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El final del imperio de Endesa en Galicia

Fuentes: La Marea

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Dos ñandúes salen al paso de los caminantes que pasean por la estrecha acera situada cerca de las macro instalaciones que Endesa posee en As Pontes de García Rodríguez, un municipio en la frontera que separa A Coruña y Lugo. Junto a estos dos exóticos animales hay también gallinas, avestruces, un pavo real y varios ciervos, todos ellos a escasos metros de cuatro gruesas chimeneas que no dejan de echar vapor de agua, y otra mucho más fina y alta que expulsa humo producto de la quema de carbón. Con este pequeño zoo, que mengua año tras año, Endesa quiso demostrar a principios de la década de los 80 que era posible la convivencia feliz entre los seres vivos y su producción de energía.

La multinacional posee en la villa coruñesa una central térmica, una hidroeléctrica, un parque de carbón, dos presas y una amplia extensión de terreno que incluye un lago artificial creado en la antigua mina. La central y la mina asociada a ella han sido las infraestructuras más contaminantes del Estado español en los últimos años. La bonanza económica que vivía la zona tapaba cualquier denuncia de contaminación. Luis [no quiere que su nombre verdadero aparezca publicado en el reportaje] pertenecía a un pequeño grupo ecologista y asegura que la contaminación se notaba en las aldeas cercanas. «El polvo que flotaba en la atmósfera quemaba las cosechas; caía en una col y estaba perdida», apunta. «Además -continúa- destrozaron muchas mámoas [dólmenes funerarios] de una riqueza patrimonial muy importante». Luis señala a las presiones de Endesa y al carácter gallego la falta de presión social sobre la central, incluso ahora, cuando asegura que toda la contaminación que todavía produce la central acaba en el río y llega a Pontedeume, un municipio cercano.

Una frase explica muy bien el porqué de este desinterés. Siempre que se habla con un vecino acaba soltando un mantra que ha triunfado: «Dicen que la contaminación llega más a los ingleses que a los de aquí». Aun así, obligada por las directivas comunitarias sobre contaminación, Endesa tuvo que cerrar su mina a cielo abierto a finales de 2007 y adaptar su chimenea a un tipo de carbón menos contaminante y que ahora mismo se importa desde Indonesia y EEUU a través del puerto de A Coruña.

Desde hace una década, diferentes organizaciones internacionales vienen alertando de los problemas que, pese a esos procesos de adaptación, todavía ocasiona la central térmica de Endesa en As Pontes. Por ejemplo, un informe realizado en 2008 por la consultora inglesa EMRC advertía de que se trataba del mayor foco emisor de toda Europa que más daños provoca a la salud debido a las altas emisiones de dióxido de azufre y de óxidos de nitrógeno. En 2013, la organización ecologista SOMO (Centre for Research on Multinational Corporations) publicó un informe en el que aseguraba que la continuidad de Enel-Endesa en As Pontes es responsable de 54 muertes prematuras al año, con un coste estimado en salud de 292.831.796 euros.Año tras año, la central térmica encabeza el ranking como la empresa más contaminante de España, según los datos hechos públicos por la Comisión Europea, al emitir 6,9 millones de toneladas de CO2 al año.

Pero esas cifras parecen tener los días contados. Desde 2005 se intuye el cierre de la instalación, algo que se teme en el municipio coruñés. «Si se va Endesa no hay alternativa», se lamenta el profesor jubilado José María López, una opinión que comparten la mayoría de los vecinos. Xose M. Ribeira, jubilado de Endesa y ahora en la formación Xuntos por As Pontes, incide en que «no ha habido una transformación política para hacer frente a ese cierre» por lo que, a su juicio, tendría graves consecuencias.

A la espera de que llegue ese momento, Enel-Endesa ya ha ido dando sus primeros pasos. En 2005 empezó a utilizar solo carbón de importación, por lo que dos años después cerró su mina. En 2007, vendió varios equipos a la empresa polaca Kopalnia Wegla Brunatrego. En abril de 2012 acabó el proceso de recuperación del antiguo agujero que dejó la actividad minera. Ahora la empresa energética ya ha anunciado el cierre de su central térmica en Andorra (Teruel) para el año 2020 y detrás podría ir la de Compostilla, en León.

