nuevo «Consorcio Euroamericano».
De acuerdo con Aijaz Ahmad en un excelente ensayo publicado en el Volumen 28 correspondiente al mes de noviembre de 2011 en la revista publicada en India bajo el nombre Frontline, Libia es el primer país que ha sido exclusivamente invadido en nombre de los derechos humanos. Tal pretexto, indica el autor, va más allá de la doctrina establecida por George W. Bush al proclamar el derecho de Estados Unidos a la guerra preventiva en la Guerra contra el Terrorismo, y como parte de ella, la derogación de distintas disposiciones de la Convención de Ginebra aplicables a aquellos contra los cuales tal guerra va dirigida.
Según el Presidente de Francia, Nicolás Zarkozy, en Libia las potencias principales de la OTAN dieron un giro en la política exterior de su país, la de Europa y la del mundo.
Nos indica Ahmad, que el derecho a la independencia de las naciones es un asunto inseparable del derecho de sus pueblos a escoger sus gobiernos. Así las cosas, señala, la interferencia de las naciones extranjeras con los gobiernos que cada país tenga, más que un asunto de derechos humanos, lo que plantea es un asunto de intervencionismo. De hecho, el autor indica que si de dictaduras y violación de derechos humanos se tratara, el principal objetivo de una intervención como la OTAN en Libia, debió ocurrir en Arabia Saudita y no en este país africano.
La realidad según Ahmad, es que el interés protegido detrás de la agresión contra Libia no fueron los derechos humanos de sus ciudadanos, ni el rechazo al gobierno impulsado por Gadaffi. Con sus 46 billones de barriles de petróleo en el subsuelo, Libia constituye el principal país con mayores reservas en el continente africano. A lo anterior podemos sumar los inmensos acuíferos subterráneos, los cuales han sido descritos por el ex presidente cubano y Comandante de su Revolución, Fidel Castro Rúz, como tres veces el tamaño de Cuba. Otras referencias al tamaño del acuífero libio, lo sitúa en el equivalente a la superficie de Alemania.
Otros intereses de las potencias europeas y de Estados Unidos en la región lo constituyen sus depósitos de gas natural y minerales, como también debemos sumar en la voracidad depredadora imperialista los $90 mil millones comprometidos por Libia como reserva monetaria para contribuir al desarrollo de un sistema económico para los países de la Organización de la Unión Africana como parte de un proyecto histórico por eliminar de sus pueblos y gobiernos el control ejercido sobre sus economías por el Manco Mundial.
De una producción diaria de 1.6 millones de barriles de petróleo, el 70% va a cuatro países europeos, precisamente aquellos que mayor peso tuvieron en la agresión de la OTAN contra este país: Francia, Alemania, Italia y España. De ahí que desde muy temprano, el apoyo de estos países al llamado Consejo Nacional de Transición estuviera marcado por compromisos vinculados a sus reservas petroleras como es el caso de Francia, donde su apoyo a los rebeldes estuvo garantizado por un acuerdo en el cual el nuevo régimen garantizaría a este país el 35% de la producción bruta futura de petróleo; o como en el caso de Inglaterra, mediante la concesión de una licencia para extraer petróleo del subsuelo libio.
Resulta interesante los datos revelados por Ahmad en su ensayo con relación a una carta enviada por la Organización de la Unión Africana al Consejo de Seguridad de la ONU el 15 de junio sobre la crisis en este país. Esta se produjo tres meses luego de iniciados los bombardeos de la OTAN. El Consejo de Seguridad es el mismo organismo que bajo el control de las potencias imperialistas, autorizó la campaña militar de la OTAN contra Libia.
En su carta, en primer lugar, la OUA hizo un llamado al diálogo antes de la aprobación de las Resoluciones 1970 y 1973. A pesar de su llamado, el Consejo de Seguridad hizo caso omiso y continuó adelante su política intervencionista. En segundo lugar, la OUA advirtió al Consejo de Seguridad que autorizar un ataque contra Libia o contra cualquiera de sus Estados miembros, constituía una peligrosa provocación. En tercer lugar la OUA advirtió, contrario a lo indicado por el Consejo de Seguridad cuando se refería a asesinato de civiles, que la lucha entre las fuerzas armadas de un gobierno y fuerzas armadas de rebeldes insurrectos no era genocidio. Finalmente, en cuarto lugar, la OUA advirtió a las Naciones Unidas que su rol como entidad no era tomar partido por uno de los lados en el contexto de una guerra civil, sino como organización, promover el diálogo entre las partes. A pesar de ello, el Consejo de Seguridad siguió adelante abriendo el espacio a la intervención militar de la OTAN. Y lo hizo cuando tan temprano como el 10 de abril, ya Gaddafi había aceptado la propuesta negociación y arbitraje del conflicto propuesto por la Organización de la Unión Africana.
