Recomiendo:
0

John Rendon: el general de Bush en la guerra de la propaganda

El hombre que ´vendió´ la guerra

Fuentes: Rolling Stone

Traducido para Rebelión por Germán Leyens

El camino a la guerra con Irak ha conducido a muchos sitios absurdos. Uno de ellos fue un elegante hotel anidado entre bares de strip-tease y burdeles que reciben a los extranjeros en la ciudad de Pataya, en el golfo de Tailandia.
El 17 de diciembre de 2001, dentro de una pequeña habitación desde la que se oye el romper de las olas, un oficial de la CIA fijó electrodos de metal en los dedos índice y anular de un hombre sentado con aire meditabundo en una silla acolchada. El agente pasó a estirar un tubo de goma negro, doblado como un acordeón, alrededor del pecho del hombre y otro a través de su abdomen. Para terminar, colocó un grueso puño sobre la arteria braquial del individuo, por el lado interior de la parte superior de su brazo.
Fijado al polígrafo estaba Adnan Ihsan Saeed al-Haideri, un iraquí de cuarenta y tres años que había huido de su patria en Kurdistán y que ahora estaba decidido a derribar a Sadam Husein. Durante horas, mientras finas agujas mecánicas trazaban líneas negras sobre rollos de papel gráfico, al-Haideri presentó una historia explosiva. Respondiendo sí y no a una serie de preguntas, insistió repetidamente en que era ingeniero civil y que había ayudado a los hombres de Sadam a enterrar en secreto toneladas de armas biológicas, químicas y nucleares. Las armas ilegales, según al-Haideri, estaban sepultadas en pozos subterráneos, ocultadas en villas privadas, incluso escondidas bajo el Hospital Sadam Husein, la mayor instalación médica de Bagdad.
Era material condenatorio – precisamente el tipo de evidencia que buscaba la administración Bush. Si las acusaciones correspondían a la realidad, ofrecerían a la Casa Blanca un motivo apremiante para invadir Irak y deponer a Sadam. Por eso, el Pentágono había llevado un experto en polígrafos a Pataya: para interrogar a al-Haideri y confirmar, de una vez por todas, que Sadam estaba almacenando en secreto armas de destrucción masiva.
Sólo había un problema: Todo el asunto no era más que una mentira. Después de revisar los agudos picos y los profundos valles en la carta del polígrafo, el oficial de inteligencia concluyó que al-Haideri había inventado toda la historia, al parecer porque esperaba conseguir una visa.
La invención podría haber terminado ahí mismo, una historia más de un refugiado político que trataba de ingeniárselas para conseguir una vida mejor. Pero el que la historia no fuera verdad no significó que no podía ser útil. Al-Haideri era, en realidad, el producto de una operación clandestina – parte espionaje, y parte campaña de relaciones públicas – que había sido establecida y financiada por la CIA y el Pentágono con el propósito expreso de vender al mundo una guerra. Y el hombre que había estado desde hace tiempo a cargo del marketing era una criatura secreta y misteriosa de los círculos dirigentes en Washington, llamado John Rendon.
Rendon es un hombre que suple una necesidad que pocos incluso saben que existe. Dos meses antes de que al-Haideri se sometiera al test del detector de mentiras, el Pentágono le había otorgado secretamente un contrato de 16 millones de dólares para que se concentrara en la propaganda en Irak y otros adversarios. Una de las personas más poderosas de Washington, Rendon es una personalidad dirigente en el campo estratégico conocido como «gerenciamiento de la percepción», la manipulación de la información – y, por extensión, de los medios noticiosos – para lograr el resultado deseado. Su firma, el Grupo Rendon, ha ganado millones con contratos gubernamentales desde 1991, cuando fue contratado por la CIA para «ayudar a crear las condiciones para el alejamiento del poder de Husein». Trabajando bajo esta extraordinaria transferencia de autoridad secreta, Rendon reunió a un grupo de militantes contrarios a Sadam, les dio personalmente un nombre – Congreso Nacional Iraquí [CNI] – y les sirvió como su gurú mediático y «asesor superior» mientras se lanzaban a organizar un levantamiento contra Sadam. Fue como si el presidente John F. Kennedy hubiera subcontratado la operación de la Bahía de Cochinos a la firma de publicidad y relaciones públicas de J. Walter Thompson.
«Son muy reservados respecto a lo que hacen», dice Kevin McCauley, editor de la publicación del sector de la industria O’Dwyer’s PR Daily. «Es algo envuelto en intrigas y misterio».
Aunque Rendon niega toda participación directa con al-Haideri, el tránsfuga fue el último disparo en una guerra mediática secreta puesta en movimiento por Rendon. En una operación dirigida por Ahmad Chalabi – el hombre que Rendon ayudó a establecer como líder del CNI – el tránsfuga había sido llevado a Tailandia, donde se acurrucó días enteros en una pieza del hotel con el portavoz del grupo, Zaab Sethna. El CNI acostumbraba a preparar la presentación de las historias de los tránsfugas, entrenándolos para sus exámenes de polígrafo, y Sethna era ciertamente el hombre adecuado para la tarea – recibió su capacitación en el arte de la propaganda en la nómina del Grupo Rendon. Según Francis Brooke, el hombre del CNI en Washington que también era un ex empleado de Rendon, el objetivo de la operación al-Haideri era simple: presionar a Estados Unidos para que atacara a Irak y derrocara a Sadam Husein.
Mientras el funcionario de la CIA volaba a Washington llevando en su maletín sus gráficos del fracaso del detector de mentiras, Chalabi y Sethna no titubearon. Tomaron el teléfono, llamaron a dos periodistas que tenían una larga historia de ayuda al CNI en la promoción de su causa y les ofrecieron una exclusiva sobre el aterrador escondite de ADM de Sadam.