Lo cierto es que nadie en As Pontes habla mal de Endesa. Al menos nunca en público, y si lo hacen en privado dejan muy claro que no quieren que su nombre aparezca vinculado a ninguna crítica a la empresa. Ni siquiera hay un grupo ecologista en activo en un pueblo con una superficie de 249,37 km cuadrados, el más extenso de la provincia. La mayor parte del término municipal, excepto la ocupada por Endesa, son bosques y caminos rurales. Tampoco los partidos políticos cuestionan la central. Un parque inaugurado por el alcalde del Bloque Nacionalista Galego (BNG) que gobernó tres legislaturas (1995-1997 y 1999-2007) y el presidente de Endesa muestra la buena sintonía entre empresa y poder político.

Ribeira lo explica sin ambages. «Los alcaldes nunca le plantaron cara a la central», afirma. Y critica que el dinero que dejó Endesa en las arcas municipales «se usó para hacer obras y no para pensar en el futuro creando un tejido industrial». Ribeira reparte culpas entre todas las formaciones políticas: «Nadie se atreve a ponerle el cascabel al gato. El pueblo vive de la central, pero cuando se vaya…». Ribeira fue dirigente del sindicato CIG (Confederación Intersindical Galega), mayoritario en Endesa. Sobre aquella época pone en valor la lucha sindical. «Hubo 29 muertes en el montaje de la central e hicimos huelgas muy fuertes», recuerda. Como anécdota relata una situación vivida «poco antes de morir Franco», cuando «llegó un inspector de trabajo para impedir una huelga, era Paco Vázquez», quien después sería alcalde de A Coruña y destacado dirigente socialista.

Los trabajadores de la entonces empresa pública tienen varios derechos adquiridos durante años. Entre ellos, destaca que ninguna de las familias que allí trabajaban pagan la luz y que sus hijos tenían los estudios universitarios pagados. Además, se creó una «caja de previsión social de los trabajadores de la Empresa Nacional de Electricidad S.A.» en octubre de 1985, que nació con 18 millones de pesetas de subvención inicial y una aportación anual por cada empleado fijo. Esta situación hizo que muchos de ellos se jubilasen y prejubilasen, con un fondo de pensiones con el que complementan la paga que reciben de la Seguridad Social y que muchos usaron para irse del municipio. Porque As Pontes creció al calor del negocio energético, aunque desde la última década está perdiendo fuelle y vive pendiente de lo que decidan los propietarios italianos sobre su futuro.

La evolución desde 1976

Endesa llegó a la localidad en 1976, tras la decisión en febrero de 1972 de traspasarle el patrimonio mineroeléctrico que la Empresa Nacional Calvo Sotelo (ENCASO) poseía en esa población. Durante 31 años explotó el mineral de la mina a cielo abierto. A lo largo de esos años, el típico paisaje gallego de bosques y prados se vio modificado por la central termoeléctrica de carbón con cuatro grupos de 350 MW cada uno y una chimenea de 356 metros. Junto a ellos, una mina a cielo abierto que ocupaba siete kilómetros de largo y entre uno y tres kilómetros de ancho, y un parque de carbón para almacenar este combustible, con una superficie de 10 hectáreas y una capacidad de almacenamiento de 250.000 toneladas. Estas cifras llevaron al entonces ministro de Economía, Carlos Solchaga, a definirla como una de «las joyas de la corona» junto a empresas como Repsol, Iberia y Renfe. Todas ellas fueron privatizadas.

As Pontes de García Rodríguez tenía en 1970 un total de 7.916 habitantes. Una década después, la población creció casi un 40%, una situación que se mantuvo con ligeros altibajos hasta el cierre de la mina. Desde entonces, la población va en claro descenso. En 2016 cuenta, según el Instituto Nacional de Estadística, con 10.399 habitantes: 5.308 son mujeres y 5.091 son hombres. En 1990 había 13.717 personas empadronadas en el municipio: 6.994 hombres y 6.723 mujeres.

