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El futuro de Sirte ya es pasado

Fuentes: Gara

La ofensiva militar para expulsar al Estado Islámico de Sirte se alarga misteriosamente. Y no parece que una eventual victoria de las fuerzas libias haga desaparecer el fantasma ultra-islamista del país. Cuesta entender la lenta progresión de una ofensiva por tierra, aire, y hasta por mar (desde buques de la Armada libia), máxime cuando fuentes […]

La ofensiva militar para expulsar al Estado Islámico de Sirte se alarga misteriosamente. Y no parece que una eventual victoria de las fuerzas libias haga desaparecer el fantasma ultra-islamista del país.

Cuesta entender la lenta progresión de una ofensiva por tierra, aire, y hasta por mar (desde buques de la Armada libia), máxime cuando fuentes oficiales apuntan a que los yihadistas en Sirte «no superan el centenar».

Hablamos de «Estructura Sólida», la operación militar activada en mayo de 2016 que ha de expulsar al Estado Islámico de la estratégica ciudad. Las fuerzas terrestres han avanzado con el apoyo de ataques aéreos desde aviones de combate estadounidenses. Datos del Pentágono hablan de 175 hasta el 24 de setiembre y, a día de hoy, los ultra-islamistas están cercados en un espacio de apenas un kilómetro cuadrado en el centro de la ciudad.

A primeros de este mes, el propio Mohamed Tahar Siyala, Ministro de Exteriores del GAN (Gobierno de Acuerdo Nacional), que respalda la ONU, reconocía que la batalla por Sirte «está siendo más dura de lo esperado». Se habla de la recientemente descubierta red de túneles que usaba el enemigo para entrar y salir a su antojo de la ciudad y, sobre todo, para atacar desde la retaguardia. La muerte el pasado 1 de octubre de Jeroen Oerlemans, un periodista holandés, corroboraba la hipótesis. El informador cubría labores de desminado en una zona alejada del frente cuando fue alcanzado por un francotirador.

Pero la demora de la operación se presta a todo tipo de elucubraciones, sobre todo desde el sorpresivo avance el pasado setiembre de las fuerzas del general Haftar. La máxima autoridad militar del Gobierno rival en el este del país se hacía entonces con el control de los principales puertos petrolíferos de Libia, a menos de 200 kilómetros al este de Sirte.

Fuentes diplomáticas del GAN explicaban a GARA que existe «una negociación en curso» sobre quién debe controlar la ciudad una vez liberada, y que ésa es la razón principal de que Sirte siga en disputa.

Desde Misrata, el general al- Ghasri, portavoz de Estructura Sólida se muestra tajante respecto al asunto: «Nuestras fuerzas implementarán un mandato de entre seis y ocho meses hasta que la ciudad pueda ser transferida a la nueva autoridad local», trasladaba a GARA el oficial.

Menos diplomáticos, comandantes de milicia coinciden en que será Misrata la que controle Sirte en el futuro, y sin plazos. «No podemos cometer los mismos errores de 2011», insistía Abu Hissam, líder de la brigada 12, una de las más fuertes combatiendo hoy en Sirte.

Se trate de Misrata o Haftar el que controle Sirte a corto plazo, serán sus cerca de 80.000 habitantes los que sufran las consecuencias. Por el momento, la ciudad se ha visto reducida a escombros tras seis meses de combates. Mientras se preguntan si merece realmente la pena volver a casa, la mayoría lucha por sobrevivir en Misrata, Bengasi o Trípoli.

Testimonios recogidos entre los desplazados internos durante las últimas semanas desgranaban cómo Ansar al Sharia (grupo creado en 2011 que aboga por la implantación estricta de la sharia) buscaba ganarse a la población de Sirte través de medicinas o sudarios gratis, e incluso promesas como la de que el aparato de Gadafi volvería a su ciudad natal para extenderse después por todo el país. Tras hacerse con el control de la ciudad, Ansar al Sharia juró lealtad al califato, izando la bandera negra en febrero de 2015.

El relato coincide con el que aporta sobre el fenómeno del ISIS en Libia Javier Martín, delegado de la Agencia EFE en el norte de África y también desplazado a Sirte durante la ofensiva.

«La caída del régimen de Muamar Gadafi hizo que numerosos cargos, medios y altos, de su Ejército escaparan a Túnez. Muchos de ellos se instalaron en las poblaciones del cinturón costero de la capital -como la Marsa, Gammarth- mientras que otros optaron por la ciudad de Susa, a unos 190 kilómetros al sur», explicaba el periodista y autor de «Estado Islámico, Geopolítica del caos» (Catarata, 2015).

«Cuando en 2013 el nuevo gobierno tunecino se moviliza contra Ansar al Sharia, al que se acusa de los asesinatos ese año de dos conocidos políticos de la izquierda tunecina, éstos buscan refugio en Kairauan, cuarta ciudad santa del Islam y situada a un centenar de kilómetros al oeste de Susa. Desde allí parten muchos de los yihadistas tunecinos, locales y retornados de Siria, que se integran en la rama libia del Estado Islámico. Y es allí donde estrechan lazos y colaboración con esos ex oficiales gadafistas con ánimo de revancha», apuntaba Martín, suscribiendo un discurso que recuerda al mismo origen del Estado Islámico en Irak, donde antiguos oficiales leales a Saddam Hussein también participaron activamente en la creación del movimiento.

En cualquier caso, la pérdida de su bastión en Libia, antes o después, constituirá un auténtico mazazo para la moral del ISIS,cuya propaganda no dejaba de repetir que la ciudad era su bastión más próximo a Europa. Además, se trataba del único lugar fuera de Irak y Siria en el que los yihadistas habían sido capaces de establecer una forma de gobierno paralela a la de Mosul o Raqa.

Pero recuperar Sirte no significa necesariamente el fin del ISIS en el país. Analistas especulan con la posibilidad de que muchos de sus miembros se conviertan en «células durmientes» en ciudades como Trípoli o Bengasi, donde ya han cometido atentados suicidas, o se replieguen a localidades como Bani Walid, antiguo bastión gadafista donde fue capturado Saif al Islam en noviembre de 2011. El pasado febrero, 15 vehículos en los que viajaban presuntos miembros del Estado Islámico eran destruidos en un ataque aéreo sobre dicha localidad.

La alternativa más plausible es una retirada de los yihadistas hacia el inhóspito sur del país. Es allí donde pueden confluir, a título individual o colectivo, con Al Qaeda en el Magreb (AQMI) y el resto de grupos afines, hoy amos y señores del Sahel.

Fuente original: https://mail.google.com/mail/u/3/#inbox/157d2ff228b447a3

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.