En cuanto a los derechos mundiales de transmisión, Sethna se puso en contacto con Paul Moran, periodista independiente australiano que trabajaba frecuentemente para Australian Broadcasting Corp. «Pienso que tengo algo que te interesará», dijo a Moran, que vivía en Bahrein. Sethna sabía que podía contar con el acicalado periodista de treinta y ocho años. Antiguo empleado del CNI en Medio Oriente, Moran también había estado durante años en la nómina de Rendon en «operaciones de información», trabajando con Sethna en la oficina de Londres de la compañía en Catherine Place, cerca del Palacio de Buckingham.
«Estábamos tratando de ayudar a los kurdos y a los iraquíes opuestos a Sadam a establecer una estación de televisión», recordó Sethna en una entrevista poco común transmitida por la televisión australiana. «El Grupo Rendon vino y nos dijo:’Tenemos un contrato para hacer algo como propaganda contra Sadam por cuenta de la oposición iraquí’. Lo que no sabíamos – lo que no nos dijo el Grupo Rendon – es que en realidad era la CIA la que los había contratado para hacer ese trabajo.»
La elección del CNI para la exclusiva en la prensa escrita fue igual de fácil: Chalabi se puso en contacto con Judith Miller de The New York Times. Miller, cercana a I. Lewis Libby y otros neoconservadores en la administración Bush, había sido durante años un canal de confianza para la propaganda contra Sadam del CNI. Poco después de que el experto en poligrafía de la CIA le había sacado los cables y los electrodos a al-Haideri y había declarado que era un mentiroso, Miller voló a Bangkok para entrevistarlo bajo la supervisión vigilante de sus manipuladores del CNI. Miller hizo posteriormente unos llamados a la ligera la CIA y a la Agencia de Inteligencia de la Defensa, pero a pesar de su alarde de poseer fuentes de inteligencia, afirmó que no sabía de los resultados del test del detector de mentiras de al-Haideri. En su lugar, informó que «expertos gubernamentales» anónimos calificaban su información de «fiable e importante» – agregando así un barniz de verdad a las mentiras.
Su artículo de primera plana, que apareció en los kioscos el 20 de diciembre de 2001, fue exactamente el tipo de denuncia para el que habían contratado a Rendon. UN TRÁNSFUGA IRAQUÍ HABLA DE TRABAJOS EN POR LO MENOS 20 SITIOS DE ARMAS OCULTAS, declaró el titular: «un tránsfuga iraquí que se describió como ingeniero civil», escribió Miller, «dijo que trabajó personalmente hace sólo un año en renovaciones de instalaciones secretas para armas biológicas, químicas y nucleares en pozos subterráneos, villas privadas y bajo el Hospital Sadam Husein». Si eran comprobadas, señaló: «sus afirmaciones darían munición a los funcionarios dentro de la Administración Bush que han estado argumentando que Mr. Husein debería ser expulsado del poder en parte por su falta de disposición a dejar de fabricar armas de destrucción masiva [ADM], a pesar de sus compromisos de hacerlo».
Durante meses, los halcones dentro y afuera de la administración habían presionado para que se realizara un ataque preventivo contra Irak. Ahora, gracias al artículo de Miller, podían referirse a una «prueba» de la «amenaza nuclear» de Sadam. La historia, reforzada por la entrevista ante la cámara de Moran con al-Haideri en la gigantesca Australian Broadcasting Corp., fue pronto pregonada por la Casa Blanca y repetida por periódicos y cadenas de televisión en todo el mundo. Fue la primera en una larga línea de historias exageradas y fraudulentas que terminaron por impulsar a EE.UU. a una guerra con Irak – la primera guerra basada enteramente en una campaña clandestina de propaganda concentrada en los medios.
La ley prohíbe expresamente a la administración Bush que disemine propaganda del gobierno en el interior del país. Pero en una era de comunicaciones globales, no hay nada que impida que coloque una historia engañosa a favor de la guerra en ultramar – sabiendo con certeza que llegará casi instantáneamente a los ciudadanos estadounidenses. Un reciente informe del Congreso sugiere que el Pentágono podría basarse en «operaciones psicológicas encubiertas que afectan a audiencias dentro de países amigos». En una «enmienda secreta» a la política del Pentágono, advierte el informe, «fondos para psyops [operaciones psicológicas] podrían ser utilizados para publicar historias favorables a las políticas estadounidenses, o para emplear a contratistas exteriores sin vínculos obvios con el Pentágono para organizar manifestaciones de apoyo a las políticas de la administración». El informe también concluye que los planificadores militares están abandonando el punto de vista de la Guerra Fría de que el poder proviene de sistemas superiores de armas. En su lugar, el Pentágono cree ahora que «el poder de combate puede ser reforzado mediante redes y tecnologías de comunicación que controlan el acceso a, y manipulan directamente, la información. Como resultado, la información es en sí en la actualidad tanto un instrumento como un objetivo de la guerra».
Es la convicción que John Rendon encapsuló en un discurso ante cadetes de la Academia de la Fuerza Aérea de EE.UU. en 1996. «No soy un estratega de la seguridad nacional o un táctico militar», declaró. «Soy un político, una persona que utiliza la comunicación para lograr objetivos de política pública o corporativa. En realidad, soy un guerrero de la información y un gerente de la percepción». Para explicar su filosofía, Rendon parafraseó a un periodista que conoció en los días en los que era miembro del personal de las campañas presidenciales de George McGovern y Jimmy Carter: «Es mejor descrito probablemente en las palabras de Hunter S. Thompson, cuando escribió: «Cuando las cosas se tornan estrafalarias, los estrafalarios se tornan profesionales.»
