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El futuro dirá si se trata sólo de apariencias o de cambio auténtico

El fin de la guerra en Kivu

Fuentes: Congo Actualité

El fin de la guerra en Kivu (R.D.Congo) y la normalización de las relaciones entre la R.D.C. y Ruanda se presentan, al menos oficialmente, como un cambio radical en la conflictiva zona de Los Grandes Lagos. El futuro dirá si se trata sólo de apariencias o de cambio auténtico. La operación militar conjunta entre las […]

El fin de la guerra en Kivu (R.D.Congo) y la normalización de las relaciones entre la R.D.C. y Ruanda se presentan, al menos oficialmente, como un cambio radical en la conflictiva zona de Los Grandes Lagos. El futuro dirá si se trata sólo de apariencias o de cambio auténtico.

La operación militar conjunta entre las fuerzas armadas congoleñas y ruandesas habría liquidado la rebelión congoleña (CNDP) protagonizada por Nkunda y las fuerzas rebeldes hutu (FDLR) instaladas en el Congo. Tanto las autoridades nacionales como internacionales celebran el éxito de la operación y tratan de divulgarlo.
Hay sin embargo muchos puntos oscuros que convendría aclarar:

1) Se ha afirmado que el CNDP ha renunciado a la lucha armada y que se ha integrado en la vida política convirtiéndose en partido político; los soldados se habrían integrado en el ejército nacional y las zonas, antes controladas por la rebelión, habrían pasado a manos gubernamentales. Sin embargo, ni el CNDP ha sido reconocido todavía como partido político legal, ni las autoridades administrativas nombradas por Nkunda han sido sustituidas, ni los soldados ex-rebeldes han sido trasladados a otras provincias, tal y como está previsto en la integración. El caso es que, aún sin reconocimiento jurídico, el CNDP ha logrado varias carteras en el Gobierno provincial y se habla de Bosco Ntaganda como viceministro de Defensa.

2) Con la operación de integración de las tropas del CNDP en ejército nacional existe el evidente peligro de que al menos en los Kivu, el ejército esté formado esencialmente por militares ligados a la rebelión; riesgo suplementario si tenemos en cuenta que en las filas rebeldes había numerosos elementos extranjeros, fundamentalmente ruandeses, que tendrían «una doble nacionalidad»

3) Tanto el inicio como el fin de la operación conjunta han estado caracterizados por el secretismo. Las pocas informaciones han venido todas ellas de fuentes oficiales nada independientes. Seguimos sin saber el número de militares ruandeses participantes y el número de los que se han marchado. Se ha hablado de 5.000 o 6.000, y en la ceremonia de su retorno a Ruanda el 25 de febrero se constató la presencia de unos 1.500. ¿Dónde está el resto? La población teme que haya muchos que se han quedado en suelo congoleño o que se hayan presentado como militares del CNDP para luego ser integrados en el ejército nacional.

4) Se afirma oficialmente que las bases de los rebeldes ruandeses han sido destruidas y que las FDLR se han debilitado de manera importante. Las fuentes oficiales cifran en 150 los muertos en las operaciones y en 1003 los repatriados, mientras el ACNUR dice haber repatriado a 2.500 civiles, sobre todo mujeres y niños. El número de soldados de las FDLR se ha cifrado en unos 6.000 y el de los civiles hutu ruandeses refugiados en el Congo entre 50 y 70 mil. Si fueran estimaciones correctas, es evidente que el éxito de la operación conjunta es muy relativo. Lo que parece real es que las FDLR se han retirado hacia el interior del territorio congoleño. Tan es así que está prevista una segunda operación contra ellas en el Kivu sur, esta vez a cargo exclusivo del ejército congoleño con ayuda de las tropas de la MONUC. La población se pregunta sobre las posibilidades de éxito de esta segunda operación, dada la demostrada debilidad de las FARDC, y sospecha que en las filas del ejército nacional habrá muchos soldados ruandeses que no han regresado a su país.

5) Parece evidente que la solución militar no obtendrá resultados y que la única alternativa es el diálogo entre las FDLR, que no cesan de reclamarlo, y el Gobierno ruandés, que sigue rechazándolo al considerar las FDLR como «genocidas». En las circunstancias actuales es imposible un retorno voluntario. El diálogo podría servir para establecer las diferencias entre los miembros de las FDLR opositores políticos, los refugiados civiles y los elementos buscados por la justicia a causa de sus crímenes, y podría llegar a: un acuerdo con vistas a la participación del ala política de las FDLR en la vida política de Ruanda. una repatriación voluntaria de los refugiados civiles, con garantías para su seguridad y respeto a sus derechos. una justicia equitativa e imparcial.

6) La comunidad internacional debería implicarse para facilitar un diálogo interruandés. A pesar de las declaraciones oficiales, el camino para una paz verdadera y duradera sigue siendo largo y difícil.