Lo que tienen de importante tanto el artículo como las cartas publicadas por EL PAÍS sobre el general Mizzian es su repercusión en las actuales relaciones entre los dos países. Ahondando en esta dirección, me gustaría añadir algunos comentarios respeto a la figura del general mencionado y otros aspectos que pueden ser de interés. El […]
Lo que tienen de importante tanto el artículo como las cartas publicadas por EL PAÍS sobre el general Mizzian es su repercusión en las actuales relaciones entre los dos países. Ahondando en esta dirección, me gustaría añadir algunos comentarios respeto a la figura del general mencionado y otros aspectos que pueden ser de interés. El pasado domingo 11 de junio, decenas de marroquíes se han manifestado en Nador pidiendo el cierre del Museo de Mizzian. Una asociación de derechos humanos en Marruecos estudia presentar una denuncia judicial por lo mismo. En España, el acto de dedicar un museo a dicho general ha suscitado, y con razón, rechazo y repulsa, máxime si ese acto ha contado con participación institucional de los dos países. En Marruecos, y sobre todo en el norte del país, suscitó más repulsa aún, porque este general reprimió a los marroquíes cuando estuvo a las órdenes de las fuerzas ocupantes en la zona. Cuando se incorporó al Ejército marroquí, por un acuerdo entre las autoridades marroquíes y Franco en 1956, también participó en la aniquilación del levantamiento del Rif en 1959 junto al entonces príncipe heredero Hassan II.
Un maestro marroquí de la zona, en una entrevista a un periódico árabe, planteó la siguiente pregunta: si organizamos una visita de los niños a dicho museo, ¿cómo describiremos al general? ¿Héroe o traidor?
Y si se le ocurre a las autoridades marroquíes acceder a la reivindicación de los marroquíes de levantar en la misma zona un museo en memoria del dirigente rifeño Abdelkrim, ¿quién vendrá a inaugurarlo? ¿Estará el embajador de España? ¿Vendrán los altos mandos militares españoles?
Son preguntas embarazosas sin duda, pero si nos fijamos, y eso es lo importante, ese general sea donde sea significa lo mismo: un símbolo de represión y de la dictadura. Identificarnos los pueblos marroquí y español desde esta perspectiva significa explorar pasos prometedores en la dirección de unas fructíferas relaciones entre los dos pueblos.