John Walter Rendon Jr. se levanta a las 3 de la mañana, después de dormir seis horas, prende su ordenador Apple y comienza a ingerir información – informes noticiosos nocturnos, mensajes de correo electrónicos, periódicos nacionales y extranjeros, y un surtido de documentos gubernamentales, muchos de ellos disponibles sólo a los que tienen máximo nivel de autorización de seguridad. Según documentos del Pentágono obtenidos por Rolling Stone, el Grupo Rendon está autorizado «a investigar y analizar información confidencial hasta el nivel de Máximo Secreto/SCI/SI/TK/G/HCS» – un nivel extraordinariamente alto de autorización otorgado sólo a un puñado de contratistas de la defensa. «SCI» significa [en sus siglas en inglés] Información Confidencial Compartimentada, datos clasificados a un nivel superior que Máximo Secreto. «SI» es Inteligencia Especial, comunicaciones muy secretas interceptadas por la Agencia Nacional de Seguridad. «TK» se refiere a [por sus siglas en inglés] a Talento/Bocallave, nombre de código para imágenes de aviones de reconocimiento y satélites espías, «G» a Gamma (intercepciones de comunicaciones de fuentes extremadamente confidenciales) y «HCS» significa Sistema de Control Humint (información de una fuente humana muy confidencial). Tomados en su conjunto, estos acrónimos indican que Rendon goza de acceso a la información más secreta de todas las tres formas de recolección de inteligencia: escuchas clandestinas, satélites de imaginería y espías humanos.
Rendon vive en una casa multimillonaria [en dólares] en el exclusivo vecindario Kalorama de Washington. A unas pocas puertas de Rendon está el hogar del antiguo Secretario de Defensa Robert S. McNamara; a la vuelta de la esquina vive el actual Secretario de Defensa Donald Rumsfeld. A sus cincuenta y seis años, Rendon usa gafas que lo hacen aparecer muy serio y peina su densa melena de cabellos gris plateado hacia un lado, al estilo Kennedy. Va al trabajo cada mañana vestido de una camisa hecha a medida con su monograma en el puño derecho y un blazer perfectamente cortado que cuelga suelto alrededor de su abultado cuerpo. Cuando llega a la central del Grupo Rendon cerca del Dupont Circle, ya ha ganado un buen poco por su trabajo matutino: Según los registros federales, Rendon cobra a la CIA y al Pentágono 311,26 dólares la hora por sus servicios. Rendon es uno de los contratistas privados más influyentes de Washington que se hacen cargo de cada vez más trabajos que solían estar reservados para empleados de la CIA altamente calificados. En los últimos años, espías-de-alquiler han comenzado a reemplazar a oficiales de los burós regionales, que controlan operaciones clandestinas en todo el mundo; oficiales de vigilancia en el centro permanente de crisis de la agencia; analistas, que estudian montones de datos de inteligencia; e incluso a oficiales de contrainteligencia en el terreno, que supervisan reuniones entre agentes y sus espías reclutados. Según un alto funcionario de la administración involucrado en decisiones presupuestarias de inteligencia, la mitad del trabajo de la CIA es realizado actualmente por contratistas privados – gentes que no responden por nada ante el Congreso. Otro alto funcionario del presupuesto reconoce en privado que los legisladores no tienen la menor idea de cuántos espías-de-alquiler emplea la CIA actualmente – o cuánto poder incontrolado tienen.
A diferencia de numerosos recién llegados al negocio, sin embargo, Rendon es un veterano de muchas batallas que ha estado involucrado en secreto en casi cada conflicto a tiros de EE.UU. en las últimas dos décadas. En la primera entrevista que ha dado en décadas, Rendon permitió un vistazo a través del ojo de la cerradura a su mundo pocas veces visto de agentes secretos corporativos – una profesión enrarecida pero creciente. Durante una cena de costillas de cordero y una botella de Chateauneuf du Pape en un club privado de Washington, Rendon mantuvo su cautela sobre los detalles de su trabajo clandestino – pero alardeó abiertamente sobre el alcance y la importancia de los esfuerzos de su firma como espías por-dinero. «Hemos trabajado en noventa y un países», dijo. «Incluso desde los eventos de Panamá, hemos estado involucrados en cada guerra, con la excepción de Somalia».
Es un giro poco usual en la carrera de alguien que entró a la política como oponente a la Guerra de Vietnam. Hijo de un corredor de bolsa, Rendon creció en Nueva Jersey e hizo campaña para McGovern antes de graduarse de Northeastern University. «Fui el coordinador de Estado más joven», recuerda. «Tenía a Maine. Me dijeron que yo comprendía la política – lo que era mucho, siendo tan joven». Rendon, que después pasó a servir como director ejecutivo del Comité Nacional Demócrata, aprendió rápidamente la combinación de trampas políticas y de manipulación de los medios que se convertiría en su característica. En 1980, como jefe de las tropas de Jimmy Carter en la convención nacional en Nueva York, estaba sentado solo en las graderías de Madison Square Garden cuando se le acercó un reportero de ABC News. «Realmente hicieron un material sobre el hombre detrás de la cortina», dice Rendon. «Una especie de Mago de Oz». Fue el papel que seguiría teniendo el resto de su vida.
Después de que Carter perdiera la elección y de que los revolucionarios derechistas duros de Reagan llegaron al poder en 1981, Rendon entró en negocios con Rick, su hermano más joven. «Todos comenzaron a hacer consultorías», recuerda. «Comenzamos a hacer consultoría». Ayudaron a elegir a John Kerry al Senado en 1984 y trabajaron para AFL/CIO para movilizar el voto sindical para la campaña presidencial de Walter Mondale. Entre lo que produjo Rendon estuvo un manual de capacitación para sindicalistas para que trabajaran como activistas políticos por cuenta de Mondale. Para mantener oculta la operación, Rendon estampó CONFIDENCIAL en la tapa de cada uno de los cuadernos de plástico azul. Era una tendencia a lo secreto que pronto dominaría todos sus acuerdos de consultoría.