Para poner en marcha la emergente industria eléctrica se promocionó un crecimiento demográfico sin precedentes en la zona. En un folleto de 1984, Endesa definía a los habitantes de As Pontes como «tradicionalmente agricultores y ganaderos sembrados aquí y allá por los caseríos o afincados en el casco urbano» que, gracias a la central, «tienen hoy hábitos de una ciudad industrial con ambiente en sus calles, mercados, lugares de esparcimiento».

Con el objetivo de hacer frente a la llegada de nueva mano de obra, Endesa proyectó la construcción de cuatro poblados donde ubicar a sus trabajadores. Los primeros fueron el de A Magdalena y el de la Fraga, ambos en 1974. Un año después llegó el de O Muiño, con 48 viviendas para acoger a ingenieros y peritos. El círculo se cerró con la construcción del poblado de Barreiro que, unido al de la empresa de fertilizantes Enfersa que absorbió Endesa, sumaron 948 viviendas. En los mejores años la central llegó a tener una plantilla de cerca de 2.500 personas. Hoy son poco más de 155 los trabajadores directos. El paso de los años se nota en las viviendas y su entorno. El lateral del poblado de Barreiro aún está cercado por una especie de naves industriales que hacen las veces de almacén o garaje. Alrededor, las plazas de aparcamiento de las calles aledañas están vacías. Parece un barrio fantasma. La despoblación es tal que la Xunta de Galicia ha anunciado el cierre de uno de los cuatro centros educativos de la población, el Monte Caxado, que llegó a tener hasta tres clases por curso en los años 80 y 90.

José María López, profesor jubilado de ese colegio, rememora también aquella época de bonanza. «Aumentó el nivel de vida, y es algo que notaron los que no trabajaban en Endesa, que vieron cómo se dispararon los precios, los pisos y la alimentación; mientras algunos se cambiaban el coche cada 4 o 5 años», señala. Pero también habla de aquellas familias que fueron expropiadas y que debieron abandonar sus actividades tradicionales agrícolas y ganaderas para acabar en un piso. «Nunca se adaptaron», sentencia.

En el centro del pueblo, un local recuerda la importancia de los extrabajadores de la central. En un bajo comercial se encuentra la Asociación de Prejubilados de Endesa As Pontes. La organización explica que «en la prejubilación aplicada de 2005 a 2012 se marcharon 1.500 trabajadores, en un proceso pactado por empresa, sindicatos y Gobierno, con subvenciones europeas». Unos años antes, con el cierre de la mina, ya habían sido prejubiladas 500 personas. Muchas de ellas se volvieron a sus lugares de origen y otras abandonaron el pueblo al comprarse una casa con el dinero que recibieron.

Dudas sobre el futuro de la central

En Europa hay 280 centrales térmicas que representan el 39% del total de las emisiones de gases contaminantes. Por ese motivo, la UE publicó a principios de agosto la nueva normativa que limita este tipo de emisiones. De hecho, la central de As Pontes ya se comprometió en 2010 a reducir un 75% sus emisiones de dióxido de azufre hasta 2020, un 50% las de óxido de nitrógeno y un 80% el lanzamiento de partículas a la atmósfera, para lo que ha anunciado ahora una inversión de 218 millones de euros. La nueva normativa, publicada el pasado 17 de agosto, es más restrictiva y según la European Climate Foundation tendrá un coste añadido para las plantas españolas de 1.119 millones.

Para Ecologistas en Acción la mayoría de las centrales no podrá hacer frente a esa inversión y deberán cerrar. Si llega ese momento, será el adiós definitivo de Endesa a As Pontes de García Rodríguez. Falta por conocer qué sucederá con las miles de hectáreas que la empresa aún tiene en el entorno del municipio, extensas zonas de terreno que están valladas. Por ahora no hay ningún plan B para cuando llegue ese momento. El agua cubrió el agujero de la antigua mina, pero no hay previsto ningún río para llenar el vacío que dejará Endesa en Galicia tras explotar sus recursos naturales durante cuatro décadas.

Fuente: http://www.yoibextigo.lamarea.com/informe/noticias/sin-categoria/endesa-galicia-as-pontes/