La intervención militar de la OTAN, a pesar de que ni siguiera tal hecho estuvo contemplado por las Resoluciones del Consejo de Seguridad, contó con la activa participación en tierra de mercenarios y apoyo militar de los países de la coalición imperialista. Los primeros, estimulados por el ofrecimiento de $20 millones puestos a disposición de quienes mataran o capturaran a Gaddafi; los segundos, mediante la participación directa en la campaña militar por parte de fuerzas especiales, incluyendo fuerzas militares provenientes de Qatar y otros emiratos árabes, quienes dirigieron los bombardeos, recopilaron información, entrenaron insurgentes y proveyeron inteligencia, apoyando directamente las operaciones militares de los llamados rebeldes en tierra.
Se trata, según el autor, de la primera aventura conjunta entre el Comando de África (AFRICOM) de Estados Unidos y la OTAN. En tal aventura, Estados Unidos invirtió $2 mil millones.
Pero la historia no termina aquí. El pasado 12 de octubre, fecha que marca el inicio de la colonización del Nuevo Mundo en las Américas, el Presidente de Estados Unidos, Barack Obama, anunció, como si en ello no estuviera oculto de manera subliminal, el nuevo proyecto imperialista de Estados Unidos para el resto del continente africano. En una alocución hecha en esa fecha, Obama anunció el desplazamiento de fuerzas especiales de Estados Unidos en África Central para brindar apoyo y asistencia a fuerzas armadas regionales comenzando con Uganda, y anunciando de paso, su intención de desplegar, además, fuerzas militares en el Sudán del Sur (país recién surgido en el mes de julio como resultado de un proceso de secesión apoyado por Estados Unidos y las Naciones Unidas en la división del mayor país africano, Sudan); la República Centro Africana y la República Democrática del Congo. A lo anterior se suma la presencia de las fuerzas armadas de Estados Unidos en Etiopía y Somalia, donde viene desarrollando operaciones militares, así como sus intervenciones encubiertas en países como Yemen y otros localizados en la costa oriental africana.
Para Ahmad, el conflicto iniciado con la intervención de la OTAN en Libia no es sino el inicio de una confrontación mayor a ser librada en los próximos años por Estados Unidos y Europa frente al expansionismo económico de la República Popular China en el continente africano. Actualmente China importa gran parte de los recursos naturales que utiliza en sus programas de desarrollo, incluyendo el petróleo, que representa hoy día una tercera parte de sus importaciones desde el continente africano.
El asesinato de Muammar Gaddafi representa una violación de los acuerdos de la Convención de Ginebra en torno a los combatientes capturados en una guerra o conflicto armado, particularmente su Artículo 13 de la Convención III, donde expresa que todo combatiente capturado como prisionero de guerra debe ser tratado en todo momento con humanidad. Allí también se dispone que será ilegal por parte de cualquier poder que le capture causarle la muerte o poner en peligro su salud, ni someterle a cualquier forma de mutilación o experimentación médica o científica. Se requiere, además, que en ningún caso, un prisionero de guerra sea expuesto a actos de intimidación o violencia, ni expuestos a insultos o curiosidad pública. Todas y cada una de estas disposiciones fueron flagrantemente violentadas en el manejo del caso de Muammar Gaddafi.
La obligación de las fuerzas que le capturaron era, en todo caso, tras su captura, someterle a juicio, si es que contra él pretendía llevarse alguna acusación. El linchamiento de Gaddafi por sujetos entre los cuales se encontraban extranjeros, donde en escenas grabadas en vídeo podían escucharse personas hablando en español, denota la intención expresa de la OTAN en que su asesinato se consumara sin tener que llevarle a juicio. Así lo estimuló apenas 48 horas antes de su asesinato la Secretaria de Estado de Estados Unidos, Hillary Clinton, cuando desde Trípoli expresó: «Nuestro deseo es que pronto sea matado o capturado.» ¡Así de transparente es el imperialismo!
La forma en la cual se condujeron los responsables de su muerte, violentando la ley musulmana, profanando su cadáver medio desnudo y ensangrentado como si fuera un animal que se sacrifica, para luego exhibirlo sin lavar su cuerpo y colocarlo en el refrigerador de una carnicería por varios días, nos da la medida de la saña con la que estos bárbaros, auto denominados luchadores por la libertad de Libia, han actuado. Con ello, sin embargo, han proporcionado sin saberlo a África, el primer gran mártir en la defensa del Continente ante la nueva recolonización imperialista del Siglo 21.
Indica Ahmad en su ensayo que en su breve testamento, Gaddafi indicó:
«Dejemos que la gente libre del mundo sepa que pudimos haber negociado y vendido nuestra causa a cambio de nuestra seguridad y una vida estable. Recibimos muchas ofertas a tales efectos pero escogimos estar a la vanguardia de la confrontación como pendón del deber y el honor. Aún si no triunfamos de inmediato, estaremos dando una lección a las generaciones futuras de que escoger la defensa de la nación es un honor y venderla es una gran traición que la historia nunca habrá de perdonar, independientemente de los intentos de otros de decir que hicimos otra cosa.» (Traducción nuestra de su versión en inglés.)
Los años venideros seguramente nos permitirán desde la distancia de este momento en que se escribe este capítulo de la historia hacer los ajustes de miras necesarios para una mejor comprensión de lo que ocurrió en la Gran Jamahiriya Árabe Libia Popular Socialista.
Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.