El Grupo Rendon es en alto grado un asunto de familia. La esposa de Rendon, Sandra Libby, lleva los libros como principal encargada de las finanzas y el «estratega superior de comunicaciones», el hermano de Rendon, Rick, sirve como socio sénior y conduce la oficina de Boston de la compañía, produciendo anuncios de servicio público para el Instituto de Conservación de la Ballena y coordinando Empower Peace [Poder a la Paz],
una campaña que pone a jóvenes en Medio Oriente en contacto con chicos estadounidenses mediante la tecnología de la vídeo-conferencia. Pero el grueso del negocio de la compañía es decididamente menos liberal y orientado hacia la paz. La primera experiencia real de Rendon en el mundo de la inteligencia, fue por cortesía de los republicanos. «Panamá», dice, «nos condujo al entorno de la seguridad nacional».
En 1989, poco después de su elección, el presidente George H.W. Bush firmó una autorización altamente secreta «de investigación» autorizando a la CIA a canalizar 10 millones de dólares a fuerzas de oposición en Panamá para derrocar al general Manuel Noriega. Para no involucrar directamente a personal de la agencia, la CIA se dirigió al Grupo Rendon. La tarea de Rendon fue actuar entre bastidores, utilizando una variedad de técnicas de campaña y psicología para colocar el elegido por la CIA, Guillermo Endara, en el palacio presidencial. Dinero en efectivo de la agencia, canalizado a través de varias cuentas bancarias y organizaciones de fachada, terminó en manos de Endara, que luego pasaba a pagar a Rendon.
Endara, un corpulento abogado corporativo de cincuenta y tres años con poca experiencia política, se presentaba contra el elegido personal de Noriega, Carlos Duque. Con la ayuda de Rendon, Endara derrotó decisivamente a Duque en la votación – pero Noriega simplemente se auto-nombró «Máximo Líder» y anuló la elección. La administración Bush decidió entonces sacar a Noriega por la fuerza – y la tarea de Rendon pasó de la generación de apoyo local para una elección nacional a la estructuración de apoyo internacional para un cambio de régimen. Dentro de días encontró su máximo instrumento de propaganda.
Al final de una manifestación de apoyo a Endara, una banda del Batallón de la Dignidad de Noriega – apodada «Dig Bats» y llamados «matones Doberman» por Bush – atacaron a la multitud con tablas de madera, tubos de metal y armas. Miembros de la banda agarraron al guardaespaldas de Guillermo Ford, uno de los candidatos a vicepresidente de Endara, lo empujaron contra un coche, le introdujeron un arma en la boca y apretaron el gatillo. Mientras las cámaras registraban la escena, los Dig Bats se dirigieron a Ford, y le dieron en la cabeza con una barra de metal y lo golpearon con garrotes pesados, ensangrentando su guayabera blanca – con su sangre y la de su guardaespaldas muerto.
Dentro de horas, Rendon se había asegurado de que las fotos llegaran a todas las redacciones del mundo. A la semana siguiente, una imagen de la violencia apareció en la portada de la revista Time con la leyenda «POLÍTICA ESTILO PANAMÁ: NORIEGA APORREA A SU OPOSICIÓN, Y EE.UU. SUBE EL CALOR». Para fomentar aún más el apoyo internacional para Endara, Rendon escoltó a Ford en una jira por Europa para encontrar a la Primer Ministro de Gran Bretaña Margaret Thatcher, al primer ministro italiano e incluso al Papa. En diciembre de 1989, cuando Bush decidió invadir Panamá, Rendon y varios de sus empleados estuvieron en uno de los primeros aviones dirigidos a Ciudad de Panamá.
«Llegué quince minutos antes de que comenzara», recuerda Rendon. «Mi primera impresión fue que el piloto se dio vuelta y dijo: ‘Perdone señor, pero si mira a la izquierda verá a los aviones de ataque vuelan en círculos antes de aterrizar’. Entonces recuerdo a ese mayor que dijo: «Perdone señor, ¿pero sabe cuál es la capacidad de defensa aérea Panamá en este momento?’ Me incliné hacia la cabina y le dije: ‘Mire, mayor. Espero que ya no constituya ningún problema'».
Momentos después, el avión de Rendon aterrizaba en la Base Howard de la Fuerza Aérea en Panamá. «Tenía que ir a Fort Clayton, que era donde estaba el presidente», dice. «Me llevaron en helicóptero – y nos dispararon algunas veces cuando íbamos». Allí, en una base militar de EE.UU. rodeada por 24.000 soldados de EE.UU., tanques pesados y naves artilladas Combat Talon AC-130, el cliente de Rendon, Endara, terminó por prestar juramente como presidente de Panamá.
La participación de Rendon en la campaña por remover a Sadam Husein comenzó siete meses más tarde, en julio de 1990. Rendon había tomado un descanso para una vacación – un largo viaje en tren por Escocia – cuando recibió una llamada urgente. «Están concentrando soldados afuera de Kuwait», le dijeron. En el aeropuerto, vio el comienzo de la invasión en la televisión. Volando hacia Washington en la cabina de primera clase de un Pan Am 747, Rendon pasó todo el vuelo bosquejando sus ideas in extenso en un bloque de notas amarillo.
«Escribí un memorando sobre lo que iban a enfrentar los kuwaitíes, y lo basé en nuestra experiencia en Panamá y la experiencia de la operación de la Francia Libre en la Segunda Guerra Mundial», dice Rendon. «Fue algo que necesitaban ver y escuchar, y ésa era toda mi intención. Anda y diles a los kuwaitíes: ‘Esto es lo que tenéis – aquí tengo algunas observaciones, algunas recomendaciones, vivid mucho y prosperad.'»
De vuelta en Washington, Rendon llamó de inmediato a Hamilton Jordan, el antiguo jefe de gabinete del presidente Carter y antiguo amigo de sus días en el Partido Demócrata. «Me puso en contacto con los saudíes, los saudíes me pusieron en contacto con los kuwaitíes y luego fui y tuve una reunión con los kuwaitíes», recuerda Rendon. «Y cuando volví a aterrizar en Estados Unidos, recibí un llamado diciendo: ` ¿Podría volver? Queremos hacer lo que dice en el memorando'».
Lo que querían los kuwaitíes era ayuda en la venta de una guerra de liberación al gobierno estadounidense – y al público estadounidense. Rendon propuso una masiva campaña de «gerenciamiento de la percepción» diseñada para convencer al mundo de la necesidad de unir fuerzas para rescatar Kuwait. Trabajando a través de una organización llamada Ciudadanos por un Kuwait Libre, el gobierno kuwaití en exilio aceptó pagar a Rendon 100.000 dólares al mes por su ayuda.
Para coordinar la operación, Rendon abrió una oficina en Londres. Una vez que comenzó la Guerra del Golfo, continuó en plena actividad tratando de impedir que la prensa de EE.UU. informara sobre el lado tenebroso del gobierno kuwaití, una petróleocracia regida por una familia de acaudalados jeques. Cuando los periódicos comenzaron a informar que en realidad numerosos kuwaitíes lo estaban pasando bien en clubes nocturnos en El Cairo mientras estadounidenses morían en las arenas kuwaitíes, el Grupo Rendon contraatacó rápidamente. Casi de inmediato, comenzó a aparecer una ola de artículos que contaban la historia de kuwaitíes agradecidos que enviaron 20.000 saludos de San Valentín firmados personalmente a los soldados estadounidenses en las líneas del frente, el todo organizado por Rendon.
Rendon también estableció una minuciosa red de televisión y radio, y desarrolló una programación que era transmitida a Kuwait desde Taif, Arabia Saudí. «Era importante que los kuwaitíes en Kuwait ocupado comprendieran que el resto del mundo estaba haciendo algo», dice. Cada noche, las tropas de Rendon en Londres producían un libreto y lo enviaban por microonda a Taif, para asegurar que las «noticias» transmitidas a Kuwait reflejaran una línea suficientemente pro-estadounidense.
Cuando se trata de preparar una guerra, pocas cosas se dejan a la casualidad. Después de que Irak se retiró de Kuwait, Rendon tuvo la responsabilidad de que la marcha hacia la victoria sonara como la liberación con banderas al aire de Francia después de la Segunda Guerra Mundial. «¿Te sorprendió», observó más adelante, «cómo la gente de Kuwait City, después de ser cautivos durante siete largos y dolorosos meses, pudieron conseguir banderas de EE.UU. para agitarlas – e incluso las banderas de otros países de la coalición? Después de una pausa, agregó: «Bueno, ahora tienes la respuesta. Fue uno de los trabajos que hice en aquel entonces».
Aunque su trabajo es altamente secreto, Rendon insiste en que trabaja sólo con «información oportuna, verídica y exacta». Su trabajo, dice, es contrarrestar percepciones falsas que los medios noticiosos perpetúan porque consideran que «es más importante ser los primeros que ser correctos». En la guerra moderna, cree que el resultado depende en gran parte de la percepción del público de la guerra – si se le puede ganar, si vale el costo. «Nos persigue y acecha la diferencia entre la percepción y la realidad». Dice. «Porque las líneas son divergentes, esta diferencia entre la percepción y la realidad es uno de los mayores desafíos estratégicos de la comunicación en la guerra».
Cuando la Guerra del Golfo llegó a su fin en 1991, el Grupo Rendon estaba firmemente establecido como el principal vendedor de Washington para el cambio de régimen. Pero la nueva tarea de Rendon iba más allá de una simple manipulación de los medios. Después del fin de la guerra, la orden de Máximo Secreto firmaba por el presidente Bush para expulsar a Husein incluía una extraña «conclusión letal» – queriendo decir que se podía tomar acción letal si fuera necesaria. Bajo contrato con la CIA, se encargó a Rendon que ayudara a crear una fuerza disidente con el propósito declarado de derrocar violentamente a todo el gobierno iraquí. Es una tarea que Rendon sigue considerando demasiado confidencial para ser discutida. «Ahí llegamos a terrenos sobre los que no voy a hablar», dice. «Si juras algo, tiene que tener un significado».
Thomas Twetten, el antiguo adjunto de operaciones de la CIA, adscribe a Rendon la creación virtual del CNI. «El CNI no tenía la menor idea», señaló una vez. «Necesitaban mucha ayuda y no sabían por donde comenzar. Por eso se introdujo a Rendon». Actuando como el asesor superior del grupo, y ayudado por montañas de dólares de la CIA, Rendon juntó a un amplio espectro de disidentes iraquíes y patrocinó una conferencia en Viena para organizarlos en una organización aglutinadora, que apodó el Congreso Nacional Iraquí. Luego, como en Panamá, su tarea fue ayudar a expulsar a un brutal dictador y a reemplazarlo por alguien seleccionado por la CIA, «El motivo por el que consiguieron el contrato fue que ya lo habían hecho en Panamá – así que eran conocidos» recuerda Whitley Bruner, ex jefe de la estación de la CIA en Bagdad. Esta vez el objetivo era el presidente iraquí Sadam Husein y el sucesor preferido por la agencia era Ahmad Chalabi, un astuto, familiar y amistoso exiliado iraquí adorado por los neoconservadores de Washington.
Chalabi fue una selección curiosa para encabezar una rebelión. En 1992, fue condenado en Jordania por falsas declaraciones y la malversación de 230 millones de dólares de su propio banco, por lo que fue condenado in absentia a veintidós años de trabajos forzados. Pero la única credencial que importaba era su política. «Desde el primer día», dice Rendon, «Chalabi puso bien en claro que su interés primordial era librar a Irak de Sadam». Bruner, que trató con Chalabi y Rendon en Londres en 1991, lo dice de modo aún más brutal: «El enfoque primordial de Chalabi», dijo más tarde, «era arrastrarnos a una guerra».
El elemento clave en la operación CNI de Rendon fue una guerra relámpago mediática a escala mundial diseñada para convertir a Husein, un líder regional que había sido peligroso pero que ahora estaba bajo control, en la mayor amenaza para la paz mundial. Cada mes, 326.000 dólares pasaban de la CIA al Grupo Rendon y al CNI a través de diferentes organizaciones de fachada. Rendon obtuvo maravillosos beneficios, y recibió una «comisión administrativa» de un 10 por ciento por sobre lo que gastaba en el proyecto. Según algunos informes, la compañía ganó cerca de 100 millones de dólares con el contrato durante los cinco años después de la Guerra del Golfo.
Rendon realizó progresos considerables con el CNI, pero después del fracasado intento de golpe del grupo contra Sadam en 1996, la CIA perdió confianza en Chalabi y dejó de enviar sus cheques mensuales. Pero Chalabi y Rendon simplemente cambiaron de lado, y se pasaron al Pentágono, y el dinero siguió llegando. «El Grupo Rendon no se lleva demasiado bien con Langley estos días», señala Bruner. «Sus contratos los lleva más bien el Departamento de Defensa».
La influencia de Rendon aumentó considerablemente en Washington después de los ataques terroristas del 11 de septiembre. De un solo golpe, Osama bin Laden alteró la percepción de la realidad del mundo – y en una era de información ininterrumpida, quienquiera controla la percepción gana. Lo que Bush necesitaba para librar la Guerra contra el Terror era un guerrero hábil de la información – y Rendon era ampliamente reconocido como el mejor. «Los eventos del 11 de septiembre de 2001 cambiaron todo, y la visión de la administración respecto a la influencia estratégica no fue lo de menos», señala un informe del Ejército. «Confrontado con la evidencia directa de que mucha gente en todo el mundo odiaba activamente a Estados Unidos, Bush comenzó a actuar para explicar del modo más efectivo la política de EE.UU. en el exterior. Inicialmente, la Casa Blanca y el Departamento de Defensa se volvieron hacia el Grupo Rendon».
Tres semanas después de los ataques del 11 de septiembre, según documentos obtenidos de fuentes de la defensa, el Pentágono asignó un gran contrato al Grupo Rendon. Aproximadamente al mismo tiempo, funcionarios del Pentágono también establecieron una organización altamente secreta llamada Oficina de Influencia Estratégica [OSI, en sus siglas en inglés]. Parte de la misión de la OSI era realizar operaciones clandestinas de desinformación y engaño – colocando noticias falsas en los medios y ocultando su origen. «A veces es valioso desde un punto de vista militar que se puedan realizar engaños respecto a futuros planes previstos», dijo el vicepresidente Dick Cheney al explicar la operación. Incluso la oficialidad superior de los militares consideraron inquietante la unidad clandestina. «Cuando recibo sus instrucciones, da miedo», dijo un alto oficial en esa época.
En febrero de 2002, The New York Times informó que el Pentágono había contratado a Rendon «para ayudar a la nueva oficina», un cargo negado por Rendon. «No tuvimos nada que ver con eso», dice. «No formábamos parte de su cadena jerárquica. Informábamos directamente a J-3» – el jefe de operaciones en el Estado Mayor Conjunto. Después de la filtración, Rumsfeld se vio obligado a cerrar la organización. Pero gran parte de las operaciones de la oficina fueron aparentemente transferidas a otra unidad, que se halla más profundo en la burocracia del Pentágono, llamada la Fuerza de Tareas de Operaciones de Información [IOTF, por sus siglas en inglés], y Rendon estaba relacionado estrechamente con este grupo. «Greg Newbold era el J-3 en esos días, y le informábamos a través de la IOTF», dice Rendon.
Según documentos del Pentágono, el Grupo Rendon jugó un papel importante en la IOTF. Encargaron a la compañía que creara una «Sala de Información de Guerra» para controlar informes noticiosos de todo el mundo a velocidad relámpago y para que reaccionara casi instantáneamente con contra propaganda. Un arma clave según los documentos, era el sistema «patentado-de-punta de recolección de noticias llamado «Livewire», que toma informes noticiosos en tiempo real, a medida que aparecen, antes de que estén en Internet, antes de que CNN pueda leerlos en las ondas y veinticuatro horas antes de que aparezcan en los periódicos matutinos, y los clasifica por palabras clave. El sistema provee el acceso más rápido en tiempo real a las noticias y la información disponibles a las organizaciones privadas o públicas».
El objetivo principal que el Pentágono asignó a Rendon fue la red de televisión Al-Jazeera. El contrato especificaba que el Grupo Rendon emprendería una masiva campaña de «planificación mediática» contra la organización noticiosa, que el Pentágono consideraba «crítica para los objetivos de EE.UU. en la Guerra contra el Terrorismo». Según el contrato, Rendon suministraría un «detallado análisis del contenido de las transmisiones diarias de la emisora… [e] identificaría los prejuicios de periodistas específicos y obtendría potencialmente un entendimiento de sus filiaciones, incluyendo las posibilidades de relaciones y patrocinios específicos».
El enfoque secreto hacia periodistas extranjeros puede haber tenido un propósito siniestro. Entre las misiones propuestas para la Oficina de Influencia Estratégica del Pentágono se encontraba la de «coaccionar» a periodistas extranjeros y colocar información falsa en el extranjero. Documentos secretos de instrucciones también decían que la oficina debía encontrar maneras de «castigar» a los que transmiten el «mensaje equivocado». Un alto oficial declaró a CNN que el plan «formalizaría el engaño, la deshonestidad y la desinformación gubernamental».
Según documentos del Pentágono, Rendon utilizaría su análisis de los medios para realizar una campaña mundial de propaganda, desplegando equipos de guerreros de la información a naciones aliadas para ayudarlas «a desarrollar y presentar mensajes específicos a la población local, a los combatientes, a los estados de la línea de frente, a los medios y a la comunidad internacional». Entre los sitios a los que se enviaría a los equipos de info-guerra de Rendon se encontraban, Yakarta, Indonesia; Islamabad, Pakistán; Riad, Arabia Saudí; Cairo; Ankara, Turquía; y Tashkent, Uzbekistán. Los equipos producirían y redactarían secuencias de noticias televisivas «construidas alrededor de temas y líneas en apoyo a los objetivos políticos de EE.UU.»
Rendon también fue encargado de participar en el «engaño militar» en línea – una actividad que otrora fue asignada a la OSI. Contrataron a la compañía para que controlara las salas de chateo de Internet en inglés y en árabe – y «para que participara en esas salas de chateo cuando/si se le encargara». Rendon también crearía un sitio en la Red «con regulares resúmenes de noticias y artículos. Orientada hacia el público global, en inglés y en por lo menos cuatro idiomas adicionales, esta actividad incluirá también una amplia operación de campaña de correo electrónico». Estas técnicas son utilizadas comúnmente para colocar una variedad de propaganda, incluyendo información falsa.
Otra operación de propaganda recientemente formada en la que Rendon jugó un papel importante fue la Oficina de Comunicaciones Globales [OGC], que operó desde la Casa Blanca y que estaba encargada de difundir el mensaje de la administración sobre la Guerra en Irak. Cada mañana a las 9.30, Rendon participó en la conferencia en la Casa Blanca de la OGC, en la que los funcionarios discutían el tema del día y quién se encargaría de difundirlo. La oficina también trabajó en estrecha relación con el Grupo de Irak de la Casa Blanca, cuyos miembros a alto nivel, incluyendo al recién acusado jefe de gabinete de Cheney, Lewis Libby, tenían la responsabilidad de vender la guerra al público estadounidense.
Nunca antes en la historia se ha establecido una red secreta tan amplia para conformar la percepción de una guerra de todo el mundo. «No fue sólo inteligencia mala – fue un esfuerzo orquestado», dice Sam Gardner, coronel en retiro de la Fuerza Aérea, que enseñó estrategia y operaciones militares en el Colegio Nacional de Guerra. «Comenzó antes de la guerra, fue un importante esfuerzo durante la guerra y continúa como deformaciones pos-conflicto».
En las primeras semanas después de los ataques del 11 de septiembre, Rendon operó a un ritmo desenfrenado. «En las primeras etapas interceptaba y devolvía cada pelota que llegaba, porque nadie estaba seguro de si nos iban a volver atacar de nuevo alguna otra vez», dice. «Era ‘¿Qué sabes de esto, qué sabes de eso, qué más puedes obtener, puedes hablar con alguien de allá?’ Funcionábamos veinticuatro horas al día. Mantuvimos una conciencia situacional, en términos militares, sobre todas las cosas relacionadas con el terrorismo. Hacíamos 195 periódicos y 43 países en catorce o quince idiomas. Si lo haces correctamente, te puedo contar lo que aparece en las noticias vespertinas de hoy en un país antes de que suceda. Te puedo proporcionar, como político, seis horas de anticipo para que veas cómo puedes afectar lo que va a aparecer en las noticias. Lo tomarán en lo que tarda un latido del corazón».
La administración Bush tomó todo lo que Rendon le podía ofrecer. Entre 2000 y 2004, documentos del Pentágono muestran que el Grupo Rendon recibió por los menos treinta y cinco contratos del Departamento de Defensa, por un valor total entre 50 y 100 millones de dólares.
Los dolientes se arrodillaron, hicieron la señal de la cruz y se sentaron a lo largo de los duros, brillantes, bancos de la iglesia católica de Nuestra Señora de las Victorias. Era el 2 de abril de 2003, el comienzo del otoño en la pequeña localidad australiana de Glenelg, un antiguo centro turístico en la playa, de blancas casas victorianas, y de arena suave, rubia, en Holdback Bay. Rendon había volado por la mitad del mundo para unirse a cerca de 600 amigos y familiares que se habían juntado para despedirse de un hijo de la localidad y campeón aficionado de fútbol, Paul Moran. Tres días después de la invasión de Irak, el periodista independiente y empleado de Rendon se había convertido en el primer miembro de los medios que murió en esa guerra – una guerra que había ayudado clandestinamente a comenzar.
Moran había vivido una doble vida, presentando informes a Australian Broadcasting Corp. y a otras organizaciones noticiosas, mientras al mismo tiempo operaba como agente encubierto para Rendon, gozando de lo que su familia llama su «estilo de vida a la James Bond». Moran había entrenado a fuerzas opositoras iraquíes en el espionaje fotográfico, mostrándoles como documentar en secreto actividades militares iraquíes, y había producido anuncios a favor de la guerra para el Pentágono. «Trabajó para el Grupo Rendon en Londres», dice su madre, Kathleen. «Enviaban a gente a todo el mundo – donde hay guerras».
Moran estaba cubriendo la invasión de Irak para ABC, filmando en un punto de control kurdo en la ciudad de Sulaymaniyah, cuando un coche conducido por un atacante suicida estalló junto a él. «Vi el coche desintegrarse en una especie de cámara lenta», recuerda Eric Campbell, un corresponsal que estaba filmando con Moran. «Un soldado me entregó un pasaporte, carbonizado. Fue cuando supe que Paul estaba muerto».
Cuando terminó la misa y el ataúd de Moran envuelto en la bandera australiana había pasado delante los dolientes. Rendon alzó su brazo derecho y saludó. Se negó a discutir el papel de Moran en la compañía, y dijo solamente: «Paul trabajó para nosotros en una serie de proyectos». Pero durante el largo vuelo de retorno a Washington, cruzando más de una docena de zonas de tiempo, Rendon delineó sus sentimientos en un correo electrónico: «El día comenzó con nubes oscuras y aciagas como si correspondieran a los sentimientos de todos – tristeza y cólera ante la violencia sin sentido que se llevó a nuestro compañero Paul Moran hace diez breves días y a muchas décadas de emoción».
El Grupo Rendon también organizó un servicio conmemorativo en Londres, donde Moran comenzó a trabajar para la compañía en 1990. Realizado en Home House, un club privado en Portman Square donde Moran residía a menudo cuando visitaba la ciudad, el evento fue colocado entre fotografías de Moran en varios sitios en todo Medio Oriente. Zaab Sethna, que organizó el exclusivo mediático de al-Haideri en Tailandia para Moran y Judith Miller, presentó un emocionante tributo a su antiguo colega: «Pienso que tanto a un nivel personal como profesional, Paul fue profundamente admirado y amado por la gente del Grupo Rendon», dijo más adelante Sethna.
Aunque Moran había desaparecido, la falsificada historia sobre las armas de destrucción masiva que él y Sethna habían transmitido a todo el mundo, siguió en vida. Siete meses antes, cuando el presidente Bush estaba a punto de argumentar su caso a favor de la guerra ante la ONU, la Casa Blanca había dado gran importancia a las acusaciones engañosas de al-Haideri. En un informe intitulado irónicamente «Irak: desmentido y engaño» la administración se refirió a al-Haideri por su nombre y detalló sus afirmaciones – a pesar de que la CIA ya había determinado que eran mentiras. El informe fue colocado en el sitio en la Red de la Casa Blanca el 12 de septiembre de 2002, y sigue estando allí. Otra versión del informe incluso adscribe la información al artículo de Miller.
Miller también continuó promoviendo el cuento de al-Haideri sobre la maldad de Sadam. En enero de 2003, más de un año después de su primer artículo, Miller volvió a escribir que «funcionarios de inteligencia» del Pentágono le decían que «parte de la información más valiosa ha provenido de Adnan Ihsan Saeed al-Haideri». Sus entrevistas con la Agencia de Inteligencia de la Defensa, agregó Miller, «terminaron por resultar en docenas de informes altamente creíbles sobre actividad y compras relacionados con las armas iraquíes, dijeron los funcionarios».
Finalmente, a comienzos de 2004, más de dos años después de que había hecho las dramáticas afirmaciones a Miller y Moran sobre las armas de destrucción masiva de Sadam, el Grupo de Estudio de Irak de la CIA llevó a al-Haideri de vuelta a Irak. En un amplio viaje por Bagdad y otros sitios cruciales, se le dio la oportunidad de indicar exactamente dónde estaban ocultos los arsenales de Sadam, para que confirmara las acusaciones que habían ayudado a iniciar una guerra.
A fin de cuentas, no pudo identificar ni un solo sitio en el que habría enterradas armas ilegales.
A medida que la guerra en Irak se dispara fuera de control, la campaña encubierta de propaganda de la administración Bush se intensifica. Según un informe secreto del Pentágono aprobado personalmente por Rumsfeld en octubre de 2003 y obtenido por Rolling Stone, el Comando Estratégico está autorizado a involucrarse en «engaño militar» – definido como «la presentación de información, imágenes o declaraciones falsas». El documento, de setenta y cuatro páginas, intitulado «Mapa de Ruta de Operaciones de Información» también pide que se lancen operaciones psicológicas por radio, televisión, teléfonos celulares y «tecnologías emergentes» como Internet. Además de ser clasificado como secreto, el mapa de ruta también está sellado noforn, lo que quiere decir que no puede ser compartido ni siquiera con nuestros aliados.
Como el general reconocido de semejante guerra de propaganda, Rendon insiste en que el trabajo es por el bien de todos los estadounidenses. «Para nosotros, es cuestión de patriotismo», dice. «No es cuestión de política, y es una diferencia importante. Tengo sentimientos personales muy fuertes al respecto. Si vamos a poner en peligro a valerosos hombres y mujeres, merecen ser apoyados». Pero en Irak, soldados estadounidenses y civiles iraquíes nos puestos en peligro, en gran parte, por la información falsa diseminada por Rendon y los hombres que el entrenó en la guerra de la información. Y considerando el rápido crecimiento de lo que es conocido como «el complejo seguridad-inteligencia» en Washington, los administradores de la percepción clandestina jugarán probablemente un papel cada vez más influyente en las guerras del futuro.
Por cierto, Rendon ya piensa en el futuro. El año pasado, asistió a una conferencia sobre operaciones de la información en Londres, donde ofreció una evaluación de los esfuerzos del Pentágono por manipular a los medios. Según los que asistieron, Rendon aplaudió la práctica de empotrar periodistas con las fuerzas estadounidenses. «Dijo que la idea de empotrar era grandiosa, dice un coronel de la Fuerza Aérea que asistió a la charla. «Funcionó como habían pensado en el ensayo. Fue la versión bélica de la televisión realidad, y en la mayor parte de los casos no se perdió el control de la historia». Pero Rendon también advirtió que organizaciones noticiosas individuales a menudo eran capaces de «controlar la historia», modelando las noticias antes de que el Pentágono pudiera establecer su sesgo sobre las noticias del día.
«Perdimos el control del contexto», advirtió Rendon. «Hay que arreglar eso antes de la próxima guerra.»
James Bamford es el autor de bestsellers como «A Pretext for War: 9/11, Iraq, and the Abuse of America’s Intelligence Agencies» (2004) y «Body of Secrets: Anatomy of the Ultra-Secret National Security Agency» (2001). Éste es su primer artículo para Rolling Stone.
http://www.rollingstone.com/politics/story/_/id/8798997?pageid=rs.Home&pageregion=single7